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Capítulo 1
1 PABLO, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, 2 (que él había prometido antes, por medio de sus profetas, en las santas Escrituras,) 3 (acerca de su Hijo Jesucristo, que fué hecho del linaje de David, según la carne, 4 que fué declarado ser Hijo de Dios, con poder, según el espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos,) 5 por medio de quien recibimos gracia y apostolado, para obediencia a la fe entre todas las naciones, por causa de su nombre, 6 entre quienes estáis vosotros también llamados para ser de Jesucristo: 7 a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia a vosotros y paz, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
8 En primer lugar, doy gracias a mi Dios, por medio de Jesucristo, a causa de vosotros todos, por cuanto vuestra fe es cosa conocida en todo el mundo. 9 Porque me es testigo Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, cuán incesantemente hago mención de vosotros, rogando siempre en mis oraciones, 10 que, si de cualquier modo sea posible, ahora por fin yo tenga oportunidad favorable, en el beneplácito de Dios, para ir a vosotros. 11 Porque anhelo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis fortalecidos; 12 es decir, que juntamente con vosotros, yo sea consolado en vosotros, cada cual por la fe del otro, es a saber, la vuestra y la mía. 13 Y no quiero que ignoréis, hermanos, que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (y hasta ahora he sido estorbado) para que tenga algún fruto entre vosotros también, así como entre los demás gentiles. 14 Deudor soy a los griegos y también a los bárbaros, a los sabios y también a los ignorantes. 15 Hasta donde me sea posible, pues, estoy pronto a predicar el evangelio a vosotros también que estáis en Roma. 16 Pues no me avergüenzo del evangelio; porque es poder de Dios para salvación a todo el que cree, primeramente al judío, y también al griego. 17 Porque en él se revela una justicia divina, de fe en fe; según está escrito: El justo vivirá por la fe.
18 Porque la ira de Dios se revela desde el cielo, contra toda impiedad e injusticia de loshombres, que estorban la verdad con injusticia. 19 Porque lo que se conoce de Dios es manifiesto dentro de ellos mismos; pues que Dios se lo ha manifestado. 20 Porque sus atributos invisibles, es decir, su eterno poder y divinidad, desde la creación del mundo son claramente manifestados, siendo percibidos por medio de sus obras, para que ellos no tengan excusa: 21 por lo mismo que, cuando conocieron a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; sino que se hicieron vanos en sus razonamientos, y entenebrecióse su fatuo corazón. 22 Profesando ser sabios, se tornaron insensatos, 23 y trocaron la gloria del Dios incorruptible en una semejanza de imagen de hombre corruptible, y de aves, y de cuadrúpedos, y de reptiles.
24 Por lo cual, los entregó Dios, en las concupiscencias de sus corazones, a inmundicia, para que deshonrasen sus mismos cuerpos entre sí; 25 los cuales cambiaron la verdad de Dios en mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura antes que al Creador, el cual es para siempre bendito. Amén.
26 A causa de esto, los entregó Dios a pasiones viles: pues hasta sus mujeres cambiaron el uso natural en lo que es contra naturaleza; 27 y asimismo los hombres también, dejando el uso natural de la mujer, ardieron en su concupiscencia uno hacia otro, obrando torpeza varones con varones, y recibiendo en sí mismos la debida recompensa de su error.
28 Y como no quisieron tener a Dios en su conocimiento, los entregó Dios a un ánimo réprobo, para hacer tosas que no convienen; 29 atestados de toda injusticia, maldad, codicia, malicia; llenos de envidia, homicidio, riña, engaño, malignidad; murmuradores, 30 detractores, aborrecedores de Dios, insolentes, soberbios, jactanciosos, inventores de cosas malas, desobedientes a sus padres; 31 sin entendimiento, infieles en los pactos, sin afecto natural, sin misericordia: 32 los cuales, conociendo la ley de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.
Capítulo 2
1 POR tanto estás sin excusa, oh hombre, seas quien fueres, que juzgas; porque en juzgar a otro, a ti mismo te condenas; puesto que tú que juzgas practicas las mismas cosas. 2 Y sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas, es según verdad. 3 ¿Y piensas tú ¡oh hombre ! que juzgas a los que practican tales cosas y haces lo mismo, que tú evitarás el juicio de Dios? 4 ¿o desprecias la riqueza de su benignidad, y paciencia, y longanimidad, ignorando que la benignidad de Dios te conduce a arrepentimiento? 5 mas según tu dureza y tu corazón impenitente, atesoras para ti mismo la ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios; 6 el cual dará la recompensa a cada uno conforme a sus obras: 7 a los que, perseverando en el bien hacer, buscan la gloria, la honra y la inmortalidad, vida eterna; 8 pero a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino antes obedecen a la injusticia, ira e indignación, 9 tribulación y angustia; sobre toda alma humana que obra el mal, del judío primeramente y también del griego: 10 mas gloria y honra y paz a todo aquel que obra lo bueno, al judío primeramente y también al griego; 11 (pues no hay acepción de personas para con Dios. 12 Porque cuantos han pecado sin ley, sin ley perecerán; y cuantos han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados: 13 pues no los oidores de la ley son justos delante de Dios; mas los que cumplen la ley serán justificados. 14 Porque cuando los gentiles, que no tienen ley escrita, obran por razón natural las cosas de la ley, éstos, sin tener ley, para sí mismos son ley; 15 los cuales muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio juntamente con ella, y sus razonamientos, uno con otro, ora acusando o excusándolos;) 16 en el día en que juzgará Dios las obras más ocultas de los hombres según mi evangelio, por medio de Jesucristo.
17 ¡He aquí que tú eres llamado judío, y te apoyas en la ley, y te glorías en Dios, 18 y conoces su voluntad, y apruebas las cosas que son excelentes, siendo instruído por la ley, 19 y tienes confianza que tú mismo eres guía de ciegos, luz para los que están en tinieblas, 20 instructor de ignorantes, maestro de niños, teniendo en la ley la norma del conocimiento y de la verdad! 21 Tú pues que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? tú que proclamas que no se debe hurtar, ¿hurtas? 22 tú que dices que no se debe cometer adulterio, ¿cometes adulterio? tú que aborreces los ídolos, ¿robas los templos? 23 tú que te glorías en la ley, ¿por tu transgresión de la ley, deshonras a Dios? 24 Porque el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles, a causa de vosotros, según está escrito. 25 Porque la circuncisión en verdad aprovecha, si tú cumples la ley; mas si eres transgresor de la ley, tu circuncisión se hace incircuncisión. 26 Si pues la incircuncisión guardare los preceptos de la ley, ¿no se reputará su incircuncisión por circuncisión? 27 y la incircuncisión, que es por naturaleza, cuando cumple la ley, ¿no te juzgará a ti, quien con la letra y la circuncisión eres transgresor de la ley? 28 Porque no es judío el que lo es exteriormente, ni es circuncisión la que lo es exteriormente en la carne: 29 mas es judío el que lo es interiormente, y la circuncisión, del corazón es, en el espíritu no en la letra; cuya alabanza no es de parte de los hombres sino de Dios.
