DESPRECIAR
ma˒as (3988, מָָאס), «rechazar, desechar, rehusar, despreciar». Este verbo existe tanto en el hebreo bíblico como en el moderno. Aparece unas 75 veces en el Antiguo Testamento hebreo y se encuentra por primera vez en Lev. 26:15: «Si despreciáis [LBA; «rechazáis» RVA; «abominaréis» RV] mis estatutos». Dios no obliga a nadie a hacer su voluntad, por lo que Él a veces tiene que «rechazar»: «Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, yo también te rechazaré para que no seas mi sacerdote» (Oseas 4:6 LBA). Aunque Dios ha escogido a Saúl para ser rey, la respuesta de este causa que Dios cambie de actitud: «Por cuanto tú has desechado la palabra de Jehová, Él también te ha desechado a ti, para que no seas rey» (1 Sam. 15:23).
Como creatura con libre albedrío, el ser humano puede «rechazar» a Dios: «Habéis rechazado al Señor que está entre vosotros» (Núm. 11:20 LBA; «menospreciado» RVA). Por otro lado, los seres humanos pueden «rechazar» el mal (Isa. 7:15-16).
Cuando lo que Dios demanda se hace con motivos o actitudes equivocados, Él «desprecia» estas acciones: «Aborrezco, desprecio («rechazo» RVA; «abominé» RV) vuestras fiestas» (Amós 5:21 LBA). Dios considera la pureza del corazón y de nuestras actitudes más importantes que la perfección o belleza de nuestros ritos.