Ayuda al estudio de Nehemías


person Autor: E. P. VEDDER 3

library_books Serie: Ayuda al estudio de la Palabra de Dios


1 - Capítulo 1: La oración de Nehemías

«Me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos» (Nehemías 1:3-4).

Nehemías era el copero del rey de Persia, una posición importante y de confianza, ya que era responsable de servir el vino al rey y de garantizar su seguridad asegurándose de que no estuviera envenenado. Sin embargo, su corazón estaba con su pueblo en Jerusalén, el lugar donde Jehová había puesto su nombre y donde se encontraba el templo de Dios. Cuando, a través de su hermano Hanani y otros visitantes de Judá, oyó hablar de Jerusalén, de sus muros destruidos, de sus puertas quemadas y de la débil condición del pueblo, lloró, se lamentó, ayunó y oró.

Su oración era una oración de confesión, profundamente sentida, y para el honor de Dios; una oración en la que dice «nosotros» (v. 6-7), y en la que no hace ninguna acusación. Aunque él mismo era un hombre devoto, se identificaba con los pecados de su pueblo Israel y con las oraciones de otros siervos de Dios. Le recuerda a Dios lo que prometió, pidiéndole «gracia delante de aquel varón [el rey]» (v. 11) Continúa ayunando y orando de esta manera durante muchos días, ante el Dios del cielo.

«Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina» (Prov. 21:1). Llega el día en que el rey se da cuenta de que Nehemías está triste. Aparecer triste en su presencia podía ser fatal, pues los reyes persas insistían en ser tratados, en cierto modo, como dioses ante los que no se podía tener mal parecer (Neh. 2:2). Pero solo de Dios se puede decir: «En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre» (Sal. 16:11). Dios responde a las oraciones de Nehemías, haciendo que el rey lo envíe a Jerusalén como gobernador para reconstruir la ciudad.

2 - Capítulo 2: Prepararse pacíficamente para el combate

«Salí de noche… y observé los muros de Jerusalén que estaban derribados, y sus puertas que estaban consumidas por el fuego… Les dije… venid, y edifiquemos el muro de Jerusalén, y no estemos más en oprobio. Entonces les declaré cómo la mano de mi Dios había sido buena sobre mí, y asimismo las palabras que el rey me había dicho. Y dijeron: Levantémonos y edifiquemos. Así esforzaron sus manos para bien» (Nehemías 2:13, 17-18).

Nehemías no pierde el tiempo. Tres días después de su llegada a Jerusalén, con algunos de sus hombres, salió de la ciudad, por la noche, para examinar la situación. Sin haberle dicho a nadie lo que iban a hacer, recorrieron toda la ciudad y vieron las ruinas de la muralla y sus puertas quemadas. ¡Qué espectáculo desalentador!

Nehemías convocó al pueblo y a sus líderes y les habló de la miseria en la que se encontraban. Pero añade: «Venid, y edifiquemos». Los anima hablándoles de la buena mano de Dios sobre él y del permiso real que se le ha concedido. Su respuesta es entusiasta: «Levantémonos y edifiquemos». Y de inmediato se preparan para abordar este proyecto de suma importancia. La muralla estaba destinada a proteger la ciudad y sus habitantes de los enemigos externos. Simboliza para nosotros la necesidad de separarnos moralmente del mundo que nos rodea para estar protegidos de su perniciosa influencia.

Vemos aquí a alguien que dirige de manera competente y piadosa. Nehemías actuó rápida y silenciosamente después de su llegada a Jerusalén. Examinó tranquilamente la situación, no confiando simplemente en su propio juicio en el asunto, sino llevando a algunas otras personas con él. Luego reúne al pueblo. Menciona el triste estado de las murallas y de las puertas de Jerusalén, pero no reprende ni culpa a nadie. Más bien, propone una solución positiva: «Venid y edifiquemos». Anima al pueblo diciendo que la buena mano de Dios ha estado sobre él y que el rey le ha dirigido palabras favorables.

El resultado es doble: el pueblo responde: «Levantémonos y edifiquemos», y él toma medidas positivas para hacerlo; mientras, los enemigos muestran su odio burlándose y despreciándolo.