Capítulo 3
1 ¿QUÉ pues tiene demás el judío? o ¿qué aprovecha la circuncisión? 2 Mucho de todas maneras; y primeramente porque les fueron a ellos confiados los oráculos de Dios. 3 Pues ¿qué hay si algunos de ellos quedaron sin fe? ¿acaso su incredulidad hará nula la fidelidad de Dios? 4 ¡No por cierto! ¡antes, sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso! según está escrito: Para que seas justificado en tus dichos, y venzas cuando fueres juzgado. 5 Mas si nuestra injusticia da realce a la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿será acaso Dios injusto que la visita con ira? (hablo como suelen hablar los hombres.) 6 No por cierto; pues entonces ¿cómo habrá de juzgar Dios al mundo? 7 Pero alguno dirá: Si la verdad de Dios, por medio de mi mentira, ha redundado para gloria suya, ¿por qué he de ser yo también aun condenado como pecador? 8 Y ¿por qué no decir, como somos infamados, y como algunos afirman que nosotros decimos: Hagamos el mal para que venga el bien? La condenación de los cuales es justa.
9 ¿Qué hay pues? ¿Nosotros acaso estamos en mejor caso que los gentiles? No, de ningún modo; porque hemos ya acusado tanto a los judíos como a los griegos, que todos están bajo el pecado; 10 según está escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; 12 todos han apostatado, a una se han hecho inútiles; no hay quien haga bien, no hay ni siquiera uno: 13 sepulcro abierto es su garganta; con sus lenguas urden engaño; ponzoña de áspides hay debajo de sus labios: 14 su boca está llena de maldición y de amargura: 15 sus pies corren veloces a derramar sangre; 16 destrucción y desventura están en sus caminos; 17 y el camino de la paz no lo han conocido: 18 no hay temor de Dios delante de sus ojos.
19 Mas sabemos que cuanto dice la ley, ella lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca enmudezca, y el mundo todo se tenga por reo delante de Dios. 20 Por tanto, por obras legales ninguna carne será justificada delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.
21 Ahora empero, aparte de la ley, ha sido manifestada una justicia divina, atestiguada por la Ley y los Profetas; 22 justicia divina, alcanzada por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen (porque no hay distinción alguna; 23 pues que todos han pecado y están privados de la gloria de Dios), 24 siendo justificados, sin merecimiento alguno, por su gracia, mediante la redención que tienen en Cristo Jesús; 25 a quien Dios ha propuesto como sacrificio expiatorio, por medio de la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, a causa de la remisión de los pecados cometidos anteriormente, en la paciencia de Dios; 26 y para manifestación de su justicia en el tiempo actual; para que él sea justo, y justificador de aquel que tiene fe en Jesús. 27 ¿Dónde pues está la jactancia? Queda excluída. ¿Por cuál ley? ¿de obras? No, sino por la ley de la fe. 28 Concluimos pues que el hombre es justificado por fe, aparte de obras legales. 29 ¿Es acaso él el Dios de los judíos solamente? ¿no lo es de los gentiles también? Sí, de los gentiles también; 30 puesto que uno mismo es Dios, el cual justificará a la circuncisión por fe, y a la incircuncisión por medio de la fe. 31 ¿Abrogamos pues la ley por medio de la fe? No por cierto; antes bien, hacemos estable la ley.
Capítulo 4
1 ¿QUÉ pues diremos que ha hallado Abraham, nuestro padre según la carne? 2 Pues si Abraham fué justificado por obras, tiene de qué glorificarse; mas no lo tenía para con Dios. 3 Porque ¿qué dice la Escritura? Dice así: Y Abraham creyó a Dios, y le fué contado a justicia. 4 Pero a aquel que trabaja, no se le cuenta la recompensa de gracia, sino de deuda. 5 Mas al que no trabaja, sino cree en Aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. 6 Así como David también habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios imputa justicia, aparte de obras, 7 diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados están cubiertos: 8 bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará pecado. 9 ¿Toca pues esta bienaventuranza a la circuncisión sola, o también a la incircuncisión? porque decimos que a Abraham la fe le fué contada por justicia. 10 ¿Cómo pues le fué contada? ¿estando él en circuncisión, o en incircuncisión? No en circuncisión, sino en incircuncisión: 11 y recibió el signo de la circuncisión, como sello de la justicia de la fe que tenía, estando en incircuncisión; para que él fuese padre de todos los creyentes que están en incircuncisión; a fin de que la justicia les sea a ellos imputada; 12 y padre de la circuncisión, a los que no son de la circuncisión solamente, sino que también andan en los pasos de aquella fe de nuestro padre Abraham, que él tenía, estando en incircuncisión. 13 Porque no por medio de ley vino la promesa a Abraham, o a su simiente, de ser heredero del mundo, sino por medio de la justicia de fe. 14 Porque si los que son de la ley son herederos, la fe ha venido a ser vana, y la promesa de ningún efecto. 15 Porque la ley obra ira; mas donde no hay ley tampoco hay transgresión. 16 Por lo cual es de fe, para que sea de gracia; a fin de que quede segura la promesa para toda la simiente; no solo a la que es de la ley, sino a la que es de la fe de Abraham; el cual es el padre de nosotros todos 17 (según está escrito: Padre de muchas naciones te he constituído) en presencia de aquel a quien creyó, es a saber, Dios, que da vida a los muertos, y llama las cosas que todavía no son, como si ya fuesen: 18 el cual Abraham, contra esperanza creyó en esperanza, para que viniese a ser padre de muchas naciones, conforme a lo que le había sido dicho: Así (numerosa como las estrellas) será tu simiente. 19 Y no se debilitó en la fe, ni consideraba su mismo cuerpo, ya amortecido (siendo él como de cien años de edad), ni el amortecimiento del seno de Sara; 20 sino que, mirando a la promesa de Dios, no vaciló con incredulidad, sino fortalecióse en la fe, dando así gloria a Dios, 21 y plenamente asegurado que lo que Dios había prometido, era poderoso también para cumplirlo. 22 Por lo cual también le fué contada a justicia. 23 Y no por su causa solamente fué escrito que le fué así contada; 24 sino por la nuestra también, a quienes será contada; a nosotros que creemos en Aquel que levantó a Jesús, Señor nuestro, de entre los muertos; 25 el cual fué entregado a causa de nuestras transgresiones, y fué resucitado para nuestra justificación.
