Sinopsis — Las Epístolas: Introducción
: Autor John Nelson DARBY 45
Sinopsis Serie:
(Fuente autorizada: graciayverdad.net)
En las Epístolas nosotros encontramos la exposición del resultado de esa obra gloriosa de gracia, mediante la cual el hombre es colocado en un terreno enteramente nuevo con Dios, en reconciliación con Él; así como el desarrollo de los consejos de Dios en Cristo, conforme a los cuales este nuevo mundo es establecido y ordenado. Al presentarnos esta exposición de los modos de obrar de Dios en conexión con la obra que es la base de estos consejos, son expuestos claramente la perfecta eficacia de la obra misma, y el orden de nuestras relaciones con Dios; de modo que el sistema completo, el completo plan de Dios, y la manera en que fue puesto en ejecución, son presentados. Y al hacer esto, lo que el hombres es, lo que Dios es, lo que la vida eterna es, son puestos claramente ante nosotros.
La muerte y resurrección de Cristo, así como Su exaltación a la diestra de Dios, forman el centro de toda esta enseñanza.
Hay tres grandes divisiones en esta enseñanza, que están conectadas, en general, con el instrumento usado por Dios en la comunicación de cada parte.
- Los consejos de Dios, los cuales son desarrollados por Pablo en conexión con la revelación de la verdadera justicia ante Dios, el terreno sobre el que un hombre puede ser verdaderamente justo ante Dios - la justicia de Dios, siendo el hombre un pecador.
- La vida de Dios, vida eterna manifestada e impartida. Esto está en la epístola de Juan [1].
- La vida Cristiana en la tierra, siguiendo a un Cristo resucitado. Esto lo encontramos en la Epístola de Pedro, en conexión con el gobierno de Dios del mundo como tal: el Cristiano como un peregrino.
[1] Los escritos de Pablo presentan el hombre a Dios en y a través de Cristo. El Evangelio de Juan presenta a Dios, en Cristo, al hombre; las Epístolas desvelan la vida divina en Cristo comunicada al creyente, aunque Pablo, evidentemente, habla de vida, y Juan del hombre como estando en Cristo ante Dios. Nosotros debemos agregar para el Evangelio de Juan la venida del Consolador. El lector observará también que el Evangelio de Juan nos presenta la cosa nueva tomando el lugar del Judaísmo, especialmente desde el capítulo 4. La elección aparece a través de todo el libro, expresada muy fuertemente. Los Evangelios Sinópticos presentan a Cristo a los Judíos, al hombre, para ser recibido; pero el mundo y los Judíos son juzgados en Juan 1:10, 11. A partir de eso, nuestra gracia y el remanente escogido, sólo las ovejas, son reconocidas, y los Judíos son tratados como réprobos.
Están, también, Santiago y Judas. El primero presenta la vida moral - la vida de fe en la tierra - como siendo la demostración verdadera de nuestra fe a los hombres, y, en particular, de la fe práctica en Cristo así como en Dios, quien responde a nuestras peticiones y a nuestras necesidades. Por esta razón, mientras que reconoce clara y distintivamente la fe en Cristo, y a nosotros como habiendo sido engendrados por la poderosa gracia de Dios por medio de Su Palabra, esta epístola de Santiago apenas se eleva, de hecho, por sobre dicha vida tal como se podría manifestar y desarrollar en cualquier período en un creyente, solamente que era el Cristiano, nacido de Dios, quien lo ejemplificaba ahora, y de este modo, esto era la ley de la libertad, porque la nueva naturaleza y la voluntad de Dios marchaban juntas, y ambas se revelaban plenamente en Cristo. De este modo, la Epístola de Santiago está ligada con la sinagoga, y con Cristianos aún en conexión con el Judaísmo, tal como los hemos visto históricamente en Jerusalén con Santiago a la cabeza de ellos. Esta Epístola no va más allá de esa posición. Es el último testimonio rendido a Israel contemplado como el pueblo de Dios, mientras que al mismo tiempo distingue al remanente vivificado que tenía fe en Cristo, aunque ellos aún no estaban separados de la nación. Nuestra costumbre de pensamiento, que no se fundamenta sobre una ley impuesta sin razón, sino sobre un desarrollo mucho más completo del Cristianismo (un desarrollo que era la manifestación de consejos mucho más antiguos que la nación Judía, puesto que ellos eran los consejos eternos de Dios), hacen difícil para nosotros comprender esta forma de la verdad - un forma en la cual ella se relaciona con aquello que, debido a las promesas hechas a Israel, era históricamente su cuna aquí abajo.
Si nosotros hemos comprendido correctamente la historia de los Hechos, ello hará que la posición de los creyentes, tal como la hallamos en la Epístola de Santiago, nos sea mucho más inteligible. La Epístola es una corrección de la profesión sin vida, y muy valiosa en este sentido.
