Independencia, unidad, centralismo
: Autor Michael HARDT 12
: TemaLa unidad del Cuerpo de Cristo
(Fuente autorizada: biblecentre.org)
El propósito de esta nota no es criticar, mucho menos acusar, a creyentes que poseen diferentes grados de comprensión con respecto a la verdad de la Iglesia. Sin embargo, todos los cristianos tienen la responsabilidad de decidir qué principios desean seguir. El propósito por lo tanto es dirigir nuestra mirada a los principios practicados en la actualidad (independencia, unidad y centralismo) y examinar «que dice la Escritura» al respecto (Rom. 4:3; Gál. 4:30).
La obra de Dios ha encontrado la oposición de Satanás desde el principio. Cuando Dios acabó con la obra de la creación, vio que todo lo que había hecho «era bueno en gran manera» (Gén. 1:31); pero, al poco tiempo, Satanás estropeó todo seduciendo al hombre para que pecara (y por lo tanto trayendo la maldición). Cuando Dios prometió que la cabeza de la serpiente seria aplastada por la simiente de la mujer (Gén. 3:15), Satanás concentró todos sus esfuerzos en contra de la «simiente de la mujer» (*). Desde que el Espíritu santo juntó a todos los creyentes en un cuerpo (Hec. 2; 1 Cor. 12:13), Satanás ha tratado de destruir este testimonio provocando divisiones, contiendas y desunión. El Señor Jesús dio su vida «para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Juan 11:52). Pero su oponente, el diablo, hará todo lo posible para estropear cualquier manifestación visible de la obra del Señor en este aspecto: la unidad de Su pueblo.
(*) La tentativa por destruir la línea mesiánica por medio de la orden de Herodes de asesinar a los hijos (Mat. 2:16), está figurativamente ilustrada en Apocalipsis 12:4b.
Los dos caminos comúnmente elegidos para desviarse de la verdad de la unidad entre creyentes, al parecer, son el centralismo por un lado y la independencia por el otro.
El siguiente cuadro nos muestra cómo deberían actuar los creyentes en sus reuniones según sigan los principios de independencia, unidad o centralismo:
Independencia | Unidad | Centralismo | |
1. Estructura | Unidades independientes | cuerpo | Jerarquía |
2. Principio | Autonomía de la «iglesia local» | Unidad en la acción | Sumisión al Cuerpo jerárquico central. |
3. «Atar o desatar» | Válida en esta congregación particular solamente | Valida en todas las congregaciones | Ratificación por el Cuerpo jerárquico central. |
4. Casos de reuniones donde se tolera un mal conocido. | Autonomía implícita. Otras iglesias no pueden ayudar porque esto implicaría una «interferencia». | Las demás iglesias están preocupadas. En caso de persistencia ellas finalmente deben separarse. | La decisión es tomada por el Cuerpo jerárquico central. |
5. Consecuencias del punto 4 | ¡Una iglesia «estricta» no tiene posibilidad de separarse del mal! Uno puede encontrarse partiendo el pan en otra iglesia con alguien que fue disciplinado por la suya. | La separación del mal es posible. | Dependen de la decisión del Cuerpo jerárquico central. |
6. Caso de acción equivocada por alguna iglesia | No se brinda ayuda. | Otras iglesias (en oración) buscan la restauración. | La decisión tomada por el Cuerpo jerárquico debe ser acatada. |
7. Casos de nuevas iglesias | Una nueva unidad independiente, ¿y luego? | Busca comunión con otras iglesias que están ya reuniéndose sobre el mismo principio. | Se requiere el reconocimiento por parte del Cuerpo jerárquico central. |
¿Qué nos dice la Palabra?
La Palabra nos da luz acerca de estos principios de manera clara y sin ambigüedades.
La doctrina de Pablo acerca del un cuerpo (1 Cor. 12:12, 13), del cual la cabeza es Cristo (Ef. 1:22, 23; Col. 1:18), derriba los fundamentos del centralismo (basados en la idea de una cabeza humana o sede central), asimismo la idea de muchos cuerpos locales independientes (Cristo sería la cabeza de muchos cuerpos…). El cuerpo de Cristo comprende la Iglesia entera (todos los creyentes sobre la tierra: Ef. 1:22; Col. 1:18) y no una iglesia reunida en un lugar. Esta última idea está basada en una errónea interpretación de 1 Corintios 12:27: «Vosotros sois el cuerpo de Cristo», cuando en realidad debemos leer «Vosotros sois cuerpo de Cristo» (V.M.). Si usted es inglés, seguramente manifiesta los caracteres de un inglés, ¡pero usted solo no es la nación entera! Una iglesia de creyentes expresa caracteres del cuerpo de Cristo, pero no constituye todo el cuerpo de Cristo.