Capítulo 5
1 SIENDO pues justificados por la fe, tenemos paz para con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2 por medio de quien también tenemos la entrada, por la fe, en esta gracia, en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en esperanza de la gloria de Dios. 3 Y no solamente así, sino que nos gloriamos también en nuestras tribulaciones; sabiendo que la tribulación obra paciencia; 4 y la paciencia, prueba de fe; y la prueba de fe, esperanza; 5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado.
6 Porque Cristo, siendo nosotros todavía débiles, al tiempo debido murió por los impíos. 7 Porque apenas por un justo morirá alguno; bien que por el hombre bueno, quizá alguno aun se atreva a morir: 8 mas Dios encarece su amor hacia nosotros, en esto, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 9 Mucho más pues, siendo justificados por su sangre, seremos salvados de la ira por medio de él. 10 Pues si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por medio de la muerte de su Hijo, mucho más, siendo reconciliados, seremos salvados por su vida: 11 y no sólo así, sino que nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por causa de quien hemos ahora recibido la reconciliación.
12 Por tanto, de la manera que por medio de un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por medio del pecado la muerte, y así la muerte pasó por todos los hombres, por cuanto todos pecaron: — 13 pues hasta la Ley, hubo pecado en el mundo; empero el pecado no se imputa sin haber ley:— 14 sin embargo de lo cual, reinó la muerte desde Adam hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado conforme a la semejanza de aquella transgresión de Adam; quien es tipo de aquel que había de venir. 15 No empero como la transgresión, ha sido también el don gratuito de Dios: pues si entonces, por la transgresión del uno, los muchos suyos murieron, mucho más ahora, la gracia de Dios y el don, que es por la gracia del otro hombre, Jesucristo, han abundado a los muchos suyos. 16 Y no como sucedió por medio de uno que pecó, ha sido el don: porque el juicio fué de una sola transgresión para condenación; mas el don gratuito es de muchas transgresiones para justificación. 17 Porque si por la transgresión del uno, la muerte reinó por medio del uno, mucho más, los que han recibido la abundancia de la gracia y del don de la justicia, reinarán en vida por medio del otro, Jesucristo. 18 Luego, así como por medio de una sola transgresión, sentencia vino a todos los hombres para condenación, asimismo también por medio de un solo acto de justicia, sentencia viene a todos los hombres para justificación de vida. 19 Pues de la manera que por medio de la desobediencia de un solo hombre, los muchos suyos fueron constituídos pecadores, así también por medio de la obediencia de uno solo los muchos suyos serán constituídos justos. 20 La ley entró además para que abundase el pecado; mas donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia: 21 para que, de la manera que reinó el pecado en muerte, así también reinase la gracia, por medio de justicia, a vida eterna, por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Capítulo 6
1 ¿QUÉ pues diremos? ¿Continuaremos en el pecado, para que la gracia abunde? 2 ¡No lo permita Dios! Nosotros que morimos al pecado, ¿cómo podremos vivir ya en él? 3 ¿Ignoráis acaso que cuantos fuimos bautizados en Jesucristo, en su muerte fuimos bautizados? 4 Fuimos pues sepultados con él, por medio del bautismo a la muerte: para que, de la manera que Cristo fué resucitado de entre los muertos, por el glorioso poder del Padre, así también nosotros anduviésemos en la virtud de una vida nueva. 5 Pues si hemos venido a ser unidos con él por la semejanza de su muerte, lo seremos también por la semejanza de su resurrección; 6 sabiendo esto, que nuestro hombre viejo fué crucificado con él, para que fuese destruído el cuerpo del pecado, a fin de que ya no estuviésemos más bajo la servidumbre del pecado: 7 pues el que ha muerto al pecado, libertado está del pecado. 8 Y si morimos con Cristo, creemos que viviremos también con él; 9 sabiendo que Cristo, habiendo sido resucitado de entre los muertos, no muere ya más; la muerte ya no tiene más dominio sobre él. 10 Porque en cuanto a morir, murió al pecado una vez para siempre; pero en cuanto a vivir, vive para Dios. 11 Asimismo también vosotros, estimaos como muertos en verdad al pecado, mas vivos para Dios, en Jesucristo.
12 No reine pues el pecado en vuestro cuerpo mortal, para que obedezcáis sus concupiscencias; 13 ni ofrezcáis al pecado vuestros miembros, como instrumentos de iniquidad; sino antes, ofreceos vosotros mismos a Dios, como resucitados de entre los muertos, y vuestros miembros, como instrumentos de justicia para Dios. 14 Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros; pues no estáis bajo sistema de ley, sino bajo sistema de gracia.
15 ¿Qué diremos pues? ¿Hemos de pecar, por cuanto no estamos bajo sistema de ley sino bajo sistema de gracia? ¡No lo permita Dios! 16 ¿Acaso no sabéis que a quien os ofrecéis como siervos para obedecerle, siervos sois de aquel a quien obedecéis, ya sea de pecado paré muerte, ya de obediencia para justicia? 17 Gracias empero a Dios, que aunque fuisteis siervos del pecado, habéis venido a ser obedientes de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual habéis sido entregados; 18 y siendo libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de justicia. 19 Hablo según el uso de los hombres, a causa de la flaqueza de vuestra carne. Porque de la manera que ofrecisteis vuestros miembros como siervos de la inmundicia y de la iniquidad, para obrar iniquidad, así ahora ofreced vuestros miembros como siervos de justicia, para obrar la santificación. 20 Porque cuando erais siervos del pecado, libres erais con respecto a la justicia. 21 ¿Qué fruto pues teníais entonces de aquellas cosas de que ahora os avergonzáis? pues el fin de aquellas cosas es la muerte. 22 Mas ahora, habiendo sido libertados del pecado, y habiendo venido a ser siervos de Dios, tenéis vuestro fruto para santificación, y al fin, vida eterna. 23 Porque el salario del pecado es muerte; mas el don gratuito de Dios es vida eterna, en Cristo Jesús Señor nuestro.
