SEÑOR
’adôn (113, אדון), o ˒adonay (113, אדֹנַַי), «señor; amo; Señor». Aparecen cognados de este vocablo en ugarítico y fenicio. La modalidad ’adôn se encuentra 334 veces y la forma ˒adonay (usado exclusivamente como un nombre divino) 439 veces.
Básicamente, ’adôn quiere decir «señor» o «amo». Se distingue del término hebreo ba˓al que significa «dueño» o «poseedor». En lo fundamental, ’adôn describe al que ocupa la posición de «amo» o «señor» de un esclavo o siervo: «Entonces el criado puso su mano debajo del muslo» (Gén. 24:9). Se aplica a reyes y a sus asociados más poderosos. José dijo a sus hermanos: «Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de [consejero] Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto» (Gén. 45:8; cf. 42:30). Solo una vez se usa la palabra con el sentido de «dueño» o «poseedor» (1 Reyes 16:24).
˒Adôn a menudo se usa como un título de respeto. En algunos casos, la persona así destacada ocupa de veras una posición de autoridad. En Gén. 18:12 (primer caso), Sara llama a Abraham su «señor». Por otro lado, el término se usa como un título honorífico para indicar sumisión a la persona interpelada de parte del locutor. Jacob instruye a sus esclavos cómo deben dirigirse a «mi señor Esaú» (Gén. 32:18); o sea que Jacob llama «señor» a su hermano. En estos casos cuando se llama a una persona «señor» es como llamarle «usted».
Cuando se relaciona con Dios, ’adôn se usa con varias acepciones. Indica su posición (es amo) sobre su pueblo; tiene autoridad para recompensar a quienes le son obedientes y castigar a quienes le desobedecen: «Efraín ha provocado a Dios con amarguras; por tanto, hará recaer sobre él la sangre que ha derramado, y su Señor le pagará su oprobio» (Oseas 12:14). En tales contextos se concibe a Dios como un ser que es Rey soberano y todopoderoso amo. El vocablo a menudo se usa como título de respeto, una manera directa de dirigirse a Dios como parte de una relación de señor-vasallo o amo-siervo (Sal. 8:1). En algunos casos el vocablo parece ser un título que sugiere la relacioón de Dios con Israel y la posición que ocupa sobre él: «Tres veces al año se presentarán todos tus hombres delante de Jehová el Señor» (Éx. 23:17). En estos casos ’adôn es un nombre formal de la divinidad y su transliteración debe hacerse como es debido a fin de mantener el debido énfasis. En la modalidad de ˒adonay, el vocablo significa claramente «Señor» por excelencia o «Señor de todos», así como es a veces en la forma de ’adôn (cf. Deut. 10:17, donde se dice que Dios «es Dios de dioses y Señor de señores»; Jos. 3:11, en el cual lleva el apelativo de «Señor de toda la tierra»).
La palabra ˒adonay se encuentra en Gén. 15:2: «Y respondió Abram: Señor Jehová ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo… ?». El término aparece a menudo en los Salmos (68:17; 86:3) y en Isaías (29:13; 40:10).
yehwah (3068, יְהוָָה), «Señor». El Tetragrámaton YHWH aparece sin vocales y por eso se debate su pronunciación exacta (Jehová, Yehovah, Jahweh, Yaweh, en castellano Yahveh). El texto hebraico introduce las vocales de ˒adonay, y los estudiosos judíos lo pronuncian ˒Adonay cada vez que encuentran el tetragrámaton. Este uso de la palabra se encuentra 6.828 veces, en todos los períodos del hebreo bíblico.
El nombre divino se encuentra únicamente en la Biblia y se debate su significado exacto. Dios lo escogió como su nombre personal a través del cual se relacionaba específicamente con su pueblo escogido (del pacto). Se encuentra por primera vez en Gén. 2:4: «Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra, cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos». Tal parece que Adán conocía a Dios por su nombre personal (o del pacto) desde el principio, puesto que Set puso a su hijo el nombre de Enós (es a saber, un ser débil y dependiente) y empezó (junto con otras personas piadosas) a «invocar [cultuar] el nombre de Jehová [YHWH]» (Gén. 4:26). Con el pacto el nombre adquirió una expresión y aplicación más completa cuando Dios se reveló a Abraham (Gén. 12:8), prometiéndole redención, es decir, identidad como nación. Esta promesa se hizo realidad a través de Moisés, a quien Dios explicó que Él no era únicamente «el Dios que existe», sino también «el Dios que cumple su voluntad»: «Así dirás a los hijos de Israel: El Señor [YHWH], el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, y con él se hará memoria de mí de generación en generación. Ve y reúne a los ancianos de Israel, y diles: El Señor [YHWH], el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se me ha aparecido, diciendo: Ciertamente os he visitado y he visto lo que se os ha hecho en Egipto. Y he dicho: Os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del cananeo» (Éx. 3:15-17 LBA). En esta ocasión, Dios explica el significado del nombre, «Yo soy el que soy [o «seré»]» (Éx. 3:14). Habló a los patriarcas en calidad de YHWH, prometiéndoles liberación. Sin embargo, todavía desconocían la plenitud del significado y de la experiencia del nombre (Éx. 6:2-8).