Las palabras del Señor, que podemos leer en Mateo 18:18, refutan completamente la idea de que la disciplina ejercida por una iglesia en particular es válida en esa localidad solamente: «De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo». El Señor ha dado su autoridad a los «dos o tres reunidos en su nombre» (v. 20). Si actuamos en contra de su decisión esto daría a entender que no reconocemos en absoluto que esta congregación se reúne en el nombre del Señor. Los creyentes que están reunidos en el nombre del Señor no son infalibles; pero el Señor les ha dado su autoridad. (Aun cuando una iglesia que verdaderamente se reúne al nombre del Señor se equivocara, él les mostrará en qué se equivocaron, y el error podrá ser corregido).
La historia confirma de manera interesante que la unidad de la Iglesia se practicaba aun antes de que fuera dada esta doctrina.
Hechos 8:14-17 muestra que Jerusalén no fue indiferente respecto a lo que sucedió en Samaria. En este pasaje podemos observar la descripción de un hermoso camino de unidad. Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que en Samaria habían recibido el evangelio, no ignoraron este hecho dejando a estos nuevos convertidos librados a su suerte. Por el contrario, ellos enviaron a Pedro y a Juan a Samaria (v. 14).
Un comportamiento similar fue mantenido con respecto a Antioquia (Hec. 11:19-26). El evangelio había sido predicado allí. Un gran número de personas se convirtió. Leemos inmediatamente: «Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía» (v. 22). Ellos no dudaron un instante en enviar a alguien. Además, leemos que «en aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía» (v. 27). Los dones son dados por Dios para todo el cuerpo, por lo tanto, no hay razón alguna para que sean ejercidos en un solo lugar. Finalmente, la comunión entre Jerusalén y Antioquía se manifiesta cuando los de este último lugar escucharon acerca de una hambruna y «determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron» (v. 29, 30). Los creyentes (gentiles) en Antioquía responden al envío de dones espirituales por parte de los creyentes (judíos) de Jerusalén, haciéndoles llegar dones materiales. Este pasaje ilustra de manera muy bella cómo diferentes miembros del mismo cuerpo actúan en armonía, y esto no está confinado a una sola localidad, sino que se manifiesta de la misma forma en creyentes de diferentes lugares que caminan juntos.
Más adelante, en Hechos capítulo 15, vemos cómo los creyentes de diferentes regiones procuraron tomar una posición en común acerca de cuestiones doctrinales (en ese caso puntual, sobre la falsa doctrina de la salvación condicionada a la circuncisión). Si las iglesias locales hubieran tenido un comportamiento autónomo, no hubiera habido razón para alcanzar una conclusión en conjunto acerca de este tema.
Estos ejemplos demuestran la perseverancia que tuvieron estos creyentes para guardar la «unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Ef. 4:3), y cómo el Señor fue honrado en esto.
En este claro marco escritural, se presenta una pregunta esencial: si la palabra de Dios marca el camino de la unidad de una forma tan categórica, ¿por qué aparece esta tendencia a apartarse hacia la independencia o el centralismo? Parece haber dos razones principales.
La primera razón es que guardar la unidad del Espíritu requiere humildad, esto solo puede llevarse a cabo «con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor» (Ef. 4:2). Además, resulta más atractivo para la carne seguir la norma de algunos líderes humanos (cuyas voces pueden ser oídas más fácilmente que la del Señor, es decir, cuando no se espera en el Señor, ni se está en total dependencia a Él), o declarar la propia autonomía a fin de actuar libremente como a cada cual le guste.
La segunda razón está vinculada con las palabras de 1 Corintios 12:12 «así también Cristo»: un cuerpo, unido con la Cabeza en el cielo, que es «el Cristo». Si las iglesias actúan en unidad, esta verdad es expuesta. Satanás desea sustituir cualquier manifestación de esta verdad con una falsa representación de «el Cristo». La falta de unidad entre las asambleas resulta en una terriblemente distorsionada representación del cuerpo de Cristo. Aparece más bien como la imagen de un cuerpo cuyos miembros no están debidamente coordinados por su cabeza.
Pero, cuando por otro lado hay miembros del cuerpo de Cristo que actúan en unidad, se pondrá de manifiesto que «todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo» (1 Cor. 12:12).
M. Hardt, Marzo 1996