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Capítulo 1
1 PALABRAS del Predicador, hijo de David, que reinó en Jerusalem: 2 ¡Vanidad de vanidades! dice el Predicador, ¡vanidad de vanidades, todo es vanidad! 3 ¿Qué provecho saca el género humano de todo su afán en que se afana debajo del sol? 4 Una generación va, y otra generación viene; mas la tierra permanece para siempre. 5 El sol también se levanta y el sol se pone; apresurándose a volver al lugar de donde se levantó. 6 El viento va hacia el sur, luego gira hacia el norte; girando, girando va el viento; y torna continuamente a sus circuitos. 7 Todos los ríos van al mar; y con todo, el mar nunca se llena; al lugar adonde van los ríos, allí mismo vuelven a ir. 8 Todas las cosas se cansan con agitación incesante; no puede el hombre expresarlo: nunca se harta el ojo de ver, ni el oído de oír. 9 Aquello que ha sido, es lo que será; y lo que se ha hecho, es lo que se volverá a hacer; pues no hay ninguna cosa nueva debajo del sol. 10 ¿Habrá por ventura cosa de que se pueda decir: He aquí, esto es nuevo? Al contrario, ya ha mucho que existió en los siglos que fueron antes de nosotros. 11 No hay memoria de las cosas anteriores; ni tampoco de las cosas que han de venir la habrá entre aquellos que vendrán después de ellas. 12 Cuando yo, el Predicador, vine a ser rey de Israel en Jerusalem, 13 entonces apliqué mi corazón a buscar y averiguar, con sabiduría, lo concerniente a cuanto se hace debajo del sol: trabajo ímprobo que ha señalado Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él. 14 He visto cuantas obras se hacen debajo del sol; ¡y he aquí que el todo es vanidad y correr tras el viento! 15 Lo torcido no se puede enderezar, y lo falto no se puede contar. 16 Hablé conmigo mismo, diciendo: He aquí que me he engrandecido, y he acaudalado la sabiduría más que todos los que ha habido en Jerusalem antes de mí; y mi corazón ha tenido mucha experiencia de sabiduría y de ciencia. 17 Pues apliqué mi corazón a conocer la sabiduría, y a conocer la locura y la insensatez: y supe que esto también es correr tras el viento. 18 Porque en la mucha sabiduría hay mucho enfado; y quien aumenta el saber, aumenta el dolor.
Capítulo 2
1 DIJE conmigo mismo: ¡Ven pues, yo te probaré con la vida alegre! ¡goza pues del placer! ¡Mas he aquí que esto también era vanidad! 2 De la risa dije que era locura; y de la vida alegre: ¿Qué hace ésta? 3 Reflexioné en mi corazón cómo había de regalar con vino mi carne (guiándome entre tanto mi corazón con sabiduría), y cómo había de echar mano de la insensatez, hasta ver en lo que sería bueno que los hijos de los hombres se ocupasen debajo del sol, el corto número de los días de su vida. 4 Híceme pues obras grandes; me edifiqué casas; planté para mí viñas; 5 hice para mí jardines y vergeles, en los cuales planté árboles frutales de toda especie; 6 hice para mí estanques de agua, para que con ella se regase el bosque donde se cultivaban árboles; 7 compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesiones de ganado mayor y menor, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalem; 8 asimismo amontoné para mí plata y oro, y el tesoro especial de los reyes y de las provincias; me proveí de cantores y de cantoras, y de las delicias de los hijos de los hombres; mujeres no pocas. 9 De manera que me engrandecí, y aumenté mi gloria más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalem; también mi sabiduría permanecía conmigo. 10 Y nunca negué a mis ojos cosa alguna de cuantas deseaban; no privé a mi corazón de ningún género de placeres, porque mí corazón se alegraba en todas mis labores; y ésta fué la porción que tuve de todo mi trabajo. 11 Luego fijé la vista en todas las obras que habían hecho mis manos, y en todos los trabajos que yo me había afanado por efectuar; ¡y he aquí que el todo era vanidad y correr tras el viento; y no había provecho en nada debajo del sol! 12 En seguida volví la vista para observar la sabiduría y la locura y la insensatez: pues ¿qué podrá hacer el hombre que venga tras el rey? Nada sino lo que ya ha mucho que ha sido hecho. 13 Y eché de ver que tanto se aventaja la sabiduría a la insensatez, cuanto la luz se aventaja a las tinieblas. 14 El sabio tiene los ojos en su cabeza; pero el insensato anda en tinieblas: y con todo advertí que un mismo suceso les acontece a todos ellos. 15 Dije entonces en mi corazón: Conforme sucede al insensato, así también a mí me va a suceder; ¿para qué pues me he hecho más sabio que los demás? Luego dije en mi corazón: ¡Esto también es vanidad! 