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Job

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Capítulo 1

1 HUBO un hombre en la tierra de Uz que se llamaba Job; y era aquel hombre perfecto y honrado, temeroso de Dios y apartado del mal. 2 Y le nacieron siete hijos y tres hijas. 3 Y su hacienda era siete mil ovejas y tres mil camellos, y quinientas yuntas de bueyes, y quinientas asnas, y muy numerosa servidumbre; de manera que aquel hombre era más grande que todos los hijos de Oriente.

4 Y solían sus hijos hacer banquetes en sus casas, cada cual en su día; y enviando, convidaban a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. 5 Y sucedía que mientras pasaban en turno los días del convite, Job enviaba por ellos, y los santificaba; y por las mañanas madrugando, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos; porque decía Job: Quizá hayan pecado mis hijos, y renegado de Dios en sus corazones. De esta manera hacía Job todos los días.

6 Y aconteció cierto día en que los hijos de Dios fueron a presentarse delante de Jehová, que Satanás fué también en medio de ellos. 7 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Y Satanás respondió a Jehová, diciendo: De recorrer la tierra, y de andar por ella. 8 Y dijo Jehová a Satanás: ¿Has considerado a mi siervo Job? pues no hay ninguno como él en la tierra, varón perfecto y honrado, temeroso de Dios y apartado del mal. 9 Y Satanás respondió a Jehová, diciendo: ¿Por ventura teme Job a Dios de balde? 10 ¿No le has cercado en derredor, así a él como a su casa y a todo lo que tiene? Has bendecido la obra de sus manos de modo que su hacienda se ha acrecentado asombrosamente en la tierra. 11 Mas ruégote que, por el contrario, extiendas tu mano y toques todo cuanto tiene; y verás como reniega de ti en tu misma presencia. 12 Entonces dijo Jehová a Satanás: He aquí que todo lo que tiene lo doy en tu mano; sólo que no pongas tu mano en él mismo. Con lo cual salió Satanás de ante la presencia de Jehová.

13 Aconteció pues un día en que sus hijos y sus hijas estaban comiendo, y bebiendo vino en casa de su hermano mayor, 14 que vino un mensajero a Job, y le dijo: ¡Los bueyes estaban arando, y las asnas paciendo junto a ellos, 15 cuando acometieron los Sabeos, y se los llevaron, y a los mozos los hirieron a filo de espada; y he escapado yo, yo solo, para traerte las nuevas! 16 Todavía estaba éste hablando, cuando entró otro, que dijo: ¡Un fuego de Dios ha caído del cielo, el cual ha consumido las ovejas y los mozos, y los ha devorado; y he escapado yo, yo solo, para traerte las nuevas! 17 Todavía estaba éste hablando, cuando entró otro, que dijo: ¡Los Caldeos se dividieron en tres cuadrillas, y cayeron sobre los camellos, y se los han llevado, e hirieron a los mozos a filo de espada; y he escapado yo, yo solo, para traerte las nuevas! 18 Todavía estaba éste hablando, cuando entró otro, que dijo: ¡Tus hijos y tus hijas estaban comiendo, y bebiendo vino en casa de su hermano mayor, 19 cuando he aquí que vino un gran viento de más allá del desierto, e hirió las cuatro esquinas de la casa, de modo que cayó sobre los jóvenes, los cuales han muerto; y he escapado yo, yo solo, para traerte las nuevas!

20 Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rapóse la cabeza, y cayó en tierra, y adoró: 21 y dijo: ¡Desnudo salí de las entrañas de mi madre, y desnudo volveré allá! ¡Jehová ha dado, y Jehová ha quitado; sea el nombre de Jehová bendito! 22 En todo esto no pecó Job, ni profirió palabras insensatas contra Dios.

Capítulo 2

1 Y ACONTECIÓ otro día en que los hijos de Dios fueron a presentarse delante de Jehová, que Satanás fué en medio de ellos a presentarse él también delante de Jehová. 2 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? y Satanás respondió a Jehová, diciendo: De recorrer la tierra, y de andar por ella. 3 Y Jehová dijo a Satanás: ¿Has considerado a mi siervo Job? pues no hay ninguno como él en la tierra, varón perfecto y honrado, temeroso de Dios y apartado del mal: y retiene aún su integridad, aunque tú me has incitado contra él, para destruirle sin causa. 4 A lo cual Satanás respondió a Jehová, diciendo: ¡Piel por piel; que todo cuanto tiene el hombre lo dará por su vida! 5 Empero ruégote que extiendas tu mano y toques su hueso y su carne; y verás como reniega de ti en tu misma presencia. 6 Dijo pues Jehová a Satanás: He aquí que él está en tu mano; mas guarda su vida. 7 Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job de una úlcera maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. 8 Y tomó Job un tiesto de olla para raerse con él la podredumbre, sentado en medio de ceniza.

9 Entonces le dijo su mujer: ¿Todavía retienes tu integridad? ¡reniega de Dios, y muere! 10 Pero él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las insensatas, has hablado tú. ¿Qué? ¿aceptaremos el bien de parte de Dios, y el mal no lo hemos de aceptar? En todo esto no pecó Job con sus labios.

11 Y tres amigos de Job oyeron hablar de toda esta calamidad que le había sobrevenido; y acudieron cada cual de su lugar; es a saber, Elifaz temanita, y Bildad suhita, y Zofar naamatita; porque entre sí habían convenido en ir a condolerse con él y consolarle. 12 Mas cuando levantaron los ojos desde lejos, no le conocieron; con lo cual alzaron su voz y lloraron; y rasgando cada uno su manto, esparcieron polvo sobre sus cabezas, hacia el cielo; 13 y sentáronse con él en tierra siete días y siete noches, sin hablarle palabra; pues veían que era muy grande su dolor.

