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Capítulo 1

1 GENEALOGÍA de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.

2 Abraham engendró a Isaac; e Isaac engendró a Jacob; y Jacob engendró a Judá y a sus hermanos; 3 y Judá engendró de Tamar a Farés y a Zara; y Farés engendró a Esrom; y Esrom engendró a Aram; 4 y Aram engendró a Aminadab; y Aminadab engendró a Naasón; y Naasón engendró a Salmón; 5 y Salmón engendró de Rahab a Booz; y Booz engendró de Rut a Obed; y Obed engendró a Isaí; 6 e Isaí engendró al rey David.

Y David engendró a Salomón de aquella que había sido mujer de Urías; 7 y Salomón engendró a Roboam; y Roboam engendró a Abías; y Abías engendró a Asa; 8 y Asa engendró a Josafat; y Josafat engendró a Joram; y Joram engendró a Ozías; 9 y Ozías engendró a Joatam; y Joatam engendró a Acaz; y Acaz engendró a Ezequías; 10 y Ezequías engendró a Manasés; y Manasés engendró a Amón; y Amón engendró a Josías; 11 y Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia.

12 Y después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel; y Salatiel engendró a Zorobabel; 13 y Zorobabel engendró a Abiud; y Abiud engendró a Eliaquim; y Eliaquim engendró a Azor; 14 y Azor engendró a Sadoc; y Sadoc engendró a Aquim; y Aquim engendró a Eliud; 15 y Eliud engendró a Eleazar; y Eleazar engendró a Matán; y Matán engendró a Jacob; 16 y Jacob engendró a José, marido de María, de quien nació Jesús, que es llamado el Cristo. 17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David, son catorce generaciones; y desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

18 Empero el nacimiento de Jesucristo fué de esta manera: Que estando María su madre desposada con José, antes que se unieran en matrimonio, fué hallada haber concebido del Espíritu Santo. 19 Entonces José su marido, siendo hombre justo, y no queriendo exponerla a la ignominia pública, se propuso repudiarla secretamente. 20 Pero mientras él pensaba en esto, he aquí, un ángel del Señor le apareció en sueños, diciendo: José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María tu mujer; porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. 21 Y dará a luz un hijo; y le llamarás JESÚS; porque él salvará a su pueblo de sus pecados. 22 Y todo esto ha sucedido para que se cumpliera lo dicho por el Señor, por medio del profeta que dijo: 23 He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y será llamado Emmanuel; que, traducido, quiere decir: Dios con nosotros.

24 Entonces José, habiendo despertado del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer; 25 y no la conoció hasta que hubo dado a luz su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS.

Capítulo 2

1 MAS habiendo nacido Jesús en Bet-lehem de Judea, en días del rey Herodes, he aquí que vinieron magos de las regiones orientales a Jerusalem, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los Judíos que ha nacido? porque en Oriente vimos su estrella, y hemos venido para tributarle homenaje. 3 Cuando el rey Herodes oyó esto, turbóse, y toda Jerusalem con él. 4 Y convocando a todos los jefes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. 5 Y ellos le dijeron: En Bet-lehem de Judea; porque así está escrito por el profeta: 6 Y tú, Bet-lehem, en tierra de Judá, no eres de ninguna manera el más pequeño entre los príncipes de Judá; porque de ti saldrá el Caudillo que pastoreará a mi pueblo Israel. 7 Entonces Herodes, habiendo llamado a los magos en secreto, averiguó de ellos con particularidad el tiempo en que apareció la estrella. 8 Y enviándolos a Bet-lehem, dijo: Id, y averiguad exactamente lo que haya acerca del niño; y cuando le hallareis, hacédmelo saber, de modo que yo también vaya y le tribute homenaje. 9 Ellos, pues, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que vieron en Oriente, iba delante de ellos, hasta que llegando, se paró sobre donde estaba el niño. 10 Y viendo la estrella, se regocijaron con gozo sobre manera grande. 11 Y entrando en la casa, hallaron al niño, con su madre María; y cayendo en tierra, le tributaron homenaje: y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones: oro, olíbano y mirra. 12 Pero habiendo sido avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

13 Y cuando ellos hubieron partido, he aquí que un ángel del Señor aparece en sueños a José, diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto; y estáte allí hasta que yo te lo diga; porque Herodes buscará al niño para destruirle. 14 Levantándose, pues, tomó de noche al niño y a su madre, y partió para Egipto; 15 y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera lo dicho por el Señor, por medio del profeta, que dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.

16 Entonces Herodes, viéndose burlado por los magos, enfurecióse sobremanera; y enviando soldados, mató a todos los niños varones que había en Bet-lehem, y en todos sus términos, de dos años abajo, de arreglo con el tiempo que con particularidad había averiguado de los magos. 17 Cumplióse entonces lo dicho por medio de profeta Jeremías, que dijo: 18 Voz fué oída en Ramá, lloro y gemido grande: ¡era Raquel que lloraba a sus hijos, y no quería ser consolada, porque ya no son!

19 Empero, habiendo muerto Herodes, he aquí que un ángel de Señor aparece en sueños a José en Egipto, 20 diciendo: Levántate, y toma al niño y a su madre, y véte a tierra de Israel: porque ya han muerto los que buscan la vida del niño. 21 Levantándose, pues, tomó al niño y a su madre, y se vino a tierra de Israel. 22 Mas cuando oyó que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo temor de ir allá; y siendo avisado por revelación en sueños, se retiró a las comarcas de Galilea; 23 y vino y habitó en una ciudad llamada Nazaret; por manera que se cumpliera lo dicho por los profetas: Será llamado Nazareno.

Capítulo 3

1 EN aquellos días vino Juan el Bautista, predicando en el desierto de Judea, 2 diciendo: Arrepentíos; porque el reino de los cielos se ha acercado. 3 Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, diciendo: Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; haced derechas sus sendas. 4 Empero Juan mismo tenía su vestido de pelos de camello, y un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre. 5 Entonces salían a él Jerusalem y toda Judea y toda la región contigua al Jordán: 6 y fueron bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 7 Mas cuando vió a muchos de los fariseos y saduceos que venían a su bautismo, les dijo: ¡Raza de víboras! ¿quién os enseñó a vosotros a huir de la ira venidera? 8 Dad, pues, digno fruto de arrepentimiento; 9 y ni siquiera penséis decir dentro de vosotros: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que puede Dios levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. 10 Y ahora el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no lleva buen fruto es cortado, y echado al fuego. 11 Yo a la verdad os bautizo con agua para arrepentimiento; mas el que viene después de mí, más poderoso es que yo, cuyos zapatos no soy digno de llevarle: él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 12 Cuyo aventador está en su mano, y limpiará completamente su era, y recogerá su trigo en el granero; mas quemará la paja con fuego inextinguible.

13 Entonces Jesús fue a Juan, de Galilea al Jordán, para ser bautizado por él. 14 Pero Juan quería estorbárselo del todo, diciendo: Yo he menester ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? 15 Mas Jesús respondiendo, le dijo: Consiente ahora; porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces lo consintió. 16 Y habiendo sido bautizado, Jesús subió luego del agua; y he aquí que los cielos le fueron abiertos, y vió al Espíritu de Dios que bajaba como paloma y venía sobre él. 17 Y he aquí una voz procedente de los cielos que decía: Este es mi amado Hijo, en quien tengo mi complacencia.

Capítulo 4

1 ENTONCES fué conducido Jesús por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. 2 Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre. 3 Y acercándose el tentador, le dijo: Si Hijo eres de Dios, manda que estas piedras se hagan panes. 4 Mas él respondiendo, dijo: Escrito está: No de pan solamente vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

5 Entonces el diablo le lleva a la santa ciudad, y le pone sobre el ala del Templo, 6 y le dice: Si Hijo eres de Dios, échate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles dará encargo acerca de ti; y sobre sus manos te elevarán, para que no tropieces con tu pie en alguna piedra. 7 Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.

8 Otra vez, le lleva el diablo a un monte muy alto, y le muestra todos los reinos del mundo y a gloria de ellos: 9 y le dice: Todo esto te daré, si cayendo en tierra me rindieres homenaje. 10 Jesús entonces le dice: ¡Apártate, Satanás! porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solamente servirás. 11 Entonces le dejó el diablo; y he aquí, ángeles vinieron y le servían.

12 Mas habiendo oído Jesús que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea; 13 y dejando a Nazaret, vino y establecióse en Capernaum, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalí; 14 para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta Isaías, que dijo: 15 La tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí, hacia la mar, más allá del Jordán, Galilea de las naciones; 16 el pueblo que estaba sentado en tinieblas ha visto gran luz, y a los sentados en la región y sombra de muerte, luz les ha resplandecido.

17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos; porque el reino de los cielos se ha acercado. 18 Y andando por la ribera del mar de Galilea, vió a dos hermanos, Simón, aquel que es llamado Pedro, y Andrés su hermano, echando la red en el mar; porque eran pescadores. 19 Y díceles: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. 20 Y ellos, dejando al instante las redes, le siguieron. 21 Y pasando de allí adelante, vió a otros dos hermanos, Santiago hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, remendando sus redes; y los llamó. 22 Y al instante, ellos, dejando la barca y a su padre, le siguieron.

23 Y recorrió Jesús toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y proclamando la buena nueva del reino, y sanando toda dolencia y toda enfermedad entre el pueblo. 24 Y su fama se extendió por toda la Siria; y traíanle todos los que estaban enfermos, atacados por diversas enfermedades y tormentos, y los endemoniados, y los lunáticos, y los paralíticos; y él los sanaba. 25 Y le seguían grandes turbas de gente, de Galilea, Decápolis, Jerusalem, Judea, y de más allá del Jordán.

Capítulo 5

1 Y VIENDO Jesús las multitudes, subió a la montaña; y cuando se hubo sentado, se le acercaron sus discípulos; 2 Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo: 3 Bienaventurados los pobres en espíritu; porque de ellos es el reino de los cielos. 4 Bienaventurados los que lloran; porque ellos serán consolados. 5 Bienaventurados los mansos; porque ellos heredarán la tierra. 6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia; porque ellos serán saciados. 7 Bienaventurados los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia. 8 Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios. 9 Bienaventurados los pacificadores; porque ellos serán llamados hijos de Dios. 10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos. 11 Bienaventurados sois vosotros cuando os vituperaren, y os persiguieren, y dijeren de vosotros toda suerte de mal, por mi causa, mintiendo. 12 ¡Regocijaos y llenaos de júbilo; porque grande es vuestro galardón en los cielos! pues así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

13 Vosotros sois la sal de la tierra: pero si la sal hubiere perdido su sabor, ¿con qué será ella misma salada? No sirve ya para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres. 14 Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre una montaña no se puede esconder. 15 Ni se enciende una lámpara y se pone debajo del celemín, sino en el candelero; y alumbra a todos los que están en la casa. 16 Así resplandezca vuestra luz delante de los hombres; de modo que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

17 No penséis que vine a invalidar la Ley, o los Profetas: no vine a invalidar, sino a cumplir. 18 Porque en verdad os digo, que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni siquiera una jota ni un tilde pasará de la ley, hasta que el todo sea cumplido. 19 Por tanto cualquiera que quebrantare uno de estos más mínimos mandamientos, y enseñare a los hombres así, será llamado muy pequeño en el reino de los cielos: mas cualquiera que los hiciere y enseñare, será llamado grande en el reino de los cielos. 20 Porque yo os digo, que si vuestra justicia no excediere a la justicia de los escribas y fariseos, de ninguna manera entraréis en el reino de los cielos.

21 Habéis oído que fue dicho a los antiguos: No matarás; y aquel que matare quedará expuesto al juicio. 22 Mas yo os digo, que todo aquel que se aira sin causa contra su hermano, quedará expuesto al juicio; y el que dijere a su hermano ¡Imbécil! quedará expuesto al concilio; y el que le dijere: ¡Insensato! quedará expuesto al fuego del infierno. 23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y vé, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven, y presenta tu ofrenda. 25 Ponte de acuerdo con tu adversario presto, mientras estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26 De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado el último maravedí.

27 Habéis oído que fué dicho a los de antiguo tiempo: No cometerás adulterio. 28 Mas yo os digo, que todo aquel que mira a una mujer para codiciarla, ya cometió adulterio con ella en su corazón. 29 Si, pues, tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; porque te es provechoso que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado en el infierno. 30 Y si tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala, y échala de ti; porque te es provechoso que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno.

31 Fué dicho también: El que repudiare a su mujer, déle carta de divorcio. 32 Mas yo os digo, que todo aquel que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, hace que ella cometa adulterio; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio.

33 También habéis oído que fué dicho a los antiguos: No te perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. 34 Mas yo os digo: No juréis de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalem, porque es la ciudad del gran Rey: 36 ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer un solo cabello blanco o negro. 37 Mas sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que pasa de esto de mal procede.