3 - Capítulo 3: Todos constructores, todos diferentes

«Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado; ellos la enmaderaron, y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos… E inmediato a ellos restauraron los tecoítas; pero sus grandes no se prestaron para ayudar a la obra de su Señor… Baruc hijo de Zabai con todo fervor restauró otro tramo, desde la esquina hasta la puerta de la casa de Eliasib sumo sacerdote… Después de ellos restauraron los tecoítas otro tramo… Desde la puerta de los Caballos restauraron los sacerdotes, cada uno enfrente de su casa» (Nehemías 3:3, 5, 20, 27-28).

El capítulo 3 proporciona muchos detalles interesantes sobre la reconstrucción de la muralla. Nos da una idea de la precisión con la que Dios registra las actividades de cada uno de los suyos. Registra no solo lo que se hace, sino más importante, cómo se hace. A Dios le gusta ver a los suyos trabajar juntos. Leemos una y otra vez estas expresiones: «junto a ellos», «después de ellos», «al lado de ellos». Cada uno tenía un trabajo especial que hacer. No: ¡Tú en tu rincón oscuro y yo en el mío! Como dice un himno, sino que todos trabajaban juntos.

Dios toma nota de los que trabajaron, distinguiendo a algunas personas con una mención especial. Las hijas de un jefe trabajaban con él (v. 12). Perfumistas, orfebres y comerciantes participaron en este trabajo al que normalmente no estaban acostumbrados. Muchos trabajaron, pero se especifica que un hombre llamado Baruc reparó «con fervor» (o: con cuidado, con afán). Los tecoítas hicieron reparaciones, aunque los principales de ellos no se sometieron al servicio de su Señor. Luego estas personas continuaron su esfuerzo y repararon otra sección. Se mencionan algunas personas que han reparado una segunda sección. Muchos repararon una sección frente a su casa. Pero notamos que Eliasib, el sumo Sacerdote -–aliado de Tobías, uno de los jefes enemigos (Neh. 13:4-9)– no lo hizo delante de la suya; es otro quien lo hizo (v. 21). En cambio, Eliasib reparó la puerta de las ovejas, pero no puso los cerrojos y las barras que permitían que cerrara bien (v. 1).

Si recordamos lo que el muro representa como símbolo de separación moral y de protección de la influencia maligna del mundo, entendemos que para nosotros no basta con enseñar la necesidad de la separación del mundo, ¡es importante ponerla en práctica también en nuestras familias!

4 - Capítulo 4: Velar y orar

«Pero aconteció que oyendo Sanbalat y Tobías, y los árabes, los amonitas y los de Asdod, que los muros de Jerusalén eran reparados, porque ya los portillos comenzaban a ser cerrados, se encolerizaron mucho; y conspiraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño. Entonces oramos a nuestro Dios, y por causa de ellos pusimos guarda contra ellos de día y de noche» (Nehemías 4:7-9).

La oposición de los enemigos que rodeaban Jerusalén se hizo más fuerte cuando vieron que la obra continuaba a pesar de sus esfuerzos. Su profunda confusión y desprecio del principio se convirtió en furia, burla y complots para hacer la guerra. Hoy en día también, Satanás se molesta cuando ve que la obra de Dios progresa. Usará todo tipo de medios para tratar de detenerla.

Una vez más, Nehemías se vuelve a Dios a través de la oración. Sus oraciones son cortas y precisas, sin nada complicado. Nosotros también podemos hablar simple y directamente con Dios. Como cristianos, lo conocemos como nuestro Padre, que nos ama y se preocupa por nosotros. Y nuestro Señor Jesucristo, nuestro sumo sacerdote y abogado, está disponible en todo momento. Dio su vida por nosotros y sigue amándonos con un amor infinito. ¡Podemos dirigirnos a él de una manera sencilla!

Nuestro Señor nos dice de velar y orar. Nehemías, mientras continuaba reconstruyendo las murallas de Jerusalén, también velaba y oraba día y noche. Los trabajadores dormían completamente vestidos. Estaban armados con espadas, lanzas y arcos, y llevaban escudos y corazas. La mitad de ellos tenían sus armas mientras los otros trabajaban en la construcción (v. 16). El que tocaba la trompeta estaba al lado de Nehemías (v. 18), listo para dar la alarma si el enemigo llegaba. Mientras los obreros estaban activamente ocupados y dispersos alrededor del muro, se dieron órdenes para que todos se reunieran si sonaba la trompeta. ¡Estemos siempre dispuestos a ayudarnos mutuamente cuando el Señor nos lo pide! Es permaneciendo unidos que podemos resistir al Enemigo.

