Hechos 9
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La conversión de Saulo
Hechos 22:3-16; 26:9-20; Gálatas 1:1-16
1 Pero Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas dirigidas a las sinagogas de Damasco, para que si encontraba a alguien del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén. 3 Mientras viajaba, al acercarse a Damasco, de repente resplandeció a su alrededor una luz desde el cielo; 4 y, caído a tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor respondió: ¡Yo soy Jesús, a quien tú persigues! 6 Pero levántate, entra en la ciudad y te será dicho lo que debes hacer. 7 Los hombres que lo acompañaban se pararon atónitos oyendo la voz, pero no vieron a nadie. 8 Saulo se levantó del suelo, y cuando abrió los ojos no veía nada; y tomándolo de la mano, lo condujeron a Damasco. 9 Estuvo tres días sin ver; y no comió ni bebió. 10 Había un discípulo en Damasco llamado Ananías; a este le dijo el Señor en visión: Ananías. Y él dijo: Aquí estoy, Señor. 11 El Señor le dijo: Levántate, ve a la calle que se llama Derecha y pregunta en casa de Judas por un hombre de Tarso, llamado Saulo; porque está orando; 12 y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y le impone las manos para que recobre la vista. 13 Ananías respondió: Señor, he oído hablar mucho sobre este hombre, cuanto mal ha hecho a tus santos en Jerusalén; 14 y aquí también tiene autoridad de los jefes de los sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. 15 Pero el Señor le dijo: Ve, porque él es un instrumento escogido para llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel; 16 porque yo le enseñaré cuantas cosas tendrá que sufrir por mi nombre. 17 Entonces Ananías fue y entró en la casa; e imponiéndole las manos, dijo: Saulo, hermano, el Señor Jesús, el que te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado a ti para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. 18 Al instante cayeron de sus ojos como escamas y recobró la vista; se levantó y fue bautizado; 19 y tomando alimento, recuperó fuerzas. Y estuvo con los discípulos de Damasco algunos días. 20 En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, afirmando que este es el Hijo de Dios. 21 Todos los que le oían estaban asombrados, y decían: ¿No es este el que en Jerusalén asolaba a los que invocaban este nombre? Y aquí también había venido para lo mismo, para conducirlos atados ante los jefes de los sacerdotes. 22 Pero Saulo se fortalecía mucho más, y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrando que este es el Cristo.
Saulo en Jerusalén y en Tarso
Hechos 22:17-21; 2 Corintios 11:32-33; Gálatas 1:18-24
23 Pasados muchos días, los judíos se pusieron de acuerdo para matarlo; 24 pero Saulo se enteró de su complot, de que incluso guardaban las puertas día y noche para matarlo. 25 Entonces los discípulos, tomándolo de noche, lo descolgaron por el muro, bajándolo en un canasto. 26 Cuando llegó a Jerusalén, intentó unirse a los discípulos; y todos le temían, pues no creían que era discípulo. 27 Pero Bernabé lo tomó, lo trajo a los apóstoles y les refirió cómo había visto al Señor en el camino, que este le había hablado, y cómo en Damasco había predicado con valor en el nombre de Jesús. 28 Estaba con ellos en Jerusalén, entrando, saliendo y hablando con valor en el nombre del Señor. 29 Hablaba y discutía con los helenistas; pero ellos intentaban matarlo. 30 Cuando los hermanos se enteraron, lo llevaron a Cesarea, y de allí lo enviaron a Tarso.
Milagros en Lida y en Jope
Marcos 2:3-12; Hechos 20:7-12
31 Entonces la Iglesia tenía paz por toda Judea, Galilea y Samaria, siendo edificada; y andando en el temor del Señor, y con la asistencia del Espíritu Santo, se multiplicaba.
Eneas, el paralítico sanado por Pedro
32 Pedro, que estaba recorriendo la región, descendió también a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un hombre llamado Eneas, que desde hacía ocho años yacía sobre una cama, porque era paralítico. 34 Pedro le dijo: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y al instante se levantó. 35 Todos los que habitaban en Lida y Sarón lo vieron y se convirtieron al Señor.
Dorcas, resucitada por Pedro
36 También había en Jope cierta discípula llamada Tabita, que traducido es Dorcas; ella abundaba en buenas obras y daba limosnas frecuentemente. 37 Sucedió en aquellos días que ella enfermó y murió; y tras lavarla, la pusieron en un aposento alto. 38 Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole: No tardes en venir hasta nosotros. 39 Pedro se levantó y fue con ellos. Y cuando llegó, lo condujeron al aposento alto; y todas las viudas acudieron a él llorando, mostrándole las túnicas y los mantos que Dorcas había hecho cuando estaba con ellas. 40 Pedro hizo salir a todos y, puesto de rodillas, oró; luego, volviéndose hacia el cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Ella abrió los ojos y, viendo a Pedro, se incorporó. 41 Dándole la mano, la levantó; y habiendo llamado a los santos y a las viudas, la presentó viva. 42 Esto fue conocido en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro se quedó muchos días en Jope, en casa de un hombre llamado Simón, curtidor.