format_list_numbered Índice general

Sinopsis — 1 Corintios


person Autor: John Nelson DARBY 45

library_books Serie: Sinopsis

(Fuente autorizada: graciayverdad.net)


Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

  • LBLA = La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso
  • RVA = Versión Reina-Valera 1909 Actualizada en 1989 (Publicada por Editorial Mundo Hispano; conocida también como Santa Biblia "Vida Abundante")
  • RVR1909 = Versión Reina-Valera Revisión 1909 (con permiso de Trinitarian Bible Society, London, England)
  • TA = Biblia Torres Amat
  • VM = Versión Moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 PERROY, Suiza)

1 - Introducción

1.1 - La ocasión para la epístola y las circunstancias que la rodean

La Primera Epístola a los Corintios presenta asuntos muy diferentes de aquellos que nos ocuparon en la Epístola dirigida a los Romanos. Encontramos en ella detalles morales, y el orden interior de una asamblea, con respecto a lo cual el Espíritu de Dios despliega aquí Su sabiduría en un modo directo. No se mencionan ancianos u otros funcionarios de la asamblea. Una asamblea numerosa se había formado mediante los trabajos del apóstol (pues Dios tenía mucho pueblo en esa ciudad) en medio de una población muy corrupta, donde las riquezas y el lujo se unían con un desorden moral que había hecho que esa ciudad fuera motivo de burla. A la vez, aquí como en otra parte, falsos maestros (Judíos, en general) procuraban subvertir la influencia del apóstol. El espíritu filosófico, asimismo, no falló en ejercitar su perniciosa influencia, aunque Corinto no era, como Atenas sí lo era, su sede principal. La moralidad y la autoridad del apóstol se vieron comprometidas juntamente; y el estado de cosas era muy crítico. La Epístola fue escrita desde Éfeso, adonde las noticias del triste estado de la grey en Corinto habían alcanzado al apóstol, casi en el momento cuando él había determinado visitarlos durante el transcurso de su viaje hacia Macedonia (en lugar de pasar a lo largo de la costa de Asia Menor como él hizo), regresando luego a visitarlos por segunda vez en su viaje de regreso. Estas noticias le impidieron hacerlo así, y, en lugar de visitarlos para derramar su corazón entre ellos, él escribió esta carta. La segunda epístola fue escrita en Macedonia, cuando Tito le hubo traído el informe de feliz efecto de la primera.

1.2 - Los temas y las divisiones de la epístola

Los temas de esta primera epístola se dividen muy fácilmente en su orden natural:

  • En primer lugar (1 Corintios 1:1-9), antes de que él censure a los cristianos en Corinto a quienes él escribe, el apóstol reconoce toda la gracia que Dios les había ya concedido, y que aún les impartiría.
  • Desde 1 Corintios 1:10 hasta 1 Corintios 4:21 se habla del asunto de las divisiones, de las escuelas de doctrina y de sabiduría humana, en contraste con la revelación y la sabiduría divina.
  • En 1 Corintios 5 se habla de la corrupción de la moralidad, de la disciplina, ya sea mediante poder, o en la responsabilidad de la asamblea.
  • En 1 Corintios 6, se habla de los asuntos temporales, de pleitos; y, además, del tema de la fornicación, que era de primordial importancia para los cristianos de esta ciudad.
  • En 1 Corintios 7 se considera el matrimonio. ¿Deben casarse las personas? Las obligaciones de aquellos que ya se habían casado; y el caso de un esposo convertido o de una esposa convertida, cuya esposa, o cuyo esposo, no se había convertido.
  • En 1 Corintios 8 se habla acerca de si acaso ellos debían comer cosas sacrificadas a los ídolos.
  • En 1 Corintios 9, se considera su apostolado.
  • En 1 Corintios 10, se considera la condición general de ellos, el peligro de que ellos fuesen seducidos, ya sea por la fornicación, o por la idolatría, y por las fiestas idolátricas, con los principios correspondientes, lo cual introduce la cena del Señor.
  • En 1 Corintios 11 se abordan cuestiones relacionadas con la conducta individual de ellos en asuntos religiosos o (versículo 17) en la asamblea.
  • Luego, en 1 Corintios 12, tenemos el ejercicio de dones, y el verdadero valor de ellos, y el objetivo de su uso, magnificando (1 Corintios 13) el valor comparativo del amor; hasta el final de 1 Corintios 14, ordenando también el ejercicio de dones, con los cual se compara.
  • En 1 Corintios 15, se aborda la resurrección, que algunos negaban, y especialmente la resurrección de los santos;
  • En 1 Corintios 16, tenemos la ofrenda (o colecta) para los pobres en Judea, con algunas salutaciones, y los principios de subordinación a quienes Dios ha levantado para el servicio, aun donde no habían ancianos.

Es de gran valor tener estas enseñanzas directamente del Señor, independientes de una organización formal, de modo que la conciencia individual y la conciencia del cuerpo en conjunto se vean involucradas.

Pero hay algunas otras consideraciones en cuanto al carácter y estructura de la epístola que yo no debo soslayar.

1.3 - El carácter de la epístola como estando dirigida a la Iglesia profesante y reconociendo a una asamblea local como representándola

El lector puede observar una diferencia en el mensaje en los Corintios y Efesios. En los Corintios, "a la iglesia de Dios", etc., "con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo." (1 Corintios 1:2). Se trata de la iglesia profesante, asumiendo que los miembros son fieles, por lo menos en carácter, hasta que ese carácter se extinga, y con eso, cada uno que reconocía a Jesús como Señor, es decir, la casa; de ahí que tenemos 1 Corintios 10:1-5. En Efesios la Palabra es a los hermanos "santos y fieles" (Efesios 1:1), y tenemos los privilegios adecuados del cuerpo. Este carácter de la epístola, como abarcando a la iglesia profesante, y reconociendo a una asamblea local como representándola en la localidad, otorga a la epístola una gran importancia. Además, yo pienso que se encontrará que se trata con la asamblea exterior profesante hasta la mitad de 1 Corintios 10 (y la naturaleza de la cena del Señor introduce allí el un cuerpo de Cristo, del cual se habla en cuanto a los dones del Espíritu en 1 Corintios 12); el decoro en las actividades de la mujer lo tenemos en los primeros versículos de 1 Corintios 11; y después, desde 1 Corintios 11:17, lo que conviene al reunirse en la asamblea, y la cena del Señor, con el gobierno de Dios. 1 Corintios 11:1-16 no es aplicable a la asamblea. Con todo, por todas partes el tema es el orden en la asamblea local; solamente que desde 1 Corintios 1 a 1 Corintios 10:14, se tiene en perspectiva la multitud profesante, de la cual se supone, no obstante, que es sincera, pero que posiblemente no lo es. Desde 1 Corintios 10:15 hasta el final de 1 Corintios 12 se tiene en perspectiva el cuerpo.

2 - Capítulo 1

2.1 - La autoridad apostólica de Pablo llamado por Dios; los cristianos llamados a la santidad por medio de la relación que descansa sobre la fidelidad de Dios

Regresaré ahora a ocuparme del hilo del contenido de esta epístola desde el principio. Pablo era un apóstol por la voluntad de Dios. Esta era su autoridad, independientemente de lo podría ser con los demás. Además, el mismo llamamiento que hizo cristianos a los de Corinto, le había hecho a él un apóstol. Él se dirige a la asamblea de Dios en Corinto, añadiendo un carácter (cuya aplicación es evidente cuando nosotros consideramos el contenido de la epístola) – "santificados en Cristo Jesús." (1 Corintios 1:2). Después, la universalidad de la aplicación de la doctrina y de las enseñanzas de la epístola, y de su autoridad sobre todos los cristianos dondequiera pudieran estar, son expuestas en este mensaje. Felizmente, cualquiera que haya sido el dolor que él sentía por el estado de los Corintios, el apóstol podía recurrir a la gracia de Dios, y podía reconocer así toda la gracia que Él les había otorgado. Pero el hecho de situarlos así en relación con respecto a Dios hizo que todos los efectos de Su santidad hicieran efecto sobre sus conciencias, mientras que el corazón del apóstol recibía el estímulo de la gracia perfecta de Dios hacia ellos. Y esta gracia misma llegó a ser una poderosa influencia para la Palabra en los corazones de los Corintios. En presencia de semejante gracia ellos debían avergonzarse del pecado. Tampoco puede haber un testimonio más notable de reconocimiento de la gracia de Dios hacia Su pueblo del que se encuentra aquí. La relación reclama santidad: solamente en santidad se disfruta de esta relación; pero dicha relación descansa sobre la fidelidad de Dios. Como sabemos, los Corintios estaban andando malamente. El apóstol no deja pasar ningún mal; pero, con todo, él declara que Dios era fiel y los confirmaría hasta el fin para que ellos pudieran estar – no a salvo, sino que fueran – irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo, y luego prosigue a censurarlos. (1 Corintios 1:8). ¡Qué testimonio maravilloso!

2.2 - La gracia de Dios es una poderosa influencia para la Palabra en el corazón

Pablo (el propio Espíritu) unía así a los Corintios con Dios; y lo que Él tenía en esta conexión con ellos tenía toda su fuerza sobre sus corazones y conciencias. A la vez, el uso de esta arma abría el corazón de ellos a todo lo que el apóstol tenía que decir. Uno debe estar, en la práctica, muy cerca del Señor para poder considerar así a los cristianos que están caminando malamente. Ello no es para prescindir de sus pecados – el apóstol está muy lejos de hacer eso; sino que es gracia que lleva a sus conciencias a ocuparse de ello, como teniendo una relación con Dios que era demasiado preciosa como para permitirles continuar en pecado o para permitirlo.

La Epístola a los Gálatas nos proporciona un ejemplo notable de la confianza así inspirada; comparen con Gálatas 4:20; Gálatas 5:10.

2.3 - El testimonio de Dios confirmado por medio de Sus dones

1 Corintios 1:4 y ss. Los Corintios eran enriquecidos por Dios con Sus dones; y Su testimonio era confirmado así entre ellos, de modo que nos les faltaba nada en ningún don, esperando la revelación del Señor, el cumplimiento de todas las cosas. ¡Día solemne! para el cual Dios, quien los había llamado, los confirmaba en Su fidelidad, para que ellos pudieran ser irreprensibles en aquel día, llamados como ellos lo eran, a la comunión, y comunión con Su Hijo Jesucristo. Exposición breve pero preciosa de la gracia y fidelidad de Dios, sirviendo como base (si bien la condición de ellos no le permitió al apóstol desarrollarla como él lo hizo a los Efesios) a todas las exhortaciones y enseñanzas que él dirigió a los Corintios para fortalecerlos y dirigir sus pasos vacilantes.

2.4 - La sabiduría y la fortaleza del hombre son desechadas: el poder de Dios es la predicación de la cruz

1 Corintios 1:10 y ss. El apóstol se ocupa primeramente de la locura de los Corintios al hacer cabeza de escuelas a los principales ministros cristianos y al propio Cristo. Cristo no estaba dividido. Ellos no habían sido bautizados en el nombre de Pablo. De hecho, él había bautizado, en una ocasión, a unos pocos; pero su misión era predicar, no bautizar [1]. Ello fue en virtud de, y de acuerdo con, Hechos 26:17, y Hechos 13: 2 al 4, y no Mateo 28:19.

[1] Esta declaración es más notable, ya que él tuvo una revelación en cuanto a la cena del Señor. Pero la ordenanza se refiere a la unidad del cuerpo, lo cual era el testimonio del apóstol. Los doce fueron enviados a bautizar las naciones (Mateo 28).

Además, toda esta sabiduría humana no era más que locura, la cual Dios desechaba: la predicación de la cruz era el poder de Dios; y Dios había escogido lo débil, lo que no es, lo insensato conforme al mundo, para reducir a la nada la sabiduría y la fortaleza del mundo, para que el evangelio fuese, evidentemente, el poder de Dios. Los Judíos pedían una señal, los Griegos buscaban sabiduría; pero Dios causó que Cristo crucificado fuera predicado, un tropezadero para los Judíos, una locura para los Griegos, mas para los que son llamados, poder de Dios. Mediante lo que no es Él deshizo lo que es, porque lo débil de Él es más fuerte que la fuerza del mundo; lo insensato de Dios es más sabio que la sabiduría del siglo. La carne no se gloriará en Su presencia. Dios trataba con la conciencia, aunque en gracia, conforme a la verdadera posición del hombre responsable, y Él mismo no se sujetaba al juicio y a los razonamientos de la mente del hombre, completamente incompetente a estos efectos, y que lo colocan fuera de su lugar como si él pudiera juzgar a Dios. Pero, además de esto, el cristiano era aún más que el objeto de la enseñanza de Dios; él mismo era de Dios en Cristo Jesús ("Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús." 1 Corintios 1:30 - RVR1909); de Dios él tenía su vida, su ser, su posición como cristiano. Y Cristo era para él, de parte de Dios, sabiduría, justicia, santificación, y redención – todo en contraste con las pretensiones de la mente humana, con la falsa justicia de los Judíos bajo la ley, con los medios y la medida de la santificación que ello proporcionaba, y con la debilidad del hombre, cuyo último rastro Dios quitará en la liberación que Él llevará a cabo mediante Su poder en Cristo cuando Él completará la obra de Su gracia. De esta manera, nosotros somos de Dios, y Cristo es todo para nosotros de parte de Dios, para que el que se gloría pueda gloriarse en el Señor: un testimonio breve pero poderoso de lo que el Cristianismo es en sus elementos.

3 - Capítulo 2

3.1 - El poder de Dios; el fundamento sólido para la fe

Fue en este espíritu que Pablo había llegado a estar entre ellos al principio; él no juzgó adecuado saber nada entre ellos sino a Cristo [2], y Cristo en Su humillación y abatimiento, objeto de desprecio para hombres insensatos. Su palabra no era atractiva con la persuasión carnal de una elocuencia ficticia: pero era la expresión de la presencia y la acción del Espíritu, y del poder que acompañaba aquella presencia. De este modo, la fe de ellos no descansaba en las hermosas palabras del hombre, que otro más elocuente o más sutil que él pudiera trastornar, sino en el poder de Dios – un fundamento sólido para nuestras almas débiles –¡bendito sea Su nombre por este poder!

[2] Tomen nota aquí, que Pablo no dice que él juzgó adecuado no saber nada entre ellos sino la cruz, como algunas personas – y aun algunos cristianos – lo aplican erróneamente. Él juzgaría adecuado no saber nada entre ellos sino a Cristo en contraste con la filosofía entre estos Paganos, y Cristo en la forma en que estuvo más humillado, a fin de derribar la soberbia del hombre. Él continúa informándonos, que entre aquellos que fueron iniciados en el Cristianismo, él enseñaba sabiduría, pero era la sabiduría de Dios, revelada por Él, quien escudriña las cosas profundas de Dios mismo. Se trata de un abuso muy gravoso que se hace, a menudo, de este pasaje (citado, además, incorrectamente.)

3.2 - La sabiduría de Dios: la manera en que es comunicada y su recepción

1 Corintios 2:6 y ss. No obstante, una vez que el alma era enseñada y establecida en la doctrina de la salvación en Cristo, había una sabiduría de la cual el apóstol hablaba; no la sabiduría del presente siglo (o de la era actual), no la de los príncipes de este siglo, los cuales perecen con todo y su sabiduría; sino la sabiduría de Dios en misterio, un consejo secreto de Dios (revelado ahora por el Espíritu), predestinada en Su propósito estable para nuestra gloria antes de que el mundo existiese – un consejo que, con toda la sabiduría de ellos, ninguno de los príncipes de este mundo conoció. Si ellos la hubiesen conocido, no habrían crucificado a Aquel en cuya Persona todo se iba a cumplir.

El apóstol no toca el tema del misterio, porque él los tenía que alimentar como a niños, y lo menciona solamente para ponerlo en contraste con la falsa sabiduría del mundo; pero la manera en que esta sabiduría era comunicada es importante. Eso que nunca había entrado en el corazón del hombre [3], Dios lo había revelado por Su Espíritu, porque el Espíritu escudriña todas las cosas, aun las cosas profundas de Dios. Es solamente el espíritu del hombre que está en él el que conoce las cosas que él no ha comunicado. Así que nadie conoce las cosas de Dios excepto el Espíritu de Dios. Ahora bien, es el Espíritu de Dios que el apóstol y los otros vasos de revelación habían recibido, para que pudieran conocer las cosas que son dadas con liberalidad por Dios. Este es el conocimiento de las cosas mismas en los vasos de revelación. Después, este instrumento de Dios tenía que comunicarlas. Él lo hacía, no con palabras que el arte del hombre enseñaba, sino con las que el Espíritu – con las que Dios – enseñaba, comunicando cosas espirituales por medios espirituales [4]. La comunicación, al igual que la cosa comunicada, era por el Espíritu. Había aún una cosa que faltaba para que esta revelación pudiera ser poseída por otros – la recepción de estas comunicaciones. Esto requería, también, la acción del Espíritu. El hombre natural no las recibía; y ellas son discernidas espiritualmente.

[3] El pasaje es citado a menudo para demostrar que las cosas son tan grandes que uno no las puede conocer. Mientras que se trata de una cita del libro de Isaías (Isaías 64:4) escrita para demostrar que lo que no se podía conocer entonces (cuando el mal estaba allí, y se trataba al hombre conforme a lo que él era) es ahora revelado, ahora que el hombre está en la gloria en la Persona de Cristo, y el Espíritu Santo descendió para mostrarnos lo que hay allí. Cristianismo no es Judaísmo.

[4] No dudo que este es el significado del pasaje. Los medios eran de la misma naturaleza que la cosa para lo cual estos medios eran empleados (versículo 13).

3.3 - Un buen remedio para el orgullo filosófico

La fuente, el medio de comunicación, la recepción, todo era del Espíritu. Así, el hombre espiritual juzga todas las cosas; él no es juzgado por nadie. El poder del Espíritu en él, hace que su juicio sea verdadero y justo, pero le da motivos y un andar que son ininteligibles a uno que no tiene el Espíritu. Muy sencillo en cuanto a lo que se dice – nada puede ser más importante que eso que se enseña aquí. Los Corintios, ¡lamentablemente!, o bien cuando el apóstol estaba en Corinto, o en el tiempo en que él escribió esta carta, no estaban en condiciones como para que se les comunicase el misterio - una grave humillación para el orgullo filosófico de ellos, pero, por consiguiente, un buen remedio para ello.

4 - Capítulo 3

4.1 - La Asamblea vista como edificio de Dios; su firme fundamento; el hombre sobreedificando sobre este fundamento y su responsabilidad

Ellos no eran hombres naturales; sino que eran hombres carnales (no espirituales), de modo que el apóstol tenía que nutrirles con leche y no con carne, la cual era adecuada solamente para los que eran de edad plena. Aquello con lo que ellos nutrían su orgullo era una prueba de esto – sus divisiones en escuelas de doctrina. Pablo, indudablemente, había plantado; Apolos había regado. Estaba bien hecho. Pero era sólo Dios quien daba el crecimiento. Además, el apóstol había puesto el fundamento de este edificio de Dios, la asamblea en Corinto; otros habían edificado desde entonces – habían continuado la obra de la edificación de almas. Que todos presten atención. No había más que un fundamento; estaba puesto. Pero en conexión con ello, ellos podrían enseñar cosas sólidas o sin valor, y formar almas mediante las unas o las otras – incluso introducir, quizás, entre los santos, almas ganadas mediante tales vanas doctrinas. La obra sería probada, temprano o tarde, por un día de prueba. Si ellos habían trabajado en la obra de Dios con materiales sólidos, la obra permanecería firme; si no, dicha obra quedaría en nada. El efecto, el fruto del trabajo, sería destruido – el hombre que hubiera trabajado sería salvo, porque había edificado sobre el fundamento – tuvo fe verdadera en Cristo. Con todo, el sacudón causado por el fracaso de todo lo que él había pensado que era genuino [5], sería apto para que él sacuda la conciencia de su conexión con el fundamento, y la confianza en él. Él sería salvo como por fuego. Él que hubiera trabajado conforme a Dios recibiría el fruto de su labor. Si alguno corrompía el templo de Dios – si introducía aquello que destruía las verdades fundamentales, él mismo sería destruido.

[5] Observen aquí la enseñanza muy importante en cuanto a la asamblea contemplada como edificio de Dios. En Mateo 16 nosotros tenemos la edificación de Cristo, y leemos que el poder de Satanás no puede prevalecer contra él. Esta edificación continuará hasta completarse al final. De ahí que en 1 Pedro 2 y Efesios 2 nosotros no tengamos ningún obrero, y están las piedras, y el edificio crece. Se trata de la propia obra de Cristo: Él edifica, y el edificio aún no ha sido completado. Aquí se trata del edificio de Dios; pero hay un edificador, y la responsabilidad del hombre entra. Hay un sabio perito arquitecto, o pueden ser aquellos que construyen con madera, heno, y hojarasca –efectivamente, aun aquellos que corrompen. En Efesios 2 hay también un edificio actual, pero se trata del hecho visto abstractamente. Aquí la responsabilidad es declarada formalmente. La confusión entre la edificación de Cristo (no terminada aún) y la edificación del hombre, el hecho de aplicar a uno la promesa hecha a otro, la cual reposa sobre la responsabilidad del hombre y es un edificio actual en la tierra, es una gran fuente de los errores Católicos y Puseyistas. Nada puede prevalecer contra la obra de Cristo. El hombre puede edificar con madera y heno y hojarasca, y su obra será destruida, tal como lo será.