38 Habéis oído que fue dicho a los antiguos: Ojo por ojo, y diente por diente. 39 Mas yo os digo, que no hagáis resistencia al agravio; sino antes, si alguno te hiriere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. 40 Y al que quisiere ponerte a pleito, y tomar tu túnica, déjale también la capa. 41 Y si alguna te forzare a que vayas cargado una milla, vé con él dos. 42 Da al que te pidiere; y al que quisiere tomar de ti prestado, no le vuelvas la espalda.

43 Habéis oído que fué dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44 Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos; bendecid a los que os maldicen; haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os injurian y os persiguen: 45 de modo que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos; pues él hace que su sol se levante sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué galardón habéis de tener? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47 Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen así también los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto.

Capítulo 6

1 GUARDAOS de hacer vuestra justicia delante de los hombres, con el fin de ser mirados por ellos: de otra manera no tenéis galardón de vuestro Padre que está en los cielos. 2 Mas tú, cuando haces limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las plazas, de modo que tengan gloria de los hombres. En verdad os digo: Ya tienen su galardón. 3 Mas cuando tú haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha; 4 de modo que tu limosna sea en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará.

5 Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque ellos aman estar en pie orando en las sinagogas, y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo: Ya tienen su galardón. 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y habiendo cerrado tu puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará. 7 Y orando, no useis de vanas repeticiones, como los gentiles; porque ellos piensan que por su mucho hablar serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de lo que tenéis necesidad, antes que le pidáis. 9 Vosotros, pues, orad así:

Padre nuestro, que estás en los cielos: Santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 Danos hoy nuestro pan de cada día. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, para siempre. Amén. 14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial: 15 pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre tampoco os perdonará vuestras ofensas.

16 Y cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas, de rostro austero; porque ellos demudan su rostro, de modo que sean vistos por los hombres ayunando. En verdad os digo: Ya tienen su galardón. 17 Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18 de modo que no seas visto por los hombres ayunando, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará.

19 No os alleguéis tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el orín los consumen, y donde los ladrones los minan y hurtan: 20 sino antes, allegaos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín consumen, y donde ladrones no minan, ni hurtan: 21 porque en donde estuviere vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. 22 La lumbrera del cuerpo es el ojo; si, pues, tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso: si, pues, la luz que en ti hay son tinieblas, aquellas tinieblas ¡cuán grandes no serán! 24 Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o será adicto al uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.

25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, sobre lo que habéis de comer, o lo que habéis de beber; ni tampoco por vuestro cuerpo, sobre lo que habéis de vestir. ¿La vida no es más que el alimento, y el cuerpo que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo, cómo ellas no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta: ¿no valéis vosotros mucho más que ellas? 27 ¿Y quién de vosotros, por mucho que se afane, podrá añadir un codo a lo largo de su vida? 28 Y en cuanto al vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan, ni hilan; 29 mas yo os digo que ni aun Salomón en toda su gloria fué vestido como uno de ellos. 30 Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy es, y mañana es echada en el horno, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? 31 Por tanto no os afanéis, diciendo: ¿Qué comeremos? ¿o qué beberemos? ¿o con qué nos vestiremos? 32 porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; y vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas ellas. 33 Mas buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia; y todas estas cosas os serán dadas por añadidura. 34 Por tanto no os afanéis por el día de mañana; que el día de mañana se afanará por las cosas de sí mismo. Le basta al día el mal suyo.

Capítulo 7

1 NO juzguéis, para que no seáis juzgados. 2 Porque con el juicio que juzgáis, seréis juzgados; y con la medida que medís, se os medirá. 3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no adviertes la viga que está en tu mismo ojo? 4 O ¿cómo dirás a tu hermano: Deja, echaré fuera la paja de tu ojo? ¡y he aquí una viga en tu propio ojo! 5 ¡Hipócrita! echa fuera primero la viga de tu ojo, y entonces verás claramente para echar fuera la paja del ojo de tu hermano.

6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos; no sea que las rehuellen con sus pies, y volviéndose sobre vosotros, os despedacen.

7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 9 O ¿qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pidiere pan, le dará una piedra? 10 ¿o si le pidiere un pescado, le dará una serpiente? 11 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las piden? 12 Por tanto todo lo que quisiereis que los hombres hicieren con vosotros, haced vosotros también así con ellos: porque esto es la Ley y los Profetas.

13 Entrad por la puerta angosta; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición; y muchos son los que entran por ella: 14 porque la puerta es angosta, y estrecho el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

15 Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas de dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17 Así todo árbol bueno lleva buenos frutos; pero el árbol malo lleva malos frutos. 18 No puede el árbol bueno llevar malos frutos, ni el árbol malo llevar frutos buenos. 19 Todo árbol que no lleva buen fruto es cortado y echado en el fuego. 20 Así que por sus frutos los conoceréis.

21 No todo aquel que me dice: ¡Señor! ¡Señor! entrará en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de me Padre que está en los cielos. 22 Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor! ¡Señor! ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchas obras poderosas? 23 y entonces yo les protestaré: ¡Nunca os conocí! ¡apartaos de mí, obradores de la iniquidad!

24 Por tanto todo aquel que oye estas palabras mías, y las hace, será semejante a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. 25 Y cayó la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa, y no cayó; porque estaba fundada sobre la roca. 26 Mas todo aquel que oye estas palabras mías, y no las hace, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena: 27 Y cayó la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa, y cayó; y fue grande la ruina de ella.

28 Y sucedió que cuando Jesús hubo acabado de decir estas palabras, las multitudes quedaron asombradas de su enseñanza; 29 porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no a la manera de los escribas de ellos.

Capítulo 8

1 Y HABIENDO Jesús descendido de la montaña, grandes multitudes le seguían. 2 Y he aquí que viniendo un leproso, prosternóse ante él, diciendo: ¡Señor, si quieres, puedes limpiarme! 3 Y extendiendo la mano, le tocó, diciendo: Quiero: sé limpio. Y al instante su lepra fué limpiada. 4 Y le dijo Jesús: Mira, no lo digas a nadie, sino vé, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que mandó Moisés, para que les conste.

5 Y cuando hubo entrado en Capernaum, vino a él un centurión rogándole, 6 Y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. 7 Y Jesús le dijo: Yo iré, y le sanaré. 8 Mas el centurión respondiendo, dijo: Señor, no soy digno de que entres debajo de mi techado: pero di solamente una palabra, y mi criado quedará sano: 9 porque aun yo, siendo hombre subalterno, tengo saldados sujetos a mí; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 10 Y oyéndolo Jesús, se maravilló; y dijo a los que le seguían: En verdad os digo, que ni aun en Israel he hallado fe tan grande. 11 Y yo os digo que muchos vendrán del Oriente, y del Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham e Isaac y Jacob, en el reino de los cielos: 12 mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes. 13 Entonces dijo Jesús al centurión: Véte, y según creíste, sea hecho contigo. Y su criado quedó sano en aquella misma hora.

14 Y viniendo Jesús a casa de Pedro, vió a la suegra de éste echada en cama, y con fiebre. 15 Y tocóle la mano; y la fiebre la dejó; y ella se levantó y les servía. 16 Y cuando era la tarde, le trajeron muchos endemoniados; y echó fuera los demonios con una palabra; y sanó a todos los que tenían algún mal: 17 de modo que se cumpliera lo que fué dicho por medio del profeta Isaías, que dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y cargó con nuestras dolencias.

18 Viendo entonces Jesús grandes multitudes alrededor de él, mandó pasar a la opuesta orilla del lago. 19 Y llegándose uno de los escribas, le dijo: Maestro, te seguiré adonde quiera que fueres. 20 Y Jesús le dice: Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo, nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donderecostar la cabeza. 21 Y otro de los discípulos le dijo: Señor, dame licencia que vaya primero, y entierre a mi padre. 22 Y Jesús le dice: Sígueme; y deja que los muertos entierren a sus muertos. 23 Y entrando él en una barca, sus discípulos le siguieron. 24 Y he aquí que se levantó una gran tempestad en la mar, de manera que la barca se cubría con las ondas; mas él dormía. 25 Y llegándose los discípulos le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! 26 Y Jesúsles dice: ¿Por qué sois cobardes, hombresde poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos, y al mar; y fué hecha grande bonanza. 27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¡Qué manera de hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen!

28 Y habiendo llegado al otro lado, al país de los gadarenos, le vinieron al encuentro dos endemoniados, que salían de los sepulcros, fieros en gran manera, de tal modo que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y, he aquí, clamaron, diciendo: ¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, oh Hijo de Dios? ¿viniste acá para atormentarnos antes de tiempo? 30 Y estaba lejos de ellos una piara de muchos cerdos, paciendo. 31 Los demonios, pues, le rogaron, diciendo: Si nos echas fuera, envíanos a aquella piara de cerdos. 32 Y él les dijo: Id. Y saliendo ellos, se fueron a los cerdos: y he aquí que toda la piara lanzóse furiosamente por el despeñadero en el mar, y murieron en las aguas. 33 Mas los que los apacentaban huyeron, y yéndose a la ciudad, lo contaron todo, y en particularaquello de los endemoniados. 34 Y, he aquí, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús; y al verle, le rogaron que saliese de sus términos.

Capítulo 9

1 Y ENTRANDO Jesús en una barca pasó al otro lado, y vino a su propia ciudad. 2 Y, he aquí, le trajeron un paralítico, echado en cama; y viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados. 3 Y he aquí que ciertos de los escribas decían dentro de sí: Éste blasfema. 4 Mas Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? 5 Pues ¿qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados; o decir: Levántate y anda? 6 Mas para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados (dijo entonces al paralítico): ¡Levántate, toma tu cama y véte a tu casa! 7 Y él, levantándose, se fue a su casa. 8 Y viéndolo las gentes, quedaron asombradas, y glorificaron a Dios, que había dado tal potestad a los hombres

9 Y pasando Jesús de allí, vió a un hombre, llamado Mateo, sentado al banco de los tributos; y le dice: ¡Sígueme! Y levantándose, le siguió. 10 Y sucedió que estando él sentado a comer en casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores vinieron y se sentaron a comer, juntamente con Jesús y sus discípulos. 11 Y viendo esto los fariseos, dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con publicanos y pecadores? 12 Mas cuando lo oyó Jesús, dijo Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 13 Id, pues, y aprended qué significa esto: Deseo la misericordia, y no el sacrificio; porque no vine a llamar justos, sino pecadores.

14 Entonces vienen a él los discípulos de Juan Bautista, diciendo: ¿Por qué ayunamos nosotros y los fariseos muchas veces, mas tus discípulos no ayunan? 15 Y Jesús les dijo: ¿Cómo pueden los compañeros del novio tener luto mientras el esposo está con ellos? Pero vendrán días en que el esposo será quitado de ellos; y entonces ayunarán. 16 Nadie echa remiendo de paño recio sobre vestido viejo; porque el mismo remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. 17 Ni echan vino nuevo en odres viejos, de otra manera se revientan los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden; sino que echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro a una se conservan.

18 Mientras él les hablaba estas cosas, he aquí que viniendo cierto hombre principal prosternóse delante de él, diciendo: ¡Mi hija acaba ahora de morir; mas ven, y pon tu mano sobre ella, y vivirá! 19 Y levantándose Jesús le siguió, juntamente con sus discípulos. 20 Y he aquí una mujer que hacía doce años que padecía flujo de sangre, llegándose por detrás de él, tocó el borde de su vestido; 21 porque decía dentro de sí: Si yo pudiere tocar siquiera su vestido, seré sana. 22 Pero volviéndose Jesús, y viéndola, dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha sanado. Y la mujer quedó sana desde aquella hora. 23 Llegando entonces Jesús a casa de aquel hombre principal, y viendo los tañedores de flautas, y el gentío que hacía alboroto, 24 dijo: Dad paso; pues no murió la doncella, sino que duerme. Mas ellos se reían de él. 25 Pero cuando el gentío fué echado fuera, él entró, y tomóla de la mano: y la doncella se levantó. 26 Y salió la fama de ello por toda aquella tierra.

27 Y pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten piedad de nosotros, oh Hijo de David! 28 Y habiendo entrado en la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? Le dicen: Sí, Señor. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe, os sea hecho. Y sus ojos fueron abiertos. 30 Mas Jesús les mandó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. 31 Pero ellos saliendo, divulgaron su fama por toda aquella tierra.

32 Y al salir ellos, he aquí que le trajeron un hombre mudo, endemoniado. 33 Y echado fuera el demonio, el mudo hablaba: y las gentes quedaron asombradas, diciendo: ¡Nunca se vió semejante cosa en Israel! 34 Pero los fariseos decían: En unión con elpríncipe de los demonios, echa fuera los demonios.