«Velemos unos por otros para estimularnos al amor y a las buenas obras… exhortándonos, y tanto más cuanto veis que el día se acerca» (Hebr. 10:24-25).

5 - Capítulo 5: Problemas internos

«Hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos… me enojé en gran manera cuando oí su clamor… y reprendí a los nobles y a los oficiales, y les dije: ¿Exigís interés cada uno a vuestros hermanos?… No es bueno lo que hacéis. ¿No andaréis en el temor de nuestro Dios, para no ser oprobio de las naciones enemigas nuestras?… quitémosles ahora este gravamen» (Nehemías 5:1, 6-7, 9-10).

Los capítulos anteriores presentan una magnífica imagen del pueblo de Dios: hombres y mujeres trabajando juntos para reconstruir la muralla y permaneciendo vigilantes, con la oración, ante las amenazas del enemigo. Pero entonces Satanás continuó oponiéndose a esta obra. entonces surgió un grave problema interno que perturbó su armoniosa colaboración e impidió que el trabajo avanzara.

Los nobles y los jefes habían prestado dinero a sus hermanos pobres, para que pudieran comprar comida y pagar sus impuestos. Entonces exigieron intereses a sus hermanos, actuando en contra de la Ley (Lev. 25:35-42). Estos fueron obligados a vender a sus hijos como esclavos. Es comprensible, que este abuso hacia los pobres produjera un grito de desesperación. Tan pronto como fue informado de esto, Nehemías convocó una gran asamblea y reprendió duramente a los líderes culpables por su vergonzosa conducta y el consiguiente mal testimonio ante sus enemigos. Nehemías y otros, según sus posibilidades, redimen a estos esclavos judíos. Este asunto tenía que ser resuelto y lo es muy rápidamente.

Nehemías, como gobernador, se cuidó de dar el buen ejemplo, practicando públicamente la hospitalidad y renunciando a sus derechos como representante oficial del rey y a las oportunidades que había tenido de enriquecerse personalmente (Neh. 5:14-18).

El apóstol Juan nos exhorta, a nosotros cristianos, a amar a nuestros hermanos «con hechos y de verdad» (1 Juan 3:18); dice que «debemos poner nuestras vidas por los hermanos» (v. 16). El apóstol Pablo también nos exhorta a reprender, ante todos y sin parcialidad, a los ancianos que pecan abiertamente (1 Tim. 5:20).

«Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente bálsamo» (Sal. 141:5).

«El que guarda la corrección vendrá a ser prudente» (Prov. 15:5).

6 - Capítulos 6-7: La muralla está terminada

«Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos… Mas ellos habían pensado hacerme mal. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros… Fue terminado, pues, el muro… en cincuenta y dos días» (Nehemías 6:2-3, 15).

Satanás no abandona fácilmente sus planes, hoy como en aquellos días. Como el trabajo está casi terminado, los enemigos redoblan sus esfuerzos para distraer a Nehemías de sus ocupaciones. Le ofrecen reunirse con él cinco veces; la última vez, lo hacen por medio de una carta abierta y calumniosa. Nehemías se niega cada vez. Está haciendo, dice, «una gran obra», ¡y no se dejará distraer! También tratan de asustarlo para que se refugie en el templo, contratando profetas y una profetisa para convencerlo de que desobedezca a Dios de esta manera. Nehemías adivina sus tácticas y se niega a dejar su puesto. ¡Se entrega totalmente a Dios, y completa la construcción del muro! Todos los que oyen hablar de la rapidez con la que este trabajo fue terminado, deben reconocer que Dios puso su mano en él.

¿Cómo consideramos una tarea que Dios nos confía? ¿La vemos como una gran obra, no porque la hagamos nosotros, sino porque nos ha sido confiada por nuestro gran Dios? Cuál sea el aprecio de los hombres sobre esta obra, si es Dios quien la ha confiado a nuestra responsabilidad, es una gran obra, y debemos llevarla a cabo fielmente. ¡No nos dejemos distraer con nada, si Dios nos confía algo!