4.2 - Los obreros y la obra de ellos

El tema, entonces, es la labor ministerial, llevada a cabo mediante ciertas doctrinas, sean buenas, sin valor, o subversivas de la verdad; y los frutos que esta labor produciría. Y existen tres casos:

  1. la buena obra así como el buen obrero;
  2. la obra vana, pero el obrero salvado;
  3. el que corrompe el templo de Dios – aquí el hombre sería destruido.

4.3 - Sabiduría verdadera

1 Corintios 3:18 y ss. Finalmente, si alguien desease ser sabio en este mundo, que se haga ignorante para que llegue a ser sabio. Dios cuenta la sabiduría del sabio como insensatez, y los atrapa en su propia astucia. Pero en esto, los santos estaban por debajo de sus privilegios. Todas las cosas les pertenecían, puesto que ellos eran hijos de Dios. "Todo es vuestro" – Pablo, Apolo, todas las cosas – ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.

5 - Capítulo 4

5.1 - Administradores empleados por el Señor, provistos y juzgados por Él

En cuanto al apóstol y a los obreros, los Corintios debían considerarlos como administradores empleados por el Señor. Y era a Él a quien Pablo encomendaba el juicio de su conducta. Poco se preocupaba por el juicio que el hombre se pudiera formar con respecto a él. Él no tenía conciencia de nada malo en contra de él, pero eso no le justificaba. Aquel que le juzgaba (que le examinaba) era el Señor. Y, después de todo, ¿quién era el que le había otorgado a uno o a otro aquello que él podía usar en el servicio?

Pablo había pensado bien, al tratar este asunto, al utilizar nombres que ellos estaban utilizando en sus divisiones carnales, y esos nombres, especialmente el suyo y el de Apolos, que no podían ser utilizados para pretender que él se estaba deshaciendo de los demás para establecerse él mismo; pero, ¿cuál era el estado verdadero del caso? Ellos habían despreciado al apóstol. «Sí», él dice, «hemos sido avergonzados, despreciados, perseguidos, puestos en angustia; ustedes han estado cómodos, como reyes» – un reproche de acuerdo a las propias pretensiones de ellos, sus propios reproches – un reproche que les tocaba hasta los tuétanos, si es que les quedaba algún sentimiento. Pablo y sus compañeros habían sido como la escoria del mundo por causa de Cristo, mientras los Corintios estaban reposando rodeados de lujo y estando cómodos. Aun mientras él les escribía, esta era aún su posición. "!Ojalá", dice él "reinaseis" (es decir, que el día de Cristo ya hubiese llegado) "para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!" (1 Corintios 4:8). Él sentía sus sufrimientos, aunque los soportaba con gozo. Ellos, los apóstoles, eran enviados de parte de Dios como para ser el último gran espectáculo en esos juegos maravillosos de los cuales este mundo era el anfiteatro; y, como Sus testigos, ellos estaban expuestos a la furia de un mundo brutal. Paciencia y humildad eran sus únicas armas.

5.2 - La obra de afecto del Espíritu Santo en la Asamblea para unirlos a todos juntos

1 Corintio 4:14 y ss. No obstante, él no dijo estas cosas para avergonzarlos, él les advertía como sus hijos amados; porque ellos eran sus hijos. Aunque ellos pudieran haber tenido diez mil maestros, él los había engendrado por medio del evangelio. Que ellos, entonces, le sigan a él. Hay en todo esto una obra profunda del afecto de un noble corazón, herido con extremo, pero herido para sacar a la luz un afecto que se elevaba por encima de su pena. Es esto lo que distingue tan sorprendentemente la obra del Espíritu en el Nuevo Testamento, como en Cristo mismo. El Espíritu ha venido al seno de la asamblea, toma parte en sus aflicciones – en sus dificultades. Él llena el alma de uno que se preocupa por la asamblea [6], haciéndole sentir aquello que está sucediendo – haciéndoselo sentir conforme a Dios, pero con un corazón realmente humano. ¿Quién causaría que todo esto fuese sentido por extraños, excepto el Espíritu de Dios? Con todo, el vínculo apostólico individual se formaría, se fortalecería. La esencia de la obra del Espíritu Santo en la asamblea era unir a todos juntos de esta manera. Nosotros vemos al hombre: de lo contrario no habrían sido Pablo y sus hermanos queridos. Nosotros vemos al Espíritu Santo, a quien estos últimos (los santos en Corinto) habían contristado, sin duda, y que actúa en el primero de los nombrados (Pablo) con sabiduría divina, para guiarles en el camino correcto con todo el afecto de padre de ellos en Cristo. Timoteo, su hijo en la fe y en el corazón, podría enfrentar el caso. Pablo lo había enviado; Pablo mismo estaría allí pronto. Algunos decían, «No, él no vendrá», y toman la ocasión para magnificarse ellos mismos en ausencia del apóstol; pero él mismo vendría y pondría todo a prueba; porque el reino de Dios no consistía en palabras, sino en poder. ¿Querían ellos que él viniese con una vara, o en amor?

[6] "El Espíritu une también su ayuda a nuestra debilidad." (Romanos 8:26 - Traducción de la versión del NT en Inglés de J. N. Darby).

Aquí finaliza esta parte de la epístola. ¡Muestra admirable de ternura y autoridad! – de autoridad lo suficiente segura de sí misma de parte de Dios, para poder actuar con perfecta ternura hacia aquellos que eran completamente queridos para él, en la esperanza de no verse obligada a ejercitarse ella misma de otra manera. Las verdades más poderosas son desplegadas al hacerlo así.

6 - Capítulo 5

6.1 - Condenación del mal sin reserva; el propósito de la necesaria disciplina

El apóstol comienza a tratar los detalles de la conducta y de la disciplina; y, antes que nada, la contaminación carnal llevada a cabo en medio de ellos hasta el último grado de dureza de conciencia. Aquellos que buscaban su propia influencia personal como maestros, les permitían continuar en ellos. Él condena esto sin reserva. La disciplina sigue a continuación; porque Cristo había sido ofrecido como el Cordero Pascual, y ellos debían celebrar la fiesta sin levadura, guardándose de la vieja levadura; para que pudieran ser, de hecho, lo que ellos eran delante de Dios – una masa sin levadura. En cuanto a la disciplina, había de llevarse a cabo de la siguiente manera: antes de que ellos supiesen que era su deber remover al perverso, y que Dios les había dado el poder y había impuesto sobre ellos la obligación de hacerlo, un sentido moral del mal debía, a lo menos, haberles conducido a humillarse delante de Dios, y a orar para que Él lo hubiese quitado. Por el contrario, ellos estaban envanecidos con soberbia. Pero ahora el apóstol les enseña lo que se debía hacer, y lo hace cumplir con toda su autoridad apostólica. Él estaba ausente en cuerpo pero presente en espíritu, y con el poder del Señor Jesucristo, estando ellos reunidos, para entregar al tal a Satanás; pero como un hermano para destrucción de la carne, para que su espíritu pudiera ser salvo en el día de Cristo.

6.2 - La enemistad del adversario utilizada para la bendición espiritual del santo; el deber de la Asamblea en la disciplina

1 Corintios 5:4 y ss. Aquí se muestra todo el poder de la asamblea en su condición normal, unido a la energía apostólica y conducido por dicha energía. Sus miembros, el apóstol, instrumento y canal del poder del Espíritu, y el poder del propio Señor Jesús, la Cabeza del cuerpo. Ahora bien, el mundo es el teatro del poder de Satanás; la asamblea, liberada de su poder, es la habitación de Dios por el Espíritu. Si el enemigo había tenido éxito apartando un miembro de Cristo por medio de la carne, de modo que él deshonra al Señor andando según la carne como los hombres del mundo lo hacen, él es puesto fuera, y por el poder del Espíritu, como era ejercido en ese entonces en medio de ellos por el apóstol, él es entregado al enemigo, quien es, muy a pesar de él mismo, siervo de los propósitos de Dios (como en el caso de Job), para que la carne del cristiano (la cual, a partir del hecho de que él no es capaz de reconocerla como estando muerta, le había llevado a estar, moralmente, bajo el poder de Satanás) debía ser destruida físicamente y derribada. Así, él sería librado de las ilusiones en las cuales la carne le mantenía cautivo. Se mente aprendería cómo discernir la diferencia entre el bien y el mal, a conocer lo que era el pecado. El juicio de Dios sería llevado a cabo dentro de él, y no sería ejecutado sobre él en aquel día cuando este juicio sería definitivo para condenación de aquellos que habrían de experimentarlo. Esto era una gran bendición, aunque su forma era terrible. ¡Maravilloso ejemplo del gobierno de Dios, el cual utiliza la enemistad del adversario contra los santos como un instrumento para bendición espiritual de ellos! Tenemos tal caso plenamente presentado ante nosotros en la historia de Job. Sólo que aquí tenemos, adicionalmente, la demostración de que en su estado normal, estando allí el poder apostólico [7], la propia asamblea ejerció este juicio, teniendo discernimiento por el Espíritu y la autoridad de Cristo para hacerlo. Además, independientemente de cuál sea la capacidad espiritual de la asamblea para manejar esta espada del Señor (pues esto es poder), su deber positivo y común es declarado al final del capítulo.

[7] El apóstol solo (1 Timoteo 1:20) ejerce este poder en cuanto a ciertos blasfemadores. Se trata de poder, no de un mero deber, y es importante distinguir claramente los dos: aunque el apóstol lo hizo aquí en la asamblea y estando ella reunida, con todo, él dice, "he juzgado al que tal cosa ha hecho… el tal sea entregado a Satanás." (1 Corintios 5:3, 5). En el versículo 13, nosotros tenemos el deber positivo de la asamblea sin el asunto del poder especial.

6.3 - La Asamblea contemplada colectivamente como una masa sin levadura; su consiguiente responsabilidad de juzgar a los de adentro

1 Corintios 5:6 y ss. La asamblea era una masa sin levadura, considerada en el Espíritu como una asamblea, y no individualmente. Es de esta manera, que nosotros debemos contemplarla, pues es solamente en el Espíritu que ello es así. La asamblea es vista por Dios como estando delante de Él en la nueva naturaleza en Cristo. Así debía estar ella en la práctica por el poder del Espíritu, pese a la existencia de la carne, a la cual, por medio de la fe, ella debería considerarla muerta, y no permitir nada en su andar que sea contrario a este estado. La asamblea debía ser una "nueva masa", y no lo era si se permitía el mal, y, por consiguiente, ella misma debía limpiarse de la vieja levadura, porque ella es sin levadura en los pensamientos de Dios. Tal es su posición delante de Dios. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado por nosotros: por lo tanto, nosotros debemos celebrar la fiesta con el pan sin levadura de sinceridad y de verdad. Por tanto, ellos hacían mal al jactarse mientras este mal estaba en medio de ellos, por muy grandes que pudieran ser sus dones. Un poco de levadura leuda toda la masa. El mal no se ligaba solamente a aquel hombre, el cual era culpable personalmente de él. La asamblea no estaba limpia hasta que el mal fuera quitado (2 Corintios 7:11). Ellos mismos no se podían disociar, en la relación de vida cotidiana, de todos aquellos que, en el mundo, andaban en forma corrupta, pues en ese caso ellos deberían haber salido del mundo. Pero si alguno se llamaba a sí mismo "hermano" y andaba en esta corrupción, con un tal ellos ni siquiera debían comer. Dios juzga a los que están fuera. La propia asamblea debe juzgar a aquellos que están dentro, y quitar todo lo que debe recibir el nombre de "perverso".

7 - Capítulo 6

7.1 - Agravios; una moralidad inmutable y el orden y la disciplina eclesiásticos

El capítulo 6:1-11 trata el asunto de los agravios. Era vergonzoso que aquellos que iban a juzgar el mundo y los ángeles fueran incapaces de juzgar los ínfimos asuntos de este mundo. Que los de menor estima en la asamblea sean empleados en este servicio. "Si tuviereis, pues, pleitos sobre negocios de este mundo, tomad por jueces, antes que a infieles, a los más ínfimos de la Iglesia." (2 Corintios 6:4 - TA). Ellos más bien debían soportar el agravio, mientras que ellos mismos se agraviaban. Pero los malos y los injustos ciertamente no heredarán el reino.

7.2 - Los dos peligros que amenazan en Corinto; verdadera libertad en cuanto a los alimentos

Qué maravillosa mezcla tenemos aquí de asombrosas revelaciones, de una moralidad que es inmutable independientemente de cuál sea la supremacía divina de la gracia, y del orden y la disciplina eclesiásticos. La asamblea está unida a Cristo. Cuando Él juzgará al mundo y pronunciará la condenación de los ángeles, ella estará asociada con Él y tomará parte en Su juicio, porque ella tiene Su Espíritu y Su mente. Sin embargo, nada que sea injusto entrará en aquel reino, pues, en efecto, ¿cómo podría el mal ser juzgado por cualquiera que se complaciera en él? Los cristianos no deberían acudir a un tribunal mundano para buscar justicia, sino que deben recurrir al arbitraje de los hermanos – un servicio que, entrando tan poco en la espiritualidad cristiana, era adecuado para el más débil de entre ellos. Además, la cosa apropiada era, más bien, sufrir el agravio. Sea como fuera, los injustos no heredarán el reino. El Judaísmo, que se complacía en una santidad carnal de regulaciones externas, y el espíritu del mundo con la conformidad a sus maneras, eran los dos peligros que amenazaban a la asamblea en Corinto – peligros, efectivamente, que existen para el corazón del hombre en todas las épocas y en todos los lugares. Con respecto a los alimentos la norma es simple: una libertad perfecta, puesto que todo es permitido – libertad verdadera, en que no estamos esclavizados por ninguna de estas cosas. Los alimentos y el estómago, como estando en relación los unos con el otro, han de perecer igualmente; el cuerpo tiene un destino más elevado – es para el Señor, y el Señor para él. Dios ha levantado a Cristo de los muertos, y Él nos levantará mediante Su poder. El cuerpo pertenece a esto y no a los alimentos.

7.3 - El cuerpo del cristiano es para Cristo; los dos poderosos motivos para la santidad

1 Corintios 6:15 y ss. Pero la doctrina de que el cuerpo es para Cristo decidía otro asunto que las costumbres depravadas de los Corintios habían hecho surgir. Se prohíbe toda fornicación. Para nosotros, con nuestros actuales hábitos de mente cristianos, se trata de una cosa evidente – para los Paganos, una cosa nueva; pero la doctrina exalta todo asunto. Nuestros cuerpos son miembros de Cristo. Otra verdad relacionada con esto es de gran importancia: si (mediante la unión según la carne) dos eran un cuerpo, aquel que está unido al Señor es un espíritu. El Espíritu cuya plenitud está en Cristo es el mismo Espíritu que mora en mí y me une a Él. Nuestros cuerpos son Sus templos. ¡Qué poderosa verdad cuando pensamos en ella!

Además, nosotros no somos dueños de nosotros mismos (1 Corintios 6:19), sino que fuimos comprados a gran precio – la sangre de Cristo ofrecida por nosotros. Por lo tanto, debemos glorificar a Dios en nuestros cuerpos, los cuales son de Él – motivo poderoso y universal, que gobierna la conducta completa sin excepción. Nuestra verdadera libertad es pertenecer a Dios. Todo lo que es para nosotros mismos es robado de los derechos de Aquel que nos ha comprado para Él. Todo lo que un esclavo era, o ganaba, era propiedad de su amo; él no era dueño de sí mismo. Así era con respecto al cristiano. Fuera de eso, él se constituye en un miserable esclavo del pecado y de Satanás – el egoísmo es su norma, y su fin es el eterno destierro de la fuente de amor. ¡Horrible pensamiento! En Cristo, nosotros somos los objetos y los vasos especiales de aquel amor. Tenemos aquí dos poderosos motivos para la santidad: el valor de la sangre de Cristo, en la que hemos sido comprados; y también el hecho de que somos templos del Espíritu Santo.

8 - Capítulo 7

8.1 - El matrimonio cristiano; el consejo de la experiencia y el mandamiento del Señor

1 Corintios 7:1 y ss. El apóstol prosigue respondiendo una pregunta en conexión con el tema que él había estado tratando – la voluntad de Dios con respecto a la relación entre el hombre y la mujer. Hacen bien quienes se quedan fuera de esta relación para andar con el Señor conforme al Espíritu, y no ceden en nada a la naturaleza de ellos. Dios había instituido el matrimonio – ¡ay de aquel que habría de hablar mal de él! Pero el pecado ha entrado, y todo lo que es de la naturaleza, de la criatura, está estropeado. Dios ha introducido un poder completamente por sobre la naturaleza y fuera de ella – el poder del Espíritu. Andar según ese poder es la cosa mejor; es andar fuera de la esfera en la cual el pecado actúa. Pero ello es raro; y los pecados positivos son, en su mayor parte, el resultado de colocarse aparte de lo que Dios ha ordenado conforme a la naturaleza. Entonces por esta razón, en general, cada hombre debería tener su propia mujer: y una vez formada la unión, él ya no tenía poder sobre sí mismo. En cuanto al cuerpo, el marido pertenecía a su mujer, y la mujer a su marido. Si, por mutuo consentimiento, ellos se separaban por un tiempo para que pudiesen entregarse a la oración y a ejercicios espirituales, el vínculo debía ser reconocido de nuevo inmediatamente, para evitar que el corazón, no gobernándose a sí mismo, proporcionase a Satanás ocasión para entrar y angustiar el alma, y destruir su confianza en Dios y en Su amor – para que él no hubiera de tentar mediante dudas angustiantes (ello es para, no por la incontinencia) un corazón que aspiró a demasiado, y fracasó en ello.

1 Corintios 7:6 y ss. Este permiso, no obstante, y esta instrucción que recomendaba a los cristianos casarse, no era un mandamiento del Señor, dado por inspiración, sino el fruto de la experiencia del apóstol – una experiencia que no carecía de la presencia del Espíritu Santo [8]. Él preferiría que todos fuesen como él mismo; pero cada uno había recibido, con respecto a esto, de parte de Dios su propio don. Al soltero y a las viudas les es bueno, él dice, quedarse como él mismo estaba; pero si ellos no podían someter su naturaleza y permanecer en tranquila pureza, era mejor casarse. La insumisión del deseo era más dañina que el vínculo del matrimonio. Pero al cuanto al matrimonio mismo, ya no había más lugar para el consejo de la experiencia, el mandamiento del Señor era positivo. La mujer no debía separarse del hombre, ni el hombre de la mujer; y si ellos se separaban, el vínculo no se rompía; ellos debían permanecer sin casarse o, de lo contrario, reconciliarse.

[8] Noten aquí que hemos distinguido formalmente lo que los incrédulos de la escuela moderna han procurado confundir, a saber, pensamientos espirituales como hombre, e inspiración. El apóstol expone sus pensamientos y su juicio como un hombre espiritual, estando su mente animada y guiada por el Espíritu, y lo pone en contraste con la inspiración y lo que el Señor decía. ¡Cuán maravillosamente el Señor ha provisto para todas las cosas en la Escritura! (Comparen con 1 Corintios 7:25.)

8.2 - El marido o la mujer que no son creyentes

1 Corintios 7:12 y ss. Pero había un caso más complicado, a saber, cuando el hombre era convertido y la mujer no convertida, o viceversa. Conforme a la ley, un hombre que se había casado con una mujer de los Gentiles (y era, por consiguiente, profana e inmunda) se contaminaba a sí mismo, y estaba obligado a despedirla; y sus hijos no tenían ningún derecho a los privilegios Judíos; ellos eran rechazados como inmundos (vean Esdras 10:3). Pero bajo la gracia era exactamente lo contrario. El marido convertido santificaba a la mujer, y viceversa, y sus hijos eran reconocidos como limpios delante de Dios; ellos tenían parte en los derechos eclesiásticos de sus padres. Este es el sentido de la palabra "santos" (1 Corintios 7:14), en conexión con el asunto del orden y de la relación exterior para con Dios, lo cual era sugerido por la obligación bajo la ley de despedir mujer e hijos en un caso similar. Así, los creyentes no debían despedir a su mujer, ni abandonar a un marido no creyente. Si el incrédulo abandonaba definitivamente al creyente, este último (hombre o mujer) era libre – "sepárese" o, «que se separe» (1 Corintios 7:15). El hermano ya no estaba obligado a considerar a aquella que le había abandonado como su mujer, ni la hermana estaba obligada a considerar al hombre que la había abandonado como su marido. Pero ellos eran llamados a vivir en paz, y no a buscar esta separación, porque ¿cómo sabía el creyente si él no iba a ser el medio de la conversión del no creyente? Porque estamos bajo la gracia. Además, cada uno debía andar como Dios le había asignado.