Capítulo 3

1 DESPUÉS de esto abrió Job su boca y maldijo su día; 2 porque Job, comenzando a hablar, dijo: 3 ¡Perezca el día en que nací, y la noche que dijo: Hase concebido varón! 4 ¡Sea aquel día tinieblas!¡no pregunte por él Dios allá en las alturas, ni resplandezca sobre él la luz! 5 ¡Tomen posesión de él tinieblas y sombra de muerte; permanezca sobre él nublado, y atérrenlo eclipses de la luz del día! 6 ¡Apodérense de aquella noche densas tinieblas; no se regocije entre los días del año, ni entre en el número de los meses! 7 He aquí mi deseo: ¡Sea aquella noche estéril!¡no haya en ella canción de gozo! 8 ¡Maldíganla los que maldicen el día, los que están prontos a excitar al Leviatán! 9 ¡Sean obscurecidas las estrellas de su alba; espere ésta la luz, y nunca la vea, ni mire jamás los párpados de la aurora!¡ 10 por cuanto no cerró las puertas del seno de mi madre, ocultando así a mis ojos la miseria. 11 ¿Por qué no morí yo desde la matriz? ¿o por qué no nací para luego expirar? 12 ¿Por qué se me pusieron delante las rodillas? ¿o por qué los pechos, para que mamase? 13 Pues que ahora yaciera yo, y reposara; dormiría; y entonces tendría descanso, 14 con los reyes y los consejeros de la tierra, que edificaron para sí palacios, que ahora son ruinas: 15 o con los príncipes que tenían oro, y llenaron sus casas de plata: 16 o, como un aborto escondido, yo no existiera; como los pequeñitos que nunca vieron la luz. 17 Allí los inicuos cesan de molestar, y allí reposan los cansados. 18 Allí los cautivos gozan juntamente de tranquilidad; no oyen más la voz del sobrestante. 19 Los chicos y los grandes están allí; y el siervo es libre de su amo. 20 ¿Por qué se da a un desdichado la luz, y vida a los amargos de alma? 21 los cuales esperan la muerte, mas ella no viene; y cavan por hallarla más que por tesoros escondidos; 22 los cuales se regocijan con júbilo, y saltan de gozo cuando hallan el sepulcro. 23 ¿Por qué se da vida al hombre cuyo camino está encubierto, y a quien Dios tiene encerrado? 24 Porque antes que mi pan vienen mis suspiros, y como aguas se derraman mis gemidos. 25 Pues me ha acontecido lo que temía grandemente, y lo que recelaba me ha sobrevenido. 26 ¡No estaba seguro, ni sosegado, ni descansado, mas vínome turbación!

Capítulo 4

1 ENTONCES respondió Elifaz temanita, y dijo: 2 ¿Si uno probare a razonar contigo, te darás por ofendido? ¿mas quién puede contener las palabras? 3 He aquí, tú has corregido a muchos, y a las manos débiles solías dar vigor; 4 al que tropezaba tus palabras le sostenían, y las rodillas trémulas tú fortalecías. 5 Mas ahora te llega a ti la calamidad, y te desalientas; te toca, y estás desesperado. 6 ¿No es pues tu temor a Dios tu confianza? ¿no es tu esperanza la perfección de tus caminos? 7 Ruégote consideres ¿quién pereció jamás siendo inocente? ¿o dónde fueron los justos destruídos? 8 Conforme yo mismo lo he visto, los que aran la iniquidad y siembran los agravios, de lo mismo siegan. 9 Por el aliento de Dios perecen, y por el soplo de su ira son consumidos. 10 ¡El bramido del león, la voz del rugidor, y los dientes del leoncillo son quebrados! 11 El león robusto pereciendo está por falta de presa, y los cachorros de la leona van dispersos. 12 A mi empero suele traérseme furtivamente una palabra, y mi oído percibe un leve murmullo de ella. 13 En pensamientos de visiones nocturnas, cuando cae profundo sueño sobre los hombres, 14 apoderóse una vez de mí susto y horripilación, que hizo que se estremecieran todos mis huesos. 15 En seguida, un espíritu se desliza suavemente ante mi rostro; erízase el pelo de mi carne: 16 se detiene, mas no puedo discernir su forma; una apariencia está ante mis ojos: hay silencio; entonces percibo una voz, que dice: 17 ¿Acaso el mortal será más justo que Dios? ¿el hombre, más puro que su Hacedor? 18 He aquí que en sus siervos no pone él confianza, y tacha a sus ángeles de flaqueza; 19 ¡cuánto más a los que habitan en casas de barro, cuyo fundamento está en el polvo, y que se aplastan más fácilmente que una polilla! 20 ¡Desde la mañana hasta la tarde son destruídos; perecen continuamente sin que nadie repare en ello! 21 ¿No se les arrancan las cuerdas de su tienda? mueren, y eso sin sabiduría.

Capítulo 5

1 LLAMA pues; ¿habrá acaso quién te responda? ¿o a cuál de los santos ángeles acudirás? 2 Porque al necio le mata el encono, y al simple le hace morir la envidia. 3 Yo he visto al necio que se iba arraigando, y al instante maldije su habitación. 4 Sus hijos están lejos de seguridad; hasta en la puerta son atropellados, sin haber quien los libre. 5 Su mies la devoran los hambrientos, sacándola aun de entre los espinos; y el tramposo anhela por su hacienda. 6 Porque no sale del polvo la aflicción, ni del suelo brotan los trabajos; 7 Sino que el hombre nace para los trabajos, como las chispas se remontan para volar. 8 Yo empero acudiría a Dios, y al Altísimo encomendaría mi causa; 9 el cual hace cosas grandes e inescrutables, maravillas que no tienen cuento: 10 que da lluvia sobre la faz de la tierra, y envía las aguas sobre la haz de los campos; 11 para poner en alto a los humildes; y así los que lloran son ensalzados a lugar seguro: 12 que frustra las maquinaciones de los astutos, de modo que sus manos no puedan efectuar su empresa: 13 que prende a los sabios en su misma astucia, de manera que el consejo de los arteros se precipita; 14 de día tropiezan con tinieblas, y, como de noche, andan a tientas al mediodía. 15 Así salva al perseguido de la espada de su boca, y al pobre, de la mano del poderoso; 16 de modo que tiene esperanza el débil, y la injusticia cierra su boca. 17 He aquí, dichoso es el hombre a quien Dios reprende; no desprecies pues la corrección del Omnipotente: 18 porque él hace la llaga, y él la venda; él hiere, y sus manos sanan. 19 En seis apuros te salvará, y en siete ningún mal te tocará. 20 En el hambre, te redimirá de la muerte, y en la guerra, del poder de la espada. 21 Del azote de la lengua estarás a cubierto, y no temerás la destrucción cuando viniere. 22 Te reirás de la destrucción y de la carestía, y de las fieras de la tierra no tendrás temor. 23 Porque con las piedras del campo tendrás tu pacto, y las fieras del campo estarán en paz contigo. 24 Y conocerás que hay paz en tu morada; visitarás también tus apriscos, y no echarás de menos nada. 25 Y conocerás que es numeroso tu linaje, y tu descendencia como la hierba de la tierra. 26 Llegarás al sepulcro en cumplida edad, como la gavilla de trigo que se recoje a su tiempo. 27 He aquí, esto lo hemos averiguado, y así es; óyelo, y conócelo lo tú para tu provecho.