35 Y rodeaba Jesús por todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando la buena nueva del reino, y sanando toda suerte de enfermedad y toda dolencia. 36 Pero viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban acosadas de necesidad, y andabandispersas, como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dice a sus discípulos: Verdaderamente la mies es mucha, mas los obreros son pocos: 38 rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies.

Capítulo 10

1 LLAMANDO a sí a sus doce discípulos, les dió autoridad sobre los espíritus inmundos, para echarlos fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2 Y los nombres de los doce apóstoles son éstos: El primero, Simón, el cual es llamado Pedro, y Andrés su hermano, Santiago hijo de Zebedeo y Juan su hermano, 3 Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano, Santiago hijo de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón el celote, y Judas Iscariote, el que también le entregó.

5 A estos doce envió Jesús, después de haberles dado encargo, diciendo: No vayáis en camino de gentiles, ni entréis en ciudad de Samaritanos; 6 sino id más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 7 Id, pues, y predicad, diciendo: ¡El reino de los cielos se ha acercado! 8 Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. 9 No os proveáis de oro, ni de plata, ni de cobre en vuestros cintos; 10 ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de zapatos, ni de báculo: porque el trabajador es digno de su alimento. 11 Y en cualquiera ciudad o aldea adonde entrareis, averiguad solícitamente quién en ella sea digno: y permaneced allí hasta vuestra partida. 12 Y al entrar en la casa saludadla. 13 Y si la casa fuere digna, venga vuestra paz sobre ella; mas si no fuere digna, vuelva vuestra paz a vosotros. 14 Y cualquiera que no os recibiere, ni oyere vuestras palabras, al salir de aquella casa o ciudad, sacudid contra ellos el polvo de vuestros pies. 15 En verdad os digo, que será más llevadera la condena de la tierra de Sodoma y de Gomorra en el día del juicio, que la de aquella ciudad.

16 He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, cautelosos como serpientes, y sencillos como palomas. 17 Y guardaos de los hombres; porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; 18 y seréis llevados ante gobernadores y reyes por mi causa, para testimonio a ellos y a las naciones. 19 Pero cuando os entregaren, no os afanéis sobre cómo o qué habéis de decir; porque en aquella misma hora os será dado lo que habéis de decir; 20 porque no sois vosotros quienes habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. 21 Y el hermano entregará al hermano a la muerte, y el padre al hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los harán morir. 22 Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre: mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo. 23 Cuando, pues, os persiguieren en una ciudad, huíd a otra; porque en verdad os digo que no acabaréis de andarlas ciudades de Israel, hasta que venga el Hijo del hombre.

24 El discípulo no es mejor que su Maestro; y el siervo mejor que su Señor. 25 Le basta al discípulo ser como su Maestro, y al siervo ser como su Señor; si al padre de familias le llamaron diablo, ¿cuánto más a los de su casa? 26 No los temáis, pues, porque nada hay encubierto que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no se haya de saber. 27 Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, pregonadlo desde los terrados. 28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero al alma no la pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir así el alma como el cuerpo en el infierno. 29 ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? y ni uno de ellos caerá a tierra sin vuestro Padre. 30 Mas aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. 31 Por tanto no temáis; vosotros valéis más que muchos pajarillos. 32 A todo aquel, pues, que me confesare delante de los hombres, le confesaré yo también delante de mí Padre que está en los cielos. 33 Pero a cualquiera que me negare delante de los hombres, le negaré yo también delante de mi Padre que está en los cielos.

34 No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada. 35 Porque vine a poner en disensión al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; 36 y los enemigos del hombre serán los de su misma casa. 37 El que ama a padre o a madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a hijo o a hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla su vida la perderá; y el que perdiere su vida por mi causa, la hallará. 40 El que recibe a vosotros, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. 41 El que recibe aun profeta en nombre de profeta, galardón de profeta recibirá; y el que recibe a un justo en nombre de justo, galardón de justo recibirá. 42 Y cualquiera que diere auno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, en nombre de discípulo, en verdad os digo que no perderá su galardón.

Capítulo 11

1 Y ACONTECIÓ que cuando Jesús hubo acabado de dar encargo a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en las ciudades de ellos.

2 Mas habiendo Juan en la cárcel oídohablarde las obras del Cristo envió dos de sus discípulos, 3 y le dijo: ¿Eres tú Aquel que había de venir, o debemos esperar a otro? 4 Y Jesús respondiendo, les dijo: Id y declarad a Juan las cosas que veis y oís: 5 los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es predicado el evangelio; 6 ¡y bienaventurado aquel que no hallare tropiezo en mí! 7 Y saliendo ellos, comenzó Jesús a decir a las multitudes respecto de Juan: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿una caña meneada por el viento? 8 ¿Mas qué salisteis a ver? ¿un hombre vestido de ropas delicadas? He aquí, los que traen ropas delicadas en las casas de los reyes están. 9 ¿Mas qué salisteis a ver? ¿a un profeta? Os digo que sí, y más que profeta. 10 Éste es aquél de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero ante tu faz, que preparará tu camino delante de ti. 11 En verdad os digo, que entre los nacidos de mujer, no se ha levantado otro mayor que Juan Bautista: sin embargo el que es muy pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. 12 Y desde los días de Juan Bautista hasta ahora, el reino de los cielos es tomado a viva fuerza, y los valientes lo arrebatan. 13 Porque todos los profetas y la ley, hasta Juan, profetizaron. 14 Y si queréis recibirlo, éste es Elías, el que había de venir. 15 ¡El que tiene oídos para oír, oiga!

16 ¿Mas a qué compararé esta generación? Es semejante a niños sentados en las plazas, que dan voces a sus compañeros, 17 y dicen: Os tañimos flauta, y no bailasteis; os cantamos lamentos fúnebres, y no plañisteis. 18 Porque vino Juan, que ni comía pan, ni bebíavino, y dicen: ¡Demonio tiene! 19 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ¡He aquí un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores! Y sin embargo la sabiduría es vindicada por parte de sus hijos.

20 Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en que habían sido hechos los más de sus milagros, porque no se habían arrepentido, diciendo: 21 ¡Ay de ti, Corazín! ¡ay de ti, Bethsaida! porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, ya ha mucho que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. 22 Pero os digo que será más llevadera la condenade Tiro y Sidón en el día del juicio, que la de vosotras. 23 ¡Tú también, oh Capernaum, que has sido elevada hasta el cielo, hasta la perdición serás abatida! porque si en Sodoma hubiesen sido hechos los milagros que han sido hechos en ti, hubiera permanecido hasta el día de hoy. 24 Pero os digo que será más llevadera la condenade la tierra de Sodoma en el día del juicio, que la de ti.

25 En aquel tiempo, Jesús respondiendo, dijo: ¡Gracias te doy, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños! 26 Sí, Padre, gracias te doy, porque así pareció bien a tu vista. 27 Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni al Padre conoce nadie, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quisiere revelar. 28 ¡Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso! 29 Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí; porque soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. 30 Porque mi yugo es suave, y ligera mi carga.

Capítulo 12

1 EN aquel tiempo, iba Jesús por entre los sembrados un día de sábado; y sus discípulos, teniendo hambre, comenzaron a arrancar las espigas y a comer. 2 Y viendo esto los fariseos, le dijeron: ¡Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el sábado! 3 Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando tuvo hambre él y los que con él estaban; 4 cómo entró en la Casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no le era lícito comer, ni a los que estaban con él, sino solamente a los sacerdotes? 5 ¿O no habéis leído en la ley, cómo en los sábados, los sacerdotes en el Templo profanan el sábado, y quedan sin culpa? 6 Mas yo os digo que en este lugar hay uno mayor que el Templo. 7 Mas si supieseis qué significa esto: Deseo la misericordia y no el sacrificio, no hubierais condenado a los inocentes. 8 Porque el Hijo del hombre es Señor del sábado.

9 Y partiendo de allí, entró en la sinagoga de ellos; 10 y he aquí un hombre que tenía seca una mano. Y le preguntaron, diciendo: ¿Es lícito curar en día de sábado? para poderle acusar. 11 Mas él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una sola oveja, el cual, si ella cayere en un hoyo en día de sábado, no le echará mano y la sacará? 12 Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? así que es licito hacer bien en día de sábado. 13 Entonces dijo al hombre: !Extiende tu mano¡ Y él la extendió; y le fué restituída sana como la otra. 14 Mas saliendo los fariseos, entraron en consejo contra él, de cómo podrían destruirle.

15 Pero Jesús lo supo, y se apartó de allí; y le seguían grandes multitudes, y él sanó a todos los enfermos, 16 y les mandó rigurosamente que no le pusiesen de manifiesto: 17 de modo que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías, que dijo: 18 He aquí mi Siervo, a quien he escogido, mi Amado, en quien se complace mi alma: podré mi Espíritu sobre él, y manifestará juicio a las naciones. 19 No contenderá, ni gritará, ni nadie oirá su voz en las calles; 20 no quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo que humea, hasta que saque a victoria el juicio: 21 y en su nombre esperarán las naciones.

22 Entonces le fué traído un endemoniado, que era ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el mudo hablaba y veía. 23 Y todo el pueblo estaba fuera de sí, y decía: ¿No es éste el Hijo de David? 24 Pero los fariseos oyéndolo, decían: Éste no echa fuera los demonios sino en unióncon Beelzebub, príncipe de los demonios. 25 Jesús, pues, que conocía los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, se destruye; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. 26 Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino? 27 Y si yo en unióncon Beelzebub echo fuera los demonios, ¿vuestros hijos en unión conquién losechan fuera? por tanto ellos serán vuestros jueces. 28 Empero si yo en el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, es evidente que el reino de Diososha sobrevenido. 29 O ¿cómo puede uno entrar en lacasa del poderoso y saquear sus alhajas, si primero no amarra al poderoso? y entonces saqueará su casa. 30 El que no es conmigo, contra mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama.

31 Por tanto os digo: Toda forma de pecado y de blasfemia será perdonada a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. 32 Y al que hablare palabra contra el Hijo del hombre, le podrá ser perdonado; pero al que hablare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo, ni en el venidero. 33 O haced que sea el árbol bueno, y su fruto bueno; o haced que sea el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto el árbol es conocido. 34 ¡Raza de víboras! ¿cómo podéis vosotros, siendo malos, hablar cosas buenas? porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno, de su buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo, de su mal tesoro saca cosas malas. 36 Y yo os digo que de toda palabra ociosa que hablaren los hombres, darán cuenta en el día del juicio: 37 porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.

38 Entonces le respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver alguna señal de parte de ti. 39 Pero él respondiendo, les dijo: Una generación mala y adúltera busca solícitamente una señal; mas ninguna señal le será dada, sino la señal de Jonás el profeta. 40 Porque de la manera que Jonás estuvo en el vientre del gran pez por tres días y tres noches, así el Hijo del hombre estará tres días y tres noches en el corazón de la tierra. 41 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás; y he aquí uno mayor que Jonás en este lugar. 42 La reina del Austro se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino desde los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí uno mayor que Salomón en este lugar. 43 Cuando el espíritu inmundo ha salido del hombre, anda por lugares sin aguas, buscando reposo, y no lo halla. 44 Entonces dice: Me volveré a mi casa de donde salí. Y viniendo, la halla desocupada, barrida y arreglada. 45 Entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrando, se establecen allí; y viene a ser peor el postrer estado de aquel hombre que el primero. Así también sucederá con esta mala generación.

46 Y mientras hablaba aún al pueblo, he aquí que su madre y sus hermanos estaban fuera, buscando medio de hablar con él. 47 Y alguien le dijo: Mira que tu madre y tus hermanos están allá fuera, buscando medio de hablar contigo. 48 Pero él respondiendo aquel que se lo decía, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? 49 Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 50 Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, éste es mi hermano, y hermana, y madre.

Capítulo 13

1 AQUELmismo día, saliendo Jesús de la casa, se sentó a la orilla del mar. 2 Y se allegaron a él grandes multitudes; por lo cual, entrando en una barca, se sentó; y toda la gente estaba de pie en la playa. 3 Y les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí, un sembrador salió a sembrar. 4 Y como iba sembrando, parte de la semilla cayó a lo largo del camino; y vinieron las aves, y se la comieron. 5 Y parte cayó en sitios peñascosos, donde no tenía mucha tierra; y nació pronto, por no tener la tierra profunda. 6 Mas en saliendo el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. 8 Mas parte cayó en tierra buena, y dio fruto; cual de a ciento por uno, cual de a sesenta, y cual de a treinta. 9 ¡Quien tiene oídos, oiga!

10 Entonces viniendo los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas en parábolas? 11 Y él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os ha sido dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les ha sido dado. 12 Porque al que tiene, se le dará, y tendrá abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13 Por esto les hablo en parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14 Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Con oír oiréis, y no entendréis; y viendo veréis, y no percibiréis: 15 porque el corazón de este pueblo se ha hecho estúpido; y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane. 16 Mas bienaventurados son vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17 Pues yo os digo, que muchos profetas y justos han deseado ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.