Capítulo 7
1 ¿ES así que ignoráis, hermanos, (pues hablo a hombres conocedores de ley) que la ley tiene dominio sobre el hombre sólo durante su vida? 2 Porque la mujer que tiene marido, ligada está por la ley a su marido, mientras éste vive; mas si hubiere muerto el marido, ella queda desobligada de la ley del marido. 3 Luego pues, será conocida como adúltera, si mientras viviere el marido, ella viniere a ser de otro marido. 4 Por manera que a vosotros también, hermanos míos, se os hizo morir a la ley por medio del cuerpo muerto de Cristo, para que vinieseis a ser de otro, a saber, de Aquel que fué resucitado de entre los muertos; a fin de que produzcamos fruto para Dios. 5 Porque cuando estábamos en la carne, los afectos de los pecados, que lo son por medio de la ley, obraban en nuestros miembros, haciéndonos producir fruto para la muerte. 6 Ahora empero hemos quedado desobligados de la ley, habiendo muerto a aquello en que éramos detenidos; de modo que servimos ya en la virtud de un espíritu nuevo, y no en la de la letra antigua. 7 ¿Qué diremos pues? ¿Es acaso la ley pecado? ¡No se diga nunca! Al contrario, no hubiera yo conocido el pecado, excepto por medio de la ley: pues no hubiera conocido la concupiscencia si la ley no hubiera dicho: No codiciarás. 8 Empero el pecado, hallando ocasión, obró en mí, por medio del mandamiento, toda suerte de deseos desordenados: porque aparte de la ley, el pecado estaría muerto. 9 Y yo aparte de la ley vivía en un tiempo: mas cuando vino el mandamiento, revivió el pecado, y yo morí. 10 Y el mandamiento, que era para vida, lo hallé yo ser para muerte; 11 porque el pecado, hallando ocasión, por medio del mandamiento me engañó, y por medio del mismo me mató. 12 Por manera que la ley es santa, y el mandamiento, santo y justo y bueno. 13 Lo que es bueno pues ¿vino a ser muerte para mí? No tal; sino antes, el pecado, para que fuese manifestado como pecado, obrando muerte en mí por medio de lo que es bueno; para que, por medio del mandamiento, el pecado viniese a ser sobremanera pecaminoso.
14 Porque sabemos que la ley es espiritual, mas yo soy carnal, vendido bajo el poder del pecado. 15 Pues lo que obro, no lo apruebo: porque no lo que quiero es lo que practico; sino lo que odio, eso hago. 16 Pero si hago lo que no quiero hacer, consiento en que la ley es buena. 17 Ahora pues ya no soy yo quien obra así, sino el pecado que habita en mí. 18 Porque yo sé que no habita en mí, es decir, en mi carne, cosa buena: pues está presente conmigo el querer, (mas no el obrar lo que es bueno). 19 Porque no hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero, eso practico. 20 Mas si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien obra así, sino el pecado que habita en mí. 21 Hallo pues esta ley, que queriendo yo hacer lo bueno, lo malo está presente conmigo. 22 Porque me deleito en la ley de Dios, según el hombre interior: 23 mas veo otra ley en mis miembros, batallando contra la ley de mi ánimo, y llevándome cautivo a la ley del pecado, que está en mis miembros. 24 ¡Oh hombre infeliz que soy! ¿quién me libertará de este cuerpo de muerte? 25 ¡Doy gracias a Dios, a causa de Jesucristo nuestro Señor! Así pues yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, pero con la carne, a la ley del pecado.
Capítulo 8
1 NO hay pues ahora condenación alguna para los que están en Cristo Jesús. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha libertado de la ley del pecado y de la muerte. 3 Pues lo que no pudo la ley, según estaba debilitada por medio de la carne, lo hizo Dios, el cual, envió a su Hijo en semejanza de nuestra carne pecaminosa, y como ofrenda por el pecado, condenó el pecado en la carne de él: 4 para que la justicia que requiere la ley fuese cumplida en nosotros, los que no andamos según la carne, sino según el espíritu. 5 Porque los que son según la carne, piensan en las cosas de la carne; mas los que son según el espíritu, en las cosas del Espíritu. 6 Porque el ánimo carnal es muerte; mas el ánimo espiritual es vida y paz: 7 por cuanto el ánimo carnal es enemistad contra Dios; pues no está sujeto a la ley de Dios, ni a la verdad lo puede estar; 8 y los que están en la carne no pueden agradar a Dios. 9 Vosotros empero no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es así que el Espíritu de Dios habita en vosotros: mas si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él. 10 Y si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto a causa del pecado, mas el espíritu es vida a causa de justicia. 11 Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales, por medio de su Espíritu que habita en vosotros. 12 Así pues, hermanos, deudores somos, no a la carne, para vivir según la carne; 13 pues si vivís según la carne, moriréis; pero si, por el espíritu, hacéis morir los hechos del cuerpo, viviréis. 14 Porque todos cuantos son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. 15 Porque no recibisteis espíritu de servidumbre otra vez, para estar con temor; mas recibisteis espíritu de adopción, en virtud del cual nosotros clamamos: Abba, Padre. 16 El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios; 17 y si hijos, luego herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo, si es así que sufrimos con él, para que también seamos glorificados con él.
18 Pues yo estimo que los padecimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que ha de ser revelada en nosotros. 19 Porque la ardiente expectación de la creación aguarda la manifestación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fué hecha sujeta a vanidad, no de voluntad suya, sino a causa de aquel que la sujetó, 21 con esperanza de que también la creación misma será libertada de la servidumbre de corrupción, y admitida en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que la creación entera gime juntamente con nosotros, y a una está en dolores de parto hasta ahora. 23 Y no tan sólo así, sino que nosotros también, que tenemos las primicias del Espíritu, sí, nosotros mismos gemimos dentro de nosotros, aguardando la adopción, es decir, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque somos salvados en esperanza: pero la esperanza que ya se ve, no es esperanza; ¿pues quién espera lo que ya ve? 25 Mas si esperamos lo que no vemos aún, con paciencia lo aguardamos.
26 De igual manera el Espíritu también ayuda nuestra flaqueza: porque no sabemos orar como se debe; pero el Espíritu mismo hace intercesión por nosotros, con gemidos que no pueden explicarse con palabras. 27 Mas el que escudriña los corazones sabe cual sea la mente del Espíritu; pues él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios. 28 Y sabemos que todas las cosas cooperan juntas para el bien de los que aman a Dios, los que son llamados según su propósito. 29 Porque a los que conoció en su presciencia, los predestinó también para ser conformados a la imagen de su Hijo; para que él fuese el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, los llamó también; y a los que llamó, los justificó también; y a los que justificó, también los glorificó.
