DIOS
˒el (410, אֵל), «dios». Este término fue la forma más común de denominar a una divinidad en el Oriente Medio antiguo. Aunque muy a menudo aparece solo, ˒el se combinaba también con otras palabras para formar un término compuesto referente a la deidad o para identificar de alguna manera la naturaleza y las funciones del «dios». De ahí que la expresión ˒el elohim yishrael («Dios, el Dios de Israel»; Gén. 33:20) identifique las actividades específicas del Dios de Israel. En la antigüedad, se creía que conocer el nombre de una persona le otorgaba poder sobre ella. Se consideraba que el conocimiento del carácter y atributos de los «dioses» paganos permitiría a los adoradores manipular o influir en las deidades en formas más eficaces que si sus nombres permanecieran desconocidos. Hasta cierto punto, la ambigüedad del término ˒el frustraba a las personas que esperaban obtener de algún modo poder sobre la divinidad, porque el nombre prácticamente no indicaba cosa alguna sobre el carácter del «dios». Esto se ajusta en particular a ˒El, principal «dios» cananeo. Los antiguos semitas se mantenían espantados ante los poderes superiores de los dioses y hacían cuanto estuviera a su alcance para propiciarlos. Generalmente asociaban a las divinidades con la manifestación y uso de un enorme poder. Tal vez esto se refleje en la curiosa frase hebrea: «Poder [˒el] hay en mi mano» (Gén. 31:29 RV-95, RVR; «tengo poder» LBA, RVA; «podría hacerte mal» BJ; BLA; cf. Deut. 28:32). Algunas frases hebreas en los Salmos asocian a ˒el con aspectos impresionantes de la naturaleza, como los cedros del Líbano (Sal. 80:10) o montañas (Sal. 36:6). En estos casos, es clara la connotación de magnificencia y majestad.
Los nombres compuestos con ˒el eran comunes en el Oriente Medio durante el segundo milenio a.C. Metusael (Gén. 4:18) e Ismael (Gén. 16:11) son dos nombres que provienen de un período muy temprano. Durante el período mosaico, ˒el era sinónimo del Señor que libró a los israelitas de la esclavitud de Egipto y les ayudó a vencer en batalla (Núm. 24:8). Esta tradición del ˒el hebraico como un «Dios» que se revela a sí mismo en poder y establece relación de pacto con su pueblo es muy prominente tanto en la poesía (Sal. 7:11; 85:8) como en la profecía (Isa. 43:12; 46:9). Los israelitas hacían uso común del nombre de ˒el para denotar la provisión o el poder sobrenatural. Esto era a la vez normal y legítimo, puesto que el pacto entre Dios e Israel aseguraba a un pueblo obediente y santo que las fuerzas creativas del universo le sostendrían y protegerían en todo momento. A la inversa, si desobedecían y apostataban, estas mismas fuerzas les castigarían severamente.
˒elah (426, אלָה), «dios». Este vocablo arameo equivale al término hebreo ˒elôah. Es una expresión general para «Dios» en los pasajes arameos del Antiguo Testamento y también una forma cognada del vocablo ˒allah, que los árabes usan para hablar de Dios. El término se emplea ampliamente en Esdras: aparece no menos de 43 veces entre Esd. 4:24 y 7:26. En cada caso, se refiere al «Dios» del pueblo judío, fuese o no un judío el que lo usara. Este es el caso cuando el gobernador de la provincia de «Más Allá del Río» (es decir, al oeste del río Éufrates) le habló a Darío el rey acerca de «la casa del gran Dios» (Esd. 5:8). Asimismo, Ciro instruyó a Sesbasar, gobernador, «que la casa de Dios sea reedificada» (Esd. 5:15) en Jerusalén.
Aunque los persas sin duda no adoraban al «Dios» de Israel, le otorgaban la dignidad que correspondía al «Dios de los cielos» (Esd. 6:10). Lo hacían en parte por superstición; aunque la naturaleza pluralista del recién conquistado Imperio Persa exigía que honrasen a los dioses de los pueblos conquistados, en aras de la paz y de la armonía social. Cuando Esdras usa el término ˒elah, a menudo especifica el Dios de los judíos. Habla, por ejemplo, del «Dios de Israel» (Esd. 5:1; 6:14), el «Dios del cielo» (Esd. 5:12; 6:9) y el «Dios de Jerusalén» (Esd. 7:19). Asocia además a «Dios» con su casa en Jerusalén (Esd. 5:17; 6:3). En el decreto de Artajerjes se habla del «sacerdote Esdras, escriba de la ley del Dios de los cielos» (Esd. 7:12, 21). Esta designación parecería extraña viniendo de un rey persa pagano, si no fuese por la política de tolerancia religiosa que practicó la dinastía Aqueménide. En otras partes de Esdras, ˒elah se asocia con el templo, tanto en su construcción (Esd. 5:2, 13) como un edificio concluido y consagrado para el culto divino (Esd. 6:16).