18 Oíd vosotros, pues, la parábola del sembrador. 19 Cuando alguno oye la palabra del reino, y no la entiende, viene el Maligno, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón: éste es aquel que fué sembrado a lo largo del camino. 20 Y el que fue sembrado en sitios peñascosos, es aquel que oye la palabra y luego la recibe con gozo; 21 pero no tiene raíz en sí, sino que dura poco; y así, al levantarse aflicción o persecución por causa de la palabra, en el acto tropieza. 22 Y el que fue sembrado entre espinos, es aquel que oye la palabra; mas el afán del siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y viene a quedar sin fruto. 23 Pero el que fué sembrado en tierra buena, es aquel que oye y entiende la palabra, el que también da fruto, y lleva cual de a ciento por uno, cual de a sesenta, y cual de a treinta.

24 Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena simiente en su campo. 25 Mas al tiempo de dormir los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Cuando, pues, la hierba salió y dio fruto, entonces apareció la cizaña también. 27 Y viniendo los siervos del padre de familias, le dijeron: Señor, ¿no sembraste simiente buena en tu campo? ¿de dónde pues tiene cizaña? 28 Y él les dijo: Algún enemigo ha hecho esto. Los siervos le dijeron: ¿Pues quieres que vayamos y la cojamos? 29 Mas él dijo: No; no sea que cogiendo la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega: y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Coged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas el trigo recogedlo en mi granero.

31 Otra parábola les propuso, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre, y lo sembró en su campo. 32 El cual a la verdad es la más pequeña entre todas las semillas; pero cuando ha crecido, es más grande que las hortalizas, y viene a ser árbol; de manera que vienen las aves del cielo, y posan en sus ramas.

33 Otra Parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la encubrió en tres medidas de harina, hasta que el todo se leudó. 34 Todas estas cosas dijo Jesús a las multitudes en parábolas, y sin parábola no les hablaba; 35 de modo que se cumpliera lo dicho por medio del profeta, que dijo: Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.

36 Entonces, dejando las multitudes, entró en la casa; y sus discípulos vinieron a él, diciendo: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 Y él respondiendo, les dijo: El que siembra la buena simiente es el Hijo del hombre; 38 el campo es el mundo; la buena simiente son los hijos del reino; mas la cizaña son los hijos del Maligno; 39 el enemigo que la sembró es el diablo; la siega es la consumación del siglo y los segadores son los ángeles. 40 Conforme, pues, se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así será en la consumación del siglo. 41 Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y ellos recogerán de entre su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad; 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro, y el crujir de dientes. 43 Entonces resplandecerán los justos, como el sol, en el reino de su Padre. ¡Quien tiene oídos, oiga!

44 El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo; el que un hombre halló, y lo encubrió, y por el gozo de su hallazgo, va, y vende todo cuanto tiene, y compra aquel campo.

45 Además, el reino de los cielos es semejante a un mercader que buscaba perlas finas; 46 el cual habiendo hallado una solaperla de gran precio, fué, y vendió todo cuanto tenía, y la compró.

47 También, el reino de los cielos es semejante a una red que fué echada en la mar, y recogió toda clase de peces; 48 la cual, cuando estaba llena, la sacaron a la playa, y sentándose, juntaron lo bueno en vasijas, mas desecharon lo malo. 49 Así será en la consumación del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, 50 y los echarán en el horno defuego: allí será el lloro y el crujir de dientes.

51 Díceles Jesús: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos le dicen: Sí, Señor. 52 Él, pues, les dijo: Por tanto todo escriba admitido como discípulo en el reino de los cielos, es semejante a un padre de familias, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

53 Y aconteció que cuando Jesús hubo acabado de decir estas parábolas, partió de allí; 54 y viniendo a su misma tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que quedaron asombrados, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos poderes milagrosos? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿no se llama su madre María; y sus hermanos, Santiago, y José, y Simón, y Judas? 56 Y las hermanas de él, ¿no están todas aquí con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todo esto? Y se escandalizaban en él. 57 Mas Jesús les dijo: El profeta no está sin honra, sino en su tierra, y en su casa. 58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.

Capítulo 14

1 EN aquel tiempo Herodes el Tetrarca oyó la fama de Jesús; 2 y dijo a sus servidores: Éste es Juan el Bautista; él ha resucitado de entre los muertos; y por tanto estos poderes milagrosos obran en él. 3 Porque Herodes había prendido a Juan, y le había aherrojado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, mujer de Felipe, su hermano: 4 porque Juan le había dicho: No te es lícito tenerla. 5 Y queriendo él matarle, temía al pueblo; porque todos tenían a Juan por profeta. 6 Mas cuando vino el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio de los convidados, y agradó a Herodes: 7 por lo cual él le prometió, con juramento, darle cuanto pidiese. 8 Y ella, instigada por su madre, dijo: Dame aquí, en un trinchero, la cabeza de Juan el Bautista. 9 Y entristecióse el rey: pero a causa de sus juramentos, y de los que le acompañaban en la mesa, mandó dársela. 10 Y enviando un soldado, le cortó a Juan la cabeza en la cárcel. 11 Y fué traída la cabeza en un trinchero, y dada a la doncella; ella la llevó a su madre. 12 Y llegándose los discípulos de Juan, tomaron el cadáver, y lo sepultaron; y yendo, se lo contaron a Jesús.

13 Y oyéndolo Jesús, se retiró de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; mas cuando las gentes oyeron esto, le siguieron a pie desde las ciudades. 14 Y al salir Jesús vió una gran multitud de gente, y tuvo compasión de ellos, y sanó a sus enfermos. 15 Y cuando era la tarde, los discípulos vinieron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya ha pasado; despide las gentes, para que se vayan a las aldeas y compren para sí alimentos. 16 Mas Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. 17 Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. 18 Y díjoles: Traédmelos acá. 19 Y habiendo mandado a las multitudes que se recostasen sobre la hierba, tomó los cinco panes, y mirando al cielo, los bendijo: y quebrando los panes, diólos a los discípulos, y los discípulos a las multitudes. 20 Y comieron todos, y se saciaron; y alzaron de los fragmentos que sobraron, doce cestos llenos. 21 Y los que comieron fueron cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

22 E inmediatamente Jesús obligóa los discípulos a entrar en la barca, e ir delante de él al otro lado, en tanto que él despedía las multitudes. 23 Y habiendo despedido las multitudes, subió a la montaña aparte, para orar; y cuando anochecía, estaba allí solo. 24 Mas la barca estaba ya en medio del mar, combatida por las olas; porque el viento era contrario. 25 Y a la cuarta vigilia de la noche, Jesús fué hacia ellos andando sobre el mar. 26 Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Es un aparecido! y de miedo comenzaron a dar voces. 27 Pero al instante Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy; no tengáis miedo! 28 Entonces respondiendo Pedro, le dijo: Señor, si tú eres, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. 29 Y él dijo: Ven. Pedro pues, bajándose de la barca, anduvo sobre las aguas para ir a Jesús. 30 Mas viendo borrascoso el viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, clamó, diciendo: ¡Señor, sálvame! 31 Y al instante Jesús extendiendo la mano, trabó de él, y le dice: Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste? 32 Y al entrar ellosen la barca, el viento se calmó. 33 Y los que estaban en la barca, llegándose, le adoraron, diciendo: Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios. 34 Y habiendo atravesado el lago, llegaron a la tierra de Genesaret. 35 Y cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron por toda aquella tierra alrededor, y le trajeron todos los que estaban enfermos; 36 y le rogaban que les permitiese tocar siquiera el borde de su vestido; y cuantos le tocaron, quedaron perfectamente sanos.

Capítulo 15

1 ENTONCES vinieron a Jesús de Jerusalem escribas y fariseos, que le dijeron: 2 ¿Por qué traspasan tus discípulos la tradición de los antiguos? pues no se lavan las manos cuando comen pan. 3 Pero él respondiendo, les dijo: Y vosotros, ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? 4 Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y, El que maldijere al padre o a la madre, muera irremisiblemente. 5 Mas vosotros decís: El que dijere al padre o a la madre: Es ofrendado a Dios aquello en que tú pudieras ser servido por mí; 6 no honrará más a su padre o a su madre. Así habéis invalidado la palabra de Dios por vuestra tradición. 7 ¡Hipócritas! ¡admirablemente profetizo de vosotros Isaías, diciendo: 8 Este pueblo con los labios me honra; pero su corazón lejos está de mí; 9 mas en vano me rinden culto, enseñando doctrinas que son preceptos de los hombres!

10 Y llamando a sí al pueblo, les dijo: Oíd y entended: 11 No lo que entra por la boca contamina al hombre, sino lo que sale de la boca; esto es lo que contamina al hombre. 12 Entonces viniendo a él los discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos al oír este dicho se escandalizaron? 13 Mas él respondiendo, dijo: Toda planta que no ha plantado mi Padre celestial, será desarraigada. 14 Dejadlos: son ciegos, guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo. 15 Pedro entonces respondiendo, le dijo: Explícanos la parábola. 16 YJesús dijo: ¿Vosotros también sois todavía sin entendimiento? 17 ¿No comprendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y se echa en la secreta? 18 Mas lo que sale de la boca, del corazón procede; y esto es lo que contamina al hombre. 19 Porque del corazón proceden malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. 20 Éstas son las cosas que contaminan al hombre; mas el comer con manos no lavadas no contamina al hombre.

21 Y partiendo Jesús de allí, se fué a las comarcas de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí que una mujer cananea, de aquellasregiones, saliendo al camino, clamaba, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí; mi hija está gravemente atormentada de un demonio! 23 Mas él no le respondió palabra: y viniendo sus discípulos le rogaron, diciendo: Despáchala, porque grita en pos de nosotros. 24 Mas él respondiendo, les dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Ella entonces vino, y prosternóse ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Mas él respondió y dijo: No es justo tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perros. 27 Y ella dijo: ¡Así es, Señor; mas óyeme, porque los perros también comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores! 28 Entonces Jesús respondiendo, le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe; sea hecho contigo como quieres! Y su hija quedó sana desde aquella hora.

29 Y partiendo Jesús de allí, pasó a lo largo del mar de Galilea; y subiendo a la montaña, sentóse allí. 30 Y vinieron a él grandes multitudes, que traían consigo cojos, ciegos, mudos, mancos y otros muchos enfermos, y los echaron a sus pies; y él los sanó: 31 de manera que la multitud se maravillaba, cuando veía a los mudos hablando, a los mancos sanos, a los cojos andando, a los ciegos con vista; y glorificaron al Dios de Israel.

32 Y Jesús llamando a sí sus discípulos, les dijo: Tengo compasión de esta multitud, que ya hace tres días que permanecen conmigo, y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. 33 Pero sus discípulos le dicen: ¿De dónde hemos de conseguir aquí en un desierto tantos panes que saciemos a tanta gente? 34 Y Jesús les dice: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos. 35 Y mandó a las gentes que se recostasen sobre la tierra. 36 Y tomando los siete panes y los peces, dió gracias, y los quebró, y dió a los discípulos, y los discípulos, al pueblo. 37 Y comieron todos, y se saciaron: y alzaron de los pedazos que sobraron siete canastos llenos. 38 Y los que habían comido eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. 39 Y despedidas las gentes, entró en la barca, y vino a los confines de Magdala.

Capítulo 16

1 Y LLEGÁNDOSElos fariseos y los saduceos, le pidieron, tentándole, que les mostrase alguna señal procedente del cielo. 2 Pero él respondiendo, les dijo: A la caída de la tarde decís: Hará buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. 3 Y a la mañana: Hoy habrá tempestad; porque el cielo está rojo y encapotado. ¡Hipócritas! sabéis discernir la faz del cielo; mas no podéis discernir las señales de los tiempos. 4 Una generación mala y adúltera busca solícitamente una señal; y no le será dada señal alguna, sino la señal de Jonás. Y dejándolos, se fué.

5 Y cuando los discípulos vinieron al otro lado del lago, se olvidaron de tomar provisión de pan. 6 Y Jesús les dijo: Mirad que os guardéis de la levadura de los fariseos y saduceos. 7 Mas ellos discurrían entre sí, diciendo: Es porque no tomamos pan. 8 Y conociéndolo Jesús, dijo: ¿Qué discurrís entre vosotros, hombres de poca fe, porque no tenéis pan? 9 ¿No entendéis todavía, ni os acordáis de los cinco panes para los cinco mil, y cuántos cestos alzasteis? 10 ¿Ni de los siete panes para los cuatro mil, y cuántos canastos alzasteis? 11 ¿Cómo es que no comprendéis que no os hablé con respecto del pan? mas guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos. 12 Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura de pan, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceos.