La Epístola de Judas tiene un carácter muy diferente. No se trata de la cuna del Cristianismo, o de la asamblea en la tierra: se trata de su decadencia y de su muerte aquí abajo. La asamblea no guarda su primer estado. Esta Epístola se parece a una parte de la segunda de Pedro; pero esta última habla del juicio introducido por el gobierno general de Dios; Judas habla de la caída de aquello que ha tenido su existencia bajo la mirada de Dios desde Pentecostés, como responsable por el mantenimiento de la gloria de Su gracia en la tierra - una caída que, con respecto al estado actual de cosas, causa el juicio del que habla Pedro, y con el cual él continúa incluso hasta la disolución de la tierra y sus elementos. El mal que ya había comenzado en sus tempranos brotes, dio lugar a este desarrollo en la Epístola de Judas, y para la distinción de la asamblea verdadera, o a lo menos de sus miembros, quienes serían presentados en gloria ante la presencia del Señor en el cielo.
La Epístola a Los Hebreos contempla a los santos en la tierra, perfeccionados, en cuanto a aceptación, por la obra de Cristo, y como teniendo así libertad para entrar en el Lugar Santísimo, pero andando en debilidad aquí en la tierra, no los contempla como estando unidos a Cristo en el cielo; de ahí que presenta el sacerdocio de Cristo como obteniendo gracia para ayudar en tiempos de necesidad, mientras Él aparece en la presencia de Dios por nosotros. No se trata de intercesión con respecto a pecados (nosotros no tenemos más conciencia de pecados), sino de gracia y ayuda para nosotros, tal como somos. La Persona de Cristo como Dios y hombre es puesta de manifiesto, también, plenamente.
Un desarrollo más completo y más preciso se encontrará al estudiar las propias Epístolas.
Comenzaremos con las Epístolas de Pablo. En el carácter histórico de la doctrina de ellas, la Epístola de Santiago y las de Pedro deberían precederlas; es decir, en el progreso de las manifestaciones de los consejos de Dios en su extensión completa. Pero, como desarrollando los fundamentos de la verdad, y exponiendo su rango como un todo, las Epístolas de Pablo tienen, evidentemente, el primer lugar y arrojan luz sobre las de los otros. La Epístola a los Romanos, especialmente, establece los grandes fundamentos de la verdad divina, y de la relación individual con Dios de la manera más clara y completa, así que no tenemos motivo para desviarnos del orden en el cual las encontramos situadas habitualmente. No hay nada en ese orden que, en cuanto a sus detalles, esté relacionado con alguna razón moral o cronológica: este orden es diferente, también, en países distintos y en versiones diferentes; pero, es muy conveniente tomar ese orden que el lector encontrará en su Biblia habitual. Podemos advertir lo que será interesante en este sentido conforme estudiamos cada epístola.
La fecha de la Epístola a los Gálatas es menos segura, pero fue escrita después de varios años de labor; las dos epístolas a los Corintios, y la dirigida a los Romanos, fueron escritas en Éfeso, Macedonia, y Corinto, respectivamente, durante su viaje alrededor del Archipiélago después de su larga estadía en Éfeso; las epístolas dirigidas a los Efesios, Filipenses, y Colosenses, fueron escritas durante su reclusión.
Yo reservo las demás, incluyendo Hebreos, para el estudio de esas epístolas, destacando solamente lo que puede ser útil de conocer en aquellas de las que la fecha es bastante segura.
La Primera Epístola de Juan, podemos agregar, difícilmente pertenece a algún período particular, excepto que (al exponer la naturaleza y el carácter de la vida de Dios, que es la piedra de toque de toda profesión, y la salvaguardia contra todo error, contra todo que no lleva su impronta, y contra todas las pretensiones que, estando desprovistas de ella, se delatan ellas mismas por ese hecho mismo) esta epístola da por supuesta la entrada de estos errores, y así da por supuestos los últimos días de la era apostólica. Y esto, efectivamente, es más o menos el caso con las epístolas llamadas católicas (universales), a partir del hecho de no ser dirigidas a ninguna asamblea en particular, como lo fueron las de Pablo, el perito arquitecto. En estas epístolas nosotros encontramos profecías del mal desde el principio mismo, y el hecho de que el misterio de iniquidad ya estaba obrando. Pero las epístolas católicas (universales) toman ese terreno. Judas habla de corrupción entrando, Juan habla de apóstatas saliendo.
Consideremos ahora un poco las epístolas del propio Pablo. Ellas tienen más de un carácter, mientras que todas exhiben ese espíritu dotado desde lo alto, el cual habla extensamente sobre el amplio rango de los pensamientos de Dios, y puede entrar al mismo tiempo, en su energía maravillosa, en cada detalle, aun en aquellos de la vida individual; espíritu datado que sabe cómo situarse exactamente en las relaciones de un esclavo fugitivo con su amo, en la perspectiva de la gracia, y exponer con claridad divina todos los consejos mediante los cuales el Padre glorifica a Su Hijo, haciendo de Él el centro de todos Sus propósitos, del sistema que resulta del ejercicio de todo Su poder.
El cuidado de las asambleas, los desarrollos de los consejos de Dios, el ejercicio del afecto fraternal, tienen, cada uno, su lugar en sus pensamientos y en sus labores; mientras él es obligado a menudo a desarrollar la verdad luchando contra errores que desgarran su corazón, sea que el piense en el Cristo al cual ellos deshonran, o en la verdad - el instrumento de salvación - que ellos socavan; o sea que él recuerde a los amados redimidos de Cristo que son atribulados mediante estos errores, apartados, quizás, de la senda verdadera por medio de ellos.
Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Marzo 2009.