VIÑEDO

kerem (3754, כרֶֶם), «viñedo, viña». Este vocablo hebreo está relacionado con otras lenguas semíticas (acádico, karmu; arábigo, karm). El vocablo está repartido equitativamente en todo el Antiguo Testamento y se usa 92 veces. El primer caso se encuentra en Gén. 9:20.

Isaías ofrece una descripción gráfica del trabajo relacionado con preparar, plantar y cultivar un «viñedo» (Isa. 5:1-7). Las «viñas» se ubicaban en las faldas de las montañas (Isa. 5:1). Antes de plantar los tiernos sarmientos se quitaban todas las piedras (Isa. 5:2). Una torre (atalaya) permitía vigilar todo el «viñedo» (Isa. 5:2) y de la roca se labraba un lagar (Isa. 5:2). Hecho todo esto la «viña» estaba lista y se esperaba que a los pocos años diera cosechas. Mientras tanto, el kerem requería podas regulares (Lev. 25:3-4). El tiempo entre plantar y recoger la primera cosecha se consideraba tan importante que al propietario lo eximían del servicio militar: «¿Quién ha plantado una viña y aún no ha disfrutado de ella? ¡Que se vaya y regrese a su casa! No sea que muera en la batalla y algún otro la disfrute» (Deut. 20:6).

El tiempo de cosecha, la vendimia, era de arduo trabajo y gran regocijo. Poder gozar de una «viña» se consideraba bendición de Dios: «Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas» (Isa. 65:21). Se consideraba un juicio divino cuando un «viñedo» dejaba de producir o se tenía que vender: «Por tanto, puesto que pisoteáis al pobre y tomáis de él tributo de granos, aunque hayáis edificado casas de piedra labrada, no las habitaréis. Plantasteis hermosas viñas, pero no beberéis el vino de ellas» (Amós 5:11 RVA; cf. Deut. 28:30).

En el texto bíblico están a menudo juntos los vocablos «viña» y «olivar». Juntos ofrecían las mayores fuentes de actividad agrícola permanente en el antiguo Israel, puesto que ambos requerían mucho esfuerzo y tiempo hasta lograr las cosechas. Dios prometió que la propiedad de los «viñedos» y frutales de los cananeos pasaría a Israel como bendición divina (Deut. 6:11-12). El juicio de Dios contra Israel incluye los «viñedos». Cesaría el regocijo en las «viñas» (Isa. 16:10) y los «viñedos» tan bien atendidos llegarían a ser matorrales de espinas y cardos (cf. Isa. 32:12-13). Los «viñedos» se reducirían a escondites de animales salvajes y pastizales para cabras y asnos salvajes (Isa. 32:14). La esperanza del poscautiverio consistía en que Dios bendeciría la agricultura de su pueblo: «Y traeré del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas; y harán huertos, y comerán el fruto de ellos» (Amós 9:14).

Los «viñedos» se encontraban principalmente en la región montañosa y semimontañosa. La Biblia menciona las «viñas» en Timnat (Jueces 14), Jezreel (1 Reyes 21:1), los montes de Samaria (Jer. 31:5) y aun en En-gadi (Cant. 1:14).

Usando kerem en sentido figurado, Isaías se permite establecer una analogía entre la «viña» e Israel: «Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel» (Isa. 5:7). Se ha sugerido además que la «viña» en Cantares se entiende mejor como una metáfora referente a una persona: «No reparéis en que soy morena, porque el sol me miró. Los hijos de mi madre se airaron contra mí; me pusieron a guardar las viñas; y mi viña, que era mía, no guardé» (Cant. 1:6).

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