16 Porque del sabio, lo mismo que del insensato, no habrá memoria para siempre; puesto que en los días venideros ya hará mucho que todo habrá sido olvidado. ¿Y cómo sucede que muere el sabio? Así como el insensato. 17 Por lo cual yo aborrecí la vida; porque me causaba fastidio la obra que se hace debajo del sol: ¡porque el todo es vanidad y correr tras el viento! 18 Asimismo aborrecí todo mi trabajo en que me había afanado debajo del sol; el cual tendré que dejar a alguno que vendrá después de mí. 19 ¿Y quién sabe si será un sabio o un insensato? y sin embargo, él será señor de todo mi trabajo en que yo me he afanado, y en que he mostrado mi sabiduría debajo del sol. ¡Esto también es vanidad! 20 Volvíme pues para hacer desesperar mi corazón, respecto de todas mis labores en que me he afanado debajo del sol. 21 Porque hay hombre que se ha afanado con sabiduría y con ciencia y con buen éxito; y sin embargo a un hombre que no ha trabajado en ello lo tiene que dejar como porción suya. ¡Esto también es vanidad y un mal muy grave! 22 Pues ¿qué tiene el género humano de todo su afán, y de todos los esfuerzos de su corazón, en que se ha afanado debajo del sol? 23 Porque todos sus días son dolores, y su trabajo es enfado; y aun de noche no reposa su corazón. ¡Esto también es vanidad! 24 No hay pues para el hombre cosa mejor que comer y beber tranquilamente, y hacer que su alma disfruté del bien en su trabajo. Pero esto también he visto que viene de la mano de Dios. 25 (Pues ¿quién puede comer, ni quién puede gozarse más que yo?) 26 Porque al hombre: que es bueno delante de él, Dios le da sabiduría y ciencia y gozo; mas al pecador le ha dado el trabajo pesado de recoger y amontonar, para darlo al que sea bueno delante de Dios. ¡Esto también es vanidad y correr tras el viento!
Capítulo 3
1 PARA todo hay una sazón oportuna; y hay un tiempo determinado para todo asunto debajo del cielo: 2 Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; 3 tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de derribar, y tiempo de edificar; 4 tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentarse, y tiempo de regocijarse; 5 tiempo de esparcir las piedras, y tiempo de recoger las piedras; tiempo de abrazar, tiempo de rechazar los abrazos; 6 tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; 7 tiempo de rasgar, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; 8 tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. 9 ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de todo aquello en que se afana? 10 He visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él. 11 Lo ha hecho todo hermoso en su tiempo; y ha puesto en el corazón de ellos el anhelo por la eternidad; por cuanto el género humano no puede entender la obra que ha hecho Dios, desde su principio hasta su fin. 12 Yo sé que no hay para ellos cosa mejor que regocijarse y hacer bien durante su vida; 13 Asimismo que todo hombre coma y beba y disfrute del bien en todas sus obras. Don de Dios es esto. 14 Yo sé que cuanto hace Dios es lo que para siempre será; nada se le puede añadir, ni nada se le puede quitar; y Dios lo ha hecho así, para que los hombres teman delante de él. 15 Lo que ya ha mucho que ha sido, todavía es; y lo que ha de ser, ya ha mucho que ha sido: pues que Dios hace volver lo que había pasado. 16 Y además ví debajo del sol que en el lugar del juicio allí mismo había iniquidad; y en el lugar de la justicia, allí había iniquidad. 17 Dije entonces en mi corazón: Al justo y al inicuo los juzgará Dios; porque allá arriba hay un tiempo, determinado para todo asunto y para toda obra. 18 Dije en mi corazón: Esto es así, a causa de los hijos de los hombres; para que Dios los pruebe, a fin de que vean que ellos mismos son parecidos a las bestias. 19 Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, lo mismo sucede a las bestias; es decir, un mismo suceso les acontece: como mueren éstas, así mueren aquéllos; y un mismo aliento tienen todos ellos; de modo que ninguna preeminencia tiene el hombre sobre la bestia; ¡porque todo es vanidad! 20 Todos van a un mismo lugar; pues que todos son del polvo, y todos tornan otra vez al polvo. 21 ¿Quién conoce el espíritu de los hombres, que sube a lo alto; y el espíritu de las bestias, que desciende hacia abajo, a la tierra? 22 Así pues he visto que no hay cosa mejor que el que el género humano se regocije en sus labores; porque ésta es su porción: pues ¿quién volverá a traer al hombre para que vea aquello que ha de ser después de él?