8.3 - La ocupación y la posición del cristiano en este mundo

1 Corintios 7:18 y ss. En lo que respecta a las ocupaciones y posiciones en este mundo, la norma general era que cada uno debía continuar en el estado en el cual él fue llamado; pero ello debe ser "para con Dios" (1 Corintios 7:24) – no haciendo nada que no fuese para Su gloria. Si su estado era en sí mismo de una naturaleza contraria a Su voluntad, ello era pecado; claramente él no podía permanecer en él para con Dios. Pero la norma general era permanecer y glorificar a Dios en ello.

8.4 - El parecer del apóstol en cuanto a los solteros

1 Corintios 7:25 y ss. El apóstol había hablado del matrimonio, de los solteros y de las viudas; se le había preguntado también con respecto a aquellos que jamás habían entrado en relación alguna con mujer. Él no tiene mandamiento de parte del Señor acerca de este punto. Él podía presentar solamente su parecer como uno que había recibido misericordia del Señor para ser fiel (o, "para ser digno de confianza", como rezan otras traducciones de la Santa Biblia al Español - N. del T.). Era bueno permanecer en esa condición, viendo lo que el mundo era y las dificultades de una vida cristiana. Si ellos estaban ligados a una mujer, que no procuren soltarse. Si estaban libres, ellos harían bien en permanecer así. De este modo, ellos hacían bien si se casaban; y no casándose lo hacían mejor. Aquel que no había conocido mujer no pecaba si se casaba, pero tendría tribulación en la carne en su vida aquí abajo. (Se observará que no se habla aquí de la hija de un cristiano, sino de su propia condición personal.) Si él permanecía firme, y tenía poder sobre su propia voluntad, este era el mejor modo de obrar; con todo, si él se casaba, hacía bien; si él no se casaba, era mejor. Lo mismo era con respecto a una mujer; y si el apóstol dijo que según su parecer ello era mejor, él tenía el Espíritu de Dios (1 Corintios 7:40). Su experiencia – si bien él no tenía mandamiento – no había sido adquirida sin el Espíritu, sino que era la de un hombre que podía decir (si es que alguien tenía derecho a decirlo) que él tenía el Espíritu de Dios.

8.5 - Sirviendo al Señor sin distracción

Además, el tiempo era corto: los casados debían ser como no teniendo mujer; los que compran, como no teniendo ninguna posesión; los que disfrutaban de este mundo, no debían disfrutarlo como si fuera de ellos. Solamente que el apóstol querría que ellos no tuvieran inquietudes ni distracciones, para que pudieran servir al Señor. Si en ellos, reconociéndose ellos mismos como estando muertos a la naturaleza, este efecto no se producía, ellos no ganaban nada, ellos sufrían perdida por ello. Cuando se casaban ellos se preocupaban de las cosas de abajo, para complacer a sus mujeres y para proveer para sus hijos. Pero ellos disfrutaban de una mente reposada, en la cual la naturaleza no reclamaba sus derechos con una voluntad que ellos no habían podido silenciar, y la santidad de andar y de corazón era mantenida. Si la voluntad de la naturaleza era subyugada y silenciada, ellos servían al Señor sin distracción, vivían según el Espíritu y no según la naturaleza, aun en aquellas cosas que Dios había ordenado como buenas con respecto a la naturaleza.

8.6 - Instrucciones para los esclavos: excepciones a la norma general de continuar en el estado en que somos llamados

1 Corintios 7:20 y ss. En cuanto al esclavo, él podía consolarse como siendo liberto del Señor; pero (viendo la dificultad de reconciliar la voluntad de un pagano, o incluso de un amo no espiritual, con la voluntad de Dios) si él podía obtener su libertad, él debía abrazar la oportunidad.

8.7 - Una nueva energía sobrenatural; la inspiración y la experiencia propia del apóstol son distinguidas con precisión

Dos cosas nos impactan aquí de pasada:

  1. la santidad que emana de todas estas instrucciones con respecto a lo que toca tan de cerca los deseos de la carne. Las instituciones de Dios, formadas para el hombre cuando era inocente, son mantenidas en toda su integridad, en toda su autoridad, siendo ahora una salvaguardia contra el pecado al que el hombre es incitado por su carne. El Espíritu introduce una nueva energía sobrenatural, que en manera alguna debilita la autoridad de la institución. Si alguno puede vivir por sobre la naturaleza para servir al Señor en libertad, ello es un don de Dios – una gracia de la cual él hace bien sacándole provecho.
  2. Un segundo principio muy importante emana de este capítulo. El apóstol distingue con precisión entre lo que él tiene por inspiración, y su propia experiencia espiritual – lo que el Espíritu le dio en conexión con los ejercicios de su vida individual – sabiduría espiritual, no obstante lo elevada que pudiera ser. Él no tenía mandamiento del Señor acerca de ciertos puntos. Él presentó la conclusión a la que había llegado, a través de la ayuda del Espíritu de Dios, en una vida de notable fidelidad, y auxiliado por el Espíritu a quien él contristó muy poco. Pero no era un mandamiento del Señor.

Acerca de otros puntos que él no exceptuó de este modo, debía recibirse como el mandamiento del Señor (comparen con 1 Corintios 14:37). Es decir, él afirma la inspiración, adecuadamente llamada así, de sus escritos – ellos debían ser recibidos como emanando del Señor mismo – distinguiendo esta inspiración de su propia competencia espiritual, siendo esto un principio de importancia trascendental.

9 - Capítulo 8

9.1 - Alimentos ofrecidos a los ídolos; el valor del conocimiento cristiano verdadero

1 Corintios 8:1 y ss. Después de lo comentado arriba, el apóstol responde la pregunta referente a los alimentos ofrecidos a los ídolos, lo cual brinda la ocasión para unas pocas palabras acerca del valor del conocimiento. Simplemente como conocimiento, este no vale nada. Si nosotros lo consideramos como un conocimiento que poseemos, esto sólo nos hace envanecernos; se trata de algo en mí, de mi conocimiento. El conocimiento cristiano verdadero revelaba algo en Dios. Mediante lo que está revelado, Dios, mejor conocido, se hacía más grande para el alma. La cosa conocida estaba en Él, y no un conocimiento en mí mediante el cual yo me engrandeciera a mí mismo. Aquel que ama a Dios es conocido por Él. En cuanto a la pregunta misma, el amor lo decidía. Puesto que una pregunta semejante había surgido, era evidente que todas las conciencias no eran traídas a la luz plena mediante la comprensión espiritual. Ahora bien, indudablemente el ídolo era nada: no había más que un Dios, el Padre; y un Señor, Jesucristo. Pero si el que era fuerte se sentaba a la mesa en el templo del ídolo, otro que no tenía luz plena sería estimulado a hacer lo mismo, y su conciencia sería infiel y contaminada. De este modo yo conduzco al pecado, y, en cuanto a lo que depende de mí, yo arruino a un hermano por quien Cristo murió. Yo peco contra Cristo mismo al hacer esto. Así, si el alimento hace que un hermano tropiece, yo me abstendré completamente de él en lugar de ser una trampa para él. El apóstol trata aquí el asunto como surgiendo entre los hermanos, como aquello que involucra la conciencia de cada uno, escogiendo mantener en toda su fuerza la verdad de que, de hecho, un ídolo era nada más que pedazo de madera o piedra. Era importante establecer el asunto sobre este terreno. Los profetas lo habían hecho así anteriormente. Pero esto no fue todo lo que había que decir. Se debía explicar el obrar de Satanás y de los espíritus malos, y él lo hace más adelante.

9.2 - La posición suprema de Dios y de nuestro Señor contrastada con los muchos dioses paganos; considerando al débil al comer alimentos ofrecidos a los ídolos

Podemos señalar, de paso, la expresión, "para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre,…; y un Señor, Jesucristo." (1 Corintios 8:6). El apóstol no trata aquí el asunto abstracto acerca de la divinidad del Señor, sino la conexión de los hombres con aquello que estaba sobre ellos en ciertas relaciones. Los paganos tenían muchos dioses, y muchos señores, seres intermediarios. No así los cristianos. Para ellos es el Padre morando en lo absoluto de la divinidad, y Cristo quien, hecho hombre, ha tomado el lugar y la relación de Señor para con nosotros. El tema es la posición, y no la naturaleza. Es la misma cosa en 1 Corintios 12:2-6, donde el contraste es con la multitud de espíritus que los paganos conocían, y los varios dioses y señores. No obstante, no todos se habían liberado, de hecho, de la influencia de falsos dioses sobre su imaginación. Ellos eran aún, quizás, a pesar de él mismo, algo para él. Él tenía conciencia del ídolo, y si él comía lo que se le había sacrificado, para él ello no era simplemente lo que Dios había dado para alimentarse. La idea de la existencia de un ser real y poderoso tenía un lugar en su corazón, y así, su conciencia se contaminaba. Ahora bien, ellos no eran mejores a los ojos de Dios por haber comido, y comiendo, ellos habían puesto una piedra de tropiezo en el camino del hermano, y, por lo que respecta al acto de aquellos que tenían plena luz, le habían arruinado contaminando su conciencia y enajenándole de Dios en infidelidad. Esto era pecar contra Cristo, quien había muerto por esa alma preciosa. Si Dios intervenía para protegerle del resultado de esta infidelidad, eso de ningún modo disminuía el pecado de aquel que condujo al débil a actuar contra su conciencia. En sí mismo, aquello que nos separa de Dios nos arruina en aquello que concierne a nuestra responsabilidad. De este modo, aquel que tiene el amor de Cristo en su corazón preferiría no comer carne jamás en lugar de hacer aquello que haría que un hermano fuese infiel, y tendiera a arruinar un alma que Cristo ha redimido.

10 - Capítulo 9

10.1 - El ministerio y la libertad de Pablo; siervo de todos por causa del evangelio

El apóstol se exponía a las acusaciones de falsos maestros, quienes afirmaban que él llevaba a cabo su evangelización y sus labores por motivos interesados, y que se apropiaba de los bienes de los cristianos, aprovechándose de su ministerio. Él habla, por lo tanto, de su ministerio. Él declara abiertamente que él es un apóstol, un testigo de la gloria de Cristo, habiendo visto al Señor. Además, si él no era un apóstol para los demás, indudablemente él lo era para los Corintios, porque ellos se habían convertido por medio de él. Ahora bien, la voluntad del Señor era que los que predicaban el evangelio viviesen del evangelio. Él tenía derecho de llevar con él una hermana como su esposa, así como lo hacía Pedro, y los hermanos del Señor. No obstante, él no había hecho uso de este derecho. Constreñido a predicar el evangelio por el llamamiento del Señor, y ¡ay de él si no lo hacía! Su gloria era hacerlo gratuitamente, para quitarle toda ocasión a aquellos que la buscaban. Porque, siendo libre de todos, él se había hecho siervo de todos, para que pudiera ganar a tantos como él pudiese. Observen que esto era en su servicio; no se trataba de que él se acomodaba al mundo, para escapar del tropiezo (u ofensa, o escándalo) de la cruz. Él presenta esto claramente (1 Corintios 2:2); pero al predicarlo, él se adaptaba a la capacidad religiosa y a los maneras de pensamiento pertenecientes a los unos y a los otros, para ganar acceso para la verdad en sus mentes; y él hacía lo mismo en sus modos de conducta entre ellos. Se trataba del poder del amor que se negaba a sí mismo en todas las cosas, para ser siervo de todos, y no del egoísmo que se complacía a sí mismo bajo la pretensión de ganar a otros. Él hacía esto con respecto a todos por causa del evangelio, deseando, como él decía, ser copartícipe de él, pues él lo personifica como haciendo la obra del amor de Dios en el mundo.

10.2 - El curso del apóstol como cristiano antes que nada, y luego como predicador; advertencia y distinción entre la participación en ordenanzas cristianas y la salvación

Era así como ellos debían correr; y, para correr de este modo, uno debe negarse a sí mismo. Era así como el apóstol actuaba. Él no corría con pasos inciertos, como uno que no veía el fin verdadero, o que no lo perseguía verdaderamente, evidentemente, conforme a su naturaleza. Cada uno podía juzgar por su andar. Él no jugaba como un hombre que golpea el aire - la proeza fácil. Al buscar lo que era santo y glorioso, él conoció las dificultades que él afrontaba en el conflicto personal con el mal que procuraba obstruir su victoria. Como un vigoroso luchador, él tenía en sujeción su cuerpo, el cual le habría obstaculizado. Había realidad en su carrera en pos del cielo: él no toleraría nada que se opusiera a ello. Predicar a los demás no era todo. Él podía hacer eso, y ello podía ser, con respecto a él mismo, un trabajo en vano; él podía perder todo – es decir, ser él mismo rechazado después, si no era, personalmente, un cristiano. Antes que nada él era un cristiano, y después un predicador, y era un buen predicador, debido a que él era, primeramente, un cristiano. Así, también, (ya que el comienzo de 1 Corintios 10 se relaciona con el final de 1 Corintios 9), los demás podían hacer una profesión, participar de las ordenanzas de iniciación y de las demás ordenanzas, tal como él podía ser un predicador, y después de todo, no ser reconocido por Dios. Esta advertencia es un testimonio a la condición a la que, a lo menos en parte, la asamblea de Dios ya se había reducido: una advertencia siempre útil, pero que da por sentado que aquellos que llevan el nombre de cristianos, y han participado de las ordenanzas de la iglesia, ya no inspiran esa confianza que los recibiría sin duda alguna como las ovejas verdaderas de Cristo. El pasaje distingue entre la participación en las ordenanzas cristianas y la posesión de la salvación: una distinción que es siempre verdadera, pero que no se necesita hacer cuando la vida cristiana es resplandeciente en aquellos que tienen parte en los privilegios exteriores de la asamblea.

11 - Capítulo 10

11.1 - Los modos de obrar de Dios con Israel para nuestra enseñanza

El apóstol presenta después a los Corintios, los modos de obrar de Dios con Israel en el desierto, como enseñanza con respecto a Sus modos de obrar con nosotros, declarando que las cosas que les sucedieron a ellos eran tipos o figuras que sirven como modelos para nosotros: un principio importante, y uno que debería ser comprendido claramente, para beneficiarse de él. No es Israel quien es la figura, sino lo que le sucedió a Israel – los modos de obrar de Dios con Israel. Las cosas mismas le sucedieron a Israel; ellas fueron escritas para nuestra enseñanza, para quienes nos hallamos al final de las dispensaciones de Dios. Lo que seguirá a continuación serán los juicios de Dios, cuando estos ejemplos ya no servirán más para la vida de fe.

11.2 - Responsabilidad cristiana; fidelidad de Dios

1 Corintios 10:12 y ss. A continuación, se establecen dos principios que tienen también gran importancia práctica: "Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga." (1 Corintios 10:12 - LBLA). Esta es nuestra responsabilidad. Tenemos, por otra parte, la fidelidad de Dios. Él no nos permite ser tentados más allá de nuestra fuerza, sino que provee un camino de escape a fin de que no tropecemos.

11.3 - Idolatría; asociación y comunión; la cena del Señor y la mesa de los demonios

1 Corintios 10:14 y ss. Él manda, con respecto a la idolatría, ese temor santo que evita la ocasión de hacer el mal, la ocasión de caer. Hay asociación y comunión por medio de la mesa de la cual nosotros participamos con lo que está sobre ella; y nosotros cristianos, siendo muchos, somos un solo pan y un solo cuerpo [9], puesto que compartimos el mismo pan en la cena del Señor. Los que Israel comían de los sacrificios participaban del altar - se identificaban con el altar. De igual manera lo hacían los que comían del alimento del ídolo ya que ellos se identificaban con el ídolo a quien se le ofrecía. Al decir esto, ¿se quería dar a entender que el ídolo era algo? No. Pero como está escrito (Deuteronomio 32), "lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios." (1 Corintios 10:20). ¿Debía, entonces, un cristiano, participar de la mesa de los demonios? La mesa era la mesa de los demonios, la copa era la copa de los demonios – un importante principio para la asamblea de Dios. ¿Provocaría uno al Señor poniéndole a Él en un nivel junto con los demonios? Nuevamente se hace alusión a Deuteronomio 32:21. El apóstol repite el principio ya establecido, a saber, que él tenía libertad en todo aspecto, pero que, por una parte, él no se pondría bajo el poder de ninguna cosa, y, por la otra, siendo libre, él usaría su libertad para el bien espiritual de todos. Para seguir esta norma, estas son sus instrucciones: Ellos debían comer cualquier cosa que se vendiera en el mercado sin preguntar nada por motivos de conciencia. Si alguien decía, «Esto fue sacrificado a los ídolos», ello era la demostración de que él tenía conciencia de un ídolo. Entonces, ellos no debían comer de eso, por causa de su conciencia. Porque en cuanto al que era libre, su libertad no podía ser juzgada por la conciencia del otro; porque, en cuanto a doctrina, y donde había conocimiento, el apóstol reconoce como una verdad el hecho de que el ídolo era nada. La creación era sencillamente la creación de Dios. Yo mismo debería evitar la comunión con lo que fuese falso, especialmente en aquello que se relaciona con la comunión con Dios mismo. Yo debería negarme a mí mismo la libertad que la verdad me dio, antes que herir la conciencia débil de los demás.

[9] El apóstol llega aquí al círculo interior del cuerpo de Cristo, la verdadera asamblea de Dios unida por el Espíritu Santo, de lo cual la cena del Señor es la expresión.

11.4 - Haciendo todo para la gloria de Dios

1 Corintios 10:31 y ss. Además en todas las cosas, incluso en el comer y el beber, tenemos que ver la gloria de Dios, y hacer todo para Su gloria; sin ofender al usar nuestra libertad, ya sea al Judío o al Gentil, o a la asamblea de Dios; siguiendo el ejemplo del apóstol, quien, negándose a sí mismo, procuraba agradar a todos para edificación de ellos.

12 - Capítulo 11

12.1 - La presencia y la acción del Espíritu Santo; la conducta apropiada en las asambleas

Habiendo entregado estas normas en respuesta a cuestiones de detalle, él se vuelve a aquello que concernía a la presencia y acción del Espíritu Santo; lo cual también introduce el tema de la conducta apropiada para ellos en sus asambleas. Observen aquí la manera en que el apóstol fundamentó sus respuestas con respecto a los detalles sobre los principios más elevados y fundamentales. Esta es la manera del Cristianismo (comparen con Tito 2:10-14). Él introduce a Dios y el amor, colocando al hombre en conexión con Dios mismo. En lo que sigue a continuación, nosotros tenemos, también, un sorprendente ejemplo de esto. El tema es una instrucción para las mujeres.

12.2 - Instrucción para las mujeres; la cabeza cubierta de la mujer en oración; el orden de la creación

Ellas no debían orar sin tener sus cabezas cubiertas. Para decidir este asunto, sencillamente acerca de lo que era decente y apropiado, el apóstol expone la relación y el orden de la relación subsistiendo entre los depositarios de la gloria de Dios y Él mismo [10], e introduce a los ángeles, a quienes los cristianos, como un espectáculo colocado delante de ellos, debían presentar lo perteneciente al orden según la mente de Dios. La cabeza de la mujer es el hombre; la del hombre es Cristo; la de Cristo, es Dios. Este es el orden del poder, ascendiendo a Él, quien es supremo. Y entonces, con respecto a sus relaciones entre ellos, él añade que el hombre no fue creado para la mujer, sino la mujer para el hombre. Y en cuanto a sus relaciones con las demás criaturas, inteligentes y conscientes del orden de los modos de obrar de Dios, ellas debían estar cubiertas por causa de los ángeles, quienes son espectadores de los modos de obrar de Dios en la dispensación de la redención, y de los resultados que esta maravillosa intervención debía producir. En otra parte (vean la nota bajo este párrafo) se añade, con referencia a la historia de lo que sucedió, que el hombre no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, transgredió primero. Agreguemos – a partir del pasaje que estamos considerando – que, en cuanto a la creación, el hombre no fue tomado de la mujer, sino la mujer del hombre. No obstante, el hombre no existe aparte de la mujer, ni la mujer existe aparte del hombre ("No obstante, en el Señor ni el hombre existe aparte de la mujer, ni la mujer existe aparte del hombre." 1 Corintios 11:11 - RVA); pero todas las cosas son de Dios; – y todo esto para regular un asunto de modestia en cuanto a la mujer, cuando estuviesen en oración delante de los ojos de los demás [11]. El resultado – en lo que concierne a los detalles – es que el hombre debía tener su cabeza descubierta, debido a que él representaba a la autoridad, y en este respecto él estaba investido (en cuanto a su posición) con la gloria de Dios, de quien él era la imagen. La mujer debía tener su cabeza cubierta, como una señal de que ella estaba sujeta al hombre (siendo su cobertura una señal del poder al cual ella se sujetaba) El hombre, sin embargo, no podía prescindir de la mujer, ni la mujer del hombre. Finalmente el apóstol apela al orden de la creación, conforme al cual el cabello de una mujer, su gloria y ornamento, mostraba, en contraste con el cabello del hombre, que ella no fue hecha para presentarse delante de todos con el denuedo del hombre. Su cabello, dado como un velo, mostraba esa modestia, esa sumisión – una cabeza cubierta que se ocultaba, por decirlo así, en esa sumisión y en esa modestia - era su posición verdadera, su gloria distintiva. Además, si alguno refutaba el punto, esto era una costumbre que ni el apóstol ni las asambleas permitían.