Capítulo 6

1 ENTONCES respondió Job y dijo: 2 ¡Pluguiera a Dios se pesara a lo justo mi vejación, y mis calamidades se alzaran juntas en la balanza! 3 que ahora pesarían más que la arena del mar; por eso mis palabras han sido inconsideradas. 4 Porque las saetas del Todopoderoso están clavadas en mí, y veneno embebe mí espíritu: los terrores de Dios se ponen en orden de batalla contra mí. 5 ¿Acaso el asno montés rebuzna cuando tiene hierba? ¿o muge el buey junto a su forraje? 6 ¿Se comerá lo insípido sin sal? ¿o hay gusto en la clara del huevo? 7 Las cosas que mi alma se fastidiaba aun de tocarlas, son ahora mi asqueroso alimento. 8 ¡Ojalá que fuese otorgada mi petición, y que Dios me concediera lo que tanto anhelo! 9 ¡que pluguiera a Dios aplastarme, que soltara su mano y acabara conmigo! 10 Entonces yo tendría aún este consuelo; sí, saltaría de gozo en medio de dolores despiadados: porque yo no he negado las palabras del Santísimo. 11 ¿Cuáles son mis fuerzas para que espere más? ¿y cuál mi fin, para que tenga aún paciencia? 12 ¿Son por ventura mis fuerzas como la firmeza de las piedras? ¿es acaso mi carne de bronce? 13 ¿No es así que ni aun a mí mismo me puedo valer, y que todo auxilio se ha huído de mí? 14 Para el abatido debe de haber compasión de parte de su amigo; no sea que deseche el temor del Omnipotente. 15 Pero mis hermanos se han hecho falaces como un torrente de invierno; pasan como los torrentes de las cañadas; 16 los cuales están turbios a causa del hielo y de la nieve que se pierde en ellos; 17 mas luego que pasan las aguas, desaparecen; en la sazón del calor se agotan de su lugar. 18 Las caravanas en su camino se desvían hacia ellos; suben al desierto y perecen. 19 Miran las caravanas de Tema, los viandantes de Sabá tienen puesta su esperanza en ellos. 20 Mas son avergonzados por lo mismo que confiaban; llegan allá y quedan abochornados. 21 Porque ahora vosotros nada sois; veis mi terrible condición y os espantáis. 22 ¿Acaso os he dicho yo: Dadme algo? o: ¿de vuestra hacienda traedme un regalo? 23 o: ¿libradme de mano del adversario? o: ¿redimidme del poder de los tiranos? 24 Enseñadme, y yo callaré; hacedme pues entender en qué he errado. 25 ¡Cuán eficaces son las palabras rectas!¿mas qué es lo que reprende vuestra censura? 26 ¿Pensáis acaso reprender palabras? puesto que viento, no más, son los dichos de un desesperado. 27 Más aún, tendéis una red para el huérfano, y caváis un hoyo para vuestro amigo. 28 Ahora pues, tened a bien de volver hacia mí el rostro; porque en vuestra misma cara yo no puedo mentir. 29 ¡Ruégoos volváis; no haya injusticia de vuestra parte!¡sí, volveos otra vez; mi causa es justa! 30 ¿Habrá iniquidad en mi lengua? ¿acaso mi paladar no puede distinguir cosas inicuas?

Capítulo 7

1 ¿NO hay para los mortales una milicia sobre la tierra? ¿y no son sus días como los días del jornalero? 2 Como el esclavo suspira por la sombra, y como el jornalero espera el premio de su trabajo; 3 así se me ha hecho poseer meses de calamidad, y noches de trabajo me han sido asignadas. 4 Si me acuesto, digo entonces: ¿cuándo me levantaré? Mas la noche es larga, y harto estoy de desasosiegos hasta el alba. 5 Se ha vestido mi carne de gusanos y de costras de polvo; mi piel está rota y asquerosa. 6 ¡Mis días se me van mas ligeros que una lanzadera de tejedores, y se acaban sin esperanza! 7 ¡Acuérdate que mi vida es un soplo; que mis ojos no volverán a ver el bien! 8 No me verá más el ojo del que ahora me ve;¡fijas tus ojos sobre mí, y ya no existo! 9 Como la nube se disipa y desaparece, así el que desciende al sepulcro no subirá: 10 no volverá más a su casa, ni le conocerá más su lugar. 11 Por tanto, yo no refrenaré mi boca; hablaré en la angustia de mi espíritu; me quejaré en la amargura de mi alma. 12 ¿Soy yo acaso un mar embravecido, o algún monstruo marino, para que me pongas guarda? 13 Cuando digo: Me consolará mi lecho, mi cama aliviará mis quejas; 14 entonces me asustas con sueños, y con visiones me aterras; 15 de modo que escoge mi alma la estrangulación, la muerte misma, más bien que estos mis huesos descarnados. 16 ¡Abomino la vida; no quiero vivir para siempre!¡déjame pues, porque mis días son vanidad! 17 ¿Qué es el mísero hombre, para que tanto caso hagas de él, y para que fijes en él tu atención, 18 para que le visites todas las mañanas, y le pruebes a cada momento? 19 ¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu vista airada, y no me soltarás siquiera hasta que trague mi saliva? 20 Aun cuando yo haya pecado, ¿qué puedo hacerte a ti, oh Atalaya de los hombres? ¿por qué pues me pones por blanco de tus enojos, hasta que venga a ser una carga a mí mismo? 21 ¿O por qué no perdonas mi transgresión y quitas mi iniquidad? pues ahora en breve me acostaré en el polvo; y tú me buscarás con empeño, ¡pero ya no existiré!