31 ¿Qué pues diremos a estas cosas? si Dios está por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? 32 El que ni aun a su propio Hijo perdonó, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar también de pura gracia, todas las cosas juntamente con él? 33 ¿Quién pondrá acusación contra los escogidos de Dios? Dios es el que justifica; 34 ¿quién es el que condena? ¡Cristo Jesús es el que murió; más aún, el que fué levantado de entre los muertos; el que está a la diestra de Dios; el que también intercede por nosotros! 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿la tribulación? ¿o la angustia? ¿o la persecución? ¿o el hambre? ¿o la desnudez? ¿o el peligro? ¿o la espada? 36 (según está escrito: Por tú causa somos muertos todos los días; somos reputados como ovejas para el matadero.) 37 Al contrario, en todas estas cosas somos vencedores, y más aún, por medio de aquel que nos amó. 38 Porque estoy persuadido que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni poderes, ni cosas presentes, ni cosas por venir, 39 ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna otra cosa creada será poderosa para separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús nuestro Señor.
Capítulo 9
1 DIGO verdad en Cristo, no miento, dando testimonio conmigo mi conciencia en el Espíritu Santo, 2 que tengo gran dolor y angustia incesante en mi corazón. 3 Porque soy capaz de desear el ser yo mismo anatema de Cristo, a causa de mis hermanos, mis parientes según la carne: 4 los cuales son israelitas, de quienes son la adopción, y la gloria, y los pactos, y la promulgación de la ley, y el culto verdadero, y las promesas; 5 de quienes son los padres, y procedente de quienes, según la carne, vino el Cristo; ¡el cual es sobre todos, Dios bendito para siempre!
6 Mas no es como si hubiese faltado la palabra de Dios; porque no todos son Israel, que son de Israel; 7 ni por cuanto son linaje de Abraham, son todos ellos hijos; mas según fué dicho: En Isaac te será llamada descendencia. 8 Esto es, que no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios; mas los hijos de la promesa son contados por descendencia. 9 Porque está fué la palabra de promesa: Por este tiempo, el año entrante, vendré, y Sara tendrá un hijo. 10 Y no sólo así, sino que, habiendo concebido Rebeca dos hijos de uno mismo, es a saber, de nuestro padre Isaac;— 11 pues no habiendo ellos aún nacido, ni habiendo hecho cosa buena ni mala, para que el propósito de Dios, conforme a elección, estuviese firme, no por parte de obras, sino de aquel que llama,— 12 le fué dicho: El mayor será siervo del menor. 13 Así como está escrito: Amé a Jacob, mas a Esaú le aborrecí. 14 ¿Qué pues diremos? ¿Hay acaso injusticia por parte de Dios? ¡No se diga nunca! 15 Pues él mismo dice a Moisés: Tendré misericordia de quien tenga misericordia, y tendré compasión de quien tenga compasión. 16 Así pues no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. 17 Porque dice la Escritura a Faraón: Para esto mismo yo te levanté, para que manifestara en ti mi poder, y para que fuese publicado mi nombre por toda la tierra. 18 Así pues de quien quiere, tiene misericordia; y a quien quiere, endurece.
19 Tú pues me dirás: ¿Por qué entonces se queja aún? porque ¿quién contrarresta su voluntad? 20 Antes bien, ¡oh hombre! ¿quién eres tú que replicas contra Dios? ¿Acaso el vaso labrado dirá al que lo labró: Por qué me has hecho así? 21 ¿O será que el alfarero no tiene derecho sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? 22 ¿Y qué hay si Dios, queriendo manifestar su ira, y dar a conocer su poder, sufriera con mucha y larga paciencia vasos de ira, dispuestos ya para perdición, 23 a fin de dar a conocer también las riquezas de su gloria en vasos de misericordia, que él ha preparado antes para la gloria; 24 es a saber, en nosotros, a quienes también él ha llamado, no sólo de judíos sino también de gentiles? 25 Como dice además en Oseas: Llamaré pueblo mío, al que no era mi pueblo, y amada, a la que no era amada. 26 Y será que en el lugar donde les fué dicho: No sois mi pueblo; allí mismo serán llamados hijos del Dios vivo. 27 E Isaías clama respecto de Israel: Aun cuando el número de los hijos de Israel fuere como las arenas del mar, un resto solamente será salvo; 28 porque el Señor ejecutará su obra en la tierra, acabándola y acortándola. 29 Y, como Isaías había dicho antes: Si el Señor de Sabaot no nos hubiera dejado posteridad, hubiéramos venido a ser como Sodoma, y habríamos sido semejantes a Gomorra.
30 ¿Qué pues diremos? Que los gentiles, los cuales no siguieron tras justicia, consiguieron justicia, la justicia que es de fe; 31 mas Israel, siguiendo tras ley de justicia, no alcanzó a esa ley. 32 ¿Por qué? Porque siguió tras ella no por fe, sino como si la justicia pudiera alcanzarse por obras; pues tropezaron en la piedra de tropiezo; 33 según está escrito: He aquí que yo pongo en Sión una piedra de tropiezo y roca de ofensa; y el que creyere en ella no quedará avergonzado.
Capítulo 10
1 HERMANOS, el deseo de mi corazón y mi súplica a Dios, a favor de ellos, es que sean salvos. 2 Porque les doy testimonio que tienen celo por Dios, pero no según ciencia. 3 Porque siendo ignorantes de la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios: 4 porque Cristo es el fin de la ley para justicia, a todo creyente. 5 Pues Moisés escribe respecto de la justicia que es de la ley, que el hombre que hiciere las tales cosas, vivirá por ellas. 6 Mas la justicia que es de fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo:) 7 o, ¿Quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos.) 8 Pero ¿qué dice? La palabra está cerca de ti, en tu boca y en tu corazón; es decir, la palabra de fe que nosotros predicamos: 9 Que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo: 10 porque con el corazón se cree para alcanzar justicia, y con la boca se hace confesión para salvación. 11 Porque dice la Escritura: Todo aquel que creyere en él, no será avergonzado. 12 Pues no hay distinción entre judío y griego; puesto que uno mismo es el Señor de todos, rico para con todos los que le invocan: 13 porque dice la Escritura: Todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvó. 14 ¿Cómo pues invocarán a aquel en quien no han creído? y ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? y ¿cómo oirán, sin predicador? 15 y ¿cómo predicarán, si no fueren enviados? así como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que traen buenas nuevas de bendiciones! 16 Pero no todos escucharon las buenas nuevas. Porque Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro mensaje? 17 Por manera que la fe viene del oír, y el oír es por medio de la palabra de Dios. 18 Mas digo: ¿Acaso no oyeron? Sí, verdaderamente, su melodía ha salido por toda la tierra, y sus palabras hasta los extremos del mundo. 19 Mas digo: ¿Israel acaso no sabía? En primer lugar, Moisés dice: Os provocaré a celos con la que no es nación, con una nación necia os provocaré a ira. 20 E Isaías también dice muy claramente: Fuí hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí. 21 Mas en cuanto a Israel, dice: Todo el día he extendido mis manos a un pueblo desobediente y contradictor.