13 Y viniendo Jesús a las comarcas de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? 14 Y ellos dijeron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que Jeremías, o alguno de los profetas. 15 Díceles Jesús: Pero vosotros ¿quién decís que soy? 16 Y Simón Pedro le contestó, diciendo: ¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! 17 Y Jesús respondiendo, le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo ha revelado carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo también te digo a ti, que tú eres Pedro, y sobre esta Roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del sepulcro no prevalecerán contra ella. 19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ligares sobre la tierra, será ligado en el cielo; y lo que desatares sobre la tierra, será desatado en el cielo. 20 Entonces mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que era él el Cristo.

21 Desde aquel tiempo comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalem, y padecer muchas cosas de los ancianos, y de los jefes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y al tercer día ser resucitado. 22 Y Pedro, tomándole aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: ¡Ten piedad de ti, Señor! de ninguna manera esto te ha de acontecer. 23 Mas él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Apártate de mi vista, Satanás! ¡de tropiezo me sirves: porque no piensas en lo que es de Dios, sino en lo que es de los hombres!

24 ¡Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. 25 Pues el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por mi causa, la hallará. 26 Porque ¿qué aprovechará el hombre si ganare todo el mundo, mas perdiere su alma? o, una vez perdida, ¿qué rescate dará el hombre por su alma? 27 Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles; y entonces dará a cada uno conforme a sus hechos. 28 En verdad os digo: Hay algunos de los que están aquí, que no probarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su reino.

Capítulo 17

1 Y DESPUESde seis días Jesús toma consigo a Pedro, y a Santiago y a Juan su hermano, y los hace subir aparte a un monte alto; 2 y fué transfigurado delante de ellos: y resplandecía su rostro como el sol, y sus vestidos se tomaron blancos como la luz. 3 Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con él. 4 Y tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ¡Señor, bueno es que nos estemos aquí! si tú quieres, haré aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. 5 Todavía hablaba él, cuando, he aquí, una nube de luz que les cubrió; y he aquí una voz salía de la nube que decía: ¡Éste es mi amado Hijo, en quien tengo mi complacencia! ¡oídle a él! 6 Y oyendo esto losdiscípulos, cayeron sobre sus rostros, y temieron en gran manera. 7 Y Jesús llegándose, los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. 8 Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a solo Jesús. 9 Y cuando bajaban del monte, les mandó Jesús, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

10 Y los discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Pues cómo dicen los escribas que debe venir Elías primero? 11 Y él respondiendo, dijo: Elías en verdad viene, y lo restaurará todo. 12 Mas yo os digo que ya vino Elías, y no le conocieron; antes hicieron en él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre padecerá de ellos. 13 Entonces los discípulos entendieron que les hablaba de Juan el Bautista.

14 Y llegando ellos a la multitud, vino a él un hombre, hincándosele de rodillas, y diciendo: 15 ¡Señor, ten piedad de mi hijo, porque es epiléptico, y padece gravemente; pues muchas veces cae en el fuego, y muchas veces en el agua: 16 y le traje a tus discípulos; mas no le han podido sanar! 17 Y Jesús respondiendo, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿hasta cuándo os tengo de sufrir? ¡Traédmele acá! 18 Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho; y el muchacho quedó sano desde aquella hora. 19 Entonces llegándose los discípulos a Jesús aparte, dijeron: ¿Por qué no pudimos nosotros echarle fuera? 20 Y él les dijo: A causa de vuestra poca fe; pues en verdad os digo, que si tuvieseis fe como un grano de mostaza, pudierais decir a esta montaña: Pásate de aquí allá, y se pasaría; y nada os sería imposible. 21 Mas este género no sale sino en virtud deoración y ayuno.

22 Y mientras ellos se ocupaban en Galilea, les dijo Jesús: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; 23 y le matarán; mas al tercer día será resucitado. Y ellos se entristecieron en gran manera.

24 Y habiendo llegado a Capernaum, vinieron a Pedro los recaudadores del medio siclo, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga el medio siclo? 25 Él dice: Sí. Y cuando entró en la casa Jesús se le anticipó, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra ¿de quiénes cobran el impuesto, o el tributo? ¿de sus hijos, o de los extraños? 26 Y diciendo él: De los extraños, le dijo Jesús: Luego los hijos están exentos. 27 Sin embargo, para que no les demos motivo de escándalo, véte y echa un anzuelo en el mar, y toma el primer pez que subiere; y abriéndole la boca, hallarás un siclo: tomando esto, dáselo por mí y por ti.

Capítulo 18

1 EN aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? 2 Y él llamando a sí a un niño, le puso de pie en medio de ellos, 3 y dijo: En verdad os digo que si no os volviereis y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4 Cualquiera, pues, que se humillare como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. 5 Y el que recibiere a un tal niño en mi nombre, a mí me recibe. 6 Mas al que hiciere tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le sería que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que fuese sumergido en lo profundo del mar. 7 ¡Ay del mundo, a causa de los tropiezos! porque preciso es que vengan los tropiezos, mas ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! 8 Por tanto, si tu mano o tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo, y échalo de ti; te conviene entrar en la vida cojo o manco, más bien que teniendo dos manos o dos pies, ser echado al fuego eterno. 9 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; te conviene entrar en la vida con un solo ojo, más bien que teniendo dos ojos, ser echado en el fuego del infierno.

10 Mirad que no tengáis en poco a uno de estos pequeñitos; porque yo os digo, que sus ángeles en los cielos ven de continuo el rostro de mi Padre que está en los cielos. 11 Porque el Hijo del hombre vino para salvar lo que se había perdido. 12 ¿Qué os parece? Si un hombre tuviere cien ovejas, y se descarriare una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve, y va por las montañas buscando la descarriada? 13 Y si aconteciere hallarla, de cierto os digo que se regocija más de aquélla, que de las noventa y nueve que no se descarriaron. 14 De la misma manera, no es la voluntad de vuestro Padre celestial que perezca uno de estos pequeñitos.

15 Y si tu hermano pecare contra ti, vé, manifiéstale su culpa entre ti y él solo: si te oyere, habrás ganado a tu hermano. 16 Mas si no te oyere, toma contigo uno o dos más para que de boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17 Y si los desoyere a ellos, dilo a la iglesia: mas si desoyere a la iglesia, sea para ti como un gentil y un publicano. 18 En verdad os digo, que todo lo que ligareis sobre la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis sobre la tierra, será desatado en el cielo. 19 Otra vez os digo, que si dos de vosotros convinieren sobre la tierra respecto de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde dos o tres se hallan reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

21 Entonces vino Pedro, y le dijo: Señor ¿cuántas veces pecará mí hermano contra mí, que yo le haya de perdonar? ¿hasta siete? 22 Jesús le dice: No te digo: Hasta siete, sino: Hasta setenta veces siete. 23 Por tanto el reino de los cielos es semejante a cierto rey, que quiso arreglar cuentas con sus siervos. 24 Y cuando comenzó a arreglarlas, le fué presentado uno que le debía diez mil talentos. 25 Y no teniendo con qué pagar, su señor mandó venderle a él, y a su mujer e hijos, y todo cuanto tenía, y hacerse el pago. 26 Por tanto el siervo, cayendo en tierra, le rindió homenaje, diciendo: ¡Señor, ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo! 27 Entonces el señor de aquel siervo, compadecido de él, le soltó, y le perdonó la deuda. 28 Mas al salir aquel mismo siervo, encontróse con uno de sus consiervos que le debía cien denarios; y trabando de él, le ahogaba, diciendo: ¡Paga lo que debes! 29 Por tanto su consiervo, cayendo en tierra, le rogaba, diciendo: ¡Ten paciencia conmigo, y te lo pagare! 30 Mas él no quiso; sino que fué y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. 31 Viendo, pues, sus consiervos lo que pasaba, se indignaron en extremo, y yendo, contaron a su señor todo lo que había pasado. 32 Entonces, llamándole a sí su señor, le dijo: ¡Siervo malvado! te perdoné toda aquella deuda, porque me rogaste: 33 ¿pues no debías tú también usar de misericordia para con tu consiervo, así como yo tuve misericordia de ti? 34 Y encendido en ira su señor, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que debía. 35 Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si de vuestro corazone no perdonáis cada uno a su hermano sus ofensas.

Capítulo 19

1 Y SUCEDIÓque cuando Jesús hubo acabado de decir estas palabras, partió de Galilea, y fué a los términos de Judea, pasando por el otro lado del Jordán. 2 Y le siguieron grandes multitudes; y sanó allí a los enfermos.

3 Y se llegaron a él unos fariseos, tentándole, y diciendo: ¿Es licito al marido repudiar a su mujer por toda causa? 4 Y él respondiendo, dijo: ¿Nunca habéis leído que el Creador, desde el principio, los hizo varón y hembra, 5 y dijo: Por esta causa dejará el hombre a su padre y a su madre, y quedará unido a su mujer; y los dos serán hechos una misma carne? 6 Así que ya no son dos, sino una misma carne. Por tanto, lo que Dios juntó en uno, no lo separe el hombre. 7 Ellos le dicen: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio y repudiarla? 8 Díceles: Por la dureza de vuestros corazones os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fué así. 9 Y yo os digo, que el que repudiare a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casare con otra, comete adulterio; y el que se casare con la repudiada, comete adulterio. 10 Los discípulos le dicen: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. 11 Mas él les dijo: No todos pueden recibir este dicho, sino aquellos a quienes es dado. 12 Pues eunucos hay que nacieron así desde el seno de sus madres; y eunucos hay que fueron hechos eunucos por los hombres; y hay eunucos que a sí mismos se han hecho eunucos por causa del reino de los cielos. El que puede recibirlo, recíbalo.

13 Entonces le fueron traídos unos niñitos, para que pusiese las manos sobre ellos y orase: pero los discípulos reprendieron a los que los presentaban. 14 Jesús entonces dijo: Dejad que los niñitos vengan a mí, y no se lo estorbéis, porque de los tales es el reino de los cielos. 15 Y habiendo puesto sobre ellos las manos, partió de allí.

16 Y he aquí que llegándose uno le dijo: Buen Maestro, ¿qué cosa buena debo yohacer para tener vida eterna? 17 Y él le dijo: ¿Por qué me dices bueno? ninguno es bueno sino uno solo, a saber, Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. 18 ¿Cuáles? le replicó. Y Jesús dijo: No matarás; No cometerás adulterio; No hurtarás; No dirás falso testimonio; 19 Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 20 Dícele el mancebo: Todo esto he guardado: ¿qué más me falta? 21 Dícele Jesús: Si quieres ser perfecto, véte, vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. 22 Mas cuando el mancebo oyó esta palabra, se fué triste; porque tenía grandes posesiones. 23 Jesús entonces dijo asus discípulos: En verdad os digo que el rico difícilmente entrará en el reino de los cielos. 24 Y otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 25 Oyendo esto los discípulos, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá salvarse? 26 Mas Jesús, fijando en ellos la vista, lesdijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Diostodas las cosas son posibles. 27 Entonces Pedro, respondiendo, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido, ¿qué pues tendremos nosotros? 28 Y Jesús les dijo: En verdad os digo, que vosotros que me habéis seguido, cuando en la regeneración el Hijo del hombre se siente sobre el trono de sugloria, vosotros también os sentaréis sobre doce tronos, juzgando a las doce tribus de Israel. 29 Y todo aquel que dejare casas, ohermanos, o hermanas, o padre, o madre, omujer, o hijos, o tierras, por causa de mi nombre, recibirá cien veces tanto, y heredará la vida eterna. 30 Pero muchos que son primeros serán postreros, y muchos postrerosserán primeros.

Capítulo 20

1 PORQUE el reino de los cielos es, semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar trabajadores para su viña. 2 Y habiendo convenido con los trabajadores en un denario al día, los envió a su viña. 3 Y saliendo, cerca de la hora tercera, vió a otros que estaban en la plaza ociosos; 4 y les dijo: Id vosotros también a la viña, y lo que sea justo os daré. Y ellos fueron. 5 Salió otra vez cerca de la hora sexta, y de la nona, e hizo lo mismo. 6 Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban allí, y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos? 7 Dícenle: Porque nadie nos ha contratado. Díceles: Id vosotros también a la viña. 8 Y cuando era la tarde, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los trabajadores, y págales el mismo jornal, comenzando desde los postreros, y pasandohasta los primeros. 9 Viniendo, pues, los que habían idocerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. 10 Y cuando vinieron los primeros, pensaban que habían de recibir más: pero ellos también recibieron cada uno un denario. 11 Y cuando lo recibieron, murmuraban contra el padre de familia, 12 diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has igualado con nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día. 13 Mas él respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio. ¿No conveniste conmigo por un denario? 14 Toma lo tuyo, y véte; yo quiero dar a este postrero lo mismo que a ti. 15 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿o es malo tu ojo, porque yo soy bueno? 16 Así que los primeros serán postreros, y los postreros, primeros.