Tan pronto como la muralla está terminada y las puertas están puestas, Nehemías tiene la responsabilidad de administrar la ciudad apropiadamente. Confía esta tarea a hombres cuya fidelidad conoce, y les da instrucciones precisas sobre las puertas: les dice en qué momento deben ser abiertas y cerradas con sus cerrojos. Haber terminado la muralla era muy importante, pero luego las puertas debían ser usadas adecuadamente para que la muralla proteja la ciudad de manera eficaz. Es una imagen para nosotros de la necesaria separación del mundo maligno que nos rodea, y nos hace comprender lo que Dios espera de nosotros en nuestros contactos con él: estamos «en el mundo», pero no «del mundo» (Juan 17:16, 19). La apertura y el cierre de las puertas nos habla de cómo debemos ahora también manejar nuestros contactos con los que nos rodean.

7 - Capítulo 8: La lectura de la Ley

«Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación… Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley… Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura» (Nehemías 8:2-3, 8).

El muro de Jerusalén fue terminado. Una semana después, el pueblo se reunió con un verdadero deseo de escuchar la lectura de la Palabra de Dios. Dios los protegió y los ayudó. Ahora quieren servirlo y son conscientes de que deben conocer su Palabra. ¿Tenemos nosotros también, hoy, este mismo deseo sincero?

Se procede entonces con los preparativos. Esdras está de pie en una plataforma de madera para que pueda ser escuchado por los miles de personas reunidas en la plaza, frente a «la puerta de las Aguas» –en la Biblia, el agua es a menudo un símbolo de la Palabra de Dios. Esdras fue asistido por los levitas, que ayudan al pueblo a entender la Ley. Con respeto, el pueblo se inclinó y adoró a Jehová cuando se abrió el Libro. Esdras lee en este «libro de la ley de Dios» y los otros traducen y explican, porque la Ley fue escrita en hebreo hacía 900 años, y el pueblo ahora habla arameo. Esto dura desde la mañana hasta el mediodía.

A medida que el Libro es leído y entendido, el pueblo llora, consciente de su larga historia de desobediencia a la Ley divina. Los jefes les dicen que no lloren, recordándoles que este es un día «santo a Jehová» (v. 9). En cambio, deben comer grasuras y beber vino dulce, y enviar porciones a los que no tienen nada preparado. «El gozo de Jehová es vuestra fuerza», les dicen (v. 10). Esto también es cierto hoy en día. Dios quiere concedernos la alegría al leer y comprender su Palabra, una profunda alegría que podemos compartir con los demás.

«Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos» (Sal. 119:162).

8 - Capítulos 8-10: La obediencia renovada

«Al día siguiente se reunieron los cabezas de las familias… a Esdras el escriba, para entender las palabras de la ley. Y hallaron escrito en la ley… que habitasen los hijos de Israel en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo… Y toda la congregación… hizo tabernáculos, y en tabernáculos habitó… Y hubo alegría muy grande. Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el último» (Nehemías 8:13-18).

La lectura de la Ley de Dios se da a todo el pueblo (cap. 8). Al día siguiente, los jefes se reunieron con Esdras para aprender más. ¡Qué bueno es que nuestros apetitos espirituales se agudicen para saber lo que Dios tiene que decirnos!

Estos hombres de Israel han encontrado ahora las pautas que Dios ha dado a su pueblo sobre cómo celebrar la fiesta de los tabernáculos en esa época del año. Deben cortar ramas de diferentes tipos de árboles frondosos, convertirlas en cabañas, y permanecer allí durante esta fiesta de una semana de duración.

Aunque no lo han celebrado así desde hace 900 años (en los días de Josué), salen y hacen lo que Dios ordenó en su Palabra. Su obediencia les procura un gran gozo. Cada día de la fiesta, se reúnen para escuchar la Ley que se les lee. Observan las instrucciones que Dios les había dado. El salmo 119, que habla mucho de la Palabra de Dios, nos dice: «Tú encargaste que sean muy guardados tus mandamientos» (v. 4).

Dos días después del final de la fiesta, el pueblo se reúne de nuevo, esta vez «en ayuno, y con cilicio y tierra sobre sí» (9:1). Se separan «de todos los extranjeros»; y se paran allí y confiesan «sus pecados, y las iniquidades de sus padres» (9:2). Leen en el libro de la ley de Jehová, confiesan y se inclinan ante el Señor (Neh. 9:1-3). Su confesión se nos da en este capítulo 9. El pacto que hacen y firman, comprometiéndose a servir mejor al Señor en el futuro, se encuentra en el capítulo 10. Piensan que están haciendo lo correcto, pero no se dan cuenta de que, en la carne, por sí mismos, son incapaces de hacer lo correcto.