Capítulo 11
1 DIGO pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? ¡No por cierto! porque yo también soy israelita, de la estirpe de Abraham, de la tribu de Benjamín: 2 no ha desechado Dios al pueblo suyo, a quien conoció en su presciencia. ¿No sabéis acaso lo que dice la Escritura en la historia de Elías, cómo éste intercede con Dios contra Israel, diciendo: 3 ¡Señor! ellos han muerto a tus profetas, y demolido tus altares; y yo soy dejado solo, y buscan mi vida? 4 Mas ¿qué le dice la respuesta de Dios? Me he reservado siete mil hombres, los cuales no han doblado la rodilla ante Baal. 5 Asimismo pues, en este tiempo actual también, existe un resto según la elección de gracia. 6 Y si es de gracia, ya no es de obras; de otra manera la gracia no es ya gracia. 7 ¿Qué diremos pues? Que Israel no alcanzó lo que buscaba; pero los escogidos lo alcanzaron, y los demás fueron endurecidos; 8 según está escrito: Les ha dado Dios espíritu de sueño profundo, ojos que no ven, y oídos que no oyen, hasta el día de hoy. 9 Y David dice: ¡Su mesa les sea hecha un lazo y una trampa, y un tropezadero y una retribución; 10 obscurézcanseles los ojos para que no vean, y doblégales siempre el espinazo!
11 Digo pues: ¿Tropezaron acaso para que cayesen? ¡No por cierto! al contrario, por la transgresión de ellos vino la salvación a las naciones, para provocarles a celos a ellos mismos. 12 Y si la transgresión de ellos fué la riqueza del mundo, y su pérdida, la riqueza de las naciones, ¿cuánto más, lo será su plenitud? 13 Mas hablo a los que son gentiles: por lo mismo pues que soy apóstol de los gentiles, glorifico mi ministerio; 14 por si acaso pueda provocar a celos a los que son mi carne, y salvar a algunos de ellos. 15 Pues si el desechamiento de ellos es la reconciliación del mundo, ¿qué será el recibimiento de ellos, sino vida de entre los muertos? 16 Y si las primicias son santas, también lo es el conjunto; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.
17 Mas si algunas de las ramas fueron quebradas, y tú, que eres un acebuche, has sido ingertado entre ellas, y hecho partícipe con ellas de la raíz y grosura del olivo, 18 ¡no te jactes contra las ramas: y si te jactas, acuérdate que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti! 19 Dirás pues: Algunas ramas fueron quebradas para que yo fuese ingertado. 20 Bien; a causa de su incredulidad fueron quebradas, y por la fe tú estás en pie. No te engrías, antes teme; 21 pues si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdonará a ti. 22 Mira pues la bondad y la severidad de Dios: para con los que cayeron, severidad; mas para contigo, la bondad de Dios, si tú permanecieres en esa bondad; de otra manera tú también serás cortado. 23 Y ellos también, sí no permanecieren en la incredulidad, serán ingertados; porque poderoso es Dios para volverlos a ingertar. 24 Pues si tú fuiste cortado de lo que por naturaleza es acebuche, y contra naturaleza has sido ingertado en el buen olivo, ¿cuánto más éstos, que son las ramas naturales, serán ingertados en su propio olivo?
25 Porque no quiero que seáis ignorantes, hermanos, de este misterio (para que no seáis sabios en vuestro propio concepto), que endurecimiento parcial ha acontecido a Israel hasta tanto que la plenitud de los gentiles haya entrado: 26 y de esta manera todo Israel será salvado; así como está escrito: Procederá de Sión el Libertador; él apartará de Jacob las iniquidades; 27 y éste es mi pacto para con ellos, cuando yo quitare sus pecados. 28 Respecto del evangelio, son enemigos por causa de vosotros; mas respecto de la elección, son amados por causa de los padres. 29 Porque los dones y la vocación de Dios no están sujetos a cambio de ánimo. 30 Pues de la manera que vosotros en un tiempo erais desobedientes a Dios, mas ahora habéis alcanzado misericordia, con motivo de la desobediencia de ellos, 31 así también éstos han sido ahora desobedientes, para que con motivo de la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen la misericordia. 32 Porque a todos los ha encerrado Dios, en la desobediencia, para que tuviese misericordia de todos.
33 ¡Oh profundidad de las riquezas, así de la sabiduría como de la ciencia de Dios! ¡cuán inescrutables son sus juicios, e ininvestigables sus caminos! 34 Porque ¿quién ha conocido la mente del Señor? ¿o quién ha sido su consejero? 35 ¿o quién le ha dado a él primero, para que le sea recompensado? 36 Porque de él, y por medio de él, y para él son todas las cosas. A él sea la gloria para siempre. Amén.
Capítulo 12
1 OS ruego pues, hermanos, por las compasiones de Dios, que le presentéis vuestros cuerpos, como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios; culto racional vuestro. 2 Y no os conforméis con este siglo, sino antes transformaos, por la renovación de vuestra mente; para que hagáis experiencia de cuál sea la buena, la acepta y la perfecta voluntad de Dios.