17 Y subiendo Jesús a Jerusalem, tomó a los doce discípulos aparte, en el camino, y les dijo: 18 He aquí subimos a Jerusalem, y el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes, y a los escribas; los cuales le condenarán a muerte, 19 y le entregarán a los gentiles, para que hagan escarnio de él, y le azoten, y crucifiquen: mas al tercer día será resucitado.

20 Entonces vino a él la madre de los hijos de Zebedeo, con sus hijos, rindiéndole homenaje, y pidiéndole algo. 21 Y él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dice: Ordena que estos dos hijos míos se sienten, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda, en tu reino. 22 Pero Jesús respondiendo, les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis acaso beber la copa que yo voy a beber? Le dicen: , podemos. 23 Él les dice: Beberéis a la verdad mi copa; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo; sino que es de aquellospara quienes está preparado por mi Padre. 24 Y cuando los diez oyeron esto, se indignaron contra los dos hermanos. 25 Jesús empero llamándolos a sí, les dijo: Sabéis que los príncipes de las naciones se enseñorean de ellas, y que los grandes dominan sobre ellas con autoridad. 26 No será así entre vosotros; mas el que quisiere hacerse grande entre vosotros, sea vuestro criado; 27 y el que quisiere ser el primero entre vosotros, sea vuestro siervo: 28 así como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

29 Y cuando salieron de Jericó, grandes multitudes le seguían. 30 Y he aquí que dos ciegos, sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Ten piedad de nosotros, oh Señor, Hijo de David! 31 Y la gente los reprendía para que callasen. Mas ellos clamaban con mayor vehemencia: ¡Ten piedad de nosotros, oh Señor, Hijo de David! 32 Y parándose Jesús los llamó, y dijo: ¿Qué queréis que yo haga por vosotros? 33 Ellos le dicen: ¡Señor, que seanabiertos nuestros ojos! 34 Y Jesús, compadecido de ellos, les tocó los ojos; y al instante recibieron la vista, y le siguieron.

Capítulo 21

1 Y CUANDO se acercaron a Jerusalem, y hubieron llegado a Betfage, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, 2 diciéndoles: ¡Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella: desatadla, y traédmelos! 3 Y si alguien os dijere algo, diréis: El Señor los ha menester; y luego los enviará. 4 Esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta, que dijo: 5 Decid a la hija de Sión: He aquí que tu rey viene a ti, manso, y sentado sobre un asno, es decir, sobre un pollino, hijo del asna. 6 Los discípulos fueron, pues, y haciendo así como Jesús les había mandado, 7 trajeron el asna y el pollino; y pusieron sobre ellos sus vestidos, y él se sentó sobre éstos. 8 Y la inmensa muchedumbre de gente tendían sus vestidos por el camino; y otros cortaron ramas de los árboles, y las tendían por el camino. 9 Y las multitudes que iban delante, y las que seguían detrás, le aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 10 Y cuando entró Jesús en Jerusalem, conmovióse toda la ciudad, diciendo: ¿Quién es éste? 11 Y las multitudes decían: ¡Éste es Jesús, el profeta de Nazaret, de Galilea!

12 Y entró Jesús en el Templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; y trastornó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 13 y les dijo: ¡Escrito está: Mi casa será llamada Casa de Oración; pero vosotros la hacéis una cueva de ladrones! 14 Y acudieron a él ciegos y cojos en el Templo; y los sanó. 15 Y cuando los jefes de los sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que él hacía, y a los niños que aclamaban en el Templo, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron mucho; 16 y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos están diciendo? Díceles Jesús: Sí; ¿nunca habéis leído esto: De la boca de los pequeñitos, y de los que maman, has perfeccionado la alabanza? 17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, hasta Betania, y posó allí.

18 Y por la mañana, cuando volvía a la ciudad, tuvo hambre; 19 y viendo una higuera solitaria cerca del camino, fué a ella; mas no halló en ella nada sino hojas solamente, y le dijo: ¡Nunca nazca de ti fruto para siempre! Y luego la higuera se secó. 20 Y cuando vieron esto los discípulos, se maravillaron, diciendo: ¡Cuán de repente se secó la higuera! 21 Y Jesús respondiendo, les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe, y no dudáis, no sólo haréis esto de la higuera, mas aun cuando a esta montaña dijereis: ¡Quítate, y échate en el mar! será hecho: 22 y todo cuanto pidiereis en la oración, creyendo, lo recibiréis.

23 Y llegado que hubo al Templo, los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo vinieron a él, mientras enseñaba, y le dicen: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te ha dado esta autoridad? 24 Mas Jesús respondiendo, les dijo: Yo también os preguntaré una cosa, la cual si me dijereis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. 25 El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿del cielo, o de los hombres? Mas ellos discurrían entre sí, diciendo: Si dijéremos, del cielo; nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? 26 Pero si dijéremos: De los hombres; tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta. 27 Y respondiendo a Jesús, dijeron; No sabemos. Él también les dijo a ellos: Ni yo tampoco os digo con qué autoridad hago estas cosas.

28 ¿Mas qué os parece? Un hombre tenía dos hijos: y llegándose al primero, le dijo: Hijo, vé, trabaja hoy en la viña. 29 Y él respondiendo, dijo: No quiero; mas después lo sintió, y fué. 30 Y llegándose al otro, le dijo de la misma manera. Y éste respondiendo, dijo: Yo, señor, voy; mas no fué. 31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? Dicen ellos: El primero. Jesús les dice: En verdad os digo, que los publicanos y las rameras os van delante al reino de Dios. 32 Porque vino Juan a vosotros en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, al ver esto, no lo sentisteis después, para creerle.

33 Escuchad otra parábola: Había cierto padre de familia que plantó una viña, y la cercó con seto, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la dió en arrendamiento a labradores, y se fué al extranjero. 34 Y cuando se acercaba el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen los frutos de ella. 35 Mas los labradores, tomando a los siervos, apalearon al uno, y mataron al otro, y al otro apedrearon. 36 Otra vez les envió otros siervos, en mayor número que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. 37 Y por último, les envió a su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. 38 Pero cuando los labradores vieron al hijo, dijeron entre sí: Éste es el heredero; ¡venid, matémosle, y tomemos su herencia! 39 Y prendiéndole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. 40 Cuando, pues, viniere el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? 41 Le dicen: Destruirá miserablemente a los malvados, y dará su viña en arrendamiento a otros labradores que le paguen los frutos a sus tiempos. 42 Jesús les dice: ¿Nunca habéis leído en las Escrituras: La piedra que desecharon los arquitectos, ella misma ha venido a ser cabeza del ángulo: por parte del Señor fué hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos? 43 Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. 44 El que cayere sobre esta piedra será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará. 45 Y cuando los jefes de los sacerdotes y los fariseos oyeron sus parábolas, entendieron que de ellos hablaba. 46 Y procuraron echarle mano, pero temían a las multitudes; porque éstas le tenían por profeta.

Capítulo 22

1 Y JESUS respondiendo, les habló otra vez en parábolas, diciendo: 2 El reino de los cielos es semejante a cierto rey, que celebró las bodas de su hijo. 3 Y envió sus siervos para llamar a los que habían sido convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir. 4 Envió de nuevo otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he aparejado mi banquete, mis novillos y mis animales cebados han sido muertos, y todo está aparejado: venid a las bodas. 5 Mas ellos no hicieron caso; y se fueron, éste a su campo, y aquél a sus negocios; 6 y los demás, echando mano de sus siervos, afrentáronlos, y mataron. 7 El rey, pues, se indignó, y enviando sus tropas, destruyó a aquellos homicidas, y puso a fuego su ciudad. 8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas están aparejadas, pero los convidados no eran dignos. 9 Por tanto id a las salidas de los caminos, y a cuantos hallareis, convidadlos a las bodas. 10 Y saliendo aquellos siervos a los caminos, juntaron a cuantos hallaron, así malos como buenos; y las bodas se llenaron de comensales. 11 Mas cuando entró el rey para ver a los comensales, vió allí a un hombre que no traía vestido de boda: 12 y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste acá sin tener vestido de boda? Y él enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a los asistentes: Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 14 Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.

15 Entonces saliendo los fariseos, consultaron entre sí de cómo podrían entramparle en alguna palabra. 16 Y le enviaron sus discípulos juntos con los Herodianos, que le decían: Maestro, sabemos que eres veraz, y enseñas con verdad el camino de Dios; ni te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. 17 Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito al pueblo de Dios apagar tributo a César, o no? 18 Pero Jesús, que conocía la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19 Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le trajeron un denario. 20 Luego él les dijo: ¿De quién es esta imagen e inscripción? 21 Dícenle: De César. Entonces les dijo: Pagad, pues, a César lo que es de César; y a Dios lo que es de Dios. 22 Al oír esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron.

23 Aquel mismo día vinieron a él algunos saduceos, los cuales dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, 24 diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, cásese su hermano con la mujer de él, y levante sucesión a su hermano. 25 Había, pues, entre nosotros, siete hermanos; y el primero, habiéndose casado, murió; y no teniendo sucesión, dejó su mujer a su hermano. 26 De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. 27 Y después de todos ellos murió la mujer. 28 En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será la mujer? porque todos la tuvieron. 29 Pero Jesús respondiendo, les dijo: Erráis, no conociendo las Escrituras, ni el poder de Dios. 30 Porque en la resurrección, ni se casan, ni se dan en matrimonio, sino que son como los ángeles en el cielo. 31 Empero tocante a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os habló Dios, diciendo: 32 Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de los que viven. 33 Y oyendo esto las multitudes, quedaron asombradas de su enseñanza.

34 Mas cuando los fariseos oyeron que había hecho callar a los saduceos, se juntaron de común acuerdo; 35 y uno de ellos, doctor de la ley, le preguntó, tentándole: 36 Maestro, ¿cuál es el grande mandamiento de la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todo tu entendimiento. 38 Este es el primero y el grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos pende toda la ley, y los profetas.

41 Y estando aún reunidos los fariseos, Jesús les preguntó, 42 diciendo: ¿Qué os parece del Cristo? ¿de quién es hijo? Ellos le dicen: De David. 43 Díceles él: ¿Pues cómo, por el Espíritu, le llama David Señor, diciendo: 44 Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta tanto que yo ponga a tus enemigos debajo de tus pies? 45 Luego, si David le llama su Señor, ¿cómo es su Hijo? 46 Y nadie le podía responder palabra; ni nadie desde aquel día osaba hacerle más preguntas.

Capítulo 23

1 ENTONCES habló Jesús a las multitudes, y a sus discípulos, 2 diciendo: Los escribas y los fariseos se sientan en la cátedra de Moisés: 3 todo cuanto os dijeren, pues, guardadlo y hacedlo; pero no hagáis conforme a sus obras; porque dicen y no hacen. 4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos mismos no quieren moverlas con un dedo suyo. 5 Empero todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres: porque ensanchan sus filacterias, y extienden las franjas de sus vestidos, 6 y aman el primer puesto en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7 las salutaciones en las plazas, y ser llamados por los hombres, Rabbí. 8 Mas no seáis vosotros llamados Rabbí; porque uno solo es vuestro Maestro, el Cristo; y vosotros todos sois hermanos. 9 Y a nadie llaméis padre vuestro sobre la tierra; porque uno solo es vuestro Padre, el cual está en los cielos. 10 Ni seáis vosotros llamados directores; porque uno solo es vuestro Director, el Cristo. 11 Mas el que es el mayor entre vosotros, será vuestro servidor. 12 El que se ensalzare será humillado; y el que se humillare será ensalzado.

13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos contra los hombres; pues vosotros no entráis, ni dejáis entrar a los que van entrando. 14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque os tragáis las casas de las viudas, y, por un disfraz, hacéis largas oraciones: por esto llevaréis más abundante condenación. 15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque rodeáis mar y tierra por hacer un solo prosélito; y cuando ha sido hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros mismos. 16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jurare por el Templo, eso es nada; pero el que jurare por el oro del Templo, queda obligado. 17 ¡Insensatos y ciegos! ¿cuál pues es mayor, el oro, o el Templo que santifica al oro? 18 Y decís también: Si alguno jurare por el altar, eso es nada; pero el que jurare por la ofrenda que está sobre él, queda obligado. 19 ¡Insensatos y ciegos! ¿cuál pues es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? 20 Por tanto el que jura porel altar, jura por él, y por todo cuanto sobre él está. 21 Y el que jura por el Templo, jura por él, y por aquel que en él habita. 22 Y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que sobre él está sentado. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la hierbabuena, el eneldo y el comino, y habéis desatendido las cosas más importantes de la ley, a saber, la justicia, la misericordia y la fe. Estas cosas deberíais hacer, sin desatender aquéllas. 24 Guías ciegos, que coláis el mosquito, y os tragáis el camello. 25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo exterior de la copa y del plato, mientras que por dentro están llenos de rapacidad y exceso. 26 ¡Fariseo ciego! limpia primero lo interior de la copa y del plato, para que su exterior también se haga limpio. 27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que a la verdad parecen hermosos por fuera, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28 Así también vosotros a la verdad por fuera os mostráis justos a los hombres; mas por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis las tumbas de los justos, 30 y decís: Si hubiéramos vivido en los días de nuestros padres, no habríamos tomado parte con ellos en la sangre de los profetas. 31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos de que sois hijos de los que mataron a los profetas. 32 ¡Acabad, pues, de llenar vosotros la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿cómo evitaréis la condenación del infierno?