[10] En 1 Timoteo 2:11-15, el efecto moral de las circunstancias de la caída es introducido, como dándole a la mujer su lugar verdadero en la asamblea con respecto al hombre.

[11] No hemos llegado, hasta ahora, al orden en la asamblea. Eso comienza con el versículo 17.

12.3 - El orden divino en la creación es la expresión de la mente de Dios; los hombres como espectáculo a los ángeles

Observen aquí, también, que independientemente del hecho de que el hombre pueda haber caído, el orden divino en la creación no pierde jamás su valor como expresión de la mente de Dios. Así también, en la epístola de Santiago, se dice que el hombre es creado a imagen de Dios. En cuanto a su condición moral, él necesita (ahora que él tiene conocimiento del bien y el mal) nacer de nuevo, creado en justicia y en santidad verdadera, para que él pueda ser la imagen de Dios tal como se ha revelado ahora por medio de Cristo; pero su posición en el mundo, como cabeza y centro de todas las cosas – lo cual ningún ángel ha sido – es la idea de Dios mismo, al igual que la posición de la mujer, la compañera de su gloria pero sujeta a él; una idea que se cumplirá gloriosamente en Cristo, y con respecto a la mujer en la asamblea; pero que es verdad en sí misma, siendo este el orden constituido por Dios, y siempre correcto como tal: porque las ordenanzas de Dios crean orden, aunque, sin duda, Su sabiduría y Su perfección se revelan en ello.

El lector observará que este orden en la creación, así como aquel que está establecido en los consejos de Dios con respecto a la mujer, al hombre, a Cristo, y a Dios mismo, y el hecho de que el hombre – a lo menos los cristianos bajo la redención – son un espectáculo a los ángeles (comparen con 1 Corintios 4:9), temas que yo sólo puedo indicar aquí, tienen el interés más elevado [12].

[12] El primer capítulo de Génesis nos presenta al hombre en su lugar en la creación como de Dios el Creador; el segundo capítulo nos presenta su relación con Jehová Dios, donde él fue colocado en relación con Él, y la mujer con él mismo.

12.4 - Un espíritu de división en las reuniones

1 Corintios 11:17 y ss. El apóstol menciona después el tema de sus reuniones. En el versículo 2 él los había alabado; pero sobre este punto, él no podía hacerlo (versículo 17). Sus reuniones manifestaban un espíritu de división. Esta división involucraba la distinción entre los ricos y los pobres, pero, como parece, dio lugar a otras: a lo menos, otras divisiones eran necesarias para manifestar a los que eran realmente aprobados por Dios. Ahora bien, estas divisiones tenían el carácter de sectas; es decir, opiniones particulares dividían a los cristianos de la misma asamblea, de la asamblea de Dios, en escuelas de pensamiento; ellos eran hostiles los unos con los otros, aunque tomaban conjuntamente la cena del Señor – si es que se podía decir verdaderamente de que ellos la tomaban conjuntamente. Los celos que habían surgido entre los ricos y los pobres tendían a fomentar la división sectaria. Si acaso, yo observaba, se podía decir que ellos partían juntos el pan; porque cada uno se preocupaba de comer su propia comida antes de que los demás lo hicieran, y algunos pasaban hambre, mientras otros comían hasta saciarse. Esto ya no era comer realmente la cena del Señor.

12.5 - La naturaleza y la importancia de la cena del Señor; su revelación especial a Pablo

1 Corintios 11:23 y ss. El apóstol, guiado por el Espíritu Santo, no deja pasar la oportunidad para declararles la naturaleza y la importancia de esta ordenanza. Podemos notar aquí, que el Señor le había enseñado mediante una revelación especial – una demostración del interés que pertenece a esta ordenanza [13], y que es una parte de los pensamientos del Señor en el andar cristiano completo, a la cual Él une importancia en vista de nuestra condición moral, y del estado de nuestros afectos espirituales individualmente, así como los de la asamblea. En el disfrute de la libertad cristiana, entre los poderosos efectos de la presencia del Espíritu Santo – de los dones mediante los cuales Él se manifestaba en la asamblea, la muerte del Señor, Su cuerpo partido, eran recordados, y, por decirlo así, se hacían presente a la fe como la base y fundamento de todo. Este acto de amor, este hecho sencillo y solemne, débil y vacío en apariencia, preservaba toda su importancia. ¡El cuerpo del Señor había sido ofrecido por nosotros! a lo cual el Espíritu mismo iba a dar testimonio, y que debía mantener toda su importancia en el corazón del cristiano, y ser el fundamento y centro del edificio de la asamblea. Cualquiera que pudiera ser el poder que resplandeciera en la asamblea, el corazón era traído de regreso a esto. El cuerpo del propio Señor había sido ofrecido (1 Corintios 11:24) [14], los labios de Jesús habían reclamado nuestra recordación. Este equilibrio moral es muy importante para los santos. El poder, y el ejercicio de los dones, no influyen necesariamente la conciencia y el corazón de aquellos a quienes son encomendados, ni influyen siempre a aquellos que disfrutan de la exhibición de este poder y estos dones. Y, aunque Dios está presente (y cuando estamos en un buen estado, eso se siente), con todo, es un hombre el que habla y que influye en los demás; él es prominente. En la cena del Señor, el corazón es traído de regreso a un punto en el cual es enteramente dependiente, en el cual el hombre es nada, en el cual Cristo y Su amor son todo, en el cual el corazón es ejercitado, y la conciencia recuerda que ha necesitado limpieza, y que ha sido limpiada por la obra de Cristo – que nosotros dependemos absolutamente de su gracia. Los afectos están, también, en el ejercicio más pleno. Es importante recordar esto. Las consecuencias que seguían a continuación del olvido de la importancia de esta ordenanza confirmaban su importancia y el ferviente deseo del Señor de que ellos prestaran atención a ella. El apóstol va a hablar del poder del Espíritu Santo manifestado en Sus dones, y de las regulaciones necesarias para mantener el orden y proporcionar edificación allí donde ellos fuesen ejercitados en la asamblea; pero, antes de hacer esto, él coloca la cena del Señor como el centro moral, el objeto de la asamblea. Comentemos algunos de los pensamientos del Espíritu en relación con esta ordenanza.

[13] Esto se relaciona, también, con el hecho de que es la expresión de la unidad del cuerpo – verdad encomendada especialmente al apóstol. Por otra parte, él no fue enviado a bautizar. Aquello era una mera admisión a la casa ya formada, y a la que el apóstol había sido admitido, al igual que los demás.

[14] Los mejores manuscritos omiten "partido" ("y después de dar gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que es para vosotros; haced esto en memoria de mí." - 1 Corintios 11:24 - LBLA); pero es el memorial de Cristo muerto, y de Su preciosa sangre vertida.

12.6 - Los afectos ligados con lo que Cristo hizo; una recordación de Él, de lo que Él fue en la cruz

En primer lugar, él une los afectos con ello de la manera más fuerte. Fue la misma noche en que Jesús fue traicionado que Él dejó este memorial de Sus sufrimientos y de Su amor. Así como el cordero pascual recordaba la liberación que el sacrificio ofrecido en Egipto había procurado para Israel, así la cena del Señor recordaba el sacrificio de Cristo. Él está en la gloria, el Espíritu es dado; pero ellos debían recordarle a Él. Su cuerpo ofrecido era el objeto ante sus corazones en este memorial. Tomen nota de esta palabra «RECORDAR.» No es recordar a un Cristo como existe ahora, no es la realización de lo que Él es: eso no es una recordación – Su cuerpo está glorificado ahora. Se trata de una recordación de lo que Él fue en la cruz. Se trata de un cuerpo muerto, y de sangre derramada, y no de un cuerpo glorificado. Es recordado, sin embargo, por aquellos que están unidos ahora a Él en la gloria en la cual Él ha entrado. Como resucitados y asociados a Él en gloria, ellos miran hacia atrás a esa obra bendita de amor, y a Su amor en ella que les dio un lugar allí. Ellos beben también de la copa de recordación de Él. En una palabra, se trata de Cristo considerado como muerto: no existe ahora un Cristo tal.

12.7 - Recordación de Cristo mismo, el Señor; Su muerte ha de ser celebrada hasta que Él venga

Es la recordación de Cristo mismo. Es eso que se une a Él mismo, no es solamente el valor de Su sacrificio, sino lo está unido a Él mismo, la recordación de Él mismo. El apóstol nos muestra entonces, si se trata de un Cristo muerto, quién es Aquel que murió. Imposible encontrar dos palabras cuya unión tenga un significado tan importante: la muerte de Cristo. ¡Cuántas cosas están comprendidas en el hecho de que Aquel que es llamado el Señor hubiera muerto! ¡Qué amor! ¡qué propósitos! ¡qué eficacia! ¡qué resultados! El Señor se entregó a Sí mismo por nosotros. Nosotros celebramos Su muerte. Al mismo tiempo, es el fin de las relaciones de Dios con el mundo sobre el terreno de la responsabilidad del hombre, con excepción del juicio. Esta muerte ha roto todo vínculo – ha demostrado la imposibilidad de cualquiera de ellos. Nosotros anunciamos esta muerte hasta que el Señor rechazado regrese a establecer nuevos vínculos de asociación, recibiéndonos a Él mismo para tener parte en ellos. Esto es lo que nosotros proclamamos en la ordenanza cuando la guardamos. Además de esto, la ordenanza es en sí misma una declaración de que la sangre sobre la cual el nuevo pacto se fundamenta, ya ha sido derramada; este pacto fue establecido en esta sangre. Yo no voy más allá de lo que el pasaje presenta; el objetivo del Espíritu Santo no es aquí poner ante nosotros la eficacia de la muerte de Cristo, sino lo que une el corazón a Él al recordar Su muerte, y el significado de la ordenanza misma. Se trata de un Cristo muerto, traicionado, a quien recordamos. El cuerpo de Cristo estaba, por decirlo así, delante de sus ojos en esta cena. La sangre derramada del Salvador reclamaba los afectos de sus corazones para Él. Ellos eran culpables de despreciar estas cosas preciosas, si participaban de la cena indignamente. El Señor mismo fijó nuestros pensamientos allí en esta ordenanza, y en la manera más afectuosa, en el momento mismo cuando Él fue traicionado.

12.8 - Disciplina ejercitada solemnemente en relación con la ordenanza; el Señor juzga Su casa; el propósito del castigo

1 Corintios 11:27 y ss. Pero si Cristo atraía el corazón de este modo a fijar su atención allí, también la disciplina era ejercitada solemnemente en relación con esta ordenanza. Si ellos despreciaban el cuerpo partido y la sangre del Señor tomando parte en ella a la ligera, el castigo era infligido. Muchos habían enfermado y se habían debilitado, y muchos habían dormido, es decir, habían muerto. No se habla del hecho de ser digno de participar, sino de participar de una manera indigna. Cada cristiano, a menos que un pecado le haya excluido, era digno de participar debido a que él era un cristiano. Pero un cristiano podía venir a ella sin juzgarse a sí mismo, o sin apreciar del modo que debía aquello que la cena le recordaba, y que Cristo había relacionado con ella. Él no discernía el cuerpo de Cristo; y él no discernía, no juzgaba, el mal en él. Si el creyente se juzga a sí mismo, el Señor no le juzgará; si nosotros no nos juzgamos a nosotros mismos, el Señor juzga; pero cuando el cristiano es juzgado, él es castigado por el Señor para que no pueda ser condenado con el mundo. Se trata del gobierno de Dios en manos del Señor que juzga Su casa: una verdad importante y demasiado olvidada. El resultado de esto es, indudablemente, conforme a los consejos de Dios, quien exhibe en ello Su sabiduría, Su paciencia, y la justicia de Sus modos de obrar; pero este gobierno es real. En conclusión, Él desea el bien de Su pueblo; pero Él querrá santidad, un corazón cuya condición responda a aquello que Él ha revelado (y Él se ha revelado a Sí mismo), un andar que sea la expresión de ello. El estado normal de un cristiano es la comunión, según el poder de lo que ha sido revelado. Si se falla en esto – la comunión se pierde, y con ella el poder para glorificar a Dios, un poder que no se encuentra en ninguna otra parte. Pero si uno mismo se juzga, hay restauración: al ser limpiado el corazón del mal mediante el juicio del mismo, la comunión es restaurada. Si uno mismo no se juzga, Dios debe interponerse y corregirnos y limpiarnos mediante la disciplina – disciplina que incluso puede resultar en muerte (vean Job capítulos 33 y 36; 1 Juan 5:16; Santiago 5:14, 15).

12.9 - Discerniendo nuestra propia condición; juzgando el estado de corazón, no solamente la acción

Quedan aún por hacer una o dos observaciones.

"Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo." (1 Corintios 11:31-32). La palabra "examinásemos" a nosotros mismos ("juzgáramos a nosotros mismos" en otras versiones de la Biblia en Español - N. del T.), no es la misma que ser "juzgados" por el Señor. Es la misma palabra que es utilizada en 1 Corintios 11:29, "sin discernir el cuerpo del Señor." De este modo, lo que nosotros tenemos que hacer es no solamente juzgar un mal cometido, sino discernir la condición de uno mismo, tal como es manifestada en la luz – así como Dios está en luz – al andar en ella. Esto evita nuestra caída en el mal tanto en hecho como en pensamiento. Pero si hemos caído, juzgar la acción no es suficiente; es a nosotros mismos a quien debemos juzgar, y el estado de corazón, la tendencia, el descuido, que ocasionaron nuestra caída en el mal – en una palabra, aquello que no es comunión con Dios o aquello que la obstaculiza. Fue así que el Señor trató con Pedro. Él no le reprochó por su falta, Él juzgó la raíz de su falta.

Además, la asamblea debía tener el poder para discernir estas cosas. Dios actúa de este modo, tal como lo hemos visto en Job; pero los santos tienen la mente de Cristo por el Espíritu de Cristo, y debían discernir su propia condición.

12.10 - La posición del cristiano con respecto a Cristo en la Cena del Señor; Su muerte es la negación divina del pecado

El fundamento y centro de todo esto es la posición en la que estamos con respecto a Cristo en la cena del Señor, como centro visible de comunión y la expresión de Su muerte; en la cual el pecado, todo pecado, es juzgado. Ahora bien, nosotros estamos en relación con este juicio santo como nuestra porción. No podemos mezclar la muerte de Cristo con el pecado. Se trata, en cuanto a su naturaleza y eficacia, cuyo pleno resultado será manifestado al final, de la destrucción total del pecado (Hebreos 9:26). Es la negación divina del pecado. Él murió al pecado, y eso lo hizo en amor por nosotros. Es la santidad absoluta de Dios hecha sensible y expresada a nosotros en lo que tuvo lugar con respecto al pecado. Es la consagración absoluta a Dios para Su gloria en este respecto. Traer el pecado o el descuido a ella, es profanar la muerte de Cristo, quien murió antes que permitir que el pecado subsistiera delante de Dios. Nosotros no podemos ser condenados con el mundo, porque Él ha muerto y ha destruido al pecado para nosotros; pero traer pecado a aquello que representa esta muerte misma en la cual Él sufrió por el pecado es una cosa que no puede ser soportada. Dios vindica aquello que corresponde a la santidad y al amor de un Cristo que entregó Su vida para destruir el pecado. Uno no puede decir, «Yo no iré a la mesa»; es decir, «Yo aceptaré el pecado y renunciaré a la confesión del valor de esa muerte.» Nosotros nos examinamos, y vamos; restablecemos los derechos de Su muerte en nuestra conciencia – porque todo está perdonado y expiado en cuanto a la culpa, y vamos para reconocer estos derechos como la demostración de la gracia infinita.

12.11 - La condenación del mundo; por qué no hay "ninguna condenación" para el creyente

El mundo está condenado. El pecado en el cristiano está juzgado, no escapa ni al ojo ni al juicio de Dios. Él no lo permite jamás; Él limpia al creyente de este pecado castigándole, aunque Él no condena, porque Cristo ha llevado sus pecados, y Él ha sido hecho pecado por él. La muerte de Cristo forma el centro de comunión en la asamblea, y el criterio de prueba de la conciencia, y eso, con respecto a la asamblea, en la cena del Señor.

13 - Capítulo 12

13.1 - Las marcas distintivas del Espíritu; el poder del enemigo y los medios imitativos de engaño

1 Corintios 12:1-3. La otra rama de la verdad, referente a la asamblea de Dios, en general y a las asambleas, es la presencia y los dones del Espíritu Santo. Estos, al igual que la cena del Señor, están en relación con la unidad [15]; siendo el individuo responsable en cada uno. El tema del que se ocupa el apóstol en 1 Corintios 12 es el de las manifestaciones espirituales. El primer punto era establecer las marcas distintivas del Espíritu de Dios. Había espíritus malos, que procuraban introducirse subrepticiamente entre los cristianos, y hablar o actuar pretendiendo ser el Espíritu de Dios, y confundir así todas las cosas. Los cristianos de la actualidad difícilmente creen en esfuerzos del enemigo tales como estos. Las manifestaciones espirituales son, sin duda, menos sorprendentes ahora que en la época de la cual habla el apóstol; pero el enemigo adapta sus medios de engaño a las circunstancias en las que el hombre y la obra de Dios se encuentran. Tal como Pedro dice en un caso similar: "hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros." (1 Pedro 2:1). El enemigo no deja de actuar. "Prohibiendo casarse", etc. (1 Timoteo 4:3 - LBLA), era la doctrina de demonios. En los días postreros su poder se manifestará aún más. Dios puede retenerlo mediante la energía de Su Espíritu, y mediante el poder de la verdad; pero si no se lo frena, él actúa aún, engañando a los hombres, y hace eso mediante esas cosas que uno supondría que son imposibles que un hombre de sentido serio pudiese creer (si es que uno mismo no es engañado). Pero es sorprendente lo que un hombre puede creer cuando es dejado a sí mismo, sin ser guardado por Dios, cuando el poder del enemigo está allí. Nosotros hablamos de sentido común, de razón (siendo ambos muy preciosos); pero la historia nos dice que sólo Dios nos las da o las preserva para nosotros.

[15] Nosotros hemos visto esto con respecto a la cena, en 1 Corintios 10:17: Aquí, en 1 Corintios 12:13, lo vemos con respecto al Espíritu Santo.

Aquí, el Espíritu de Dios se manifestaba mediante los efectos de Su poder, que prorrumpía en medio de la asamblea, atrayendo la atención incluso del mundo. El enemigo imitaba estos efectos. La mayor parte de los cristianos en Corinto, habiendo sido Gentiles pobres, sin discernimiento, y conducidos irreflexivamente mediante los engaños del enemigo, ellos estaban más en peligro de ser engañados nuevamente mediante estos efectos imitados. Cuando un hombre no es lleno del Espíritu de Dios, que es quien da fuerza a la verdad en su corazón, y claridad a su visión moral, el poder seductor del enemigo deslumbra su imaginación. Él ama lo maravilloso, por muy incrédulo que él pueda ser con respecto a la verdad. Él carece de discernimiento santo, porque ignora la santidad y el carácter de Dios, y no tiene la estabilidad de una alma que posee el conocimiento de Dios (que posee a Dios mismo, podemos decir) como su tesoro – de un alma que conoce que tiene todo en Él, de modo que no necesita de otras maravillas. Si un hombre no está establecido de este modo mediante el conocimiento de Dios, el poder del enemigo lo golpea – lo preocupa; él no puede librarse de él, no puede dar cuenta de ello. Él es una víctima de la influencia que este poder ejerce sobre su mente; la carne se complace en ello, porque de una u otra manera, el resultado es siempre libertad para la carne.

Conducidos ciegamente por mucho tiempo por el poder de espíritus malos, los convertidos Gentiles difícilmente estaban en un estado como para discernir y juzgarlos. Aunque resulta extraño decirlo, este poder demoníaco ejercía una influencia tal, que ellos olvidaban la importancia incluso del nombre de Jesús, o a lo menos olvidaban que Su nombre no era reconocido por este poder. El enemigo se transforma en un ángel de luz, pero él jamás reconoce realmente a Jesucristo como Señor. Él hablará de Pablo y Silvano, y tendría su parte con los cristianos, pero Cristo no es reconocido, y, al final, se produce la ruptura y la ruina de los que le siguen. Un espíritu inmundo no dirá Señor Jesús, y el Espíritu de Dios no podía llamar anatema a Jesús. Pero se trata aquí de espíritus, y no de conversión, ni tampoco de la necesidad de la gracia obrando en el corazón para la confesión verdadera del nombre de Jesús – una cosa muy verdadera, como sabemos, pero que no es el tema aquí.