Capítulo 4
1 EN seguida volvíme, y me puse a observar las opresiones que se hacen debajo del sol: y he allí las lágrimas de los oprimidos, y ellos no tenían consolador; pues que de parte de sus opresores estaba la potestad; de modo que ellos no tenían consolador. 2 Por lo tanto yo felicité los muertos que ya ha mucho que murieron, más bien que a los vivos que viven todavía; 3 y más feliz que entrambos es aquel que hasta ahora no ha existido; el cual jamás ha visto la obra mala que se hace debajo del sol. 4 Luego me puse a observar toda suerte de trabajos, y todo género de obra afortunada; y ví que por esto mismo el hombre es envidiado de su prójimo. ¡Esto también es vanidad y correr tras el viento! 5 Así pues el insensato se está con las manos cruzadas, y come su misma carne. 6 ¡Mas vale, dice, un puño lleno con quietud, que dos puños llenos con trabajo y correr tras el viento! 7 Volvíme entonces y ví otra vanidad que hay debajo del sol: 8 Hombre hay que es solo, sin otro que le acompañe: ni siquiera hijo ni hermano tiene; y con todo, no hay fin de todo su afán, ni sus ojos se sacian de las riquezas. ¿Para qué pues, debería decir, me afano, y a mí mismo me privo del bien? ¡Esto también es vanidad y trabajo ímprobo! 9 Más vale que haya dos juntos que uno solo; porque tienen buen premio de su trabajo. 10 Pues si cayeren, el uno levantará al otro; mas ¡ay de aquel que estuviere solo cuando cayere, y no tenga quien le levante! 11 Además, si dos duermen juntos, se calentarán mutuamente, ¿mas cómo se calentará uno solo? 12 También, si algún enemigo prevaleciere contra el uno, los dos podrán resistirle; y la cuerda de tres hebras no se rompe fácilmente. 13 Más vale un joven pobre pero sabio, que un rey viejo e imbécil, que ya no sabe admitir el consejo. 14 Porque de la cárcel sale aquel para gobernar; aunque en su mismo reino nació pobre. 15 Ví también que todos los vivientes que andan debajo del sol, estaban de parte de aquel joven, el segundo, que sucedió en lugar del otro. 16 No había fin de toda la gente que ellos mandaban; sin embargo, los que vendrán después ano se alegrarán en el segundo tampoco. ¡Ciertamente que esto también es vanidad y correr tras el viento!
Capítulo 5
1 GUARDA tu pie cuando entres en la Casa de Dios, y acércate para escuchar su voluntad, más bien que para ofrecer el sacrificio de los insensatos, porque ellos no saben que hacen mal. 2 No hables temerariamente con tu boca, y no se apresure tu corazón a proferir cualquiera cosa delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra: por tanto sean pocas tus palabras. 3 Porque los sueños vienen con la multitud de los negocios, y la voz del insensato, con multitud de palabras. 4 Cuando hicieres voto a Dios, no dilates en cumplirlo; porque él no se complace en los insensatos: cumple pues lo que has prometido. 5 Mejor te será el no hacer votos, que el hacerlos y no cumplirlos. 6 No permitas que tu boca haga pecar a tu carne; ni digas en presencia del ángel que fué un yerro. Pues ¿por qué ha de enojarse Dios a causa de tu voz, y destruir la obra de tus manos? 7 Porque así sucede con la multitud de ensueños y de vanidades, y las muchas palabras: pero teme tú a Dios.