3 Porque digo, por medio de la gracia que me ha sido dada, a cada uno que está entre vosotros, que no piense de sí más elevadamente de lo que debe pensar, sino que piense sobriamente, según haya repartido Dios a cada uno la medida de fe. 4 Pues así como tenemos muchos miembros en un mismo cuerpo, y todos los miembros no tienen el mismo oficio, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un mismo cuerpo en Cristo, y miembros individualmente unos de otros. 6 Teniendo pues dones diferenciándose conforme a la gracia que nos ha sido dada, si es de profecía, ejercítese según la analogía de la fe; 7 o si de ministerio, en ministrar; el que enseña, en enseñar; 8 el que exhorta, en exhortación; el que da, dé con sencillez; el que gobierna, hágalo con solicitud; el que usa de misericordia, con alegría. 9 El amor sea sin hipocresía: aborreced lo malo, allegaos a lo que es bueno. 10 Tocante al amor fraternal, sed sinceramente afectos los unos hacia los otros; en cuanto a honra, prefiriendo cada cual al otro; 11 no perezosos en los quehaceres; fervorosos en espíritu, sirviendo al Señor; 12 regocijados en la esperanza, sufridos en la tribulación, perseverantes en la oración; 13 comunicando para con las necesidades de los santos; adictos a la hospitalidad. 14 Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. 15 Regocijaos con los que se regocijan; llorad con los que lloran. 16 Sed de un mismo ánimo entre vosotros. No penséis en cosas altas, sino acomodaos a las que son humildes. No seáis sabios en vuestro propio concepto. 17 No devolváis a nadie mal por mal. Poned cuidado en hacer lo que sea honroso delante de todos los hombres.: 18 Si es posible, en cuanto esté de vuestra parte, vivid en paz con todos los hombres. 19 No os venguéis, amados míos, sino dad lugar a la ira de Dios, pues que escrito está: ¡Mía es la venganza; yo daré la recompensa! dice el Señor. 20 Antes bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; pues haciendo así, amontonarás ascuas de fuego sobre su cabeza. 21 No seas vencido del mal, sino antes vence el mal con el bien.
Capítulo 13
1 SOMÉTASE toda persona a las potestades superiores; porque no hay potestad que no sea de Dios, y las que hay, ordenadas son por Dios. 2 El que resiste pues a la potestad, resiste a la ordenación de Dios; y los que resisten recibirán para sí condenación. 3 Porque los gobernantes no son de temer a la obra buena, sino a la mala. ¿Quieres pues no tener que temer de la potestad? obra lo que es bueno, y tendrás de ella alabanza; 4 porque es ministro de Dios para bien tuyo. Mas si hicieres lo que es malo, teme; porque no en vano lleva la espada: porque es ministro de Dios, vengador suyo, para ejecutar ira sobre aquel que obra mal. 5 Por tanto habéis de someteros, no solamente a causa de la ira, sino también a causa de la conciencia. 6 Pues por esto habéis de pagar los tributos también; porque son ministros que sirven a Dios, ocupándose de continuo en este mismo asunto.
7 Pagad pues a todos lo que se les debe: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que temor, temor; al que honra, honra. 8 No debáis nada a nadie, fuera del amaros los unos a los otros: puesto que el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. 9 Porque esto: No cometerás adulterio; No matarás; No hurtarás; No codiciarás; y cualquier otro mandamiento que haya, en esta palabra se resume, es a saber: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10 El amor no obra mal al prójimo: el amor pues es el cumplimiento de la ley. 11 Y hagamos esto, conociendo el tiempo, que es ya hora que despertemos del sueño; porque ahora la salvación está más cercana que cuando por primera vez creímos. 12 La noche está muy avanzada, y el día se acerca; desechemos pues las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. 13 Andemos honrosamente, como de día; no en comilonas y borracheras, no en lascivia y disoluciones, no en riñas y envidia: 14 sino antes, revestíos del Señor Jesucristo, y no pongáis vuestro cuidado en satisfacer las concupiscencias de la carne.
Capítulo 14
1 AL que es débil en la fe, recibidle, mas no a disputas de opiniones dudosas. 2 Tal hay que tiene fe para comer de todo; mas el que es débil, come sólo legumbres. 3 El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha aceptado. 4 ¿Quién eres tú que juzgas al siervo ajeno? para con su propio señor está en pie o cae. Mas será mantenido firme, porque poderoso es el Señor para mantenerle firme. 5 Tal hay que reputa un día más que otro; tal reputa todos los días iguales. Cada cual tenga plena seguridad en su propia mente. 6 El que hace aprecio del día, lo aprecia para el Señor; y el que no hace aprecio del día, para el Señor no lo aprecia. El que come, come para el Señor, pues que da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. 7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí: 8 pues si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el Señor: ora que vivamos pues, ora que muramos, del Señor somos. 9 Pues por esto mismo Cristo murió y tornó a vivir, para que fuese Señor así de muertos como de vivos.
10 Tú pues ¿por qué juzgas a tu hermano? y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? porque todos hemos de comparecer ante el tribunal de Cristo; 11 pues que escrito esta: Vivo yo, dice el Señor, que a mí se doblará toda rodilla, y toda lengua ha de confesar a Dios. 12 De manera que cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.
13 No juzguemos pues ya más los unos a los otros; antes bien, juzguemos esto, que nadie ponga delante del hermano tropiezo u ocasión de caer. 14 Yo sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús, que nada hay que sea de suyo inmundo; mas al que reputa algo como inmundo, para él inmundo es. 15 Pero si a causa de tu comida tu hermano se contrista, ya no andas conforme al amor. No destruyas con tu comida a aquel por quien murió Cristo.
16 No dejéis pues que se hable mal de vuestro bien: 17 porque el reino de Dios no es el comer y el beber, sino la justicia, y la paz, y el gozo en el Espíritu Santo. 18 Porque el que en estas cosas sirve a Cristo, es acepto a Dios, y aprobado de los hombres. 19 Así pues, sigamos las cosas que promueven la paz, y aquellas por las cuales podremos edificarnos mutuamente. 20 No derribes, a causa de comida, la obra de Dios. Todas las viandas en verdad son limpias; sin embargo, lo limpio es malo para el hombre que come con ofensa de conciencia. 21 Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa alguna en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite. 22 La fe que tú tienes, tenla para contigo mismo delante de Dios. ¡Dichoso aquel que no se condena a sí mismo en lo que aprueba! 23 Pero el que tiene escrúpulo, si con todo come, es condenado, porque no obra por fe; pues todo lo que no es de fe, es pecado.
Capítulo 15
1 NOSOTROS pues que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los que son débiles, y no complacemos a nosotros mismos. 2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo, en cuanto a lo que es bueno, para edificación suya. 3 Porque ni aun Cristo complacióse a sí mismo; antes bien, según está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban cayeron sobre mí. 4 Porque cuanto fué escrito anteriormente, para nuestra enseñanza fué escrito; para que por medio de la paciencia, y de la consolación de las Escrituras, nosotros tengamos esperanza. 5 Y os conceda el Dios de la paciencia y de la consolación, que seáis de un mismo ánimo entre vosotros, según Jesucristo: 6 para que de un mismo acuerdo, y con una misma boca, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. 7 Por tanto recibíos los unos a los otros, así como Cristo también os recibió a vosotros, para gloria de Dios. 8 Pues digo que Cristo fué hecho ministro de la circuncisión, a causa de la fidelidad de Dios, para confirmar las promesas dadas a los padres, 9 y para que los gentiles también glorificasen a Dios por su misericordia; según está escrito: Por tanto te confesaré entre las naciones, y cantaré a tu nombre. 10 Y otra vez se dice: ¡Regocijaos, oh naciones, con su pueblo! 11 Y otra vez: ¡Alabad al Señor, todas las naciones, y ensalzadle todos los pueblos! 12 Y otra vez, dice Isaías: ¡Habrá un Renuevo de la raíz de Isaí, es decir, aquel que se levantará para regir a las naciones; y en él esperarán las naciones. 13 Y el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz, por medio de la fe, para que abundéis en esperanza, en virtud del poder del Espíritu Santo.
