1 Juan 3
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El amor del Padre
Juan 1:12-13; 13:34-35; 15:12 al 16:3; Romanos 8:14-19
1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo somos! Por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios; y aún no ha sido manifestado lo que seremos. Pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo el que tiene esta esperanza en él se purifica, así como él es puro. 4 Todo el que practica el pecado también practica la iniquidad; porque el pecado es la iniquidad. 5 Y sabéis que él fue manifestado para quitar los pecados, y en él no hay pecado. 6 Todo el que en él permanece, no peca; todo el que peca, no le ha visto ni le ha conocido. 7 ¡Hijitos, nadie os engañe! El que practica la justicia es justo, como él es justo. 8 El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto fue manifestado el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo. 9 Todo el que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque su simiente permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. 10 En esto son manifiestos los hijos de Dios y los hijos del diablo: El que no practica la justicia, ni ama a su hermano, no es de Dios.
El amor fraterno
11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. 12 No como Caín, quien era del maligno y mató a su hermano. Y ¿por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas. 13 No os extrañéis hermanos, si el mundo os odia. 14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en la muerte. 15 Todo el que odia a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. 16 En esto conocemos el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. 17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y le cierra su corazón, ¿cómo puede habitar el amor de Dios en él? 18 Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino con hechos y de verdad.
La seguridad ante Dios
19 En esto conocemos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro corazón delante de él. 20 Porque si nuestro corazón nos condena, Dios es mayor que nuestro corazón, y él lo sabe todo. 21 Amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos para con Dios; 22 y todo cuanto pidamos lo recibimos de él; porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que es agradable ante él. 23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros, como él nos lo mandó. 24 El que guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. En esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos dio.