8 Si vieres la opresión de los pobres, y la perversión de juicio y de justicia en alguna provincia, no te turbes a causa de esto; porque sobre el alto otro más alto vigila, y sobre ellos, el Altísimo. 9 Y además, el provecho de la tierra, labrada por aquellos, es para todos; el rey mismo es servido del campo.
10 El que ama el dinero nunca se saciará del dinero; ni quien ama la abundancia de los productos del campo. ¡Esto también es vanidad! 11 Cuando se aumentan los bienes, se aumentan también aquellos que los comen: ¿qué provecho hay pues para el dueño de ellos, sino tan sólo el verlos con sus ojos? 12 Dulce es el sueño del trabajador, sea que coma poco o mucho; pero la abundancia del rico no le concede tranquilidad para dormir.
13 Hay un mal muy grave que he visto debajo del sol, a saber, las riquezas guardadas por su dueño para perjuicio de sí mismo: 14 y aquellas riquezas se pierden por algún suceso malo; mientras tanto él engendra un hijo; y no le queda cosa alguna en su mano. 15 Como salió de las entrañas de su madre, así desnudo volverá a ir lo mismo que vino, sin tomar consigo cosa alguna, como fruto de su trabajo, que pueda llevar en su mano. 16 Y este también es un mal muy grave, el que justamente como vino, así mismo tenga que ir. ¿Qué provecho pues le queda a aquel que ha trabajado por alcanzar el viento? 17 Come también en tinieblas todos sus días, y se enfada mucho, y tiene sus pesares y sus enojos. 18 He aquí lo que he visto yo: Es bueno y propio que el hombre coma y beba tranquilamente, y que disfrute de bien en todo su trabajo con que se afana debajo del sol, el corto numero de los días que le conceda Dios; porque esto es su porción. 19 Asimismo respecto de cualquier hombre a quien Dios le ha dado riquezas y haberes, y le ha concedido la facultad de gozar de ellos, y de tomar su porción, y de alegrarse en sus labores; esto es un don de Dios. 20 Porque no se acordará mucho de los días pasados de su vida; puesto que Dios le habrá respondido con darle el gozo de su corazón.
Capítulo 6
1 HAY un mal que he visto debajo del sol, y que pesa dolorosamente sobre el género humano: 2 es el caso de un hombre a quien Dios le ha dado riquezas y haberes y honra, de modo que no le falta nada de cuanto pueda desear; y con todo, Dios no le concede la facultad de gozar de ello, sino que algún extraño lo disfruta. ¡Vanidad es esto, y pesar muy doloroso! 3 Aunque aquel hombre haya engendrado cien hijos, y aunque viviere muchos años, de manera que sean muchos los días de sus años, y con todo su alma no se hartare del bien, y además él careciere de sepultura; ¡digo que más feliz es un abortivo que él! 4 Porque éste en vano viene, y a las tinieblas se va, y su mismo nombre está cubierto de tinieblas; 5 además no ha visto el sol, ni lo ha conocido. Mejor descanso tiene éste que el otro: 6 y esto aunque haya vivido mil años dos veces contados, sin disfrutar del bien. ¿Acaso no van todos a un mismo lugar?
7 Todo el afán del hombre es para su boca; y sin embargo no se satisface el apetito. 8 ¿Qué provecho pues tiene el sabio más que el insensato? ¿o qué ventaja tiene el pobre que sabe andar delante de los vivientes? 9 Lo de que más vale la vista de los ojos que el vago andar del deseo, ¡esto también es vanidad y correr tras el viento!
