Efesios 5
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1 Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos amados; 2 y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, como ofrenda y sacrificio a Dios, de olor fragante.
Las tinieblas y la luz
1 Corintios 6:9-11; Colosenses 3:5-7, 16-17; 4:5; 1:9-10; 1 Tesalonicenses 4:1-8; 1 Juan 1:5-7
3 Pero la fornicación, y toda clase de inmundicia o avaricia, ni sea nombrada entre vosotros, como conviene a santos; 4 ni la obscenidad, las necedades y las groserías, que no convienen; sino más bien acciones de gracias. 5 Porque sabéis muy bien que ningún fornicario, o impúdico, o avaro, que es un idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 6 Nadie os engañe con vanas palabras; porque a causa de estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia. 7 No seáis copartícipes de ellos; 8 porque en otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz 9 (porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad), 10 comprobando lo que es agradable al Señor, 11 y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino antes reprendedlas; 12 porque es vergonzoso incluso hablar de las cosas que ellos hacen en secreto. 13 Pero todas las cosas, siendo reprendidas por la luz, son descubiertas, porque la luz lo descubre todo. 14 Por lo cual dice: «Despiértate, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo.» [Isaías 60:1] 15 Mirad, pues, con diligencia cómo andáis; no como necios, sino como sabios; 16 aprovechando el tiempo, porque los días son malos. 17 Por lo cual, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del Señor. 18 Y no os embriaguéis con vino, en lo cual hay desenfreno, sino sed llenos del Espíritu, 19 hablando entre vosotros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; 20 dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, 21 sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo.
La familia cristiana
Colosenses 3:18 al 4:1; 1 Pedro 2:18-25; 3:1-7
22 Las mujeres estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, como también Cristo es cabeza de la iglesia, siendo él mismo el Salvador del cuerpo. 24 Pero como la iglesia está sometida a Cristo, así las mujeres lo han de estar a sus maridos en todo. 25 Maridos, amad a vuestras mujeres, como también Cristo amó a la iglesia y se entregó sí mismo por ella, 26 para santificarla, purificándola con el lavamiento de agua por la Palabra; 27 para presentarse a sí mismo la iglesia gloriosa, que no tenga mancha, ni arruga, ni nada semejante, sino santa e inmaculada. 28 Así deben los maridos amar a sus propias mujeres, como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, se ama a sí mismo. 29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, así como Cristo a la Iglesia; 30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. 31 «Por esto, el hombre dejará a padre y a madre, y se unirá a su mujer; y los dos serán una sola carne.» [Génesis 2:24] 32 Este misterio es grande; pero yo lo digo con respecto a Cristo y a la Iglesia. 33 Sin embargo, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su propia mujer como a sí mismo, y que la mujer respete a su marido.