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Adicciones
: Autor Biblicom 49
: TemasTemas de sociedad Las dos naturalezas, la libertad cristiana
«Todas las cosas me son lícitas, pero no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, pero no seré dominado por ninguna» (1 Corintios 6:12).
«Andad en el Espíritu, y no deis satisfacción a los deseos de la carne» (Gálatas 5:16).
1 - ¿Cómo liberarse de las adicciones?
Adicción es una palabra moderna (anglicismo) para la conducta que se basa en un deseo repetido e irrefrenable de hacer o consumir algo, a pesar de las quizás reales motivaciones y esfuerzos por alejarse de ella. La adicción corresponde a las palabras o expresiones que encontramos en la Palabra de Dios: esclavitud, esclavos del pecado (Juan 8:34; Rom. 6:16-20), esclavitud (Juan 8:33), abrazado (Sal. 9:16; 2 Pe. 2:20), abrazado y tomado (Ecl. 9:12; Prov. 6:2; Is. 8:15).
Hay serias adicciones: drogas, alcohol, tabaco, pornografía, videojuegos y juegos de azar. A veces la gente habla un poco de ser “adicta” a ciertos programas de televisión, películas y series por cable, también a Internet, sin darse cuenta de que la fuente interna es siempre la misma. El creyente, como el no creyente, puede verse afectado por una o más adicciones.
Si el mundo y los médicos privilegian el aspecto de la “enfermedad”, el cristiano considerará cuidadosamente el aspecto de la “esclavitud del pecado”, sabiendo que Satanás está siempre activo, buscando esclavizar al hombre y al creyente al pecado, degradarlo, y finalmente llevarlo a la ruina, la desesperación o la autodestrucción.
El hijo de Dios posee esa preciosa seguridad de que el Padre «nos liberó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor» (Col. 1:13). Esta importante afirmación para la fe está precedida por incesantes oraciones para estar «llenos del conocimiento de su voluntad, en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, con el fin de agradarle en todo» (Col. 1:9-10). En cuanto al que no es hijo de Dios, que no tiene la vida de Dios, hay que empezar por el camino ordinario del pecador: arrepentimiento, fe en la obra de Cristo, confesión a Dios de la propia culpa.
Hemos podido considerar algo por encima de las adicciones como algo malo porque es una sujeción, una servidumbre. A lo que uno está sometido o esclavizado es importante principalmente por la degradación en la que se cae. Ahora el mundo presenta cada vez más la adicción como algo bueno, algo positivo. El marketing se jacta de que los productos son adictivos (porque son excitantes e irresistibles), presentando esto como una buena razón para comprarlos. En el campo de las redes sociales, adicción es una palabra con connotaciones positivas. La gente no lo ve como una desventaja, sino como una verdadera ventaja. Los empleados de las grandes empresas de sistemas informáticos y de redes sociales buscan formas de hacer más adictivos sus productos y sistemas. ¿Significa esto que la adicción se ha vuelto segura? –La respuesta es clara: La adicción mantiene su carácter de subyugación que distrae de Cristo y de la vida cristiana real y práctica. 1 Corintios 7:21-23: «Fuisteis comprados por precio; no os hagáis esclavos de los hombres». Con la ayuda del Señor, tengamos esto en cuenta para no caer en esta trampa o, si hemos caído en ella, salir de ella.
2 - Ser liberado
Cuando el apóstol Pablo escribe: «Lo que obro, no lo entiendo, porque lo que practico no es lo que quiero, sino lo que odio, eso hago» (Rom. 7:15), describe a un creyente que experimenta la presencia del pecado en él a través de los deseos que le sugiere, y que trata de salir de ese estado por sus propios medios.
¿Cuál es el poder que nos permite realizar la afirmación del versículo citado: «No seré dominado por ninguna»? (1 Cor. 6:12). Este poder es el del Espíritu de Dios, que habita en el creyente (Gál. 4:7).
El tema de la adicción está bien relacionado con la necesidad de la liberación del pecado. La conciencia se ahoga muy rápidamente, se apaga y ya no advierte al sujeto de su triste situación. «El hombre que no domina su espíritu es una ciudad en ruinas, sin muros» (Prov. 25:28).