13.2 - El Espíritu Santo como el vínculo aquí entre la asamblea y Cristo, así como entre el cristiano y Cristo, para mantener la comunión

1 Corintios 12:4 y ss. Llegamos ahora a las enseñanzas positivas. No hay nada más importante, más distintivo, más maravilloso, que la presencia del Espíritu Santo aquí abajo en medio de los cristianos; el fruto para nosotros de la obra perfecta de Cristo, pero el hecho en sí mismo es la manifestación de la presencia de Dios entre los hombres en la tierra. La providencia de Dios manifiesta Su poder y Su gobierno que dirige todas las cosas en las obras de la creación; pero el Espíritu Santo es Su presencia en este mundo, el testimonio que Él rinde de Sí mismo, de Su carácter [16]. Él está entre los hombres para mostrarse Él mismo, no aún en gloria, sino en poder y en testimonio de lo que Él es. Cristo, habiendo llevado a cabo la redención, y habiendo presentado la eficacia de Su obra a Dios, Soberano y Juez, la asamblea, siendo rescatada y limpiada por Su sangre, y unida a Él como Su cuerpo, llegó a ser, también, el vaso de este poder que actúa en Sus miembros. De este modo, ella debe exhibir este poder en santidad – ella es responsable de hacerlo. Pero así, en cuanto al ejercicio, el hombre se convierte, individualmente, de hecho, en el vaso de esta energía espiritual. Es un tesoro encomendado a él. Ahora bien, el Espíritu es, en primer lugar, el vínculo entre la asamblea y Cristo, así como entre el cristiano y Cristo. Es por el Espíritu que la comunión es realizada y mantenida, se trata de la función primaria del Espíritu; y el hombre debe estar en comunión para comprender el carácter y discernir la voluntad de Dios, y eso según el testimonio previsto para ser dado por el Espíritu descendido a la tierra.

[16] Es una verdad muy sorprendente que la morada de Dios con los hombres es el fruto de la redención. Él no moró con Adán inocente; Él podía caminar en el huerto, pero no moró allí. Él no moró con Abraham.

13.3 - La Asamblea es responsable de mantener la comunión con Dios, de lo contrario se pierden la fuerza, el gozo, y la inteligencia espiritual.

Pero, si la asamblea no mantiene esta comunión, ella pierde su fuerza como testigo responsable de Dios en la tierra, y, de hecho, su gozo y su inteligencia espiritual también. Dios es siempre soberano para actuar tal como Él escoge, y Cristo no puede fallar en Su fidelidad a Su cuerpo; pero el testimonio encomendado a la asamblea ya no es rendido como para dar a conocer que Dios está presente en la tierra. La asamblea no es consciente, quizás, de la enajenación, debido a que ella retiene por un tiempo mucho de lo que Dios ha dado, lo cual está mucho más allá de todo lo que era según la naturaleza; y al perder su fuerza, ella también ha perdido el discernimiento de lo que ella debe ser. Pero Dios no se equivoca jamás en cuanto a la condición de la asamblea – "Has dejado tu primer amor." «Si no te hubieres arrepentido», Él dice, «y haces las primeras obras, yo quitaré tu candelero» (Apocalipsis 2:5) – una solemne consideración para la asamblea, en cuanto a su responsabilidad, cuando nosotros reflexionamos acerca de la gracia que se le ha mostrado, acerca de los frutos que han sido – y los que debían haber sido – manifestados, y acerca del poder que se le dio para producirlos.

13.4 - Los propósitos y los modos de obrar de Dios

Los propósitos de Dios para la asamblea tienen su fin y su objetivo en el cielo. Ellos serán llevados a cabo sin la posibilidad de que fracase ni la más mínima cosa. Cristo hará todo lo que se necesita para llevar a los miembros de ella allí conforme a Sus consejos. Ellos son redimidos por Su sangre para ser Suyos.

Los modos de obrar de Dios son llevados a cabo y desplegados en la tierra para nuestra enseñanza, tanto en la asamblea como en los individuos.

13.5 - La presencia distintiva del Espíritu conocida y realizada como morando aquí abajo

La presencia del Espíritu de Dios se manifiesta no sólo en Sus dones. Hay profecías y milagros, hay hombres movidos por el Espíritu Santo, antes del día de Pentecostés. Lo que se atribuye a la fe en Hebreos 11, se imputa a menudo al Espíritu en el Antiguo Testamento. Pero el Espíritu fue prometido de una manera especial en el Antiguo Testamento. Él jamás fue, en ese período, la presencia de Dios en medio del pueblo, tal como Él moró en la asamblea. La gloria vino a tomar posesión del tabernáculo o del templo. Su Espíritu actuó en soberanía fuera del orden de Su casa, y pudo estar con ellos cuando esa gloria ya no estaba. Pero el Espíritu Santo enviado desde el cielo a morar en los discípulos y en la asamblea en la tierra, era la manifestación de la presencia de Dios en Su casa, de Dios que estaba allí por el Espíritu. Y esta presencia del Espíritu es tan distintiva, y tan claramente notada como una cosa conocida y realizada por los primeros cristianos, que ella se demostraba en lugar de ser demostrada, y que se habla de ella en el mundo como siendo el Espíritu Santo mismo. En Juan 7 se dice, "aún no había venido el Espíritu Santo" (Juan 7:39). En Hechos 19, los doce hombres dicen a Pablo, "Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo." (Hechos 19:2, 7). No era una cuestión acerca de si había un Espíritu Santo (todo Judío ortodoxo lo creía), sino acerca de si esta presencia del Espíritu Santo mismo morando aquí abajo, el nuevo Consolador y Guía de los discípulos, del cual Juan el Bautista había hablado, ya había acontecido. Una vez descendido, era la presencia de Dios en Su templo espiritual en la tierra. El lugar en el cual los discípulos estaban reunidos fue sacudido para mostrar que Dios estaba allí. Ananías y Safira cayeron muertos delante del apóstol por haber mentido a Dios. Felipe es arrebatado por Su poder desde la presencia del hombre que había recibido el conocimiento de Jesús por medio de él.

13.6 - Manifestaciones de la presencia del Espíritu; un Espíritu pero diversidad de dones

Tal era la presencia del Espíritu Santo. En nuestro capítulo, el apóstol habla de las manifestaciones de Su presencia en los dones que eran ejercitados por la agencia de miembros del cuerpo, sean ellas para el llamado a salir y la edificación de la asamblea, o en testimonio para los de afuera. Antes de entrar en este asunto, él presenta a los Corintios – a quienes el enemigo quería engañar profundamente – aquello que les permitiría distinguir entre la manifestación del Espíritu Santo y el actuar de un espíritu malo. Luego, él habla acerca de dones.

Ahora bien, no había diversidad de espíritus, como en el caso de los demonios; había sólo uno y un mismo Espíritu, pero diversidad de dones. Esto brinda la ocasión para introducir la diferente relación (pues él habla del orden de las relaciones del hombre con Dios – cuya energía práctica está en el Espíritu Santo) en la cual los hombres, movidos por el Espíritu Santo, son situados con respecto a Dios y a Cristo. El Espíritu, uno y el mismo Espíritu, actúa en ellos por medio de variadas manifestaciones. Pero en el ejercicio de estos diferentes dones ellos eran administradores, y había un Señor, es decir, Cristo. Por lo tanto, no era en ellos un poder independiente y voluntario: no obstante cuál podía ser la energía del Espíritu en ellos, ellos no dejaban de ser siervos y administradores de Cristo, y ellos debían actuar en este carácter, reconociendo en el servicio de ellos el Señorío de Cristo. No obstante, aunque era poder en un hombre, y que era un hombre quien actuaba, de modo que él era un siervo (y un Hombre que era Cabeza y que era servido, aunque Él era el Hijo de Dios y Señor de todos), aun así, era Dios quien obraba, uno y el mismo Dios quien obraba todo en todos. No es la Trinidad, propiamente hablando, la que es presentada aquí en su carácter propio, sino un solo Espíritu actuando en cristianos, Jesús Señor, y Dios actuando en los dones.

13.7 - Dones como manifestación de la energía del Espíritu, encomendados al hombre bajo Cristo el Señor; la distribución del Espíritu según Su voluntad

1 Corintios 12:7 y ss. Los dones son manifestaciones de la energía del Espíritu encomendados así a los hombres, bajo Cristo quien es Cabeza y Señor; los hombres debían usarlos como sirviendo al Señor. Ahora bien, Cristo pensaba acerca de lo que era de provecho para Su pueblo, para los que eran Suyos; y la manifestación del Espíritu era dada para provecho de las almas, de la asamblea en general. El apóstol señala varios de estos dones; pero él nos recuerda nuevamente que es el mismo Espíritu quien obra en cada caso, distribuyendo a cada uno según Su voluntad. El apóstol había dicho que Dios obraba todas estas cosas, y había hablado de los dones como siendo manifestaciones del Espíritu. Se podría haber supuesto que el Espíritu era alguna vaga influencia, y que uno debía atribuir todo a Dios sin reconocer al Espíritu como una Persona. Pero estas operaciones, que eran atribuidas a Dios en el versículo 6, son atribuidas aquí al Espíritu; y se añade que Él, el Espíritu, distribuye a cada uno como Él quiere. Por tanto, no es un Espíritu inferior. Donde Él obra, es Dios quien obra; pero estas operaciones en los hombres son dones distribuidos según la voluntad del Espíritu, siendo el Espíritu presentado así como actuando personalmente en esta distribución y según Su voluntad.

13.8 - Sabiduría, conocimiento (ciencia), fe y discernimiento de espíritus entre los dones del Espíritu

Algunos de los dones pueden requerir un breve comentario.

- Sabiduría es la aplicación de la luz divina a lo bueno y a lo malo, y a todas las circunstancias a través de las cuales nosotros pasamos – una expresión que tiene una amplio alcance, porque se aplica a todas las cosas con respecto a las cuales nosotros tenemos que formar un juicio. El Espíritu Santo provee a algunos, de una manera peculiar, esta sabiduría, una sabiduría según Dios, una percepción de la verdadera naturaleza de las cosas, y de la relación de las unas con las otras, y de la conducta con respecto a ambas, la cual, viniendo de Dios, nos guía a través de las dificultades del camino, y nos capacita para evitar aquello que nos colocaría en una posición falsa hacia Dios y el hombre.

- Conocimiento (ciencia) es comprender la mente de Dios tal como nos es revelada.

- Fe no es aquí la fe sencilla en el evangelio; ese no es un don distintivo que un creyente puede poseer y otro no. Esto es evidente. Se trata de la fe, la energía, dada por Dios, que vence dificultades, que se eleva por sobre los peligros, que se enfrenta a ellos sin alarmarse a causa de ellos.

- El discernimiento de espíritus no es el discernimiento de la condición de alma de un hombre – no tiene nada que ver con ello. Se trata de conocer cómo discernir, por medio de la poderosa energía del Espíritu de Dios, el actuar de espíritus malos en contraste con la acción del Espíritu de Dios y, de ser necesario, poner a estos espíritus en evidencia.

13.9 - El Espíritu como el centro y el poder vivo de unidad del Cuerpo

1 Corintios 12:12 y ss. Los demás dones no requieren comentario. Debemos regresar ahora a la unidad del Espíritu, con lo que está relacionado lo que el apóstol dice después de haber hablado de los dones. El Espíritu era uno, él había dicho, obrando diversamente en los miembros según Su voluntad. La importancia de Su personalidad, y la inmensa importancia de Su divinidad (si nosotros reflexionamos acerca de que es Él quien obra en el hombre y por medio del hombre) es muy evidente cuando observamos que Él es el centro y el poder vivo de la unidad de todo el cuerpo, de modo que los individuos, en el ejercicio de sus dones, no son más que los miembros del único y mismo cuerpo formado divinamente por el poder y la presencia del Espíritu. El apóstol desarrolla ampliamente este punto, en conexión con la unidad del cuerpo, la dependencia mutua de los miembros, y la relación de cada uno al cuerpo como un todo.

13.10 - La unidad del Cuerpo; Aquel que la produce; su expresión

Las enseñanzas prácticas son entendidas fácilmente, pero hay algunos puntos importantes en los principios generales.

La unidad del cuerpo es producida por el bautismo del Espíritu Santo; y la relación de los miembros depende de ello. Por un Espíritu todos nosotros hemos sido bautizados para ser un cuerpo. La cena del Señor es la expresión de esta unidad; el Espíritu es Aquel que la produce, y quien es su fuerza. El carácter distintivo de Judío y Gentil – y todas las otras distinciones – se perdió en el poder de un Espíritu común a todos, el cual los unió como redimidos en un único cuerpo. El apóstol habla en este versículo (versículo 13) del bautismo del Espíritu Santo; pero la palabra le sugiere a él la cena, la segunda ordenanza del Señor, y él habla de beber de un mismo Espíritu: un espíritu era el estado de los creyentes, siendo usada la palabra en contraste con un cuerpo, asociado en un corazón y mente por el Espíritu – participando en Cristo.

13.11 - El bautismo del Espíritu Santo formando a los cristianos en un cuerpo

La fe no es unión, ni siquiera es vida (aunque ambas son la porción de aquellos que están unidos), sino el Espíritu Santo. El bautismo del Espíritu Santo, entonces, es aquello que forma a los cristianos en un solo cuerpo, y todos ellos son hechos participes de, y son animados individualmente por, uno y el mismo Espíritu. Así, hay muchos miembros, pero un solo cuerpo, y un cuerpo compuesto de estos miembros, los cuales son dependientes los unos de los otros, y se necesitan unos a otros. E incluso esos dones que eran los más brillantes eran, comparativamente, de menor valor, así como un hombre reviste y ornamenta las partes menos honrosas de su cuerpo, y deja descubiertas las partes más hermosas.

13.12 - Miembros del un cuerpo; el interés común de ellos

1 Corintios 12:25 y ss. Otro punto que el apóstol señala, es el interés común que existe entre ellos, en que son miembros de uno y el mismo cuerpo. Si uno sufre, todos sufren, ya que no hay más que un cuerpo animado por un Espíritu. Si uno recibe honra, todos se gozan. Esto depende, también, de uno y el mismo Espíritu que los une y los anima. Además, este cuerpo es el cuerpo de Cristo, "Vosotros, pues," dice el apóstol, "sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular." (1 Corintios 12:27).

13.13 - Los cristianos que están en un lugar representan a toda la Asamblea, debido a que están inseparablemente unidos a los otros miembros del un Cuerpo

1 Corintios 11:28 y ss. Observen aquí, también, que aunque esa asamblea en Corinto era sólo una parte del cuerpo de Cristo, el apóstol habla de todo el cuerpo; porque la asamblea era allí, según el principio de su reunión, el cuerpo de Cristo como estando reunido en Corinto. Es verdad que al principio él habla de todos los que invocan el nombre del Señor Jesús; pero, de hecho, él se dirige a la asamblea Corintia. Y la expresión general muestra que, en el andar de la asamblea, y en sus intereses generales, una asamblea local no se puede separar del cuerpo completo de cristianos en la tierra; y el lenguaje empleado aquí muestra que, en cuanto a la posición de ellos delante de Dios, los cristianos de una ciudad eran considerados como representando a la asamblea completa, en lo que concernía a esa localidad; no como independiente del resto, sino, por el contrario, como inseparablemente unida a los demás, viviendo y actuando, con respecto a esa localidad, como miembros del cuerpo de Cristo, y considerados como tal en ella, debido a que cada cristiano formaba parte de aquel cuerpo, y ellos formaban parte de él igualmente. De los versículos que siguen a continuación, nosotros podemos ver que el apóstol, al mismo tiempo que considera a los cristianos allí como el cuerpo de Cristo, y ellos eran miembros de ese cuerpo, tiene en mente a la asamblea completa como la asamblea de Dios. En el Nuevo Testamento no hay otra membresía excepto la membresía de Cristo (es decir, los cristianos son miembros de Cristo), excepto de que ellos son miembros unos de otros, como formando el cuerpo entero, pero nunca son miembros de una iglesia; la idea es diferente. La Palabra habla de los miembros de un cuerpo, tomando el cuerpo de un hombre como figura, nunca de los miembros de una asamblea en el sentido moderno de la palabra. Nosotros somos miembros de Cristo, y, por consiguiente, del cuerpo de Cristo; eso es lo que eran los Corintios, en la medida que aquel cuerpo se manifestaba en Corinto.

13.14 - El Cuerpo de Cristo, la Asamblea, considerada como estando en la tierra

Además, el cuerpo de Cristo, la asamblea, es considerada aquí como un todo en la tierra. Dios ha puesto en la asamblea, apóstoles, profetas, etc.; milagros, sanidades, lenguas. Es muy claro que esto es en la tierra, así como lo estaban los Corintios, y que se trata de la asamblea como un todo. Las sanidades y las lenguas no eran en el cielo, y los apóstoles no eran los de una asamblea individual. En una palabra, era el Espíritu Santo, descendido del cielo, quien había formado la unidad del cuerpo en la tierra, y quien actuaba en ella mediante los dones especiales que diferenciaban los miembros.

13.15 - Los dones diferenciados de los dones de señales; el carácter, el propósito, y la promesa de continuidad

El apóstol señala, entonces, estos dones, no para dar una lista formal y completa de ellos, sino para señalar el orden y la importancia de los que él menciona. Las lenguas, de las que los Corintios estaban tan orgullosos, son los últimos dones nombrados en la lista. Entonces, algunos dones eran más excelentes que otros; ellos debían ser estimados según la medida en la que ellos servían para la edificación de la asamblea. Los que servían para este fin, debían ser deseados. "Mas desead ardientemente los mejores dones." (1 Corintios 12:31 - VM).

Es interesante observar aquí la diferencia entre este capítulo y Efesios 4. Aquí es solamente el poder, y, en ciertos casos, se le dice a los hombres que estén en silencio, cuando el poder estaba allí; era el Espíritu Santo obrando como poder. En Efesios 4 es el cuidado de Cristo como Cabeza del cuerpo. En Efesios 4 no se menciona ningún don que sea señal de poder para los demás; se menciona solamente lo que fundamenta la asamblea, edifica a los santos, y edifica a la asamblea; y luego hay promesa de continuidad hasta que todos lleguemos (Efesios 4:13). Porque Cristo no puede dejar de cuidar Su cuerpo; pero los dones de señales pueden desaparecer, y ellos han desaparecido. Apóstoles y profetas eran el fundamento, y en ese sentido ellos ya no estaban, cuando el fundamento fue colocado, en ejercicio.

14 - Capítulo 13

14.1 - Algo más excelente que los dones – amor, como conformidad a la naturaleza de Dios, actuando y sintiendo conforme a Su semejanza

1 Corintios 12:31b. No obstante, había algo más excelente que todos los dones. Estos dones eran la manifestación del poder de Dios y de los misterios de Su sabiduría; amor, aquello de Su propia naturaleza.

1 Corintios 13:1 y ss. Ellos podían hablar todos los idiomas (lenguas); ellos podían tener profecía, el conocimiento de misterios, la fe que puede mover montañas; ellos podían dar todas sus posesiones para alimentar a los pobres, y sus cuerpos para que fuesen torturados: si ellos no tenían amor, todo ello era nada. Amor era conformidad a la naturaleza de Dios, la expresión viva de lo que Él era, la manifestación de haber sido hechos partícipes de Su naturaleza: era el actuar y el sentir conforme a Su semejanza. Este amor se desarrolla con referencia a los demás; pero los demás no son el motivo de este amor, aunque ellos son el objeto. El amor tiene su fuente en el interior; su fuerza es independiente de los objetos de los cuales se ocupa. Así, el amor puede actuar donde las circunstancias podrían producir irritación o celos en el corazón humano. El amor actúa conforme a su propia naturaleza en las circunstancias; y juzgando estas circunstancias según esa naturaleza, ellas no influyen sobre el hombre que está lleno de amor, excepto en la medida en que ellas pueden proporcionar la ocasión para su actividad, y dirigir su forma. El amor es su propio motivo. En nosotros, la participación en la naturaleza divina es su única fuente. Sólo la comunión con Dios mismo lo sustenta a través de todas las dificultades que este amor tiene que superar en su senda. Este amor es la antítesis del egoísmo y egotismo, y lo excluye, procurando el bien de los demás, así como (en cuanto a su principio) Dios nos ha buscado en gracia (ver Efesios 4:32; Efesios 5:1, 2). ¡Qué poder para evitar el mal en uno mismo, para olvidar todo para hacer el bien!

14.2 - Las cualidades del amor divino; el tiempo y el lugar de su ejercicio

1 Corintios 13:4 y ss. Es algo digno de notar que las cualidades del amor divino son casi enteramente de un carácter pasivo.