10 Respecto de lo que existe, ya ha mucho que fué llamado su nombre, y se conoce que éste es Adam; y que no puede contender con Aquel que es más poderoso que él. 11 Ya que hay muchas cosas que aumentan la vanidad, ¿qué provecho tiene el género humano? 12 Porque ¿quién sabe lo que sea bueno para el hombre durante su vida, el corto número de los días de su vida vana, los cuales se le pasan como una sombra? ¿pues quién anunciará al hombre lo que ha de ser después de él debajo del sol?
Capítulo 7
1 EL buen nombre es mejor que el ungüento precioso; y el día de la muerte del justo que el día de su nacimiento. 2 Mejor es ir a la casa del duelo, que ir a la casa del banquete; porque aquello es el paradero de todo el género humano, y el que vive debe poner esto en su corazón. 3 El pesar es mejor que la risa; porque con la tristeza de la cara se mejora el corazón. 4 El corazón de los sabios está en la casa del duelo, y el corazón de los insensatos, en la casa del festín. 5 Mejor es escuchar la reprensión de un sabio, que escuchar un hombre el cantar de los insensatos; 6 Pues como el traquido de los espinos debajo de la olla, así es la risa dé los insensatos: ¡y esto también es vanidad! 7 Ciertamente el lucro de la opresión entontece a un hombre sabio, y el cohecho destruye el buen sentido. 8 Más vale el fin de una cosa que su principio; y el paciente de espíritu es mejor que el orgulloso de espíritu. 9 No seas de espíritu presuroso en enojarte; porque el enojo descansa en el seno de los insensatos. 10 No digas: ¿Cuál es la causa de que fueron mejores que éstos los días antiguos? porque no inquieres con sabiduría respecto de esto. 11 La sabiduría es tan buena como una herencia, y es cosa provechosa para los que ven el sol. 12 Porque la sabiduría es una defensa, y el dinero es una defensa; pero la preeminencia de la ciencia consiste en esto, que la sabiduría da vida al que la posee. 13 Considera lo que hace Dios; porque ¿quién es capaz de enderezar lo que torció? 14 En el día del bien, pues, sé gozoso; pero en el día de adversidad considera: pues que Dios ha hecho tanto le uno como lo otro, a fin de que el hombre no halle, fuera de él, nada. 15 Lo he visto todo en mis días de vanidad. Hay justos que perecen en su justicia; también inicuos hay que prolongan la vida en medio de su maldad. 16 No seas excesivamente justo; ni te hagas sabio en demasía; ¿por qué querrás destruirte? 17 No quieras ser muy inicuo, ni seas un insensato; ¿por qué has de morir antes de tu tiempo? 18 Bueno es pues que acojas este consejo, y también que de esotro no retires la mano; pues que aquel que teme a Dios evitará todos aquellos yerros. 19 La sabiduría fortalece al sabio más que diez príncipes que haya en una ciudad. 20 Ciertamente no hay en la tierra hombre justo que haga bien y no peque. 21 Además, no pongas atención en todas las cosas que se hablen, no sea que oigas a tu mismo siervo vilipendiarte; 22 porque muchas veces sabe tu corazón que tú también has vilipendiado a otros. 23 Todo esto lo he probado por medio de la sabiduría. Dije: ¡Yo seré sabio! pero la sabiduría se alejó de mí. 24 Lo que está muy lejano, y sumamente profundo, ¿quién podrá descubrirlo? 25 Volvíme yo, y fijé mi corazón para conocer, y para averiguar e investigar la sabiduría, y la razón de las cosas; y para conocer la maldad de la insensatez, y la necedad de las locuras: 26 y hallo una cosa más amarga que la muerte; es a saber, la mujer cuyo corazón no es más que lazos y redes, y cuyas manos son prisiones. Aquel que es bueno delante de Dios escapará de ella; pero el pecador será de ella prendido. 27 He aquí que esto lo he hallado, dice el Predicador, comparando una cosa con otra para descubrir la razón de las cosas; 28 lo cual todavía lo está buscando mi alma sin poderlo encontrar: Un hombre entre mil personas he hallado; pero una mujer entre todas éstas, no la he hallado. 29 He aquí, solamente esto he hallado; a saber, que Dios hizo recto al género humano; mas ellos se han buscado muchos artificios.