«El que practica el pecado es esclavo del pecado. Así que si el Hijo (de Dios) os libera, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:34-36).
«…para que ya no seamos esclavos del pecado» (Rom. 6:6).
Los creyentes que han puesto su fe en Jesucristo pueden estar preocupados por descubrir dentro de sí mismos una tendencia incorregible al mal.
¿Cómo puede un cristiano resistirse a tales tendencias?
En Cristo, los creyentes han encontrado un nuevo Dueño, pero no deben olvidar que el pecado, la raíz de la que proceden las malas acciones, sus malas inclinaciones, está todavía dentro de ellos. Cuando surgen tendencias pecaminosas, el cristiano puede repeler firmemente la tentación. Puede contárselo a su Señor y contar con él para que le ayude y le dé fuerzas.
«Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia» (Rom. 6:14).
«La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte» (Rom. 8:2).
Amigo cristiano, si todavía o alguna vez está cautivo de los malos hábitos, no piense que nunca podrá liberarse de tal comportamiento, hábito o adicción que le encadena. Vuelva a leer lo que dice la Biblia en Romanos 6:14. Si cree en el Señor Jesús, puede ser victorioso, porque tiene un nuevo poder en Ud., el poder del Espíritu Santo. No viene de los propios esfuerzos, voluntad o resoluciones, viene de Dios. El Espíritu Santo trabaja con nuestro consentimiento. Por eso la primera pregunta que se escucha para ser liberado es la pregunta de Jesús al hombre paralizado: «¿Quieres ser sano?» (Juan 5:6).
Esta pregunta nos obliga a enfrentarnos a nuestro verdadero deseo. El siguiente paso es dejar que Dios actúe, es decir renunciar a nuestros esfuerzos. Entonces en tal camino de confianza, probamos la paz de Dios y la libertad del mal. Puede ser gradual, pero podemos estar seguros de que será real.
Para Jesucristo, la libertad no debe ser dominada por el mal. Promete esta libertad a través de un vínculo personal con él, y se puede vivir en una relación con Jesucristo mediante el Espíritu Santo.
Los cristianos genuinos reconocen que algunas cosas están mal, los lastiman a ellos, a sus seres queridos o a otros y, sin embargo, no pueden evitar hacerlas. Son infelices, demasiado a menudo derrotados por sus malos hábitos.
La respuesta es Jesucristo en la cruz. Jesús fue condenado por mi. Murió para salvarme. Debo entender, aceptar y creer que «morimos con él» (2 Tim. 2:11), como dice la Palabra de Dios. Ahora ha resucitado y está vivo, y yo también estoy vivo con él.
En Gálatas 2:20, el apóstol usa otra expresión y dice «con Cristo estoy crucificado». Identificarse con Cristo en su muerte y resurrección, comprenderlo, asirlo por la fe, es una necesidad para escapar de la esclavitud del mal, para negarse a ceder a los diversos malos hábitos. Incluso un creyente, si intenta por su propia fuerza enfrentar el mal, será derrotado. El mal es más fuerte que él.
El secreto que nos hace «libres» del mal, por lo tanto, no es solo vivir con Jesús, sino más que eso, es darse cuenta de que «Cristo vive en mí» (Gál. 2:20). Está presente para intervenir y para vencer el mal.
Esta es la verdadera libertad; es un don de la gracia divina que nos ayuda en nuestras debilidades y faltas.
De esta manera podré «caminar por el Espíritu», y dejar que él dirija mi vida. Si oro y leo la Biblia, solo o con otros cristianos, Cristo vivirá en mí y me liberará con la fuerza que Dios da día tras día.
Nota añadida del Traductor: El término “emancipar” tendría la ventaja de enfatizar el hecho de que el creyente fue una vez un esclavo (esclavo, totalmente atado al pecado) y que su nueva vida debe ser “liberada”, es decir, “liberada de la obligación de pecar” (liberada de la inevitable esclavitud del pecado).