En el único versículo de Jeremías escrito en arameo (Jer. 10:11), el vocablo ˒elah se encuentra en su forma plural para describir a los «dioses» que nada tuvieron que ver con la creación del universo. Aunque estos «dioses» falsos los adoraban naciones paganas (y hasta reverenciados por algunos hebreos en el cautiverio babilónico), esas deidades acabarían pereciendo porque no eran eternas.
El libro de Daniel se vale de ˒elah para hablar tanto de los «dioses» paganos, como del único «Dios» verdadero. Los sacerdotes caldeos dijeron a Nabucodonosor: «Además, el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay delante del rey quien lo pueda declarar, salvo los dioses, cuya morada no está con los mortales» (Dan. 2:11 RVA). Los caldeos se refirieron a esos «dioses» cuando informaron que Sadrac, Mesac y Abed-nego rehusaban participar en idolatría en la llanura de Dura (Dan. 3:12). Daniel enumera estos «dioses» cuando condenó el abandono de Nabucodonosor por el culto al único y verdadero «Dios» de Israel (Dan. 5:23). En Dan. 3:25, el término se refiere a un ser o mensajero divino enviado a proteger a los tres jóvenes hebreos (Dan. 3:28). En Dan. 4:8-9, 18; 5:11, aparece la frase «espíritu de los dioses santos» (RV, RVA, RV-95, LBA, BLA; «Dios Santo» NRV). Las menciones restantes de ˒elah se refieren al «Dios» viviente a quien Daniel adora».
˒elôah (433, אלוהַ), «dios». Este nombre hebreo para «Dios» corresponde al término arameo ˒elah y al ugarítico il (o tratándose de una diosa, ilt). El origen del término se desconoce y se usa pocas veces en las Escrituras como un apelativo divino. Por cierto, su distribución en los varios libros de la Biblia es curiosamente desigual. Aparece ˒elôah 40 veces en Job entre 3:4 y 40:2; en el resto del Antiguo Testamento el término no se usa más de 15 veces.
Algunos eruditos consideran que el vocablo ˒elôah es la versión singular de la forma plural común ˒elôhîm, plural de majestad. Se suele pensar que ˒elôah es vocativo, con el significado de «Oh Dios». Pero no está muy claro por qué se necesitó tener una forma vocativa especial para dirigirse a Dios, puesto que el plural ˒elôhîm se traduce a menudo como vocativo cuando el adorador se dirige directamente a Dios, como en Sal. 79:1. Es obvio que hay una relación lingüística entre ˒elôah y ˒elôhîm, pero no es fácil precisarlo.
El vocablo ˒elôah predomina más en la poesía que en la prosa, lo que es particularmente cierto en Job. Algunos eruditos han sugerido que el autor de Job escogió a propósito una descripción de la divinidad que evitara las asociaciones históricas que se encuentran en frases como «el Dios de Betel» (Gén. 31:13) o «Dios de Israel» (Éx. 24:10). Pero aun el libro de Job no es históricamente neutral, puesto que en la introducción se mencionan lugares y personas (cf. Job 1:1, 15, 17). Tal vez el autor consideró que ˒elôah fuese un término adecuado a lo poético y por consiguiente lo usó consecuentemente. Esto, al parecer, es el caso también en Sal. 18:31, donde encontramos ˒elôah en lugar de ˒el, como en el pasaje paralelo en 2 Sam. 22:32). También aparece ˒elôah como un término para «Dios» (Sal. 50:22; 139:19; y Prov. 30:5). Aunque ˒elôah como nombre divino apenas se usa fuera de Job, su historia literaria se extiende desde a lo menos el segundo milenio a.C. (como en Deut. 32:15) hasta el siglo V a.C. (como en Neh. 9:17).
˒el shadday (7706, 410, אלשַדַַי), «Dios Todopoderoso». La combinación de ˒el con un término calificativo representa una tradición religiosa que quizás estuvo presente entre los israelitas desde el tercer milenio a.C. Algunos siglos después, shadday aparece en nombres personales hebreos tales como Zurisadai (Núm. 1:6) y Amisadai (Núm. 1:12). El uso más antiguo del apelativo como título de divinidad («Dios Todopoderoso») se encuentra en Gén. 17:1, cuando «Dios» se identifica con Abraham.