Capítulo 8
1 ¿QUIÉN es como el hombre sabio? ¿y quién es como el que conoce la explicación de una cosa? La sabiduría del hombre hace relucir su rostro, y se suaviza la aspereza de su semblante. 2 Te aconsejo que guardes el mandato del rey, y esto a causa del Juramento de Dios. 3 No te apresures a salir de su presencia; no persistas en hacer una cosa mala; porque él hará todo cuanto quisiere. 4 Pues tiene autoridad la palabra del rey: ¿y quién le dirá: Qué haces tú? 5 El que guarda el mandato no experimentará cosa mala; y el corazón del sabio tiene en cuenta el tiempo y el juicio determinados: 6 porque para todo asunto hay tiempo y juicio determinados; porque la miseria del género humano es grande sobre él. 7 Porque no hay quien sepa lo que ha de ser; ¿pues quién le puede manifestar cómo será? 8 Nadie hay que tenga potestad sobre el espíritu suyo, para retener el espíritu; ni tiene autoridad el día de la muerte; y no hay descargo en esta guerra: y la maldad no podrá librar a los que le son adictos.
9 Todo esto lo he visto, aplicando mi corazón a toda obra que se hace debajo del sol. Hay veces que un hombre rige a otro con perjuicio de sí mismo. 10 Asimismo he visto a los inicuos sepultados con honra, y así llegaron a su fin; mientras tanto los que tenían costumbre de salir del lugar santo, fueron olvidados en la ciudad donde habían obrado rectamente. ¡Esto también es vanidad! 11 Por cuanto no se ejecuta sentencia contra la obra mala muy en breve, por eso el corazón de los hijos de los hombres dentro de ellos está plenamente resuelto a hacer el mal. 12 Pero aunque el pecador haga mal cien veces, y con todo se le prolonguen los días, sin embargo yo ciertamente sé que les irá bien a los que temen a Dios, por lo mismo que temen delante de él. 13 Al hombre malo empero no le irá bien, ni tampoco prolongará sus días, los cuales son como una sombra; por cuanto no teme delante de Dios. 14 Hay otra vanidad que acontece sobre la tierra; a saber, el que haya justos a quienes les sucede conforme a la obra de los inicuos, y que haya inicuos a quienes les sucede conforme a la obra de los justos. Dije que esto también es vanidad. 15 Por tanto yo alabo la vida regocijada; porque el hombre no tiene debajo del sol cosa mejor que el comer y beber tranquilamente, y alegrarse; y que esto le quede por parte de su trabajo, en los días de su vida que Dios le concediere debajo del sol.
16 Cuando apliqué mi corazón a conocer la sabiduría, y a mirar el trabajo que se hace sobre la tierra (pues hay quienes ni de día ni de noche ven con sus ojos el sueño), 17 entonces ví respecto de toda la obra de Dios, que no puede el género humano entender la obra que se hace debajo del sol; pues que por mucho que se canse el hombre en buscarlo, no lo hallará; y también aun cuando el que es sabio se proponga conocerlo, no lo hallará.
Capítulo 9
1 SIN embargo, apliqué mi corazón a todo esto, es decir, a escudriñar todo esto: que los justos y los sabios y sus obras en la mano de Dios están; pero que el proceder de éste indique amor u odio, no podrán saberlo los hombres: así el bien como el mal, todo está delante de ellos. 2 Todo les sucede a ellos lo mismo que a todos. Un mismo acontecimiento espera a los justos y a los inicuos, a los buenos y a los puros y a los impuros; también al que sacrifica y al que no ofrece sacrificio; tanto al bueno como al pecador; y al que jura profanamente lo mismo que a aquel que teme el juramento. 3 Esto es un grave mal entre todo lo que acaece debajo del sol, que un mismo acontecimiento suceda a todos; y además, el corazón de los hijos de los hombres está lleno de maldad, y la locura está en su corazón durante toda su vida, y después de esto se van a los muertos. 4 Es ciertamente malo; porque para aquel que está unido a todos los vivientes, hay esperanza; pues más vale perro vivo que león muerto. 5 Porque los vivos saben que han de morir; pero los muertos nada saben ya, ni tienen aquí más galardón; porque ya se ha echado al olvido la memoria de ellos. 6 También su amor, así como su odio y su envidia, ya ha mucho que perecieron, ni vuelven ellos a tener parte jamás en nada de lo que sucede debajo del sol.