Las primeras ocho cualidades señaladas por el Espíritu son la expresión de esta renunciación del yo. Las tres que siguen, marcan ese gozo en el bien que libera el corazón de esa prontitud para suponer lo malo, que es tan natural a la naturaleza humana, a causa de su propia profundidad de mal, y de lo que también experimenta en el mundo. Las últimas cuatro muestran su energía positiva, la cual – siendo esta energía la fuente de todo pensamiento amable – por el poderoso manantial de su naturaleza divina, presume lo bueno cuando no lo ve, y soporta el mal cuando lo ve, cubriéndolo mediante conformidad y paciencia; no sacándolo a la luz, ni sepultándolo en su propia profundidad – una profundidad que es insondable, porque el amor no cambia jamás. Uno encuentra nada más que amor donde ese amor es real; ya que las circunstancias no son sino una ocasión para que este actúe y se muestre. El amor siempre es él mismo, y es amor que se ejercita y se muestra. Es eso lo que llena la mente: todo lo demás nos es más que un medio de despertar el alma que permanece en amor para ser ejercitada. Este es el carácter divino. El tiempo del juicio, sin duda, vendrá; pero nuestras relaciones con Dios son en gracia. Amor es Su naturaleza. Ahora es el tiempo de su ejercicio. Nosotros le representamos a Él en la tierra en testimonio.

14.3 - El carácter inmutable y eterno del amor divino

1 Corintios 13:8 y ss. En lo que se dice del amor en este capítulo, nosotros hallamos la reproducción de la naturaleza divina, excepto que lo que se dice es lo contrario del egoísmo de la carne en nosotros. Ahora bien, la naturaleza divina no cambia y no cesa jamás; por tanto, el amor permanece para siempre. Las comunicaciones de parte de Dios; los medios mediante los cuales ellas se hacen; el conocimiento, tal como se ha alcanzado aquí abajo, conforme al cual nosotros aprendemos la verdad solamente en parte, aunque toda la verdad nos es revelada (ya que nosotros la aprendemos en detalle, de modo que no tenemos toda la verdad de inmediato, siendo el carácter de nuestro conocimiento para asir diferentes verdades una por una); todo lo que se caracteriza por ser en parte – se acabará. Un niño aprende; él se regocija también en cosas que le entretienen; pero cuando llega a ser un hombre, él demanda cosas que estén de acuerdo con su inteligencia como hombre. Fue así con respecto a las lenguas (idiomas) y la edificación de la asamblea. No obstante, vendría el tiempo cuando ellos conocerían como eran conocidos, no mediante comunicaciones de verdades a una capacidad que aprende la verdad en sus diferentes partes, sino que ellos la entenderían como un todo en su unidad.

Ahora bien, al amor ya subsiste; hay también fe y esperanza. No solo estas dos pasarán, sino que aun ahora, aquí abajo, lo que es de la naturaleza de Dios es más excelente que lo que está relacionado con la capacidad de la naturaleza humana, aunque ella haya sido iluminada por Dios, y tenga como su objetivo la gloria revelada de Dios.

15 - Capítulo 14

15.1 - La edificación de la Asamblea; profecía y hablar en lenguas

1 Corintios 14:1 y ss. Los creyentes, por tanto, debían seguir y procurar el amor, a la vez que deseaban dones, especialmente que pudieran profetizar, porque ellos edificarían así a la asamblea, y eso era la cosa a tener como objetivo; eso era lo que el amor deseaba y procuraba, eso era lo que la inteligencia requería, las dos marcas de un hombre en Cristo, de uno para quien Cristo es todo.

Dos versículos en 1 Corintios 14 requieren un poco de atención – el versículo 3 y el versículo 6.

- El versículo 3 es el efecto, o más bien la calidad, de lo que dice un profeta, y no una definición. Al hablar él edifica, anima, consuela. No obstante, estas palabras muestran el carácter de lo que él dice. La profecía no es, de ninguna manera, sencillamente la revelación de acontecimientos futuros, aunque profetas como estos han revelado estos acontecimientos. Un profeta es uno que está de tal manera en comunicación con Dios, que es capaz de comunicar Su mente. Un maestro enseña conforme a lo que ya está escrito, y explica así su importancia. Pero, al comunicar la mente de Dios a las almas bajo la gracia, el profeta las animaba y las edificaba.

- Con respecto al versículo 6, está claro que ir a hablar en lenguas (y a los Corintios les encantaba sobresalir en la asamblea, mediante el uso de ellas y actuando como niños), aquel que hablaba de este modo, no edificaba a nadie, porque nadie le entendía. Quizás él mismo no se entendía, sino que era un instrumento carente de inteligencia del Espíritu, teniendo, a la vez, la poderosa impresión de que él estaba en comunicación con Dios, aunque su entendimiento fuera estéril. En cualquier caso, nadie podía hablar para edificación de la asamblea a menos que él comunicase el pensamiento de Dios.

15.2 - Revelación y ciencia (conocimiento); profecía y doctrina

1 Corintios 14:6 y ss. De tales comunicaciones el apóstol distingue dos clases – revelación y ciencia (conocimiento). La última supone una revelación ya dada, de la cual alguno sacaba provecho por el Espíritu Santo para el bien del rebaño. Luego, él señala los dones que eran, respectivamente, el medio de edificación en estas dos formas. No se trata de que los dos últimos términos (versículo 6) son los equivalentes de los dos primeros; sino que las dos cosas de las que se habla aquí como que edifican la iglesia, eran llevadas a cabo mediante estos dos dones. Podía haber "profecía" sin que ella fuera, en absoluto, una revelación nueva, aunque había más en ella que meramente ciencia (conocimiento). Ella podía contener una aplicación de los pensamientos de Dios, un mensaje de parte de Dios al alma, a la conciencia, que sería más que ciencia (conocimiento), pero que no sería una revelación nueva. Dios actúa en ello sin revelar una verdad nueva, o un hecho nuevo. "Ciencia" (conocimiento), o "doctrina", enseña la verdad, o explica la Palabra, una cosa muy útil para la asamblea; pero en ella no está la acción directa del Espíritu en aplicación, y así, no hay la manifestación directa de la presencia de Dios a los hombres en la conciencia y corazón de ellos. Cuando alguno enseña, el que es espiritual saca provecho mediante ello; cuando uno profetiza, aun el que no es espiritual puede sentirlo, él es alcanzado y juzgado; y es la misma cosa con la conciencia del cristiano. Revelación, o ciencia (conocimiento), es una división perfecta y abarca todas las cosas. Profecía, y doctrina, están en conexión íntima con las dos; pero la profecía abarca otras ideas, de modo que esta división no responde exactamente a los dos primeros términos.

15.3 - La necesidad de que a uno le entiendan al hablar en lenguas; dones para ser usados sólo como instrumentos para el bien

El apóstol insiste ampliamente acerca de la necesidad de que a uno le entiendan, sea que uno hable, o cante, u ore. Él desea – y la observación es trascendental al juzgar las pretensiones de los hombres en cuanto al Espíritu – que se ejercite el entendimiento. Él no niega que ellos podían hablar en lenguas sin que el entendimiento estuviera en absoluto en ello – una cosa de poder y utilidad evidentes cuando había personas presentes que no entendían ningún otro idioma, o que era el idioma natural de ellas. Pero, en general, ello era una cosa inferior cuando el Espíritu no influía y, por tanto, mediante el entendimiento, en aquel que hablaba. La comunión entre almas en un asunto común, por medio de la unidad del Espíritu, no existía cuando aquel que hablaba no entendía lo que él decía. El individuo que hablaba no disfrutaba, como de parte de Dios, lo que él comunicaba a los demás. Si los demás tampoco entendían, el hecho de pronunciar palabras sin significado para los oyentes era un juego de niños. Pero el apóstol mismo deseaba entender lo que él decía, aunque él hablase en muchas lenguas; así que no se trataba de celos por parte de él. Él hablaba más lenguas extranjeras, por el don del Espíritu Santo, que todos ellos. Pero su alma amaba las cosas de Dios – amaba recibir la verdad inteligentemente de parte de Él – amaba mantener relaciones inteligentes con los demás; y él prefería decir cinco palabras con su entendimiento, que diez mil sin él en una lengua desconocida.

¡Qué poder maravilloso, qué manifestación de la presencia de Dios – y, a la vez, qué superioridad a toda vanidad carnal, al brillo reflejado sobre el individuo mediante los dones – qué poder moral del Espíritu de Dios, donde el amor no veía nada en estas manifestaciones de poder en el don, sino instrumentos a ser utilizados para el bien de la asamblea y de las almas! Era la fuerza práctica de aquel amor, para el ejercicio del cual, siendo superior a los dones, él exhortaba a los fieles. Era el amor y la sabiduría de Dios dirigiendo el ejercicio de Su poder para el bien de los que Él amaba. ¡Qué posición para un hombre! ¡Qué sencillez es impartida por la gracia de Dios a uno que se olvida de sí mismo en humildad y amor, y qué poder en esa humildad! El apóstol confirma su argumento mediante el efecto que se produciría sobre los extraños que podían entrar a la asamblea, o sobre cristianos no esclarecidos, si ellos oían hablar idiomas que nadie entendía: ellos pensarían que los que estaban reunidos estarían locos. La profecía, alcanzando la conciencia de ellos, les haría sentir que Dios estaba allí – estaba presente en la asamblea de Dios.

15.4 - El ejercicio de los dones es regulado

1 Corintios 14:26 y ss. Los dones eran abundantes en Corinto. Después de haber regulado lo que trataba de asuntos morales, el apóstol regula, en segundo lugar, el ejercicio de esos dones. Cada uno venía con alguna manifestación del poder del Espíritu Santo, en lo cual ellos pensaban más que conformarse ellos mismos a Cristo. El apóstol, no obstante, reconoce en ello el poder del Espíritu de Dios, y entrega normas para su ejercicio. Dos o tres podían hablar en lenguas, siempre que hubiese un intérprete, de modo que la asamblea pudiera ser edificada. Y esto se debía llevar a cabo de a uno a la vez, ya que parece que, incluso, varios de ellos hablaban simultáneamente. De la misma manera en cuanto a los profetas: dos o tres podían hablar, los demás juzgarían si ello venía realmente de parte de Dios. Porque, si les era revelado de parte de Dios, todos podían profetizar; pero sólo uno a la vez, para que todos pudieran aprender – una dependencia siempre buena para los profetas más dotados – y para que todos pudieran ser consolados (o exhortados). El espíritu de los profetas (es decir, el impulso del poder en el ejercicio de los dones) estaba sujeto a la guía de la inteligencia moral que el Espíritu otorgaba a los profetas. Ellos eran, de parte de Dios, amos de ellos mismos en el uso de estos dones, en el ejercicio de este poder maravilloso que obraba en ellos. No se trataba de una furia divina que los embelesaba, como decían los paganos acerca de la inspiración diabólica de ellos; porque Dios no podía ser autor de confusión en la asamblea, sino de paz. En una palabra, vemos que este poder fue encomendado al hombre en su responsabilidad moral; un principio importante, que es invariable en los modos de obrar de Dios. Dios salvó al hombre por gracia, cuando él había fracasado en su responsabilidad; pero todo lo que Él ha encomendado al hombre, independientemente de cuál sea la energía divina del don, el hombre se hace responsable de usarlo para la gloria de Dios, y, por consiguiente, para el bien de los demás y, especialmente, para la asamblea.

15.5 - Instrucciones en cuanto al silencio de las mujeres en la Asamblea o en público

1 Corintios 14:34 y ss. Las mujeres debían guardar silencio en la asamblea: no se les permitía hablar. Debían permanecer en obediencia y no dirigir a los demás. La ley, además, decía lo mismo. Sería vergonzoso oírlas hablar en público. Si hubiesen tenido preguntas que formular, ellas podían preguntar a sus maridos en casa.

15.6 - La demostración de ser lleno del Espíritu – el reconocimiento de que lo que el apóstol escribía venía de Dios

1 Corintios 14:36 y ss. Con todos los dones que les habían sido otorgados a ellos, la Palabra no salió de los Corintios, ni les había llegado solamente a ellos; ellos debían someterse al orden universal del Espíritu en la asamblea. Si ellos pretendían ser guiados por el Espíritu, que ellos reconocieran (y esto demostraría que eran guiados por Él) que las cosas que el apóstol les escribía eran mandamientos del Señor: una afirmación muy importante; una posición responsable y seria de este maravilloso siervo de Dios. ¡Qué mezcla de ternura, de paciencia, y de autoridad! El apóstol desea que los fieles vengan a la verdad y al orden, conducidos por sus propios afectos; no temiendo, de ser necesario para el bien de ellos, hacer valer una autoridad sin súplica, como hablando directamente de Dios – una autoridad que Dios justificaría si el apóstol se veía obligado, sin querer, a usarla. Si alguno ignoraba que él escribía por el Espíritu con la autoridad de Dios, ello era verdaderamente ignorancia; que los tales fueran entregados a su ignorancia. Los hombres espirituales y sencillos serían librados de tales pretensiones. Los que estaban realmente llenos del Espíritu reconocerían que lo que el apóstol escribía venía inmediatamente de Dios, y era la expresión de Su sabiduría, de lo que era apropiado a Él: porque puede haber, a menudo, reconocimiento de la sabiduría humana, o aun divina, cuando se encuentra, allí donde no existía la habilidad para encontrarla, ni tampoco, si fuera percibida en parte, el poder para exponerla con autoridad. Mientras tanto, el hombre pretencioso, reducido a este lugar, encontraría el lugar provechoso, y lo que él necesitaba.

15.7 - La afirmación del apóstol en cuanto a la inspiración de las epístolas

Observaremos aquí, asimismo, la importancia de esta afirmación del apóstol con respecto a la inspiración de las epístolas. Lo que él enseñaba para los detalles, aun para el orden de la asamblea, era tan realmente dado de parte de Dios, venía tan enteramente de Dios, que ellos eran mandamientos del Señor. Para la doctrina nosotros tenemos, al final de la Epístola a los Romanos, la misma declaración de que el evangelio era diseminado entre las naciones mediante escritos proféticos.

15.8 - Estímulo del ejercicio de dones en el debido orden

El apóstol reanuda sus enseñanzas diciendo que ellos debían desear profetizar, no debían prohibir hablar en lenguas, y que todo debía ser hecho con orden y propiedad.

16 - Capítulo 15

16.1 - La negación de la resurrección de los muertos

Pero otros males habían encontrado el medio de introducirse en medio de los resplandecientes dones que eran ejercitados en el seno de la grey en Corinto. La resurrección de los muertos era negada. Satanás es astuto en sus tratos. Solamente se cuestionaba, aparentemente, lo relativo al cuerpo; no obstante, el evangelio completo estaba en juego, porque si los muertos no resucitan, entonces Cristo no resucitó. Y si Cristo no resucitó, los pecados de los fieles no fueron quitados, y el evangelio no era verdad. El apóstol, por consiguiente, reservó este asunto para el final de su epístola, y él entra minuciosamente en él.

16.2 - La salvación depende del hecho de la resurrección; un testimonio completo y positivo en cuanto a ello

1 Corintios 15:1 y ss. Él les recuerda, en primer lugar, lo que él había predicado entre ellos como el evangelio, que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, y que resucitó conforme a las Escrituras. Esto, entonces, era el medio de la salvación de ellos, si continuaban en él, a menos que hubiesen creído en vano. Aquí, a lo menos, había un fundamento muy sólido para su argumento: la salvación de ellos (a menos que todo lo que ellos habían creído fuese una fábula sin valor) depende del hecho de la resurrección, y estaba ligada a ella. Pero si los muertos no resucitan, Cristo no resucitó, porque Él había muerto. El apóstol comienza, por lo tanto, estableciendo este hecho mediante los más completos y positivos testimonios, incluyendo su propio testimonio, ya que él mismo había visto al Señor. Quinientas personas le habían visto a la vez, y gran parte de ellos aún vivían para dar testimonio de ello.

16.3 - Cristo resucitó: de no ser así, la predicación y la fe de los cristianos son vanas

1 Corintios 15:12 y ss. Observen, de paso, que todo lo que el apóstol habla produce un efecto moral en su corazón, porque él piensa acerca de ello con Dios. Así, en los versículos 8 al 10, él nos recuerda el estado de cosas con respecto a él mismo y a los otros apóstoles, y lo que la gracia había hecho; y luego, una vez descargado su corazón, él regresa a su tema. El testimonio de cada testigo divino era el mismo. Todas las cosas declaraban que Cristo había resucitado; todo dependía del hecho de que Él había resucitado. Esto era su punto de inicio. Él decía: si lo que se predicaba entre ustedes es que Cristo resucitó de los muertos, ¿cómo es que algunos de entre ustedes dicen que no hay resurrección de los muertos? Si no la hay, Cristo no resucitó; si Él no resucitó, la predicación de Sus testigos es vana, la fe de los cristianos es vana. No sólo eso; sino que estos testigos son testigos falsos, porque ellos han declarado, con respecto a Dios, que Él resucitó a Cristo de los muertos. Pero Dios no le resucitó si los muertos no resucitan. Y en ese caso la fe de ellos es vana: ellos estaban aún en sus pecados; y los que ya habían dormido en Cristo habían perecido. Ahora bien, si sólo en esta vida el creyente tiene esperanza en Cristo, él es el más miserables de todos los hombres; él no hace más que sufrir en cuanto a este mundo. Pero ello no es así, porque Cristo resucitó.

16.4 - Cristo resucitó de entre todos los otros muertos

1 Corintios 15:20 y ss. Aquí, no obstante, no se trata sólo de una doctrina general acerca de que los muertos resucitan. Cristo, al resucitar, resucitó de entre los muertos. Es el favor y el poder de Dios que han entrado [17], para devolver a la vida, de entre los muertos, a Aquel que había descendido, en Su gracia, a la muerte para cumplir y mostrar la liberación del hombre en Cristo, del poder de Satanás y de la muerte; y para poner un sello público sobre la obra de redención, para mostrar abiertamente en el hombre, la victoria sobre todo el poder del enemigo. Cristo resucitó, de este modo, de entre todos los otros muertos (porque la muerte no pudo retenerle), y estableció el principio glorioso de esta divina y completa liberación, y Él llegó a ser las primicias de los que durmieron, quienes, teniendo Su vida, esperan el ejercicio de Su poder, el cual los despertará en virtud del Espíritu que mora en ellos.

[17] Cristo pudo decir, "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré" (Juan 2:19), porque Aquel que mora en el templo es Dios. Se dice, también, que Él fue levantado por el Espíritu (Romanos 8:11), y a la vez, por la gloria del Padre (Romanos 6:4). Pero aquí, Él es visto como hombre que ha experimentado la muerte; y Dios interviene, para que Él no permanezca en ella, porque el objeto no es aquí exponer la gloria de la Persona del Señor, sino probar nuestra resurrección, puesto que Él, un hombre muerto, ha resucitado. La muerte entró por un hombre; por un hombre entró la resurrección. El apóstol, a la vez que demuestra que Él era el Señor del cielo, habla siempre aquí del Cristo Hombre.

16.5 - El carácter peculiar de la resurrección y el lugar peculiar de Cristo; Cristo y Su pueblo inseparablemente identificados

Esto da, evidentemente, un carácter muy peculiar a la resurrección. No se trata sólo de que los muertos resucitan, sino que Dios, por Su poder, vuelve a la vida a ciertas personas de entre los muertos, a causa del favor que Él tiene por ellas, y en conexión con la vida y el Espíritu que están en ellos. Cristo tiene un lugar bastante peculiar. La vida estaba en Él, y Él es nuestra vida. Él ganó esta victoria por la cual nosotros nos beneficiamos. Él es, por derecho, las primicias. Ello fue debido a Su gloria. Si Él no hubiera obtenido la victoria, nosotros habríamos permanecido siempre en prisión. Él mismo tenía poder para reanudar la vida, pero el gran principio es el mismo, no es sólo una resurrección de los muertos, sino que los que viven conforme a Dios, resucitan como los objetos de Su favor, y por el ejercicio de aquel poder que quiere tenerlos para Él y con Él – Cristo las primicias: los que son de Cristo, en Su venida. Nosotros estamos asociados con Cristo en resurrección. Salimos como Él, no sólo de la muerte, sino de los muertos. Prestemos atención aquí, también, a la manera en que Cristo y Su pueblo están inseparablemente identificados. Si ellos no resucitan, Él no resucitó. Él estaba tan realmente muerto como nosotros lo podemos estar, Él ha tomado, en gracia, nuestro lugar bajo la muerte, Él fue un hombre así como nosotros somos hombres (excepto el pecado) tan verdaderamente que, si ustedes niegan este resultado para nosotros, ustedes niegan el hecho en cuanto a Él; y el objeto y fundamento de la fe, de suyo, fracasan. Esta identificación de Cristo con los hombres, como para poder sacar una conclusión de nosotros para con Él, está llena de poder y bendición. Si los muertos no resucitan, Él no resucitó; Él estaba tan realmente muerto como nosotros lo podemos estar.

16.6 - Victoria sobre la muerte y sobre aquel que tenía el imperio de ella lograda por Uno que se hizo hombre

Era necesario que ello fuera llevado a cabo por un hombre. El poder de Dios, sin duda, puede llamar de regreso de la tumba a todos los hombres. Él lo hará así, actuando en la Persona de Su Hijo, a quien todo el juicio le es dado. Pero esa no será una victoria ganada en la naturaleza humana sobre la muerte que mantenía a los hombres cautivos. Esto es lo que Cristo ha hecho. Él estaba dispuesto a ser entregado a la muerte por nosotros, para ganar (como hombre) la victoria para nosotros, sobre la muerte y sobre aquel que tenía el imperio de la muerte (Hebreos 2:14). Por un hombre vino la muerte; por un hombre, la resurrección. ¡Gloriosa victoria! ¡Triunfo completo! Nosotros salimos del estado donde el pecado y sus consecuencias nos alcanzaban completamente. El mal no puede entrar en el lugar al cual somos sacados. Hemos cruzado las fronteras para siempre. El pecado, el poder del enemigo, quedan fuera de esta nueva creación, la cual es el fruto del poder de Dios después que el mal hubo entrado, y que la responsabilidad del hombre no estropeará. Es Dios quien la mantiene en conexión con Él mismo: depende de Él.

