LENGUA
lashôn (3956, לָָשון), «lengua; lenguaje; habla». Se conjetura que este vocablo podría tener su raíz en el término «lamer». El nombre se halla en ugarítico, acádico (lishanu), fenicio y arábigo. Aparece 115 veces en el Antiguo Testamento hebreo, sobre todo en los libros poéticos y, en menor grado, en los proféticos. Su primera mención es en Gén. 10:5: «De estos, las costas de las naciones se dividieron en sus tierras, cada uno conforme a su lengua, según sus familias, en sus naciones» (LBA).
El significado básico de lashôn es «lengua», con referencia al órgano humano (Lam. 4:4) y de animales (Éx. 11:7; Job 41:1). El significado derivado de «lengua» como órgano de comunicación oral es más frecuente. Uno puede ser «tardo» (RVA) o «torpe» (RVR, NRV) de lengua (Éx. 4:10); o hablar con soltura: «El corazón de los imprudentes entenderá para comprender, y la lengua de los tartamudos hablará con fluidez y claridad» (Isa. 32:4 RVA). Véase la descripción de la «lengua» en Sal. 45:1 (RVA): «Mi corazón rebosa de palabras buenas; dedico al rey mi canto. Mi lengua es como pluma de un veloz escriba». Por razón de las asociaciones positivas y negativas de lashôn, este a menudo denota el nombre «habla». En la literatura sapiencial en particular, la manera de hablar se tiene como la expresión externa del carácter del que habla. No se puede confiar en la «lengua» del necio (Sal. 5:9), porque es engañosa (Sal. 109:2; 120:2-3; Prov. 6:17), jactanciosa (Sal. 140:11), mentirosa y lisonjera (Prov. 26:28), difamadora (Sal. 15:3), subversiva y perversa (Prov. 10:31). Por otro lado, la «lengua» del justo comunica vida (Prov. 15:4). Aunque la «lengua» se describe «como espada afilada» (Sal. 57:4), es portadora de vida para los justos y de muerte para los injustos: «La muerte y la vida están en el poder de la lengua, y los que gustan usarla comerán de su fruto» (Prov. 18:21; cf. 21:23; 25:15). Para los autores bíblicos, cuando Dios da la capacidad de hablar, hay inspiración divina: «El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua» (2 Sam. 23:2; cf. Prov. 16:1). «Lengua», con el significado de «habla», tiene como sinónimos a peh, «boca» (Sal. 66:17), y menos frecuentemente a sapah, «labio» (Job 27:4).
Otra extensión del significado básico es «lenguaje». En hebreo, tanto sapah como lashôn denotan una «lengua» extranjera: «Porque en lengua de tartamudos, y en extraña lengua hablará a este pueblo» (Isa. 28:11). Las siguientes palabras describen muy bien la situación de quienes se sienten extraños a una «lengua»: «No verás más al pueblo feroz, pueblo de habla incomprensible, que nadie entiende, de lengua tartamuda, que nadie comprende» (Isa. 33:19 LBA).
Lashôn también se refiere a objetos que tienen la forma de una lengua. Resaltan las «lenguas de fuego» que también poseen la característica de «comer» o «devorar»: «Por tanto, como la lengua del fuego consume el rastrojo, y la llama devora la paja» (Isa. 5:24). Esta asociación de Isaías entre la venida de Dios en juicio con humo y fuego dio lugar a una aguda descripción literaria de la ira de Dios: «He aquí que el nombre de Jehová viene de lejos. Arde su furor y levanta densa humareda. Sus labios están llenos de ira, y su lengua es como fuego consumidor» (Isa. 30:27). Obsérvese aquí que los términos «labios» y «lengua» expresan el significado de «lenguas de fuego», al mismo tiempo que el lenguaje sugiere tanto la «lengua» (órgano del cuerpo) como «lengua de fuego». También se denominaban lashôn a un lingote de oro (Jos. 7:21) y una bahía en forma de lengua (Isa. 11:15).
En la Septuaginta, el vocablo se traduce glossa («lengua; lenguaje»).