7 Véte pues; come tu pan con regocijo, y bebe tu vino con alegre corazón: puesto que ya ha mucho que Dios se complace en tus obras. 8 Sean tus ropas en todo tiempo blancas, y nunca falte el ungüento sobre tu cabeza. 9 Goza de la vida con tu mujer, a quien amas, todos los días de tu vida de vanidad que Dios te ha dado debajo del sol; sí, todos tus días de vanidad: porque esto es tu porción en esta vida, y en tu trabajo en que te afanas debajo del sol. 10 Todo cuanto hallare que hacer tu mano, hazlo con tus fuerzas; porque no hay obra, ni empresa, ni ciencia, ni sabiduría en el sepulcro adonde vas.
11 Volvíme, y observé que debajo del sol la carrera no es de los ligeros, ni la batalla de los fuertes; ni tampoco de los sabios el pan, ni de los entendidos las riquezas, ni de los inteligentes el favor; sino que el tiempo y la casualidad les tocan a todos ellos. 12 Porque el hombre ni aun sabe cuál será su tiempo; sino que como son cogidos los peces en la destruidora red, y como los pájaros son prendidos en el lazo, así también los hijos de los hombres son enredados en la calamidad en un tiempo malo, cuando les sobreviene de repente.
13 También este aspecto de la sabiduría he visto debajo del sol, y me pareció cosa notable: 14 Había una pequeña ciudad, y los hombres dentro de ella eran pocos; y vino contra ella un gran rey, y le puso cerco, y edificó contra ella grandes torres. 15 Y fué hallado dentro de ella un hombre pobre pero sabio, el cual con su sabiduría libró la ciudad; pero no hubo quien se acordase de aquel hombre pobre. 16 Dije entonces yo: ¡La sabiduría vale más que la fuerza! ¡y sin embargo la sabiduría de aquel pobre es despreciada, y sus palabras no son escuchadas! 17 Las palabras de los sabios, dichas sosegadamente, se oyen mejor que la gritería de aquel que es príncipe entre los insensatos. 18 Más vale la sabiduría que las armas de guerra; pero un solo pecador destruye mucho bien.
Capítulo 10
1 LAS moscas muertas hacen que hieda y se corrompa el ungüento del perfumista; así también una pequeña insensatez, al que es estimado como sabio y honorable. 2 El corazón del sabio está a su mano derecha; pero el corazón del insensato está a su izquierda. 3 Así también mientras anda el insensato por el camino, le falta entendimiento; y él mismo dice a todos que es un insensato. 4 Si la ira del príncipe se levantare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre calma la irritación de grandes ofensas. 5 Hay un mal que he visto debajo del sol, como yerro que procede del príncipe: 6 a saber, la insensatez colocada en alta dignidad, mientras que los ricos se sientan en lugar humilde. 7 He visto a siervos andar a caballo como príncipes, y a príncipes andar sobre la tierra, como siervos. 8 Quien cava hoyo, caerá en él; y al que aportilla vallado, una culebra le morderá. 9 El que remueve piedras será dañado con ellas, y el que raja leña peligrará en ello. 10 Si el hierro estuviere embotado, y el dueño no amolare el filo, entonces habrá que emplear más fuerza: pero la sabiduría es provechosa para dirigir. 11 Si la serpiente muerde antes que esté encantada, el encantador ningún provecho tiene de su arte. 12 Las palabras de la boca del sabio están llenas de gracia; pero los labios del insensato a él mismo le tragarán. 13 El comienzo de las palabras de su boca es la insensatez; y el final de su habla es la locura perniciosa. 14 El insensato multiplica las palabras jactanciosas: aunque no sabe nadie lo que ha de ser; y lo que será después de él, ¿quién se lo anunciará? 15 Los esfuerzos desatinados del insensato le cansan; porque ni siquiera sabe ir a la ciudad. 16 ¡Ay de ti, oh tierra, cuando tu rey es un niño, y tus príncipes hacen comidas por la mañana! 17 ¡Dichosa eres, oh tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a debido tiempo; para reponer sus fuerzas, y no para hacer festín! 18 A causa de la pereza se hunde el techo; y por la flojedad de las manos se llueve la casa. 19 El banquete se hace para diversión, y el vino alegra la vida; mas el dinero sirve para todo. 20 Ni siquiera en tu pensamiento maldigas al rey, ni en tu cámara de dormir maldigas al rico; porque algún pájaro del cielo llevará la voz, y alguna avecilla divulgará la noticia.