16.7 - Adán y Cristo como cabezas de dos familias caracterizadas por la muerte y la vida

1 Corintios 15:22 y ss. Hay dos grandes principios establecidos aquí: por el hombre, la muerte; por el hombre, la resurrección de los muertos; Adán y Cristo como cabezas de dos familias. En Adán todos mueren; en Cristo todos serán vivificados. Pero hay aquí un acontecimiento trascendental en conexión con la posición de Cristo en los consejos de Dios. Un aspecto de esta verdad es la dependencia de la familia, por llamarlo así, de su cabeza. Adán trajo muerte en medio de sus descendientes – de los que están en relación con él. Este es el principio que caracteriza la historia del primer Adán. Cristo, en quien está la vida, trae vida en medio de los que Suyos – la comunica a ellos. Este principio caracteriza al segundo Adán, y a los que son Suyos en Él. Pero esta vida es una vida en el poder de la resurrección, sin el cual esta vida no habría podido ser comunicada a ellos. El grano de trigo habría sido perfecto en sí mismo, pero habría permanecido solo. Pero Él murió por los pecados de ellos, y ahora Él les imparte vida, habiéndoles sido perdonados todos sus pecados.

16.8 - El orden de Dios en la resurrección; sus tres pasos; la resurrección para juicio - de aquellos que no son de Cristo

Ahora bien, en la resurrección, hay un orden según la sabiduría de Dios para el cumplimiento de Sus consejos – Cristo, las primicias; los que son de Cristo, en Su venida. Así, los que están en Cristo son vivificados según el poder de vida que está en Cristo; se trata de la resurrección de vida. Pero este no es el alcance completo de la resurrección adquirida por Cristo, al ganar la victoria sobre la muerte según el Espíritu de santidad (Romanos 1:4). El Padre le ha dado a Él poder sobre toda carne, para que Él de vida eterna a tantos como el Padre le haya dado. Estos últimos son aquellos de quienes este capítulo trata esencialmente, porque el tema de este capítulo es la resurrección entre cristianos; y el apóstol, y el Espíritu mismo, se deleitan en hablar acerca del tema del poder de vida eterna en Cristo. Aun así, él no puede omitir enteramente otra parte de la verdad. La resurrección de los muertos, él nos dice, entró por un Hombre. Pero él no está hablando aquí acerca de la comunicación de vida en Cristo. En conexión con esta última y más cercana parte de su tema, él no hace referencia a la resurrección de los malos; pero después de la venida de Cristo, él introduce el final, cuando Él habrá entregado el reino al Padre. Con el reino es introducido el poder de Cristo ejercido sobre todas las cosas – un pensamiento enteramente diferente de la comunicación de vida a los Suyos.

Por lo tanto, hay tres pasos en estos acontecimientos:

  • primero, la resurrección de Cristo;
  • luego, la resurrección de los que son Suyos, en Su venida;
  • después, el final, cuando Él habrá entregado el reino al Padre.

Los pasos primero y segundo son el cumplimiento, en resurrección, del poder de vida en Cristo y en Su pueblo. Cuando Él viene, Él toma el reino; Él toma Su gran poder y actúa como Rey. Su poder se despliega, entonces, desde Su venida hasta el fin, para someter todas las cosas a Él; lapso de tiempo durante el cual todo poder y toda autoridad serán abolidos. Porque Él debe reinar hasta que todos Sus enemigos estén bajo Sus pies; y el último enemigo en ser sometido será la muerte. Aquí entonces, sólo como efecto de Su poder, y no en conexión con la comunicación de vida, nosotros encontramos la resurrección de aquellos que no son Suyos; porque la destrucción de la muerte resulta en la resurrección de ellos. Ellos son pasados por alto en silencio: solamente que la muerte, tal como nosotros la vemos, ya no tiene dominio sobre ellos. Cristo tiene el derecho y el poder, en virtud de Su resurrección y de haber glorificado al Padre, de destruir el dominio de la muerte sobre ellos, y resucitarlos. Esta será la resurrección para juicio. Su efecto se declara en otra parte de la Escritura.

16.9 - El propio Hijo se sujeta, como hombre, para que Dios pueda ser todo en todos

1 Corintios 15:27 y ss. Cuando Él haya puesto a todos Sus enemigos bajo Sus pies, y haya devuelto el reino a Su Padre (porque nunca es tomado de Él, ni dado a otro, como sucede con los reinos humanos), entonces el propio Hijo se sujeta a Él, quien ha puesto todas las cosas bajo Él, para que Dios pueda ser todo en todos. El lector debería observar que de lo que se habla aquí es del consejo de Dios con respecto al gobierno de todas las cosas, y no de Su naturaleza; y, además, es del Hijo, como hombre, de quien se dicen estas cosas. Esta no es una explicación arbitraria: el pasaje es del Salmo 8, cuyo tema es la exaltación del hombre a la posición de cabeza de todas las cosas, poniendo Dios todas las cosas bajo Sus pies. El apóstol dice que nada se exceptúa (Hebreos 2:8) salvo, como él añade aquí, que Él es exceptuado necesariamente, ya que es Él quien puso todas las cosas bajo Él. Cuando el hombre Cristo, el Hijo de Dios, ha cumplido, de hecho, con esta sujeción, Él devuelve a Dios el poder universal que le había sido encomendado a Él, y cesa el reino interventor que Él dominó como hombre. Él se sujeta nuevamente, así como Él lo estaba en la tierra. Él no cesa de ser uno con el Padre, tal como Él era mientras vivía en humillación en la tierra, aunque diciendo al mismo tiempo, "Antes que Abraham naciera, yo soy." (Juan 8:58 - VM) Pero el gobierno interventor del hombre ha desaparecido – es absorbido en la supremacía de Dios, a la cual ya no hay oposición alguna. Cristo tomará Su lugar eterno, un Hombre, la Cabeza de toda la familia de redimidos, siendo, a la vez, Dios bendito por siempre, uno con el Padre. En el Salmo 2, vemos al Hijo de Dios, como nacido en la tierra, Rey en Sión, rechazado cuando Él se presentó en la tierra; en el Salmo 8, vemos el resultado de Su rechazo, exaltado como Hijo del Hombre a la cabeza de todo lo que la mano de Dios ha hecho. Luego, le hallamos aquí, entregando Su autoridad conferida, y reanudando la posición normal de humanidad, a saber, la de sujeción a Aquel que puso todas las cosas bajo Él; pero a través de todo eso, no cambiando jamás Su naturaleza divina, ni – salvo por lo que respecta a cambiar gloria por humillación – Su naturaleza humana. Pero Dios es ahora todo en todos, y el gobierno especial del hombre en la Persona de Jesús – un gobierno con el cual la asamblea está asociada (vean Efesios 1:20-23, que es una cita del mismo Salmo 8) – es anexado a la inmutable supremacía de Dios, la relación final y normal de Dios con Su criatura. Encontraremos que el Cordero es omitido en lo que se dice en Apocalipsis 21:1-8, donde se habla del mismo período.

16.10 - Resurrección por el Hombre Cristo Jesús; una revelación a Pablo de todos los modos de obrar de Dios con respecto a la resurrección

De este modo, encontramos en este pasaje:

  • la resurrección por un hombre – habiendo entrado la muerte por un hombre;
  • la relación de los santos con Jesús, la fuente y el poder de vida, siendo la consecuencia Su resurrección, y la de los Suyos en Su venida;
  • el poder sobre todas las cosas encomendado a Cristo, el Hombre resucitado; y luego,
  • el reino devuelto a Dios el Padre, el tabernáculo de Dios con los hombres, y el hombre Cristo, el segundo Adán, eternamente un hombre sujeto al Supremo – siendo esto último una verdad de infinito valor para nosotros (no siendo la resurrección de los malos el tema directo del capítulo, aunque está implicada en la resurrección traída por Cristo).

El lector debe observar ahora, que este pasaje es una revelación, en la cual el Espíritu de Dios, habiendo fijado los pensamientos del apóstol en Jesús y la resurrección, interrumpe repentinamente la línea de su argumento, anunciando – con aquel impulso que los pensamientos de Cristo daban siempre a la mente y al corazón del apóstol – todos los modos de obrar de Dios con respecto a la resurrección, a la conexión de los que son Suyos con Él en esa resurrección, y al gobierno y dominio que le pertenece a Él como resucitado, así como a la naturaleza eterna de Su relación, como hombre, con Dios. Habiendo comunicado estos pensamientos de Dios, los cuales le son revelados, él reanuda el hilo de su argumento en el versículo 29. Esta parte finaliza con el versículo 34, después de lo cual él trata la cuestión que ellos le habían expuesto como una dificultad – ¿de qué manera resucitarían los muertos?

16.11 - Bautizados por los muertos

1 Corintios 15:29 y ss. Tomando los versículos 20 al 28 (que contienen una revelación tan importante en un pasaje que es completo en sí mismo) como un paréntesis, los versículos 29 al 34 se hacen más inteligibles, y algunas expresiones, que han afligido grandemente a los intérpretes, tienen un sentido tolerablemente determinado. El apóstol dice, en el versículo 16, "si los muertos no resucitan", y luego dice que si ese fuera el caso, los que habían dormido en Jesús habían perecido, y que los que estaban vivos eran los más miserables de todos los hombres. Él regresa a estos puntos en el versículo 29, y habla de los que se bautizan por los muertos, en conexión con la afirmación de que si no había resurrección, los que habían dormido en Cristo habían perecido; él dice, "si" (versículos 16 y 17), repitiendo con más fuerza la expresión en el versículo 16, "[si] los muertos no resucitan"; y muestra después cuán enteramente está él en el segundo caso del cual él había hablado, "somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres", y casi en el caso de perecer también, estando en peligro cada momento, como batallando contra fieras salvajes, muriendo diariamente. Bautizarse, entonces, por los muertos, es convertirse en un cristiano con la vista fija en los que han dormido en Cristo, y, particularmente, como habiendo sido muertos por Él, tomando uno la porción con los muertos, sí, con los muertos en Cristo; se trata del significado mismo del bautismo (Romanos 6). ¡Cuán sin sentido si ellos no resucitan! Como en 1 Tesalonicenses 4, el tema, a la vez que se habla de todos los cristianos, es considerado del mismo modo. La palabra traducida "por" [los muertos] es usada frecuentemente en estas epístolas en lugar de «considerando a», «con referencia a».

16.12 - La resurrección demostrando que la muerte no toca el alma aunque disuelve su unión íntima con el cuerpo

Hemos visto que los versículos 20 al 28 forman un paréntesis. Después, el versículo 29 se conecta con el versículo 18. Los versículos 32 al 32 se relacionan con el versículo 19. Las explicaciones históricas de estos últimos versículos se encuentra en la segunda epístola (vean 2 Corintios 1:8, 9; 2 Corintios 4:8-12). Lo que sí yo creo es que el versículo 32 debería ser tomado literalmente. La expresión traducida "batallé... contra bestias" es usada, usualmente, en un sentido figurativo, para dar a entender el hecho de estar en conflicto con enemigos fieros e implacables. Como consecuencia de la violencia de los Efesios, él casi había perdido la vida, y había perdido aun la esperanza de salir con vida; pero Dios le había librado. Pero, ¿qué propósito tenía pasar por estos sufrimientos, si los muertos no resucitan? Y observen aquí que, aunque la resurrección demuestra que la muerte no toca el alma (comparen con Lucas 20:38), aun así el apóstol no piensa acerca de inmortalidad [18], aparte de resurrección. ¿Dios tiene que hacerlo así, con el hombre? y el hombre se compone de cuerpo y alma. Él da cuenta en el juicio de las cosas hechas en el cuerpo. Él lo hará cuando resucite de los muertos. La unión íntima entre los dos, siendo tan distintos como son, forma la fuente de vida, la sede de la responsabilidad, el medio del gobierno de Dios con respecto a Sus criaturas, y la esfera en la cual Sus tratos son mostrados. La muerte disuelve esta unión; y aunque el alma sobrevive, y es feliz o miserable, la existencia de un hombre completo se suspende, el juicio de Dios no se aplica, el creyente no ha sido revestido aún de gloria. De esta manera, negar la resurrección era negar la verdadera relación de Dios con el hombre, y hacer que la muerte fuera el final del hombre, destruyendo al hombre de la manera que Dios le contempla, y haciéndole perecer como una bestia. Comparen con los argumentos del Señor en aquel pasaje de Lucas del cual ya he citado, más arriba, un versículo.

[18] Pero, noten, que la inmortalidad en el Nuevo Testamento no se aplica nunca a otra cosa más que al cuerpo, y eso de manera exclusiva y enfática, "esto mortal" (1 Corintios 15:53 y 54), y lo similar. La existencia separada del alma, como no muriendo con el cuerpo, es enseñada de manera suficientemente clara en la Escritura, y no meramente para los cristianos (en cuanto a quienes ello es evidente, porque nosotros estamos con Cristo), sino para todos, como en Lucas 20:38; Lucas 12:4, 5; y el final de Lucas 16.

16.13 - El deseo con el cual está unida la negación de la resurrección; la razón de ello

1 Corintios 15:33 y ss. ¡Cuán lamentable! la negación de la resurrección estaba unida con el deseo de dar rienda suelta a los sentidos. Satanás lo introduce en el corazón de los cristiano por medio de las comunicaciones que ellos mantienen con personas con las cuales el Espíritu de Cristo no hubiese tenido comunión alguna.

Ellos necesitaban tener sus conciencias ejercitadas, estar despiertos, para que la justicia pudiera tener su lugar allí. Es la falta de aquello que es, comúnmente, la verdadera fuente de herejías. Ellos fracasaban en el conocimiento de Dios. Ello era para vergüenza de estos cristianos. ¡Que Dios nos conceda prestar atención a ello! Se trata del gran asunto aun en cuestiones de doctrina.

16.14 - El modo físico de la resurrección; la morada gloriosa del alma – un cuerpo adecuado a la criatura que lo poseía

1 Corintios 15:35 y ss. Pero, además, el espíritu inquisitivo del hombre se sentiría satisfecho gustosamente con respecto al modo físico de la resurrección. El apóstol no lo gratificó, reprendiendo, al mismo tiempo, la insensata necedad de aquellos que tenían cada día ocasión de ver cosas análogas en la creación que les rodeaba. Fruto del poder de Dios, el cuerpo resucitado sería, según el beneplácito de Aquel que lo dio de nuevo, para que sea una morada gloriosa del alma, un cuerpo de honra, el cual, habiendo pasado por la muerte, asumiría esa gloriosa condición que Dios le había preparado – un cuerpo adecuado a la criatura que lo poseía, pero conforme a la voluntad suprema de Aquel que vistió a la criatura con este cuerpo. Había diferentes clases de cuerpos; y, de la misma forma que el trigo no era el grano desnudo que había sido sembrado, aunque seguía siendo una planta de su naturaleza y no otra, así sería con el hombre resucitado. Eran diferentes, también, las glorias de los cuerpos celestiales y terrenales: una estrella difería de otra estrella en gloria. Yo no creo que este pasaje se refiera a grados de gloria en el cielo, sino al hecho de que Dios distribuye gloria como le place a Él. No obstante, la gloria celestial y la gloria terrenal son claramente puestas en contraste, porque habrá una gloria terrenal.

16.15 - El carácter de la resurrección

1 Corintios 15:42 y ss. Y observen aquí que no es meramente el hecho de la resurrección lo que se expone en este pasaje, sino también su carácter. Para los santos será una resurrección a la gloria celestial. La porción de ellos será cuerpos incorruptibles, gloriosos, vasos de poder espiritual. Este cuerpo, sembrado como el grano de trigo para corrupción, se vestirá de gloria e incorrupción [19]. Aquí se habla solamente de los santos – "así son también los que son celestiales" (1 Corintios 15:48 - LBLA), y en conexión con Cristo, el segundo Adán. El apóstol había dicho que el primer cuerpo era "natural" (1 Corintios 15:44). Su vida era la del alma viviente; en cuanto al cuerpo, este participaba de esa clase de vida que los demás animales poseían – no obstante cuál pudiera ser su superioridad en cuanto a su relación con Dios, en que Dios mismo había soplado en su nariz aliento de vida, de modo que el hombre estuviera así, en una manera especial, en relación con Dios (de Su linaje, como dijo el apóstol en Atenas. Hechos 17:28). "Adán, hijo de Dios" dijo el Espíritu Santo en Lucas 3:38 – hecho a imagen de Dios. Su conducta debería haber respondido a ello, y Dios se había revelado a él con el fin de situarlo, moralmente, en la posición que era apropiada a este aliento de vida que él había recibido. Él había llegado a ser – libre como él era de la muerte por el poder de Dios que lo sostenía, o mortal por la sentencia de Aquel que lo había formado – un alma viviente. No había poder vivificante en él. El primer Adán era sencillamente un hombre – "el primer hombre Adán."

[19] El hecho de que nosotros somos resucitados en gloria es una sorprendente demostración colateral del carácter completo de nuestra redención, y de la imposibilidad de que nosotros vayamos a juicio. Nosotros somos glorificados antes de que lleguemos al tribunal. Cristo habrá venido y habrá transformado nuestro cuerpo vil (o cuerpo de nuestro estado de humillación) y lo habrá hecho semejante a Su cuerpo glorioso (Filipenses 3:21).

16.16 - El postrer Adán dando vida a quien Él quiere darla

La Palabra de Dios no se expresa así con respecto a Cristo, cuando habla de Él en este pasaje como el postrer Adán. Él no podía ser el postrer Adán sin ser un hombre; pero la Palabra no dice, «el postrer hombre vino a ser un espíritu vivificador», sino "el postrer Adam vino a ser un espíritu vivificador" (1 Corintios 15:45 - VM); y cuando la Palabra habla de Él como el segundo Hombre, añade que Él era "del cielo." (1 Corintios 15:47). Cristo no sólo tenía vida como alma viviente, Él tenía el poder de vida, que impartiría vida a otros. Aunque Él era un hombre en la tierra, Él tenía vida en Sí mismo; por consiguiente, Él daba vida a quien Él quería dar vida (Juan 5:21). No obstante, la Palabra habla aquí de Él como del postrer Adán, del segundo Hombre, del Cristo. No es sólo que Dios da vida a quien Él quiere, sino que el postrer Adán, Cristo, la Cabeza, espiritualmente hablando, de la nueva raza, tiene este poder en Sí mismo: y, por lo tanto, se dice – porque es siempre a Jesús en la tierra a quien se tiene en consideración – Él "ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo." (Juan 5:26). De nosotros se dice, "El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida." (1 Juan 5:12). Sin embargo, lo espiritual no es primero, sino lo natural, es decir, aquello que tiene la vida natural del alma. Lo que es espiritual, que tiene su vida del poder del Espíritu, viene después. El primer hombre es de la tierra – tiene su origen, tal como él es (habiendo soplado Dios en su nariz un espíritu o aliento de vida), de la tierra. Por tanto, él es del polvo, como Dios dijo, "polvo eres, y al polvo volverás." (Génesis 3:19). El postrer Adán, aunque Él era verdaderamente un hombre como el primero, es del cielo.

16.17 - Unidos a la Cabeza de una raza espiritual y llevando Su imagen

1 Corintios 15:49. Nosotros, como perteneciendo al primer Adán, heredamos su condición, somos como él es: participando en la vida del segundo, nosotros tenemos parte en la gloria que Él posee como Hombre, somos como Él es, existimos conforme a Su manera de ser, siendo nuestra Su vida. Ahora bien, la consecuencia es aquí que, tal como hemos llevado la imagen del terrenal, llevaremos también la imagen del celestial. Observen aquí que el primer Adán y el postrer, o segundo Hombre, son considerados, respectivamente, en esa condición en la cual ellos entraron cuando sus respectivos juicios bajo la responsabilidad habían finalizado; y los que están relacionados con el uno y con el otro heredan la condición y las consecuencias de la obra del uno y del otro, probados de esa manera. Es el Adán caído quien es el padre de una raza nacida a su imagen (ver Génesis 5:3) – una raza caída y culpable, pecadora y mortal. Él había fallado, y cometió pecado, y perdió su posición delante de Dios, estaba lejos de Él, cuando él llegó a ser el padre de la raza humana.

Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, no lleva fruto; si muere, lleva mucho fruto. Cristo había glorificado a Dios, había hecho expiación, y fue resucitado en justicia; había vencido la muerte y destruido el poder de Satanás, antes de que Él llegara a ser, como Espíritu vivificador, la Cabeza de una raza espiritual [20], a quienes – unidos a Él – Él comunica todos los privilegios que pertenecen a la posición delante de Dios que Él ha adquirido, según el poder de esa vida mediante la cual Él les da vida. La imagen que llevaremos es la de un Cristo resucitado y glorificado, así como llevamos ahora la imagen de un Adán caído.