34 ¡Por tanto, he aquí, yo os envío profetas, y sabios, y escribas; de los cuales, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros de ellos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; 35 de modo que venga sobre vosotros toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el Santuario y el altar. 36 De cierto os digo, que todo esto vendrá sobre esta generación. 37 ¡Jerusalem! ¡Jerusalem! que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti, ¡cuántas veces quise recoger a tus hijos, como la gallina recoge sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! 38 ¡He aquí, vuestra casa os es dejada desierta! 39 Pues yo os digo, que no me veréis en adelante, hasta que digáis: ¡Bendito aquel que viene en el nombre del Señor!

Capítulo 24

1 Y SALIENDO Jesús, se iba del Templo, cuando sus discípulos se llegaron para mostrarle los edificios del Templo. 2 Mas él respondiendo, les dijo ¿No veis todo esto? pues en verdad os digo, que no será dejada aquí una piedra sobre otra, que no sea derribada.

3 Y estando él sentado en el Monte de los Olivos, los discípulos vinieron a él reservadamente, diciendo: Dinos, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá de tu venida, y de la consumación del siglo? 4 Y Jesús respondiendo, les dijo: Mirad que nadie os extravíe. 5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y extraviarán a muchos. 6 Y oiréis hablar de guerras, y rumores de guerras: ved que no os turbéis; porque es menester que esto suceda; mas todavía no es el fin. 7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá hambres y terremotos por diferentes lugares. 8 Todas estas cosas principio son de dolores. 9 Entonces os entregarán a la tribulación, y os matarán; y seréis aborrecidos de todas las naciones por causa de mi nombre. 10 Y muchos entonces tropezarán; y se entregarán unos a otros; y unos a otros se aborrecerán. 11 Y muchos falsos profetas se levantarán, y extraviarán a muchos. 12 Y por abundar la iniquidad, el amor de la mayor parte se resfriará: 13 mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo. 14 Y este evangelio del reino será predicado en toda la tierra habitada, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

15 Por tanto, cuando viereis aquella abominación asoladora, de que habló Daniel el profeta, estar en el Lugar Santo (el que lee, entienda), 16 entonces los que estén en Judea huyan a las montañas; 17 y el que estuviere sobre el terrado, no descienda a sacar nada de su casa; 18 y el qué estuviere en el campo, no vuelva atrás a llevar su ropa. 19 Mas ¡ay de las que estén encinta, y de las que críen, en aquellos días! 20 Orad, pues, que no sea vuestra huída en invierno, ni en día de sábado: 21 porque habrá entonces grande tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni nunca más habrá. 22 Y si no se abreviasen aquellos días, ninguna carne podría salvarse; mas por causa de los escogidos, aquellosdías serán abreviados.

23 Entonces si alguno os dijere: ¡He aquí el Cristo! o: ¡Heleallí! no lo creáis: 24 porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y darán grandes señales y prodigios, de tal manera que extravíen, si posible fuera, aun a los escogidos. 25 He aquí, os lo he dicho de antemano. 26 Si, pues, os dijeren: ¡He aquí, en el desierto está! no salgáis. O: ¡He aquí, en los aposentos! no lo creáis. 27 Porque como el relámpago sale del oriente, y se ve lucir hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre. 28 Dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán las águilas

29 Y luego, después de la tribulación de aquellos días, el sol se obscurecerá, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y los poderes de los cielos serán conmovidos: 30 y entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y grande gloria. 31 Y enviará sus ángeles con grande estruendo de trompeta, los cuales juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, del un cabo del cielo hasta el otro. 32 De la higuera, pues, aprended la semejanza: Cuando su rama ya se enternece, y hace brotar las hojas, sabéis que el verano está cerca: 33 así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que él está cerca, a las puertas. 34 En verdad os digo, que no pasará esta generación, hasta que todo esto sea hecho. 35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

36 Empero con respecto de aquel día y hora nadie sabe cuando será, ni siquiera los ángeles del cielo, ni tampoco el Hijo, sino solamente el Padre. 37 Mas como eran los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. 38 Porque como en los días antes del diluvio, estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, hasta el día que Noé entró en el arca, 39 y no entendieron hasta que vino el diluvio, y los llevó a todos; así será la venida del Hijo del hombre. 40 Entonces dos hombres estarán juntos en el campo; uno será tomado, y el otro dejado: 41 estarán dos mujeres moliendo en el molino; una será tomada, y la otra dejada. 42 ¡Velad, pues, porque no sabéis en qué día ha de venir vuestro Señor! 43 Esto empero sabed, que si el padre de familia supiera en cuál vigilia iba a venir el ladrón, velaría, y no dejaría minar su casa. 44 Por tanto, estad vosotros también preparados; porque a la hora que no pensáis, el Hijo del hombre vendrá. 45 ¿Quién, pues, es el siervo fiel y prudente, a quien su señor ha puesto sobre su familia, para darles el alimento a su tiempo? 46 ¡Bienaventurado aquel siervo, a quien su señor cuando viniere le hallare haciendo así! 47 De cierto os digo, que le pondrá sobre todos sus bienes.

48 Mas si aquel siervo malo dijere en su corazón: ¡Mi señor se tarda! 49 y comenzare a pegar a sus consiervos, y a comer y beber con los borrachos; 50 vendrá el señor de aquel siervo en el día que no espera, y a la hora que no sabe, 51 y le azotará con la mayor severidad, y le señalará su parte con los hipócritas: allí será el lloro y el crujir de dientes.

Capítulo 25

1 ENTONCESel reino de los cielos será semejante a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas, y salieron a recibir al esposo. 2 Y cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes. 3 Porque las insensatas, cuando tomaron sus lámparas, no tomaron aceite consigo: 4 pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. 5 Tardándose, pues, el esposo, cabecearon todas, y se durmieron. 6 Mas a la media noche fué oído el grito: ¡He aquí que viene el esposo! ¡salid a recibirle! 7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y aderezaron sus lámparas. 8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan. 9 Mas las prudentes respondieron, diciendo: Porque no suceda que no haya lo suficiente para nosotras y vosotras, id antes a los que venden, y comprad para vosotras. 10 Y mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y fué cerrada la puerta. 11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, Señor, ábrenos! 12 Mas él respondiendo, dijo: De cierto os digo: No os conozco. 13 ¡Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir!

14 Porque es el caso como de un hombre que yéndose al extranjero, llamó a sus propios siervos, y les entregó sus bienes: 15 dando a uno cinco talentos, a otro dos, y a otro uno; a cada uno conforme a su capacidad; y luego partió. 16 Entonces el que había recibido los cinco talentos, fué y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. 17 Asimismo el que había recibido los dos, ganó otros dos. 18 Pero elque había recibido uno, fué, y cavando en la tierra, escondió el dinero de su señor. 19 Después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos y los llamó a cuentas. 20 Presentándose, pues, el que había recibido los cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí, he ganado, además de ellos, otros cinco talentos. 21 Su señor le dijo: ¡Muy bien, siervo bueno y fiel! en lo que es poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor. 22 También el que había recibido los dos talentos, presentóse, y dijo: Señor, dos talentos me entregaste; he aquí, he ganado, además de ellos, otros dos talentos. 23 Su señor le dijo a él: ¡Muy bien, siervo bueno y fiel! en lo que es poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu señor. 24 Pero llegándose también el que había recibido un solo talento, dijo: Señor, yo te conocía que eres hombre exigente, que siegas donde no sembraste, y recoges donde no esparciste; 25 por eso tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra: he aquí, tienes lo tuyo. 26 Respondiendo su señor, le dijo: ¡Siervo malvado y perezoso! sabías que siego donde no sembré, y cosecho donde no esparcí: 27 por lo mismo debías haber entregado mi dinero a los cambistas, para que en mi venida yo recibiera lo mío con el logro. 28 Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene los diez talentos; 29 porque a todo aquel que tiene, le será dado, y tendrá abundancia; pero al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado. 30 Y al siervo inútil echadle a las tinieblas de afuera: allí será el lloro y el crujir de dientes.

31 Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria; 32 y delante de él serán juntadas todas las naciones; y apartará a los hombres unos de otros, como el pastor aparta las ovejas de las cabras: 33 y pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a la izquierda. 34 Entonces dirá el Rey a los que estarán a su derecha: ¡Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino destinado para vosotros desde la fundación del mundo! 35 porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber: fuí extranjero, y me hospedasteis; 36 desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y acudisteis a mí. 37 Entonces le responderán los justos, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos; o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos extranjero, y te hospedamos; o desnudo, y te vestimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y acudimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: En verdad os digo, que en cuanto lo hicisteis a uno de los más pequeños de estos mis hermanos, a mí lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los que estarán a su izquierda: ¡Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles! 42 porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fuí extranjero, y no me hospedasteis; desnudo, y no me vestisteis; enfermo; y en la cárcel estuve, y no me visitasteis. 44 Entonces ellos también responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te hemos servido? 45 Él entonces les responderá, diciendo: En verdad os digo, que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, ni a mí lo hicisteis. 46 Y éstos irán al suplicio eterno; pero los justos a la vida eterna.

Capítulo 26

1 Y SUCEDIÓ que cuando Jesús hubo acabado de decir todas estas palabras, dijo a sus discípulos: 2 Sabéis que después de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del hombre es entregado para ser crucificado.

3 Entonces los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se juntaron en el palacio del sumo sacerdote, que se llamaba Caifás; 4 y consultaron entre sí, con el fin de prender a Jesús con artificio, y hacerle morir. 5 Mas decían: No durante la fiesta, no sea que se haga alboroto entre el pueblo.

6 Y estando Jesús en Betanía, en casa de Simón el leproso, 7 se llegó a él una mujer que traía un frasco de alabastro de ungüento muy precioso, y derramólo sobre su cabeza, estando él recostado a la mesa. 8 Y los discípulos al ver esto se indignaron, y dijeron: ¿A qué fin es, este desperdicio? 9 porque esto pudo haberse vendido a gran precio, y darse a los pobres. 10 Pero observándolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a la mujer? pues buena obra ha hecho ella conmigo. 11 Porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros; mas a mí no siempre me tenéis. 12 Porque derramando este ungüento sobre mí cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. 13 En verdad os digo, que dondequiera que este evangelio fuere predicado en todo el mundo, allí también lo que esta mujer ha hecho será contado para memoria de ella.

14 Entonces uno de los doce, aquel que se llamaba Judas Iscariote, fué a los jefes de los sacerdotes, 15 y dijo: ¿Qué queréis darme para que yo os le entregue? Y le pagaron treinta siclos de plata. 16 Y desde entonces buscaba ocasión oportuna para entregarle.

17 Y el primer día de los Ázimos, vinieron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Dónde quieres que te aderecemos para comer la pascua? 18 Y él dijo: Id a la ciudad, a tal hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos. 19 Y los discípulos hicieron como Jesús les había mandado, y aderezaron la pascua.

20 Y cuando era la tarde, él se reclinó a la mesa con los doce discípulos 21 Y mientras estaban comiendo, les dijo: En verdad os digo, que uno de vosotros me va a entregar. 22 Y ellas se entristecieron en gran manera; y comenzaron cada cual a decirle: ¿Acaso soy yo, Señor? 23 Mas él respondiendo, dijo: Aquel que mete la mano conmigo en el plato, ése es el que me entregará. 24 El Hijo del hombre se va en verdad, como está escrito de él; mas ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del hombre! bueno le fuera al tal hombre si nunca hubiera nacido. 25 Entonces respondiendo Judas, el mismo que le entregaba, dijo: ¿Acaso soy yo, Rabbí? Dícele Jesús: Tú lo has dicho.

26 Y mientras ellos comían, Jesús tomó un pan, y lo bendijo, y lo partió, y dándolo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, dio gracias, y se la dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre, la sangre del Nuevo Pacto, la cual es derramada por muchos, para remisión de pecados. 29 Pues os digo, que en adelante yo no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. 30 Y cuando hubieron cantado un himno, salieron al Monte de los Olivos.