Capítulo 11
1 ECHA tu pan sobre la haz de las aguas; que después de muchos días lo hallarás. 2 Reparte a siete, y también a ocho; pues que no sabes qué mal habrá sobre la tierra. 3 Si las nubes estuvieren cargadas de lluvia, se derramarán sobre la tierra; y si el árbol cayere hacia el sur, o hacia el norte, en el lugar donde cayere el árbol, allí mismo quedará. 4 Quien observa el viento no sembrará; y el que mira las nubes no segará. 5 Como no sabes cuál sea el camino del viento, ni cómo crecen los huesos en el seno de la que está encinta; así tampoco puedes conocer la obra de Dios, el cual lo hace todo. 6 Por la mañana siembra tu simiente, y a la tarde no retires tu mano; por que no sabes cuál ha de prosperar, si esto o aquello; o si ambos a dos serán juntamente buenos. 7 Verdaderamente dulce cosa es la luz, y grato es a los ojos ver el sol. 8 Mas aunque un hombre viva muchos años, y en todos ellos tenga gozo, acuérdese sin embargo de los días de tinieblas, que serán muchos. ¡Todo cuanto viene es vanidad! 9 ¡Regocíjate, oh mancebo, en tu juventud, y alégrete tu corazón en los días de tu mocedad; y anda en los caminos de tu corazón, y en la luz de tus ojos; mas sabe tú que por todas estas cosas Dios te traerá a juicio! 10 Por tanto, aparta de tu corazón la congoja, y aleja de tu carne la maldad; ¡porque la niñez y la primavera de la vida son vanidad!
Capítulo 12
1 ACUÉRDATE pues de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan aquellos días aciagos, y se acerquen aquellos años; de los cuales dirás: ¡No tengo ya complacencia en ellos! 2 antes de que se obscurezca el sol, y la luz, y la luna, y las estrellas; y vuelvan las nubes tras la lluvia: 3 día en que temblarán los guardas de la casa y se encorvarán los hombres robustos, y cesarán las que muelen, por ser pocas, y se ofuscarán las que miran por las ventanas; 4 cuando se cerrarán las puertas que dan a la calle, por lo débil del sonido del molino; cuando se levantará a la voz del pájaro, y estarán abatidas todas las hijas de canción; 5 se temerá también de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y el almendro echará sus blancas flores, y la langosta vendrá a ser una carga, y las ganas se acabarán; porque se va el hombre a su casa duradera, y los plañidores andarán por las calles: 6 antes que se reviente el cordón de plata, y se quiebre el tazón de oro, y se rompa el cántaro junto a la fuente, y se haga pedazos la polea junto al pozo; 7 y el polvo torne al polvo como antes era, y el espíritu se vuelva a Dios, que lo dió. 8 ¡Vanidad de vanidades! dice el Predicador ¡todo es vanidad!
9 Y además, por cuanto era sabio el Predicador, siguió enseñando al pueblo la ciencia, y puso atención, y escudriñó, y compuso muchos proverbios. 10 Procuró el Predicador hallar palabras que agradasen, y escribir, como se debe, palabras de verdad. 11 Las palabras de los sabios son aguijones; y como clavos profundamente hincados son las palabras de los maestros de las asambleas, las cuales son dadas por parte de un solo Pastor. 12 Y además, por estas palabras, hijo mío, sé amonestado: de hacer muchos libros no hay fin, y el mucho estudio es cansancio de la carne.
13 Oigamos pues la conclusión de todo el asunto: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es la suma del deber humano. 14 Pues que Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala.