Índice general
«¡Más simplicidad, por favor!»
: Autor Hardtmut MOHNCKE 1
: TemaLa vida cristiana
«Más simplicidad, por favor» se escucha a veces después de una meditación o un estudio bíblico. Al principio, hemos intentado seguir la conferencia, pero después de quince minutos, desconectamos. Durante el resto del tiempo, no le prestamos atención; lo que se escucha ya no penetra. Y falta la bendición.
Podemos hacer tales experiencias. ¿Qué hacemos entonces? ¿Son ellas normales o quizás ya estamos acostumbrados? Alguien objetará: “Pero, ¿qué hacer si los hermanos siempre tratan con temas tan difíciles?”. Sí, los hermanos… –pero, ¿no serían también los oyentes responsables eventualmente de la falta de bendición?
En la escuela
En cuanto a la educación escolar, existe (en todos los países) un plan de estudios que orienta tanto a los profesores como a los estudiantes. Es bien sabido que la materia que se enseña debe tener en cuenta la edad y la preparación de los alumnos. En matemáticas, por ejemplo, hasta que los estudiantes no hayan aprendido las cuatro operaciones básicas, no tiene sentido explicarles las fracciones. O de nuevo: quien no conozca los rudimentos del español nunca hará una redacción correcta.
El plan de estudios está diseñado de tal manera que, al progresar en su aprendizaje, los estudiantes podrán obtener una calificación. Este progreso es deseado por los estudiantes: los que aspiran al bachillerato o a la licenciatura ya no quieren centrarse en las cuatro operaciones básicas. Y la mayoría lo encontraría muy aburrido. Por otro lado, la mayoría de los estudiantes se sentirían abrumados si ya tuvieran que resolver ecuaciones en el grado que no les corresponde. Por lo tanto, es importante que el material enseñado se base en lo aprendido para guiar a los estudiantes en su aprendizaje y, en última instancia, conducirlos a las calificaciones deseadas.
El “programa de enseñanza” de Dios
Todo cristiano es un alumno, en el sentido más amplio de la palabra, y por esta razón no es necesario inscribirse en una escuela bíblica. Y Dios ha establecido para cada uno de nosotros una “calificación” a alcanzar: quiere llevarnos a la madurez espiritual. Este objetivo no se alcanzará aprendiendo solo la teoría, por supuesto. Muchas cosas se pueden aprender, sobre todo, a través de las experiencias de la vida cotidiana, como «Sé que en mí (es decir en mi carne), no habita el bien» (Rom. 7:18). Sin embargo, el “material” que la Biblia enseña es de suma importancia para lograr la “calificación”.
Los siguientes puntos son parte del “programa de enseñanza” de Dios:
- Para «que seáis llenos del conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría e inteligencia espiritual… creciendo por el conocimiento de Dios» (Col. 1:9-10),
- «Para conocerle a él, y el poder de su resurrección» (Fil. 3:10),
- «Para que conozcamos lo que nos ha sido dado gratuitamente por Dios» (1 Cor. 2:12),
- «Para que ya no seamos niños pequeños, zarandeados y llevados por todo viento de doctrina» (Efe. 4:14).
¿Podemos identificarnos con estos objetivos? Quien desee alcanzarlos hará progresos espirituales.
El “libro escolar” de Dios
Dios, el Espíritu Santo, inspiró el texto de la Biblia, palabra por palabra a quienes lo escribieron (comp. 2 Tim. 3:16; 2 Pe. 2:21). Así, cada una de sus declaraciones está en el lugar correcto y corresponde a la disposición deseada por Dios. Así que no quiere solo comunicarnos el contenido de la Biblia; sino el “método” que utiliza también tiene su importancia. Por eso siempre prestaremos atención a lo que Dios tiene que decirnos, y al mismo tiempo admiraremos cómo nos presenta las cosas.
Sin embargo, la Biblia no es un manual didáctico. No encontraremos en ella la doctrina del perdón, del comportamiento de un discípulo o la doctrina sobre el Espíritu Santo en un solo capítulo. A menudo, la doctrina de la Biblia solo se entiende cuando se combinan las afirmaciones de varios pasajes.
Es cierto que hay libros fáciles de entender, otros que son mucho más difíciles. Pero nunca podremos renunciar a ninguno de ellos. Cada libro de la Biblia contiene versículos fáciles y otros difíciles, por lo que incluso los lectores “avanzados” nunca llegarán a un nivel de madurez tal que solo necesitarán los libros o versículos más exigentes. No, son precisamente los versículos simples los que a veces presentan un gran desafío a nuestro comportamiento práctico. E incluso, los versículos simples a menudo tienen un profundo significado que solo los lectores “avanzados” pueden discernir.
No sin ayuda
Imaginemos que tenemos que leer la Biblia sin ningún medio auxiliar. ¿Qué podríamos entender? ¿Hasta qué punto podríamos conocer la voluntad y los pensamientos de Dios? ¿Y cómo sería nuestra vida práctica? –Que nos entiendan bien: todo creyente posee el Espíritu Santo, que lo conduce a toda la verdad (Juan 16:13). Quien lea la Biblia con sinceridad y la aplique en su vida, en cualquier caso, hará progresos espirituales –y comprenderá cada vez mejor su significado. Aún así, para la mayoría de los lectores, muchas verdades permanecerían ocultas porque les faltaría el panorama general. Por eso Dios «dio dones a los hombres» (Efe. 4:8). Y está muy interesado en que las cosas aprendidas sean comunicadas a los demás: «lo que oíste de mí… esto encomienda a hombres fieles, que estén capacitados de enseñar también a otros» (2 Tim. 2:2).
Los «maestros» de Dios
Cuando los siervos de Dios predican la Palabra, no es con la intención de hacer valer su don o de transmitir solo el conocimiento, sino para que sea «buena para la necesaria edificación, para que imparta gracia a los que la oyen» (Efe. 4:29). La edificación –esto significa todo lo que hace crecer, avanzar, no solo lo que exalta o regocija. Pablo, este probado siervo del Señor, siempre tuvo como objetivo en su servicio llevar a todos los creyentes a la madurez espiritual. Trabajó en esto con gran perseverancia, «amonestando a todo hombre y enseñando a hombre con toda sabiduría» (Col. 1:28).
Fíjense cómo lo hizo Pablo: «con toda sabiduría». Tenía en cuenta el estado en que se encontraban los creyentes cuando los enseñaba. Cuando estaba en Corinto, no podía desarrollar las verdades que más tarde comunicó a los efesios. Los corintios eran todavía niños pequeños en Cristo. Por eso les dio «a beber leche, no alimento sólido», no podían (todavía) soportarlo (1 Cor. 3:1-2).
El escritor de la Epístola a los Hebreos procedió de manera similar. Con gusto les habría dicho más sobre las glorias del Señor. Pero era difícil presentárselos, porque se habían «hecho perezosos para escuchar» y solo podían absorber «leche» (Hebr. 5:11-12).
Una audiencia mixta
Cuando los creyentes se reúnen en asamblea, la situación no es la misma que en la escuela. Los jóvenes y las personas mayores están juntos y todos esperan recibir una bendición. Dios no quiere hacer una “segregación” según la edad o el grado de madurez. Ante una “audiencia mixta”, el siervo se enfrenta a una cierta dificultad. ¿Debería orientarse según el más joven en la fe –o más bien según el “promedio”? Por supuesto, es preferible que todos reciban algo. Ningún siervo podría satisfacer con este requisito si el Señor no dirigiera tanto al orador como a los oyentes. Él puede y dará la medida espiritual correcta. ¡Gracias le sean dadas! Nuestra responsabilidad, como hermanos, es por supuesto presentar un mensaje comprensible, y que los oyentes tengan un deseo sincero de recibir una bendición.
Los “alumnos” disponibles y aplicados
Es bastante normal que surjan preguntas mientras se da el mensaje y que queden sin respuesta. No es razón para estar deprimido. Al contrario, esto muestra que los oyentes estaban escuchando atentamente. Las preguntas permiten aprender algo nuevo. Esta situación también existía en Corinto. Algunas mujeres tenían preguntas y querían explicaciones. ¿Qué podrían hacer? Como las mujeres tenían que callarse en las asambleas, Pablo les da “tarea para el domicilio”: «Si algo desean aprender, pregunten a sus maridos en casa» (1 Cor. 14:35). Lo que se había oído debía ser revisado en casa. De esta manera todos se beneficiaban.
Esta forma de hacer es adecuada probablemente también para todos los jóvenes y las solteras. La que no tiene marido o padre, encontrará un hermano que conozca bien las Escrituras y que la ayudará con gusto –también por teléfono o por correo electrónico. Lo que es decisivo, no es nuestra situación familiar en primer lugar, sino el hecho de que queremos aprender.
Las epístolas de Pablo son las más difíciles del Nuevo Testamento. Incluso el apóstol Pedro lo reconocía. Probablemente debía hacer un esfuerzo para entender algunas de las cartas (2 Pe. 3:16). Pero esto no significa que las haya descuidado o ignorado. No, era plenamente consciente de que eran la Palabra de Dios. Por eso culpó a los que las torcieron.
¿No aceptaríamos y nos apropiaríamos de toda la Palabra de Dios cuando se lee o se predica? El que quiere solo leer o escuchar lo que inmediatamente entiende y lo que inmediatamente le trae algo, dejará de lado muchos capítulos de la Biblia. ¡Pero qué desastre sería si el mensaje de Dios a la humanidad se truncara! ¡Qué lástima sería si pasáramos indiferentes al lado de los tesoros que forman parte de nuestra felicidad! Hagamos como hizo Caleb. Habiendo alcanzado una edad avanzada, todavía quería conquistar, con la ayuda de Dios, la tierra que Dios le había dado. ¿Y cuál era su motivación? Sabía apreciar su herencia por lo que valía.
Publicado originalmente en Alemán en la revista: «Folge mir nach»