[20] No es que como Hijo de Dios no podía dar vida en todo tiempo, como de hecho él lo hizo. Pero con el fin de nuestra participación con Él, todo esto se necesitaba y se cumplió, y Él es considerado aquí como Él mismo resucitado de los muertos, el Hombre celestial. Esto está fundamentado, de esta manera, en la justicia divina.

16.18 - Una revelación positiva en cuanto al disfrute de la incorrupción por todos los santos; inmortalidad del cuerpo mortal

1 Corintios 15:50. Carne y sangre, no meramente el pecado, no pueden entrar en el reino de los cielos. La corrupción (pues eso somos nosotros) no puede heredar lo que es incorruptible. Esto conduce al apóstol a una revelación positiva de aquello que tendrá lugar con respecto al disfrute de la incorrupción por todos los santos. La muerte está conquistada. No es necesario que la muerte venga sobre todos, aún menos que todos deban experimentar una real corrupción del cuerpo; pero no es posible para la carne y para la sangre, heredar el reino de gloria. Pero no todos dormiremos; hay algunos que serán transformados sin morir. Los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros (ya que la redención se había cumplido y Cristo estaba listo para juzgar a los vivos y a los muertos, el apóstol consideraba esto como una cosa inmediata delante de sus ojos, dispuesta para tener lugar en cualquier momento) seremos transformados (una transformación equivalente a la resurrección); porque lo corruptible, si es que no estaba ya en el polvo y la corrupción, se revestirá de incorrupción; lo que es mortal se revestirá de inmortalidad. Nosotros vemos que esto se relaciona con el cuerpo; es en su cuerpo que el hombre es mortal, aun cuando él tiene vida eterna, y vivirá por Cristo y con Cristo. El poder de Dios formará a los santos, a los vivos o a los muertos, para la herencia de gloria.

16.19 - La muerte enteramente conquistada para el cristiano; los muertos resucitan y los muertos son transformados en la venida de Cristo

Tomen especial nota de lo que se ha dicho recién. La muerte está enteramente conquistada – anulada en su poder – para el cristiano. Él posee una vida (a Cristo resucitado), que lo coloca por sobre la muerte, quizás no físicamente, pero moralmente. Ella ha perdido todo su poder sobre su alma, como fruto del pecado y del juicio. Está tan enteramente conquistada que hay algunos que no morirán en absoluto. Todos los cristianos tienen a Cristo como vida de ellos. Si Él está ausente, y si Él no regresa – como será el caso mientras Él esté sentado en el trono de Su Padre, y nuestra vida está escondida con Él en Dios – nosotros experimentamos la muerte físicamente conforme a la sentencia de Dios; es decir, el alma es separada del cuerpo mortal. Cuando Él regresa y ejerce Su poder, habiéndose levantado del trono del Padre para tomar a Su pueblo a Sí mismo antes de que ejerza el juicio (Juan 14:3), la muerte no tiene, en absoluto, ningún poder sobre ellos: ellos no pasan por ella. Que los demás son resucitados de los muertos es una demostración de poder del todo divino, y más glorioso aún que el poder que creó al hombre del polvo. El hecho de que los vivos sean transformados demuestra una perfección de la redención cumplida, y un poder de vida en Cristo que no había dejado ningún rastro, ningún resto, del juicio de Dios en cuanto a ellos, ni del poder del enemigo, ni de la esclavitud del hombre a las consecuencias de su pecado. En lugar de todo eso, es un ejercicio de poder divino que se manifiesta en la absoluta, completa, y eterna liberación de la pobre criatura culpable que estaba antes bajo este juicio – una liberación que tiene su perfecta manifestación en la gloria de Cristo, porque Él mismo se sujetó, en gracia, a la condición del hombre bajo la muerte por el pecado; así que para la fe, todo ello es seguro, y está cumplido en Su Persona. Pero la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos será su cumplimiento real para todos los que son Suyos, en Su venida. ¡Qué gloriosa liberación es la que es obrada por la resurrección de Cristo, quien – habiendo sido borrado el pecado, la justicia glorificada divinamente y cumplida, el poder de Satanás destruido – nos transporta en virtud de una redención eterna, y por el poder de una vida que ha abolido la muerte, a una esfera enteramente nueva, donde el mal no puede entrar, ni ninguna de sus consecuencias, y donde el favor de Dios en gloria, resplandece sobre nosotros perfectamente y para siempre! Eso es lo que Cristo ganó para nosotros según el amor eterno de Dios nuestro Padre, quien nos lo dio a Él para que sea nuestro Salvador.

16.20 - El cumplimiento instantáneo de esta transformación en un momento inesperado, por el poder de Dios

1 Corintios 15:52. En un momento inesperado, nosotros entraremos en esta escena, ordenada por el Padre, preparada por Jesús. El poder de Dios llevará a cabo esta transformación en un instante: los muertos resucitarán, nosotros seremos transformados. La mención de la última trompeta no es más que una alusión militar, tal como me parece, cuando toda la tropa espera la última señal para que todos juntos se pongan en marcha.

16.21 - El carácter de la muerte cambiado completamente por lo que su Vencedor ha hecho; el temor da lugar a las gracias

1 Corintios 15:54 y ss. En la cita de Isaías 25:8, nosotros tenemos una notable aplicación de la Escritura. Aquí, se trata sólo del hecho de que la muerte es absorbida así en victoria, para lo cual se cita el pasaje de Isaías; pero la comparación con Isaías nos muestra que ello no será en el fin del mundo, sino en un período cuando, por el establecimiento del reino de Dios en Sión, el velo, bajo el cual los paganos han vivido en ignorancia y tinieblas, será quitado del rostro de ellos. Toda la tierra será iluminada, yo no digo en el momento, sino en el período. Pero esta certeza de destrucción de la muerte nos procura una confianza actual, aunque la muerte existe aún. La muerte ha perdido su aguijón, el sepulcro, su victoria. Todo es transformado por la gracia que, al final, introducirá este triunfo. Pero en el intertanto, revelándonos el favor de Dios, que es quien la concede, y el cumplimiento de la redención la cual es su base, ha transformado completamente el carácter de la muerte. La muerte, para el creyente que debe pasar por ella, es solamente dejar aquello que es mortal; ella no lleva ya más el terror del juicio de Dios, ni tampoco el terror del poder de Satanás. Cristo ha entrado en ella, la ha llevado y la ha soportado y la ha quitado totalmente y para siempre. No sólo eso – Él ha eliminado su fuente. Era el pecado el que afilaba y envenenaba aquel aguijón. Era la ley, presentando a la conciencia la justicia exacta, y el juicio de Dios que demandaba el cumplimiento de esa ley, y pronunciaba una maldición sobre los que caían en ella, – reitero, era la ley lo que le daba al pecado su fuerza a la conciencia, y hacía que la muerte fuese doblemente formidable, es decir, muy temible y que infundía asombro y miedo. Pero Cristo fue hecho pecado (2 Corintios 5:21), y llevó la maldición de la ley, siendo hecho maldición para los Suyos que estaban bajo la ley (Gálatas 3:13); y así, a la vez que glorificaba perfectamente a Dios con respecto al pecado, y a la ley en sus más absolutas demandas, Él nos ha librado completamente de lo uno y de lo otro, y, al mismo tiempo, del poder de la muerte, de la cual Él salió victorioso. Todo lo que la muerte puede hacer es sacarnos de la escena en la que ella ejerce su poder, para llevarnos a la escena en la cual ella no tiene ningún poder. Dios, el Autor de estos consejos de gracia, en quien está el poder que los lleva a cabo, nos ha dado esta liberación por medio de Jesucristo nuestro Señor. En lugar de temer la muerte, nosotros damos gracias a Aquel que nos ha dado la victoria por medio de Jesús. El gran resultado es estar con Jesús y ser semejantes a Jesús, y verle tal como Él es. Mientras tanto, nosotros trabajamos en la escena donde la muerte ejerce su poder – donde Satanás la utiliza, si Dios se lo permite, para detenernos en nuestro camino. Nosotros trabajamos aunque existen dificultades, con entera confianza, conociendo cuál será el infalible resultado. La senda puede ser acosada por el enemigo; el final será el fruto de los consejos y del poder de nuestro Dios, ejercido a nuestro favor según lo que hemos visto en Jesús, quien es la Cabeza y la manifestación de la gloria de la cual los Suyos gozarán.

16.22 - El poder de Cristo sobre todas las cosas; la asociación de los Suyos con Él

Para resumir lo que se ha dicho, nosotros vemos las dos cosas en Cristo:

  • primeramente, poder sobre todas las cosas, incluida la muerte; Él resucita incluso a los malos, y,
  • en segundo lugar, la asociación de los Suyos con Él.

Por lo tanto, con referencia a lo último, el apóstol dirige nuestros ojos a la resurrección de Cristo. Él no sólo resucita a otros, sino que Él mismo ha resucitado de los muertos. Él es las primicias de los que duermen. Pero antes de Su resurrección, Él murió por nuestros pecados. Todo lo que nos separaba de Dios está enteramente quitado – la muerte, la ira de Dios, el poder de Satanás, el pecado, desaparecen, por lo que a nosotros se refiere, en virtud de la obra de Cristo; y Él es hecho para nosotros, esa justicia que es nuestra titularidad para la gloria celestial. Nada queda de lo que pertenecía a Su anterior estado humano, excepto el eterno favor de Dios que lo llevó a Él allí. Así, se trata de una resurrección de entre los muertos por el poder Dios en virtud de aquel favor, porque Él era el deleite de Dios, y en Su exaltación se cumple Su justicia.

16.23 - El fundamento de la resurrección

Para nosotros, se trata de una resurrección fundamentada sobre la redención, y que disfrutamos ahora en el poder de una vida, que trae el efecto y la fortaleza de ambas a nuestro corazón, iluminado por el Espíritu Santo, quien nos es dado, En la venida de Cristo, el cumplimiento tendrá lugar, de hecho, para nuestros cuerpos.

16.24 - Los corintios son exhortados y animados en cuanto a la práctica

Con respecto a la práctica, la asamblea en Corinto estaba en una condición muy pobre; y estando dormidos en cuanto a la justicia, el enemigo procuró desviarlos, también, en cuanto a la fe. No obstante, como un cuerpo, ellos mantuvieron el fundamento; y en cuanto al poder espiritual externo, este resplandecía muy intensamente.

17 - Capítulo 16

17.1 - Los planes de Pablo; la colecta para los santos pobres en Jerusalén; la puerta abierta y muchos adversarios son sus motivos para permanecer en Éfeso

1 Corintios 16:1 y ss. El apóstol, en su carta, había tratado el desorden que reinaba entre estos creyentes, y su espíritu se sentía, en cierta medida, aliviado cumpliendo este deber hacia ellos; porque, después de todo, ellos eran cristianos y una asamblea de Dios. En el último capítulo él les habla con este sentido, aunque él no pudiera decidir ir a Corinto, porque tenía previsto visitarle cuando él viajara a Macedonia, y una segunda vez al regresar desde allá. Él no dice aquí por qué no fue allá durante su viaje a Macedonia, y habla con incertidumbre en cuanto a su estada en Corinto, cuando él habría de llegar allí a su regreso de Macedonia; si el Señor lo permitía, él se quedaría un tiempo con ellos. La segunda epístola a los Corintios explicará todo esto. En el estado en que estaban los Corintios, el corazón del apóstol no le permitiría visitarles. Pero él, no obstante, los trata con ternura, como cristianos amados aún, dándoles instrucciones adecuadas a las circunstancias del momento. Ellos debían hacer una colecta para los santos pobres en Jerusalén, tal como se había acordado con el apóstol cuando Pablo dejó Jerusalén como el apóstol reconocido de los Gentiles. Esto no debía ser llevado a cabo con prisa cuando él llegara, sino apartando cada semana en proporción a la prosperidad de ellos. Él enviaría personas escogidas por los Corintios, o él mismo las llevaría si iba a Jerusalén. Él pensó permanecer en Éfeso hasta Pentecostés, donde se le había abierto una gran puerta y había muchos adversarios. Si estas dos cosas van juntas, ello es un motivo para quedarse; la puerta abierta en un incentivo de parte de Dios, la actividad de los adversarios hace necesario permanecer con respecto al enemigo. Una puerta cerrada es una cosa diferente de la oposición. Las personas no escuchan si la puerta está cerrada; Dios no actúa para atraer la atención. Si Dios actúa, la asiduidad del enemigo no es sino una razón para no abandonar la obra. Parece (1 Corintios 15:32) que Pablo ya había sufrido mucho en Éfeso, pero él continuaba aún su obra allí. Él no podía derramar su corazón acerca del asunto a los Corintios, viendo el estado en que ellos estaban. Él lo hace en la segunda epístola, cuando la primera había producido el efecto deseado. Después hubo un tumulto en Éfeso, exacerbado por los artesanos, a consecuencia del cual Pablo dejó la ciudad (Hechos 19:21, 22). Los versículos 21 y 22 del capítulo 19 de Hechos nos muestran el período en el cual él escribió esta carta. Su vida estando en peligro la había precedido, pero él permaneció en Éfeso después de aquello. El tumulto cerró la puerta y eso hizo que él se marchara.

17.2 - Apolos compartiendo los sentimientos de Pablo y siendo uno con él

En Hechos 19:22, vemos que él había enviado a Timoteo a Macedonia. En nuestra epístola él supone que él podría ir hasta tan lejos como Corinto. Si él llegaba, los Corintios debían recibirle como ellos habrían recibido a Pablo. Él había rogado a Apolos que fuera a verles; él ya había sido una bendición para ellos; y Pablo pensó que podría serlo una vez más. Él no temía que Apolos lo desplazara en el corazón de los Corintios. Pero Apolos compartía los sentimientos del apóstol; él no estaba dispuesto a reconocer, o mediante su presencia tener la apariencia de defender, aquello que le había impedido a Pablo ir allí; y más aún porque había algunos en la asamblea en Corinto que deseaban usar su nombre como estandarte de un grupo. Libre en sus movimientos, él actuaría conforme al juicio que el Señor le permitiría formar.

17.3 - El ardiente deseo de Pablo para que ellos fuesen bendecidos; su gozoso reconocimiento del amor activo de tres hermanos

1 Corintios 16:13 y ss. Después de hablar de Apolos, la mente del apóstol vuelve, una vez más, a sus hijos en la fe, queridos para él, independientemente de cuáles fueran pudieran ser sus faltas. Los versículos 13 y 14 de 1 Corintios 16, son la efusión de un corazón que olvidó estas faltas en el ardiente deseo de un amor que pensaba sólo en la bendición de ellos conforme al Espíritu. Tres santos Corintios le habían traído provisiones; no parece que dicha actitud haya sido de parte de la asamblea, ni tampoco que fuera algún testimonio del amor de la asamblea que había refrescado el corazón del apóstol. Él querría que los Corintios se regocijasen ante ello. Él no duda de que ellos le amaran lo suficiente como para sentirse refrescado porque ello era así. El amor de ellos no había pensado esto de antemano; pero él expresa su convicción de que ellos se complacían en el pensamiento de que su corazón era refrescado. Es conmovedor ver aquí que el amor del apóstol sugiere eso que la gracia produciría en el corazón de los Corintios, comunicando lo que ellos, probablemente, no habrían sabido de otro modo – el amor activo de tres hermanos de la asamblea; y, uniéndolos en amor para gozo de él, si ellos no hubiesen estado unidos a aquello que lo había ocasionado. La llama del amor misma se comunica elevándose por encima de la frialdad, y alcanzando las profundidades de la vida divina en el corazón; y, una vez comunicada, el alma, anteriormente apagada, resplandece con el mismo fuego.

17.4 - Cuatro canales de ministerio

1 Corintios 16:16 y ss. Encontramos en este capítulo, cuatro canales, por decirlo así, de ministerio:

  1. primeramente, el apóstol, enviado directo de parte del Señor y por el Espíritu Santo;
  2. en segundo lugar, personas asociadas con el apóstol en su obra, y actuando a su deseo, y (en el caso de Timoteo) uno señalado por profecía;
  3. en tercer lugar, un obrero enteramente independiente (Apolos), enseñado parcialmente por otros (vean Hechos 18:26), pero actuando donde él lo veía conveniente, conforme al Señor y al don que él había recibido;
  4. en cuarto lugar, uno que se entrega al servicio de los santos, al igual que otros que ayudaron al apóstol y trabajaron.

Pablo exhorta a los fieles a someterse a los tales, y a todos quienes ayudaban en la obra y trabajaban. Él quiere que ellos reconozcan a los que refrescaron su corazón mediante su servicio de devoción. Encontramos, así, el sencillo e importante principio conforme al cual todos los mejores afectos del corazón se desarrollan, a saber, el reconocimiento de cada uno conforme a la manifestación de gracia y de poder del Espíritu Santo en él. El hombre cristiano se somete a aquellos que se entregan habitualmente al servicio de los santos; él reconoce a los que manifiestan gracia de una manera especial. Aquí no se habla de personas nombradas o consagradas oficialmente. Aquí se trata de la conciencia y del afecto espiritual de cristianos que los reconocen conforme a la obra de ellos – un principio valido en todas las épocas, que no permite que este respeto sea exigido, pero requiere que este respeto sea mostrado.

17.5 - Ancianos que sirven y son reconocidos sin designación oficial; todos los miembros de la Asamblea reconocidos como cristianos verdaderos

Podemos comentar aquí, que esta epístola, aunque entra en todos los detalles de la conducta interior de una asamblea, no habla, en absoluto, de ancianos o de algunos oficiales establecidos formalmente. Es verdad que, en general, los había; pero Dios ha proporcionado en la Palabra lo necesario para el andar de una asamblea en todos los tiempos, y, como vemos, ha proporcionado principios que nos obligan a reconocer a aquellos que sirven en ella, a través de la consagración personal sin ser designados oficialmente. La infidelidad general, o la ausencia de tales oficiales establecidos, no impedirá a los que obedecen la Palabra, seguirla en todo lo que es necesario para el orden cristiano. Nosotros vemos además, independientemente de cuál podía ser el desorden, que el apóstol reconoce a los miembros de la asamblea como siendo cristianos verdaderos; él les desea que se reconozcan los unos a los otros mediante el ósculo (beso) de amor, la expresión universal de afecto fraternal. Este es tan enteramente el caso, que él pronuncia un solemne anatema sobre todo aquel que no ama al Señor Jesús. Los tales podían existir, pero él no los reconoce en ninguna manera. Si había algunos, que ellos sean anatema. ¿Se trata esto de una mezcla permitida? Él no lo creerá, y los abraza a todos en los lazos del amor cristiano (versículo 24).

17.6 - Los culpables son considerados como cristianos aun cuando la disciplina era requerida; la irrealidad del amor por el Señor exige el más terrible anatema

El último punto es importante. El estado de la asamblea en Corinto podría proporcionar espacio para alguna incertidumbre en cuanto al Cristianismo de ciertos miembros, o de personas en conexión con ellos, aunque no habitasen en Corinto. Él los amonesta; pero, de hecho, en los casos de pecado más grave donde la disciplina de Dios era ejercida, o la disciplina del hombre, los culpables son considerados como cristianos. (Vean en esta epístola, 1 Corintios 10 para la advertencia; 1 Corintios 11:32 para la disciplina del Señor; y para la del hombre, 1 Corintios 5:5, para el principio, 2 Corintios 2:8). Además, él denuncia con un anatema a los que no aman al Señor Jesús. La disciplina es ejercida hacia el perverso quien es llamado un hermano. Aquel que se llama a sí mismo cristiano, y aun así no ama realmente al Señor – porque los tales pueden existir – es sometido al más terrible anatema.

17.7 - Cristo, el solo manantial del amor del apóstol

Es dulce ver que, después de corregir fielmente (aunque con angustia de corazón) todo abuso, el espíritu del apóstol regresa, por gracia, a los disfrutes del amor en su relación con los Corintios. El terrible versículo 22 ("Si alguno no ama al Señor, que sea anatema. ¡Maranata!" 1 Corintios 16:22 - LBLA), no fue sentido como siendo inconsistente con el amor que dictó los otros versículos. Era el mismo espíritu, porque Cristo era el solo manantial de su amor.

17.8 - La importancia de la salutación final escrita de puño y letra del apóstol

1 Corintios 16:21. Podemos notar que el apóstol, tal como otros pasajes testifican, empleó a alguien para que escribiese por él. La Epístola a los Gálatas es una excepción. Él autenticaba sus epístolas a las asambleas escribiendo la salutación al final de su puño y letra, señalando la importancia que él unía a la exactitud del contenido verbal, y confirmando el principio de una inspiración exacta. Su corazón se esparce (versículo 24), y él mismo se consuela por poder reconocerlos a todos en amor.


Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Octubre/Diciembre 2009.

navigate_before Romanos 2 Corintios navigate_next


arrow_upward Arriba