VENGAR

A - Verbo

naqam (5358, נָקַַם), «vengar, vengarse, castigar». Esta raíz y sus derivados aparecen 87 veces en el Antiguo Testamento, con mayor frecuencia en el Pentateuco, Isaías y Jeremías. Se encuentra a veces en los libros históricos y en los Salmos. La raíz también aparece en arameo, asirio, arábigo, etiópico y hebreo tardío.

El canto de Lamec es un desafío desdeñoso a sus prójimos y un ataque patente a la justicia de Dios: «A un hombre maté por haberme herido y a un joven por haberme golpeado. Si siete veces será vengado Caín, Lamec lo será setenta veces siete» (Gén. 4:23-24 RV-95).

Dios guarda para sí el derecho de vengarse: «Mía es la venganza, yo pagaré… Porque Él vengará la sangre de sus siervos. Él tomará venganza de sus enemigos y expiará la tierra de su pueblo» (Deut. 32:35, 43 RVA). Por esta razón la Ley prohibía la venganza personal: «No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Jehová» (Lev. 19:18). De modo que el pueblo de Dios encomienda su caso a Él, como lo hizo David: «Juzgue Jehová juzgue entre tú y yo, y véngueme de ti Jehová; pero mi mano no será contra ti» (1 Sam. 24:12).

El Señor usa a las personas como instrumentos de su venganza; por eso dijo a Moisés: «Lleva a cabo por completo la venganza de los hijos de Israel contra los madianitas. Entonces Moisés habló al pueblo diciendo: Armaos algunos de vuestros hombres para la guerra e id contra Madián, para llevar a cabo la venganza de Jehová contra Madián» (Núm. 31:2-3 RVA). La venganza de Dios es venganza para Israel.

La Ley declara: «Si alguien golpea con un palo a su esclavo o esclava, y lo mata, se le hará pagar su crimen» (Éx. 21:20 LVP). En Israel se encomendaba esta responsabilidad a un «vengador de la sangre» (Deut. 19:6). Tenía la responsabilidad de preservar la vida e integridad personal de su pariente más cercano.

Cuando atacaban a un hombre por ser siervo de Dios, tenía derecho a clamar por venganza sobre sus enemigos, como cuando Sansón oró que Dios le diera fuerzas «para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos» (Jueces 16:28).

En el pacto (alianza), Dios advierte que su venganza podría recaer sobre su propio pueblo: «Traeré sobre vosotros espada vengadora, en vindicación del pacto» (Lev. 26:25). Es en este contexto que Isaías dice acerca de Judá: «Por tanto, dice el Señor, Jehová de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios» (1:24).

B - Nombre

naqam (5359, נָקָָם), «venganza». El nombre se usa por primera vez en la promesa de Dios a Caín: «Cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado [«sufrirá venganza» LBA]» (Gén. 4:15).

Hay casos en que alguien clama por «venganza» de sus enemigos, como cuando otra persona ha cometido adulterio con su mujer: «Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza» (Prov. 6:34).

Los profetas aluden con frecuencia a la «venganza» de Dios de sus enemigos (Isa. 59:17; Miq. 5:15; Nah. 1:2). Su venganza llega en un tiempo determinado: «Porque es día de venganza de Jehová, año de retribuciones en el pleito de Sion» (Isa. 34:8).

Isaías reúne la «venganza» divina y la redención en la promesa de salvación mesiánica: «El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí… porque… me ha enviado a… proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro» (Isa. 61:1-2). Cuando Jesús anunció que esto se cumplía en su propia persona, se detuvo antes de leer la última frase; no obstante su sermón claramente anticipa la «venganza» que vendría sobre Israel por rechazarle. Isaías también dijo: «Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mis redimidos [«desquite» BJ] ha llegado» (Isa. 63:4).

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