9 - Capítulos 11-12: La dedicación de la muralla

«Para la dedicación del muro de Jerusalén, buscaron a los levitas de todos sus lugares para traerlos a Jerusalén, para hacer la dedicación y la fiesta con alabanzas y con cánticos, con címbalos, salterios y cítaras… Y sacrificaron aquel día numerosas víctimas, y se regocijaron, porque Dios los había recreado con grande contentamiento; se alegraron también las mujeres y los niños; y el alborozo de Jerusalén fue oído desde lejos» (Nehemías 12:27, 43).

Con la muralla terminada, se están haciendo esfuerzos para repoblar una décima parte de Jerusalén, «la ciudad santa», ya que es ahí donde se encuentra el templo de Dios, con su muralla de separación para proteger la ciudad. El pueblo bendice a los que se han ofrecido como voluntarios para venir a vivir allí. Muchos tenían una responsabilidad en relación con la adoración en el templo. Siempre es una bendición vivir cerca de un lugar de culto.

Se celebra una fiesta especial para celebrar la dedicación de la muralla de Jerusalén. Las gracias del Señor «nuevas son cada mañana» y «grande es su fidelidad» (Lam. 3:23). Pero también hay cosas especiales que hace por nosotros, gracias particulares que nos concede. ¡Qué alegría es poder celebrar su bondad junto con los que le pertenecen! ¡Busquemos tales ocasiones para expresarle nuestra gratitud!

En la dedicación de la muralla, Nehemías colocó dos grandes coros de alabanza. Los sacerdotes y los levitas se purifican y también purifican al pueblo, así como las puertas y la muralla. Los coros caminan sobre la muralla en dirección opuesta, cantando y tocando con los instrumentos musicales de David, el hombre de Dios. Esdras dirige uno de los coros; Nehemías camina detrás del otro; se encuentran en la casa de Dios. Los cantores hacen oír sus voces. El gozo de Jerusalén se escucha a lo lejos. Hombres, mujeres y niños se alegran. Ofrecen grandes sacrificios ese día. Dios «los había recreado con grande contentamiento». Y Dios observa aquí que el pueblo ofreció en ese momento lo que era debido, para que las necesidades de los siervos de Dios pudieran ser satisfechas.

10 - Capítulo 13: Unos años después

«Vi asimismo en aquellos días a judíos que habían tomado mujeres de Asdod, amonitas, y moabitas; y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod, porque no sabían hablar judaico, sino que hablaban conforme a la lengua de cada pueblo. Y reñí con ellos… ¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel?… aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras… Acuérdate de mí, Dios mío, para bien» (Nehemías 13:23-26, 31).

Después de doce años como gobernador, Nehemías regresa al rey. Más tarde, se le permite regresar a Jerusalén. Encuentra la ciudad en un triste estado. Eliasib, el sacerdote, ha preparado para Tobías, el amonita, una habitación en los patios de la casa de Dios. Muy enfadado, Nehemías tiró afuera las cosas de Tobías; luego ordenó que se purificaran las habitaciones y que los utensilios y las ofrendas se llevaran a la casa de Dios (v. 7-9).

Las porciones de los levitas y de los cantores no les fueron dadas, así que regresaron a sus campos. Nehemías culpó a los jefes, porque la casa de Jehová había sido abandonada (v. 11). Establece fieles administradores en los almacenes para suministrar los diezmos y distribuirlos a sus hermanos (v. 12-13). Cuánto es necesario, aún hoy, que se dé en las colectas hechas los domingos (1 Cor. 16:1-2), y que sean bien utilizadas, entre otras cosas, para sostener a los siervos del Señor!

Algunos están ocupados con su trabajo, en lugar de observar el día de reposo. Algunos tirios traen pescado y todo tipo de mercancías. Nehemías tomó fuertes medidas para corregir este problema en pocas semanas. También es severo con los judíos que se casaron con mujeres de las naciones paganas circundantes; cita el mal ejemplo del gran rey Salomón, recordándoles cómo había pecado obrando así. La mitad de los niños nacidos de estos matrimonios no sabían hablar judío, sino que solo hablaban el idioma de sus madres (v. 23-27). Esto es todavía un gran peligro hoy en día, ya que los hijos de creyentes casados con no creyentes tienden a seguir la conducta del cónyuge no convertido. Dios dice que «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso», desesperadamente malvado (Jer. 17:9). ¡Continuamente, Nehemías remetía sus actividades a Dios!

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