PEGAR
dabaq (1692, דָבַַק), «agarrar, pegar, unir, aferrar». En hebreo moderno el vocablo tiene el sentido de «pegar, adherirse a». Es así como de dabaq provienen tanto el nombre «cola o pegamento» como las ideas más abstractas de «lealtad, devoción». El término aparece un poco más de 60 veces en el hebreo veterotestamentario, comenzando con Gén. 2:24: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne». El pasaje refleja el uso fundamental del término: un objeto (o persona) se adhiere o une a otro. En este mismo sentido, se dice que la mano de Eleazar «quedó pegada» a su espada cuando hirió a los filisteos (2 Sam. 23:10). El cinto de lino de Jeremías «se junta a sus lomos», a manera de símbolo de cómo Israel debería adherirse a Dios (Jer. 13:11). Durante períodos de guerra, la sed y el hambre de los sitiados les causan que la lengua se les «pegue» al paladar.
La declaración literal: «Mi alma está pegada al polvo» (Sal. 119:25 BJ, NBE), se entiende mejor a la luz de otras traducciones: «abatida hasta el polvo» (RV), «mi alma está como muerta» (BLA).
El uso figurativo de dabaq como «lealtad» y «afecto» se basa en la proximidad física de las personas involucradas, similar a la cercanía de un esposo a su esposa (Gén. 2:24), el afecto («apego» RV) de Siquem por Dina (Gén. 34:3) o cuando Rut se «queda» con Noemí (Rut 1:14). «Unirse» a Dios equivale a «amarlo» (Deut. 30:20).