1 Timoteo 3
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Los conductores en la Iglesia: los supervisores
Hechos 6:1-6; Tito 1:5-9; 1 Pedro 5:1-4
1 Fiel es la palabra: Si alguno anhela cargo de supervisor, buena obra desea. 2 Es, pues, necesario que el supervisor sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, sensato, honorable, hospitalario, apto para enseñar; 3 no adicto al vino, ni pendenciero, sino amable, apacible; no amigo del dinero; 4 que gobierne bien su propia casa, teniendo a sus hijos en sumisión, con toda respetabilidad; 5 (porque si alguno no sabe dirigir su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?) 6 no un neófito, no sea que lleno de orgullo caiga en la condenación del diablo. 7 También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y lazo del diablo.
Los diáconos
8 Asimismo los diáconos deben ser hombres respetables, no de doble palabra; no adictos a mucho vino, ni codiciosos de ganancia deshonesta; 9 guardando el misterio de la fe con limpia conciencia. 10 Y que también estos sean probados de antemano, y entonces sirvan, si son irreprensibles. 11 Asimismo las mujeres sean serias, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo. 12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, que dirijan bien a sus hijos y sus propias casas. 13 Porque los que bien han servido, obtienen para sí una buena madurez, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.
El misterio revelado
Juan 1:1, 14; Romanos 1:4; 16:25-26; Efesios 2:19-22
14 Estas cosas te escribo, esperando ir pronto a verte, 15 pero si me retraso, para que sepas cómo debes comportarte en la casa de Dios (que es la Iglesia del Dios vivo), columna y cimiento de la verdad. 16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, fue justificado en el Espíritu, fue visto de ángeles, fue predicado entre los gentiles, fue creído en el mundo, fue recibido arriba en gloria.