Romanos 8
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La vida animada por el Espíritu de Dios
Gálatas 3:13-14; 4:4-7; 5:16-25; 6:8
1 No hay, pues, ahora ninguna condenación para los que están en Cristo Jesús. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me liberó de la ley del pecado y de la muerte. 3 Pues lo que era imposible para la ley, ya que era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne pecaminosa, y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne; 4 para que la justa exigencia de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos según la carne, sino según el Espíritu. 5 Porque los que andan según la carne, piensan en las cosas de la carne; pero los que andan según el Espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Pues el pensamiento de la carne es muerte; pero el pensamiento del Espíritu es vida y paz. 7 Por cuanto el pensamiento de la carne es enemistad contra Dios, porque no se somete a la ley de Dios, ni tampoco puede; 8 y los que están en la carne no pueden agradar a Dios. 9 Pero vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, ese no es de él. 10 Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu es vida a causa de la justicia. 11 Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales, por medio de su Espíritu que habita en vosotros. 12 Así pues, hermanos, deudores somos, no de la carne, para vivir según la carne; 13 pues si vivís según la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
Hijos de Dios gracias al Espíritu
14 Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15 Porque no habéis recibido espíritu de servidumbre para estar otra vez con temor; pero habéis recibido Espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre. 16 El Espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios; 17 y si somos hijos, también somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si sufrimos con él, para que también seamos glorificados con él.
Destinados a la gloria
Juan 10:27-30; 2 Corintios 4:16 al 5:5; 2 Pedro 3:13; 1 Juan 3:1-3
18 Pues yo estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que debe sernos revelada. 19 Porque la constante espera de la creación aguarda la manifestación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sometida a vanidad, no por su propia voluntad, sino a causa de aquel que la sometió, 21 con la esperanza de que también la misma creación sea liberada de la servidumbre de corrupción, para gozar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora. 23 Y no solo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, aguardando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque fuimos salvados en esperanza; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; pues, ¿quién espera lo que ya ve? 25 Pero si esperamos lo que no vemos aún, con paciencia lo aguardamos. 26 De igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como se debe; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inexpresables. 27 Pero el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, pues de acuerdo con Dios intercede por los santos.
El plan de la salvación
Isaías 50:8-9; Juan 10:27-30; Efesios 1:3-12
28 Y sabemos que todas las cosas cooperan juntas para el bien de los que aman a Dios, los que son llamados según su propósito. 29 Porque a los que conoció de antemano, también los predestinó para ser conformes a la imagen de su Hijo, para que él fuese el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó.
Himno al amor de Dios
31 ¿Qué diremos a estas cosas? Si Dios está por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? 32 El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él, libremente, todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió; más aún, el que fue resucitado; el que está a la diestra de Dios; el que también intercede por nosotros. 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Como está escrito: «Por tu causa somos muertos todos los días; somos contados como ovejas de matadero.» [Salmo 44:22] 37 Al contrario, en todas estas cosas somos más que vencedores, por medio de aquel que nos amó. 38 Porque estoy persuadido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni poderes, ni cosas presentes, ni cosas por venir, 39 ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús nuestro Señor.