14 Y yo también estoy persuadido respecto de vosotros, hermanos míos, que estáis llenos de bondad, surtidos de toda clase de conocimientos, capaces también de amonestaros los unos a los otros. 15 Pero os he escrito con algún tanto de mayor libertad (como recordándoos lo que ya sabéis), a causa de la gracia que me fué dada por parte de Dios; 16 para que yo fuese ministro litúrgico de Cristo Jesús, con respecto a los gentiles, ministrando, a manera de sacerdote, el evangelio de Dios; para que la presentación de los gentiles en sacrificio a Dios, le sea acepta, siendo santificada por el Espíritu Santo. 17 Yo pues tengo de qué gloriarme en Cristo Jesús, en lo tocante a Dios. 18 Porque no osaré hablar sino respecto de lo que ha obrado Cristo por mi medio, para traer a obediencia a los gentiles, por palabra y por obra, 19 en la virtud de señales y maravillas, y en el poder del Espíritu Santo; de tal manera que desde Jerusalem, y todo en derredor hasta Ilírico, he diseminado abundantemente el evangelio de Cristo: 20 pero teniendo ambición de predicar de este modo la buena nueva, no donde ha sido nombrado Cristo, para que no edifique sobre cimiento de otro; 21 sino antes, según está escrito: Verán aquellos que no tuvieron noticia de él, y los que no han oído, entenderán. 22 Por lo cual también he sido estorbado muchas veces en venir a visitaros: 23 mas ahora, no teniendo ya lugar en estas regiones, y teniendo ya por muchos años, ardiente deseo de ir a veros, 24 cuando partiere para España, iré a vosotros: porque espero veros de pasada, y ser encaminado de vosotros para allá, después que me haya satisfecho, en parte, de vuestra compañía. 25 Mas ahora parto para Jerusalem, ministrando socorro a los santos. 26 Porque ha parecido bien a los de Macedonia y de Acaya hacer cierta contribución para los pobres de entre los santos que están en Jerusalem. 27 Les ha parecido bien, y a la verdad les son deudores; porque si los gentiles han participado de sus cosas espirituales, deben también ministrarles a ellos en las cosas temporales. 28 Cuando haya pues cumplido esto, y asegurádoles este fruto, pasaré por vosotros a España. 29 Y sé que, yendo a vosotros, iré en la plenitud de la bendición de Cristo.
30 Mas os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo, y por el amor del Espíritu, que os esforcéis conmigo, en vuestras oraciones a Dios, en mi favor; 31 para que yo sea librado de los incrédulos que están en Judea; y que mi ministerio de socorro para Jerusalem sea acepto a los santos; 32 para que, con el beneplácito de Dios, yo vaya a veros con gozo, y halle descanso juntamente con vosotros. 33 Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.
Capítulo 16
1 OS recomiendo a nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia que está en Cencrea; 2 para que la recibáis en el Señor, como conviene a santos, y la ayudéis en cualquier asunto en que tenga necesidad de vosotros; pues ella también ha sido auxiliadora de muchos, y de mí mismo.
3 Saludad a Prisca y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús; 4 los cuales por mi vida han puesto sus mismos cuellos bajo el cuchillo; a quienes no solo yo les doy las gracias, sino todas las iglesias de los gentiles: 5 y saludad a la iglesia que está en su casa. Saludad a Epeneto, amado mío, el cual es la primicia de la provincia de Asia para Cristo. 6 Saludad a María, la cual ha trabajado por vosotros. 7 Saludad a Andrónico y a Junias, mis parientes y compañeros de cárcel, los cuales son de nota entre los apóstoles; los que también estaban en Cristo antes que yo. 8 Saludad a Ampliato, mi amado en el Señor. 9 Saludad a Urbano, nuestro colaborador en Cristo, y a Estaquis, amado mío. 10 Saludad a Apeles, aprobado en Cristo. Saludad a los que son de la familia de Aristóbulo: 11 Saludad a Herodión, mi pariente. Saludad a los de la familia de Narciso, los que están en el Señor. 12 Saludad a Trifena y a Trifosa, las cuales trabajan en el Señor. Saludad a Pérsida, la bien amada, que ha trabajado mucho en el Señor. 13 Saludad a Rufo, escogido en el Señor, y a su madre, que es también la mía. 14 Saludad a Asíncrito, a Flegonte, a Hermes, a Patrobas, a Hermas y a los hermanos que están con ellos. 15 Saludad a Filólogo, a Julia, a Nereo y a su hermana, y a Olimpas, y a todos los santos que están con ellos. 16 Saludaos los unos a los otros con beso santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.
17 Mas os ruego, hermanos, que reparéis en los que están causando divisiones y escándalos, contrarios a la Enseñanza que habéis aprendido, y que os apartéis de ellos: 18 porque los tales no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus mismos vientres; y con palabras melosas y adulaciones, engañan los corazones de los sencillos. 19 Porque vuestra obediencia es ya conocida de todos. Me regocijo pues acerca de vosotros; mas deseo que seáis sabios para lo que es bueno, y simples para lo que es malo. 20 Y el Dios de paz quebrantará en breve a Satanás bajo vuestros pies.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.
21 Os saluda Timoteo mi colaborador, y Lucio y Jasón y Sosipatro, parientes míos. 22 Yo Tercio, que escribo esta epístola, os saludo en el Señor. 23 Os saluda Gayo mi huesped, que lo es también de toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.
24 [La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.]
25 Y al que es poderoso para haceros estables, según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, conforme a la revelación del misterio que por tiempos eternos fué guardado en silencio, 26 pero es ahora revelado, y por los escritos de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, es dado a conocer a todas las naciones, para traer a los hombres a la obediencia de la fe; — 27 al solo sabio Dios sea la gloria, por medio de Jesucristo, para siempre jamás. Amén.