31 Entonces Jesús les dice: Todos vosotros seréis escandalizados en mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y serán dispersadas las ovejas de la manada. 32 Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. 33 Mas Pedro respondiendo, le dijo: Aunque todos se escandalizaren en ti, nunca jamás me escandalizaré yo. 34 Jesús le dice: En verdad te digo, que esta noche, antes del canto del gallo, me negarás tres veces. 35 Dícele Pedro: Aun cuando me sea necesario morir contigo, de ninguna manera te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

36 Entonces viene Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní; y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, hasta que yo vaya allá y ore. 37 Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse, y a angustiarse mucho. 38 Entonces les dice: Tristísima está mi alma, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39 Y pasando un poco más adelante, cayó sobre su rostro, y oró, diciendo: ¡Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa! mas no como yo quiero, sino como tú. 40 Y vino a sus discípulos, y los halló dormidos; y dijo a Pedro: ¿De modo que no habéis podido velar conmigo una sola hora? 41 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu en verdad está pronto, mas la carne débil. 42 Se fué de nuevo, por segunda vez, y oró diciendo: ¡Padre mío, si esta copa no puede pasar, sin que yo la beba, hágase tu voluntad! 43 Y viniendo otra vez, los halló dormidos; porque sus ojos estaban cargados de sueño. 44 Y dejándolos de nuevo, se fué, y oró por tercera vez, diciendo otra vez las mismas palabras. 45 Entonces viene a los discípulos, y les dice: Dormid lo que resta del tiempo, y descansad. He aquí, la hora está cerca, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores. 46 Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.

47 Y mientras aun hablaba, he aquí que Judas, uno de los doce, vino; y con él una gran multitud, con espadas y palos, por parte de los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48 Y el que le entregaba les había dado una señal, diciendo: Al que yo besare, aquel es; prendedle. 49 Y luego, llegándose a Jesús, le dijo: ¡Dios te guarde, Rabbí! y le besó. 50 Y Jesús le dijo: Amigo, cumple aquello a que vienes. Entonces se llegaron los alguaciles, y echando mano de Jesús, le prendieron. 51 Y he aquí que uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. 52 Entonces le dice Jesús: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que toman la espada, a espada perecerán. 53 ¿O acaso piensas tú que no puedo orar a mi Padre, y él, ahora mismo, pondría a mi servicio más de doce legiones de ángeles? 54 ¿Pero cómo se cumplirían entonces las Escrituras, que es menester que sea hecho así? 55 En aquella hora dijo Jesús a las turbas de gente: ¿Habéis salido a prenderme, como a un ladrón, con espadas y con palos? Todos los días me sentaba en el Templo, enseñando, y no me prendisteis. 56 Mas todo esto ha sucedido, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.

57 Y los que habían prendido a Jesús le llevaron a casa de Caifás, sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos. 58 Y Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando dentro; se sentó con los alguaciles, para ver el fin.

59 Y los jefes de los sacerdotes y todo el Sinedrio buscaban falso testimonio contra Jesús, para hacerle morir; 60 pero no lo hallaron adecuado; aunque muchos falsos testigos se presentaron. Mas al fin vinieron dos, 61 que dijeron: Éste dijo: Tengo poder de derribar el Templo de Dios, y de reedificarlo en tres días. 62 Entonces se puso en pie el sumo sacerdote, y le dijo: ¿No respondes nada? ¿qué hay de lo que éstos testifican contra ti? 63 Mas Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: ¡Te conjuro por el Dios vivo, que nos digas, si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios! 64 Jesús le dice: Tú lo has dicho; y aunque no lo creáis, sin embargo os digo, que en adelante habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder divino, yviniendo sobre las nubes del cielo. 65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿qué más necesidad tenemos de testigos? ¡He aquí, ahora habéis oído la blasfemia! 66 ¿Qué os parece? Y ellos respondiendo, dijeron: ¡Digno es de muerte! 67 Entonces le escupieron en la cara, y le dieron de bofetadas; y otros le herían a puñadas, 68 diciendo: ¡Profetízanos, oh Cristo! ¿quién es el que te pegó?

69 Pedro entretanto estaba sentado fuera en el patio; y se acercó a él una criada, diciendo: Y tú con Jesús el galileo estabas. 70 Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que tú dices. 71 Y saliendo al portón, le vió otra; y dijo a los que allí estaban: Éste también estaba con Jesús el Nazareno. 72 Y negó otra vez con juramento, diciendo: No conozco a ese hombre. 73 Y un poco después, acercándose los que estaban allí en pie, dijeron a Pedro: Verdaderamente tú también eres uno de ellos, porque aun tu dialecto te pone de manifiesto. 74 Entonces comenzó a echarse maldiciones, y a jurar, diciendo: ¡No conozco a ese hombre! Y al instante cantó un gallo. 75 Y acordóse Pedro de la palabra que Jesús había dicho: Antes del canto del gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.

Capítulo 27

1 Y VENIDA la madrugada, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consulta contra Jesús, para hacerle morir. 2 Y habiéndole atado, le llevaron, y le entregaron a Pilato, el gobernador.

3 Entonces Judas, que le había entregado, viendo que era condenado, lleno de remordimiento, devolvió los treinta siclos de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos, 4 diciendo: ¡Pequé, entregando sangre inocente! Mas ellos dijeron: ¿Qué se nos da a nosotros? ¡viéraslo tú! 5 Y tirando los siclos de plata hacia el Santuario, partió, y fué, y se ahorcó. 6 Y los jefes de los sacerdotes, recogiendo los siclos de plata, dijeron: No es lícito echarlos en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre. 7 Mas habida consulta, compraron con ellos el Campo del Alfarero, para sepultura de extranjeros. 8 Por lo cual aquel campo ha sido llamado Campo de Sangre, hasta el día de hoy. 9 Entonces se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías, que dijo: Y tomaron los treinta siclos de plata, valor del valorado, que avaluaron por parte de los hijos de Israel; 10 y diéronlos por el campo del alfarero, como el Señor me ordenó.

11 Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el rey de los Judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. 12 Y cuando fué acusado por los jefes de los sacerdotes y los ancianos, nada respondió. 13 Entonces Pilato le dice: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? 14 Mas no le respondió, ni siquiera a una sola palabra; de manera que el gobernador se maravillaba mucho. 15 Empero en cada fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo algún preso, a quien ellos quisieran. 16 Y tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás. 17 Estando ellos, pues, reunidos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte? ¿a Barrabás, o a Jesús, que es llamado Cristo? 18 pues sabía que por envidia le habían entregado. 19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le envió recado, diciendo: Nada tengas que ver con ese justo; porque he padecido muchas cosas hoy en sueños a causa de él. 20 Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron al pueblo que pidiesen a Barrabás, y destruyesen a Jesús. 21 Así que respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: ¡A Barrabás! 22 Díceles Pilato: ¿Qué haré, pues, de Jesús que es llamado Cristo? Dicen todos: ¡Sea crucificado! 23 Mas el gobernador dijo: Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos clamaban con mayor vehemencia: ¡Sea crucificado!

24 Viendo, pues, Pilato que nada adelantaba, sino se iba haciendo un tumulto, tomó agua, y lavóse las manos en presencia del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; veréislo vosotros. 25 Y todo el pueblo respondiendo, dijo: ¡Recaiga su sangre sobre nosotros, y sobre nuestros hijos! 26 Les soltó, pues, a Barrabás; mas habiendo hecho azotar a Jesús, le entregó para ser crucificado.

27 Entonces los soldados del gobernador, llevando a Jesús al Pretorio, juntaron en torno de él toda la cohorte. 28 Y habiéndole desnudado, le vistieron un mantode grana. 29 Y cuando hubieron tejido una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza, y una caña en su mano derecha; y doblando la rodilla delante de él, hacían burla de él, diciendo: ¡Salve, Rey de los Judíos¡ 30 Y escupían en él, y tomando la caña, le herían en la cabeza.

31 Y cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, y le pusieron sus propios vestidos, y le llevaron a crucificar. 32 Y al salir de la ciudad, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón; a éste le tomaron por fuerza para que llevase la cruz.

33 Y cuando hubieron llegado al lugar que se llama Gólgota, que quiere decir, Lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; mas cuando lo hubo probado, no quiso beberlo. 35 Y habiéndole crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes; para que se cumpliera lo dicho por el profeta: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mí ropa echaron suertes. 36 Y sentándose, le hacían la guardia allí. 37 Y pusieron sobre su cabeza su causa, escrita así: éste es jesús, el rey de los judíos. 38 Entonces fueron crucificados con él dos ladrones, el uno a la derecha, y el otro a la izquierda.

39 Y los que pasaban le decían injurias, meneando sus cabezas, 40 y diciendo: ¡Tú que derribas el Templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo! ¡Si Hijo eres de Dios, desciende de la cruz! 41 De igual manera también los jefes de los sacerdotes escarneciéndole, juntamente con los escribas y los ancianos, decían: 42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. Si es el rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43 Confió en Dios; líbrele ahora, si le quiere; porque ha dicho: De Dios soy Hijo. 44 Los ladrones también que estaban crucificados con él, le echaronen cara los mismos improperios.

45 Y desde la hora de sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora de nona. 46 Y cerca de la hora de nona, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ¡elí, elí; lamá sabactani! que quiere decir: ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has desamparado? 47 Algunos de los que allí estaban, al oír esto, decían: A Elías llama éste. 48 Y al instante corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y empapóla en vinagre, y poniéndola en una caña, dábale a beber. 49 Pero los demás decían: ¡Deja; veamos si viene Elías a librarle!

50 Empero Jesús, clamando otra vez a gran voz, entregó el espíritu. 51 Y, he aquí, el velo del Santuario se rasgó en dos, de alto a bajo; y tembló la tierra; y las rocas se hendieron; 52 y los sepulcros se abrieron; y muchos cuerpos de santos, que habían dormido, resucitaron; 53 y saliendo de los sepulcros y después de la resurrección de él, vinieron a la ciudad santa, y aparecieron a muchos. 54 El centurión, pues, y los que con él hacían la guardia de Jesús, viendo el terremoto y las cosas que sucedieron, temieron en gran manera, diciendo: ¡Verdaderamente Hijo de Dios era éste! 55 Y estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole: 56 entre las cuales estaba María Magdalena, y María madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

57 Y cuando era la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, que se llamaba José, el cual también era discípulo de Jesús: 58 éste, yendo a Pilato, pidió para sí el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le entregase. 59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en un lienzo limpio, 60 y lo colocó en un sepulcro suyo nuevo, que él había labrado a pico en la peña: y habiendo rodado una piedra grande a la puerta del sepulcro, sefué. 61 Y estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas enfrente del sepulcro.

62 Al día siguiente, que era el día después de la Preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos acudieron juntos a Pilato, 63 diciendo: Señor, nos acordamos que aquel impostor dijo mientras vivía aún: Después de tres días resucitaré. 64 Manda, pues, asegurar el sepulcro hasta el día tercero; no sea que vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos. Y el postrer error será peor que el primero. 65 Díjoles Pilato: Guardia tenéis; id, aseguradlo lo mejor que sabéis. 66 Ellos pues se fueron, y sellando la piedra, aseguraron el sepulcro por medio de la guardia.

Capítulo 28

1 DESPUÉS del sábado, cuando iba amaneciendo el primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. 2 Y he aquí que fué hecho un gran terremoto; porque un ángel del Señor descendió del cielo, y llegándose, rodó la piedra de la puerta, y sentóse sobre ella. 3 Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve: 4 y por miedo de él los guardas temblaron, y quedaron como muertos. 5 Y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fué crucificado. 6 No está aquí; pues ha resucitado, así como os dijo. Venid, ved el lugar donde yacía el Señor. 7 E id presto, y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos; y he aquí que va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho. 8 Y ellas, partiendo prestamente del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a los discípulos. 9 Y he aquí que Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Dios os guarde! Y ellas, llegándose, le tuvieron de los pies, y le adoraron. 10 Entonces les dijo Jesús: No temáis: id, decid a mis hermanos, que vayan a Galilea; allí me verán.

11 Y habiendo ido ellas, he aquí que algunos de la guardia, yendo a la ciudad, anunciaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había acontecido. 12 Y éstos, cuando se hubieron juntado con los ancianos, y tomado consejo, dieron mucho dinero a los soldados, 13 diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche, y le hurtaron, estando nosotros dormidos. 14 Y si esto fuere oído del gobernador, nosotros le persuadiremos, y os haremos seguros. 15 Ellos, pues, tomando el dinero, hicieron como fueron enseñados; y este dicho ha sido divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.

16 Mas los once discípulos se fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había señalado. 17 Y cuando le vieron, 1e adoraron: mas algunos tuvieron duda. 18 Acercándose entonces Jesús, les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y sobre la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos entre todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí que estoy yo con vosotros siempre, hasta la consumación delsiglo.

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