Lamentablemente, no se encuentra ninguna explicación del nombre; tampoco las indicaciones que se dan «camina delante de mí y sé perfecto» no aclaran el significado de shadday. Los estudiosos han intentado entender el nombre relacionándolo con el término acádico shadu («montaña»); porque «Dios» reveló su gran poder con fenómenos relacionados con montañas como erupciones volcánicas o tal vez porque se le consideraba fuerte e inmutable como las «montañas eternas» en la bendición de Jacob (Gén. 49:26 RVA). Por cierto que un aspecto importante de la religión mesopotámica fue la asociación de la divinidad con montes. Se creía que los «dioses» preferían morar sobre los picos de los montes y los templos que los sumerios construyeron en forma de torres escalonadas, los zigurats, eran montes artificiales con propósitos cúlticos. Se acostumbraba construir un pequeño templo en la cúspide del zigurat para que la deidad patronal descendiera del cielo a morar allí. Los hebreos comenzaron su propia tradición de la revelación a partir de los montes poco después del éxodo, pero para entonces el nombre ˒el shadday se había reemplazado por el tetragrama Yahveh (Éx. 3:15; 6:3).
˒El shadday fue el nombre de «Dios» que los patriarcas usaron en relación con el pacto hasta el tiempo de Moisés, cuando se dio una nueva revelación (Éx. 6:3). El pacto abrahámico se caracterizó por un grado de aproximación entre «Dios» y los protagonistas humanos que sobresale en la historia de los hebreos. El «Dios Todopoderoso» se reveló como una deidad poderosa capaz de realizar todo lo que se propone. Sin embargo, el grado de intimidad entre ˒el shadday y los patriarcas en varias etapas de su peregrinaje demuestra que el pacto involucró el cuidado y amor de Dios para la creciente familia que Él escogió, protegió y prosperó. Condujo a la familia del pacto de lugar en lugar, estando claramente presente con ellos en todo momento. Las formulaciones del pacto muestran que Dios no estaba preocupado con ritos cúlticos ni celebraciones orgiásticas. Más bien demandó un grado de obediencia tal que permitiría a Abraham y a sus descendientes caminar en su presencia, y tener vidas morales y espirituales sin tacha (Gén. 17:1). Por tanto, el verdadero servicio a ˒el shadday no fue cúltico ni ritualista, sino de carácter moral y ético.
Durante el temprano período mosaico, el nuevo nombre redentor de «Dios» y la formulación del pacto sinaítico hizo que ˒el shadday pasara a ser casi obsoleto como apelativo de divinidad. Más adelante, en el Antiguo Testamento, el nombre aparece unas 35 veces, la mayoría en Job. De vez en cuando el nombre se usa como sinónimo del tetragrama Jahveh (Rut 1:21; Sal. 91:1-2) para subrayar el poder y la fuerza de «Dios» en la forma usual.
˒el ˓ôlam (5769, 410, אלעולָָם), «Dios de la eternidad; Dios eterno; Dios sempiterno». Hay formas relacionadas con el término ˓ôlam en varias lenguas del Oriente Medio antiguo; todas se refieren a la extensión del tiempo o al tiempo muy distante. La idea parece ser cuantitativa en vez de metafísica. Por eso, en la literatura ugarítica, ˓bd ˓lm significa «esclavo permanente»; el término ˓lm (al igual que el hebreo ˓ôlam) expresa un período inmensurable o de larga duración.
Únicamente en contados pasajes poéticos, como Sal. 90:2, se juzga que estas categorías temporales no alcanzan a describir la naturaleza de la existencia de «Dios» como ˒el ˓ôlam. En estos casos, se considera que el Creador ha sido «desde la eternidad hasta la eternidad»; pero aun este uso de ˓ôlam expresa la idea de una existencia continua y mensurable en vez de una condición idependiente de consideraciones temporales.
El nombre de ˒el ˓ôlam se asoció predominantemente con Beerseba (Gén. 21:21-34). El asentamiento de Beerseba se fundó quizás en la Edad de Bronce temprana, y la narración de Génesis explica que el término significa «pozo del juramento» (Gén. 21:31). Sin embargo, también podría significar «pozo de los siete», debido a los siete corderos que se apartaron como testigos del juramento.
Abraham plantó un árbol conmemorativo en Beerseba e invocó el nombre del Señor como ˒el ˓ôlam. El hecho que Abraham permaneciera muchos días en la tierra de los «filisteos» parece sugerir que asociaba continuidad y estabilidad con ˒el ˓ôlam, quien no lo limitaba las vicisitudes del tiempo. Aunque Beerseba tal vez fuera en su origen un lugar en que los cananeos adoraban, el local se asoció más tarde con la veneración al Dios de Abraham.
Más tarde Jacob viajó a Beerseba para ofrecer sacrificios al Dios de su padre Isaac. Sin embargo, no ofreció sacrificios a ˒el ˓ôlam por nombre; y aunque tuvo una visión de Dios, no recibió una revelación que este fuese el Dios que Abraham veneró en Beerseba. Es más, Dios omitió mencionar el nombre de Abraham declarando que era el Dios del padre de Jacob.
Génesis 21:33 es el único lugar en el Antiguo Testamento en el que aparece el título de ˒el ˓ôlam. Isa. 40:28 es el único caso donde ˓ôlam se usa junto con un nombre que significa «Dios». Véase también SEÑOR.