Capítulo 8

1 ENTONCES respondió Bildad suhita y dijo: 2 ¿Hasta cuándo hablarás tales cosas, y las palabras de tu boca serán como un viento impetuoso? 3 ¿Acaso Dios pervertirá el derecho? ¿o el Omnipotente pervertirá la justicia? 4 Si tus hijos pecaron contra él, de manera que los haya entregado en mano de sus transgresiones; 5 sin embargo, si tú buscaras solícito a Dios, y al Todopoderoso dirigieras tu súplica; 6 si te hicieras puro y recto; seguramente él despertaría al punto para defenderte, y haría próspera la morada de tu justicia; 7 de modo que habrá sido pequeño tu principio comparado con tu postrer estado, que será muy grande. 8 Pues pregunta, si quieres, a los de la edad pasada, y aplícate a lo que averiguaron los padres de ellos; 9 (porque de ayer somos nosotros y nada sabemos; pues nuestros días sobre la tierra son como una sombra); 10 ellos ciertamente te enseñarán, y hablarán contigo; y de su corazón sacarán palabras como estas: 11 ¿Puede elevarse el junco sin cieno? ¿o crece el carrizal sin agua? 12 Aun está en su lozanía, no ha sido cortado, y con todo se seca primero que todas las hierbas. 13 Así son los caminos de todos los que se olvidan de Dios; y la esperanza del hipócrita perecerá; 14 cuya seguridad será cortada, y su esperanza será como casa de araña. 15 Apoyaráse sobre su casa, mas ésta no aguantará; se asirá de ella, pero no resistirá. 16 Verde está como una vid delante del sol, y sobre su huerto sus sarmientos se van tendiendo; 17 sus raíces se entretejen junto a una fuente; mira el lugar de piedras: 18 mas cuando la arrancaren de su lugar, éste renegará de ella, diciendo: ¡Nunca te ví! 19 He aquí, tal será el gozo del camino de aquél; y del polvo mismo nacerán otros. 20 He aquí, Dios no desecha al hombre perfecto, ni apoyará la mano de los malhechores. 21 Espera en él, hasta que haga rebosar de risa tu boca, y tus labios en gritos de júbilo. 22 Los que te aborrecen serán vestidos de ignominia, y la morada de los inicuos dejará de ser.

Capítulo 9

1 ENTONCES respondió Job y dijo: 2 Ciertamente yo sé que es así; pues ¿cómo puede el hombre ser justo para con Dios? 3 Si éste entrare en contienda con él, de mil cargos ni a uno le podrá responder. 4 Él es sabio de corazón y poderoso en fuerzas; ¿quién jamás endurecióse contra el que le fuese bien? 5 contra aquel que remueve las montañas, antes que sepan quien las trastorna en su ira: 6 aquel que sacude la tierra, removiéndola de su asiento, de manera que sus columnas bambolean: 7 que manda al sol, y éste no sale; y cierra bajo sello las estrellas: 8 que solo extiende los cielos, y anda sobre las ondas del mar: 9 que hizo la Osa, el Orión y las Pléyades, y las recónditas cámaras del mediodía: 10 ¡que hace cosas grandes que sobrepujan todo escrutinio, y maravillas que no tienen cuento! 11 He aquí que él pasa junto a mí, mas no le veo; pasa adelante también, pero no le percibo. 12 He aquí, arrebata, y ¿quién le puede estorbar? ¿quién podrá decirle: ¿Qué haces tú? 13 Dios no apartará por eso su ira; y debajo de él se abaten los ayudadores más soberbios. 14 ¿Cuánto menos podré yo responderle, y escoger mis palabras para contender con él? 15 yo, que aunque fuera justo, nada respondería; antes imploraría la clemencia de mi Juez. 16 Mas aun cuando yo hubiera clamado, y él me hubiera respondido, no creería que escuchaba mi voz; 17 porque me quebranta con un torbellino de males, y multiplica mis heridas sin causa. 18 No me da tiempo para cobrar mi hálito, sino que me harta de amarguras. 19 Si apelo a la fuerza, he aquí que él es el poderoso; y si a la justicia, dice: ¿Quién me citará a juicio? 20 Aun cuando yo fuera justo, mi misma boca me condenaría; aunque fuera perfecto, él me convencería de perversidad. 21 Perfecto soy; pero no haré caso de mí mismo, despreciaré mi vida. 22 Es todo uno; por tanto lo diré: ¡Al perfecto y al inicuo los destruye de igual modo! 23 Si el azote mata de repente, se ríe de la aprueba de los inocentes. 24 La tierra es entregada en mano de los inicuos; él mismo cubre el rostro de sus jueces: si no él, ¿quién es pues? 25 Mis días también son más veloces que una posta; huyen sin ver cosa buena. 26 Deslízanse como las galeras ligeras; como el águila que se arroja a la presa. 27 Si dijere: ¡Olvidaré mis quejas, mudaré mi triste semblante y me pondré de buen humor! 28 tengo temor de todos mis dolores: yo sé que no me tendrás por inocente. 29 He de salir culpado; ¿por qué pues tengo de cansarme en vano? 30 Aunque me lavara con nieve, y con la pureza misma limpiara mis manos; 31 con todo, en el fango me hundirás, y mis propios vestidos me abominarán. 32 Por que no es él hombre como yo, para que le responda, y que entremos los dos juntos a juicio; 33 ni hay entre nosotros arbitrador, que ponga la mano sobre entrambos. 34 Aparte él de sobre mí su vara, y no me espante su terror: 35 entonces hablaré, y no temeré de él; porque en este estado, no estoy en mí mismo.

Capítulo 10

1 ¡ABURRIDA de mi vida está mi alma! Daré rienda suelta a mis quejas; hablaré en la amargura de mi alma. 2 Diré a Dios: ¡No me condenes! ¡hazme entender por qué causa contiendes conmigo! 3 ¿Por ventura te parece bueno el que oprimas, el que rechaces con desprecio la obra de tus mismas manos, y que favorezcas el consejo de los inicuos? 4 ¿Tienes tú ojos de carne? ¿o miras las cosas como las miran los mortales? 5 ¿Son tus días como los días del mortal, o tus años parecidos a los días del hombre, 6 para que vayas rebuscando mi iniquidad, y averiguando mi pecado, 7 bien que sabes que no soy inicuo, y que ninguno hay que pueda librarme de tu mano? 8 Tus mismas manos me han labrado y me han hecho; todo en derredor me han compuesto: ¿y ahora me destruyes? 9 Acuérdate, te ruego, que como a barro me diste forma; ¿y al polvo me harás tornar? 10 ¿No es así que como leche me vaciaste, y como a queso me cuajaste? 11 De piel y de carne me vestiste, y de huesos y nervios me entretejiste; 12 vida y mercedes me has concedido, y tu visitación ha conservado mi espíritu. 13 Sin embargo, estas calamidades tuviste guardadas en tu corazón; yo sé que esto estaba resuelto para contigo. 14 Si peco, tú me observas; y de mi iniquidad no me disculparás. 15 Si soy malo, ¡ay de mí! y si justo, ni aun así alzaré mi cabeza, estando harto de oprobio, y viendo siempre mi aflicción. 16 Que si mi cabeza se alzare, cual león tú me cazas, y tornas a hacerte maravilloso contra mí. 17 Renuevas tus testigos delante de mí, y aumentas contra mí tu indignación: remúdanse contra mí ejércitos de males. 18 ¿Por qué pues me sacaste del seno materno? que si no, hubiera expirado, y ningún ojo me hubiera visto. 19 Hubiera sido cual si nunca existiera; hubiéraseme llevado desde el seno maternal a la sepultura. 20 ¿No son pocos mis días? Cesa pues, y déjame en paz para que me consuele un poco, 21 antes que me vaya (para nunca más volver), a tierra de tinieblas y de sombra de muerte, 22 tierra de lobreguez, como las tinieblas espesas; lugar de sombra de muerte, sin orden alguno, y cuya luz es como las densas tinieblas.

Capítulo 11

1 ENTONCES respondió Zofar naamatita, y dijo: 2 ¿A la multitud de palabras no se ha de responder? o ¿el hombre hablador ha de ser tenido por justo? 3 ¿Impondrán silencio a hombres tus jactancias? ¿y cuando profieres escarnios, no habrá quién te avergüence? 4 Porque tú has dicho: Pura es mi enseñanza; y limpio he sido yo ante tu vista. 5 Mas ojalá que Dios hablara, que abriera sus labios contigo, 6 y te declarara los arcanos de la sabiduría, (porque muy complicado es el consejo divino), para que entendieras que Dios te castiga menos de lo que tu iniquidad merece. 7 ¿Puedes tú descubrir las cosas recónditas de Dios? ¿puedes hasta lo sumo llegar a conocer al Todopoderoso? 8 Ello es alto como el cielo, ¿qué podrás hacer? más hondo es que el infierno, ¿qué podrás saber? 9 ¡su medida es más larga que la tierra, y más ancha que la mar! 10 Si él acometiere, y sujetare con prisiones, y llamare a juicio, ¿quién podrá estorbarle? 11 Porque él conoce a los hombres vanos, ve también su iniquidad, ¿y no hará caso de ella? 12 Mas el hombre fatuo quiere pasar por entendido, aunque haya nacido el hombre como pollino de asno montés. 13 Si tú enderezares tu corazón, y extendieres hacia Dios tus manos, 14 si habiendo iniquidad en tus manos, la alejares de ti, y no permitieres que la maldad habite en tus moradas, 15 alzarás entonces tu rostro sin mácula, y estarás firme, y no temerás: 16 porque de tu miseria te olvidarás, o te acordarás de ella como de aguas que pasaron ya: 17 y tu vida transitoria será más clara que el mediodía; tu obscuridad será como la luz de la mañana. 18 Y estarás confiado, porque habrá esperanza: aunque ahora estés avergonzado, entonces habitarás seguro. 19 Te acostarás también, y no habrá quien te espante, y muchos suplicarán tu favor. 20 Pero los ojos de los inicuos desfallecerán; pues que refugio les falta ya, y su esperanza será como la expiración del alma.

Capítulo 12

1 JOB entonces respondió y dijo: 2 ¡Verdaderamente vosotros sois el pueblo, y con vosotros morirá la sabiduría! 3 Yo también tengo entendimiento como vosotros; no soy inferior a vosotros: ¿quién no sabe tales cosas? 4 Soy como quien es el ludibrio de su amigo; ¡yo, hombre que clamaba a Dios, y él le respondía! ¡objeto de ludibrio es el justo y el perfecto! 5 Hay desprecio para la desgracia en el pensamiento del que está a sus anchas; preparada está para los que andan con pasos mal seguros. 6 Tranquilas están las moradas de los ladrones, y seguros los que provocan a Dios; en cuya mano hace Dios que caiga la presa. 7 Mas pregunta, si quieres, a las bestias, que ellas te enseñarán, o a las aves del cielo, que ellas te lo dirán; 8 o habla a la tierra, que ella te enseñará, y los peces del mar te lo contarán: 9 pues ¿quién de entre todos éstos no sabe que la mano de Jehová ha hecho esto? 10 en cuya mano está el alma de todo ser viviente, y el hálito de todo el género humano. 11 ¿Por ventura no prueba el oído las palabras, así como el paladar gusta las viandas? 12 Con los ancianos está la sabiduría, y en la larga edad, el entendimiento: 13 en Dios está la sabiduría y el poder; suyo es el consejo y la inteligencia. 14 He aquí que él derriba, y nadie puede reedificar; él encierra al hombre, y no hay quien le abra. 15 He aquí, él detiene las aguas, y se secan; las suelta, y trastornan la tierra. 16 En él está el poder y el consejo; suyos son así el que yerra como el que hace errar. 17 Él hace andar a los consejeros despojados de juicio, y entontece a los jueces. 18 Él desciñe la autoridad de los reyes, y les ata una soga a los lomos. 19 Hace andar a los sacerdotes despojados de juicio, y derriba a los poderosos. 20 Priva del habla a los hombres de confianza, y quita el discernimiento a los ancianos. 21 Derrama el desprecio sobre los príncipes, y afloja el cinto de los esforzados guerreros. 22 Hace patentes, de en medio de tinieblas, las cosas más profundas, y saca a luz la sombra de muerte. 23 Aumenta las naciones, y las destruye; extiende las naciones, y las lleva en cautiverio. 24 Quita la inteligencia a los caudillos de los pueblos de la tierra, y los hace vagar como por un yermo sin camino: 25 van a tientas como en tinieblas y sin luz; y él los hace perder el tino como un borracho.

Capítulo 13

1 HE aquí, todo esto lo han visto mis ojos; mis oídos lo han escuchado y lo tienen entendido. 2 Lo que sabéis vosotros, también lo sé yo; no soy inferior a vosotros. 3 Empero con el Todopoderoso es con quien yo quiero hablar; deseo vindicarme delante de Dios; 4 pues que vosotros, al contrario de él, sois fraguadores de mentiras; médicos de ningún valor sois todos vosotros. 5 ¡Ojalá que callarais del todo! porque esto os fuera sabiduría. 6 ¡Oíd, os ruego, mi vindicación, y prestad atención a los alegatos de mi boca! 7 ¿Hablaréis maldad a favor de Dios, o diréis mentira en obsequio suyo? 8 ¿Haréis acepción de su persona? ¿o contenderéis en juicio a favor de Dios? 9 ¿Os será bueno que él os escudriñe? ¿o como quien se burla de un hombre mortal, habéis de hacer burla de él? 10 Os reprenderá de seguro, si encubiertamente hacéis acepción de personas. 11 ¿Acaso su majestad no os impone miedo, ni su pavor cae sobre vosotros? 12 Vuestros dichos memorables son refranes de ceniza, y vuestros baluartes, baluartes de barro. 13 Estadme callados, y yo hablaré; ¡y luego venga sobre mí lo que viniere! 14 En todo caso tomaré mi carne en mis dientes, y pondré mi vida en mi mano. 15 ¡Aunque me mate, esperaré en él! no obstante, vindicaré delante de él mis caminos. 16 También él mismo saldrá en defensa mía; porque no podrá comparecer ningún impío delante de su rostro. 17 Escuchad atentamente mis palabras, y mi declaración entre en vuestros oídos. 18 He aquí pues, he ordenado mi causa: yo sé que soy inocente. 19 ¿Quién es aquel que quiera contender en juicio conmigo? porque si ahora yo callara, expiraría. 20 Dos cosas, a lo menos, no hagas conmigo, entonces no me esconderé de tu presencia:- 21 Retira tu mano de sobre mí, y tus terrores no me espanten; 22 luego llama, que yo te responderé; o hablaré yo, y tú me darás respuesta. 23 ¿Cuántas son mis iniquidades y mis pecados? ¡Hazme conocer mi transgresión y mi pecado! 24 ¿Por qué escondes tu rostro, y me reputas como enemigo tuyo? 25 ¿Querrás aterrar a una hoja llevada del viento? ¿o a la hojarasca seca perseguirás? 26 Porque escribes contra mí cosas amargas, y me haces heredar las iniquidades de mi juventud. 27 También pones en cepo mis pies y observas todas mis veredas, trazando una raya para las plantas de mis pies. 28 Mientras tanto, aquel que así vigilas, como cosa carcomida, se va gastando, a semejanza de una ropa roída de la polilla.

Capítulo 14

1 ¡EL hombre, el de mujer nacido, corto es de días, y harto de desventuras! 2 Sale como una flor, y luego es cortado; huye también como una sombra, y no tiene permanencia. 3 ¿Y sobre tal abrirás los ojos, y me traerás a juicio contigo? 4 ¿Quién podrá sacar cosa limpia de inmunda? Ninguno. 5 Ya pues que sus días están determinados, y el número de sus meses está fijo contigo; ya que le has señalado sus linderos, que no puede traspasar; 6 aparta de él tu rostro airado, y déjale en paz, hasta que, cual jornalero, goce de su breve día. 7 Porque para el árbol hay esperanza: aunque sea cortado, volverá a retoñar, y su renuevo no cesará. 8 Aunque envejeciere su raíz en la tierra, y su tronco muriere en el polvo, 9 al olor del agua retoñará, y hará copa como nueva planta. 10 Pero el hombre muere, y yace postrado; sí, expira el hombre, ¿y dónde está? 11 Como las aguas se van del lago, y el río se agota y se seca; 12 así el hombre yace, y no se vuelve a levantar: hasta que no haya ya cielos, no despertarán, ni volverán en sí de su sueño. 13 ¡Quién diera que me encubrieses en la sepultura, que me escondieras hasta que calme tu ira, que me pusieses plazo para acordarte de mí! 14 Cuando muere el hombre, ¿podrá acaso volver a vivir? Todos los días de mi milicia esperaré, hasta que llegue la hora de mi relevo. 15 Entonces llamarás, y yo te responderé; tendrás afecto a la hechura de tus manos. 16 Que ahora cuentas mis pasos: ¿no vigilas sobre mi pecado? 17 Sellada está en un saco mi transgresión, y tienes cosida mi iniquidad. 18 Empero así como una montaña en cayendo, se desmorona, y la peña se remueve de su lugar; 19 como el agua desgasta las piedras, y sus inundaciones arrebatan el polvo de la tierra; así destruyes la esperanza del mortal. 20 Le vences de continuo, y él se va, demudas su rostro, y le despides. 21 Sus hijos adquieren honores, mas él no lo sabe; o son abatidos, pero él nada entiende de ello. 22 Sólo de sí misma se duele su carne, y por sí misma se aflige su alma.

Capítulo 15

1 LUEGO respondió Elifaz temanita, y dijo: 2 ¿Debe un sabio responder con una ciencia vana, y llenarse el vientre del viento solano? 3 ¿Debe argüir con un discurso que a nadie aprovecha, y con palabras con las que uno ni a sí mismo se puede ayudar? 4 Más aún, tú desechas el temor, y detienes la oración, delante de Dios. 5 Porque tu iniquidad enseña a tu boca; y escoges la lengua de los arteros. 6 Tu propia boca, y no yo, te convence de maldad; sí, tus mismos labios testifican contra ti. 7 ¿Naciste tú por ventura el primero de los hombres? ¿o fuiste producido antes que los collados? 8 ¿Has escuchado las consultas de Dios? ¿y has apropiado para ti mismo la ciencia? 9 ¿Qué sabes tú, que nosotros no sepamos? ¿qué entiendes, que no se halle también con nosotros? 10 Cabezas canas, y hombres muy ancianos hay entre nosotros; mucho más avanzados en días que tu padre. 11 ¿Será que tienes en poco las consolaciones de Dios, y su palabra tan benigna para contigo? 12 ¿A dónde te lleva tu soberbio corazón? ¿o por qué pestañean tus ojos, 13 para que vuelvas contra Dios tu espíritu, y dejes salir de tu boca tales palabras? 14 ¿Qué es el hombre para que él sea limpio, y para que se justifique el de mujer nacido? 15 He aquí que de sus santos ángeles Él no se fía; y los cielos mismos no están limpios a su vista; 16 ¿cuánto menos el hombre, abominable y corrupto, el hombre que bebe como agua la iniquidad? 17 Te voy a enseñar una cosa, escúchame; pues esto he visto, y te lo voy a contar; 18 lo que los sabios han anunciado, y no lo han encubierto, según lo recibieron de sus padres; 19 a los cuales solos fué dada la tierra, y no pasó extraño alguno por entre ellos; a saber: 20 Que todos sus días el inicuo se está retorciendo de dolor; y lo mismo el opresor, todos los años que le están guardados. 21 Una voz de terrores resuena en sus oídos; en medio de la paz le sobreviene el asolador; 22 él mismo no cree que volverá a salir de tinieblas; y de continuo la espada le está atalayando: 23 vaga en derredor tras el pan, diciendo: ¿En dónde está? sabe que aparejado, a su mano misma, le espera el aciago día: 24 le aterran el aprieto y la angustia; le abruman, como rey preparado para la guerra: 25 por cuanto extendió contra Dios su mano, y para con el Altísimo se portó con soberbia; 26 corrió contra él con cuello erguido, apiñados entre sí sus convexos escudos: 27 por cuanto cubrióse el rostro con su gordura, y se hizo pliegues sobre las ijadas; 28 y habitó en ciudades asoladas, en casas donde no moran ya sus dueños, las cuales están prontas a volverse montones de escombros. 29 Con todo, no será rico, ni durará su hacienda, ni se extenderán en la tierra sus posesiones. 30 No saldrá nunca de las tinieblas; la llama secará sus renuevos, y él será arrebatado por el soplo de la boca de Dios. 31 No se fíe pues en la vanidad, engañándose a sí mismo; porque la vanidad será su recompensa. 32 Antes de tiempo llegará a su colmo, y su rama no reverdecerá más. 33 Sacudirá como la vid sus uvas en agraz, y desechará como el olivo su flor; 34 porque la congregación de los impíos padecerá hambre, y el fuego consumirá las tiendas de cohecho. 35 Ellos conciben el agravio, y paren la iniquidad, y su vientre prepara el engaño.

Capítulo 16

1 ENTONCES respondió Job, y dijo: 2 Yo he oído muchas cosas como éstas: ¡consoladores molestos sois todos vosotros¡ 3 ¿Tendrán fin las palabras vacías? ¿o qué te provoca, para que respondas así? 4 Yo también podría hablar como vosotros: si vuestra alma estuviera en el lugar de mi alma, yo podría ensartar contra vosotros palabras, y menear contra vosotros la cabeza. 5 Pero os alentaría con mi boca, y la consolación de mis labios mitigaría vuestro dolor. 6 Mas si yo hablo, no se mitiga mi dolor, y si dejo de hablar, no por eso se aleja de mí. 7 Ciertamente ahora Dios me ha desalentado: tú has desolado toda mi familia; 8 y a mí me has llenado de arrugas: esto se tiene por testigo contra mí; levantándose contra mí mi flacura, en mi misma cara responde. 9 Su ira me despedaza y me persigue; él cruje contra mí sus dientes; como adversario mío, aguza sus ojos contra mí. 10 Mis contrarios ensanchan contra mí su boca; afrentándome, me hieren en las mejillas; a una se coligan contra mí. 11 Dios me ha entregado al inicuo; y en mano de malvados me ha precipitado. 12 Descansado estaba yo, pero él me ha sacudido violentamente; pues asióme por la cerviz, y me ha hecho pedazos, y me ha puesto por blanco de sus flechas. 13 Se me ponen en derredor sus arqueros: destroza mis riñones, sin tener piedad: derrama por tierra mi hiel. 14 Me rompe con quebranto sobre quebranto; corre contra mí como guerrero. 15 Por eso he cosido saco sobre mi piel, y pongo mi cabeza en el polvo. 16 Mi cara está inflamada con el lloro, y sobre mis párpados descansa la sombra de muerte; 17 aunque no hay violencia en mis manos, antes bien ha sido pura mi oración. 18 ¡Oh Tierra, no encubras tú mi sangre, y no haya en ti lugar para mi clamor! 19 Ahora mismo, he aquí que en el cielo está mi testigo, y el que garantiza mi inocencia está en las alturas. 20 Hacen ludibrio de mí mis amigos; mas a Dios vuelvo mis ojos deshecho en lágrimas; 21 para que él defienda la causa de un hombre ante el mismo Dios, y de un hijo del hombre ante su prójimo. 22 Porque los cortos años se van pasando, y yo tengo que andar una senda por donde no volveré.

Capítulo 17

1 ¡MI aliento se agota, mis días se acaban, los sepulcros me están aguardando! 2 Ciertamente son mofadores los que están conmigo, y en sus amargas censuras han de detenerse mis ojos. 3 ¡Ruégote, Señor, que des fianza! ¡responde por mí ante ti mismo! ¿quién sino tú querrá dar la mano por mí? 4 Porque has escondido del corazón de ellos la inteligencia; por lo cual no los ensalzarás. 5 El que traiciona a sus amigos, para hacer presa de ellos, los ojos de sus mismos hijos desfallecerán. 6 Se me ha puesto por refrán del pueblo; sí, he venido a ser como a quien le escupen en la cara. 7 Se han debilitado mis ojos con el dolor, y mis miembros todos están como una sombra. 8 Se pasmarán los rectos a causa de esto, y el inocente se despertará contra el impío. 9 Como quiera que sea, el justo seguirá resueltamente su camino, y el que es de manos limpias se hará más y más fuerte. 10 Empero en cuanto a todos vosotros, volveos: llegaos acá, si queréis; y no hallaré entre vosotros ni uno sabio. 11 Mis días se pasaron ya, mis propósitos están desbaratados, los tesoros más preciosos de mi corazón; 12 los cuales solían mudar para mi la noche en día: la luz cercana estaba a las tinieblas. 13 Aun cuando espere, el sepulcro es mi casa; en las tinieblas tengo tendido mi lecho. 14 A la corrupción digo: ¡Mi padre eres! y al gusano: ¡Mi madre y mi hermana! 15 Así que ¿en dónde hay esperanza para mí? y en cuanto a mi esperanza, ¿quién la verá? 16 Bajen pues mis miembros a la sepultura: verdaderamente sólo en el polvo hay descanso para todos.

Capítulo 18

1 ENTONCES respondió Bildad suhita, y dijo: 2 ¿Cuándo pondréis fin a las palabras? entended, y después hablaremos nosotros. 3 ¿Por qué somos reputados como bestias, y hemos venido a ser una inmundicia a vuestros ojos? 4 Oh tú que te despedazas en tu furor, ¿ha de ser abandonada la tierra por tu causa; o se han de arrancar las peñas de su lugar? 5 También es cierto que la luz de los malos será apagada, y no dará resplandor la llama de su fuego. 6 La luz será tinieblas en su morada, y su lámpara que resplandecía sobre él, será apagada. 7 Serán estrechados sus pasos, antes tan firmes, y le echará abajo su propio consejo; 8 pues que sus mismos pies le han metido en la red, y sobre mallas va andando. 9 Un lazo le prende el calcañar, y se apodera de él la trampa. 10 Escondida le está en el suelo la cuerda, y una trampa le aguarda en la senda. 11 Por todas partes le aterran espantos, los cuales se esparcen en derredor de sus pies. 12 Serán gastadas de hambre sus fuerzas, y la destrucción está aparejada a su mismo lado; 13 devorará los miembros de su cuerpo; a sus miembros devorará el primogénito de la muerte. 14 Arrancado será de su morada en que confiaba, y al rey de los espantos será conducido. 15 Otro habitará en su morada, porque ya no es suya; azufre será derramado sobre su habitación. 16 Por abajo, sus raíces se secarán, y por arriba, será cortado su ramaje. 17 Su memoria perecerá de la tierra, y él no tendrá nombre por las calles. 18 Será arrojado de la luz a las tinieblas, y echado fuera del mundo. 19 No le quedará hijo o nieto entre su pueblo, ni reliquias en el lugar de su peregrinación. 20 A causa de su día calamitoso serán pasmados los del porvenir, así como a los que fueron antes les sobrecogió el espanto. 21 Ciertamente así son las moradas de los inicuos, y tal el paradero de aquel que no conoce a Dios.

Capítulo 19

1 A LO cual respondió Job, y dijo: 2 ¿Hasta cuándo vejaréis mi alma, y querréis molerme con palabras? 3 Estas diez veces me habéis vituperado, y no os avergonzáis de echarme injurias. 4 Pues sea que haya realmente yo errado, conmigo mismo queda mi error. 5 Si en verdad, queréis engrandeceros contra mí, y alegar contra mí mi deshonra, 6 sabed entonces que Dios ha pervertido mi derecho, y me ha envuelto en su red. 7 He aquí que alzo el grito por la violencia que se me hace, mas no soy atendido; clamo por auxilio, pero no hay para mí aunque lo suplique por justicia. 8 Él ha cerrado mi camino con vallado, de modo que no pueda pasar, y mis veredas ha cubierto de tinieblas. 9 De mi gloria me ha despojado, y ha quitado la corona de sobre mi cabeza. 10 Me ha derribado por todos lados, y ya me voy; pues ha arrancado, como árbol, mi esperanza. 11 Enciende también contra mí su ira, y me reputa para consigo como uno de sus adversarios. 12 Todas juntas avanzan sus tropas; allanan contra mí su camino, y asientan sus reales en derredor de mi tienda. 13 A mis hermanos los ha alejado de mí, y mis conocidos se me han hecho del todo extraños. 14 Me han faltado mis parientes, y mis amigos familiares se han olvidado de mí. 15 Los que moran en mi casa, y hasta mis criadas, me tienen por un extraño; cual extranjero he venido a ser en su vista. 16 Llamo a mi siervo, y no me responde, aunque con mi misma boca me ponga a rogarle. 17 Mi hálito le es odioso a mi mujer, aunque haga mis súplicas por los hijos de mis entrañas. 18 Hasta los muchachitos me tratan con desprecio; al ponerme yo en pie, hablan contra mí. 19 Me abominan todos mis íntimos amigos, y los que yo amaba se han vuelto contra mí. 20 Mis huesos se pegan a mi carne gastada y a mi piel; y tan solo me he librado con la piel de mis dientes. 21 ¡Tened compasión de mí, tened compasión de mí, vosotros mis amigos, porque la mano de Dios me ha tocado! 22 ¿Por qué queréis perseguirme vosotros como Dios, y ni aun de mi carne os saciáis? 23 ¡Quién diera que fuesen ahora escritas mis palabras! ¡quién diera que se escribieran en un libro; 24 que con cincel de hierro y con plomo fuesen para siempre grabadas en una peña! 25 Pues yo sé que mi Redentor vive, y que en lo venidero ha de levantarse sobre la tierra; 26 y después que los gusanos hayan despedazado esta mi piel, aun desde mi carne he de ver a Dios; 27 a quien yo tengo de ver por mí mismo, y mis ojos le mirarán; y ya no como a un extraño. ¡Desfallece mi alma dentro de mí con ardiente anhelo! 28 Ya que seguís diciendo: ¿Cómo podremos perseguirle, y qué base de acusación hallaremos contra él? 29 recelaos de la espada; porque la malicia atrae los castigos de la espada; para que tengáis presente que hay un juicio venidero.

Capítulo 20

1 ENTONCES respondió Zofar naamatita, y dijo: 2 Por eso mismo mis pensamientos me hacen responder, y a causa de un férvido impulso dentro de mí. 3 He escuchado la reprensión que me afrenta, y el espíritu que sale de mi inteligencia me da respuesta. 4 ¿Acaso no sabes esto, que desde tiempos antiquísimos, desde que fué puesto el hombre sobre la tierra, 5 el regocijo de los malos es breve, y la alegría de los impíos no es sino por un momento? 6 Aun cuando su elevación se remontare hasta los cielos, y su cabeza tocare con las nubes, 7 como su mismo estiércol, para siempre perecerá: los que antes le habían visto, dirán: ¿En dónde está? 8 Como un sueño volará, y no será más hallado; será puesto en fuga como visión de la noche. 9 El ojo que le veía no volverá a verle, ni otra vez le conocerá su lugar. 10 Sus hijos solicitarán el favor de los pobres; sus mismas manos restituirán sus riquezas mal adquiridas. 11 Sus huesos están llenos de los pecados de su juventud; éstos yacerán con él en el polvo. 12 Aunque la maldad fuere dulce en su boca, aunque la ocultare debajo de su lengua; 13 aunque la perdonare, y no la quisiere dejar, sino antes la retuviere en medio de su paladar; 14 lo que comió se ha mudado ya en sus entrañas; veneno de áspides ha venido a ser dentro de él. 15 Tragó riquezas, pero las vomitará; de su mismo vientre se las arrancará Dios. 16 Ponzoña de áspides chupará; le matará lengua de víbora. 17 Nunca jamás verá los arroyos, los ríos, los torrentes de miel y de leche. 18 Devolverá lo que se fatigaba por ganar, que no se lo tragará; ello será como bienes que han de restituirse, en los cuales no se puede gozar. 19 Por cuanto oprimió y abandonó a los pobres, y arrebató casas, en vez de edificarlas; 20 por cuanto no conoció sosiego en su vientre insaciable, por eso de cuanto le deleitaba no salvará nada. 21 Ninguna cosa pudo librarse de su rapacidad; por lo mismo no será estable su prosperidad. 22 En el colmo de su abundancia padecerá estrechez; la mano de todos los desdichados caerá sobre él. 23 Cuando esté para llenarse el vientre, Dios arrojará sobre él el ardor de su ira; sí, la lloverá sobre él junto con lo que se va a comer. 24 Huirá de un arma de hierro, y le traspasará el arco de bronce. 25 Se saca la flecha, y sale de su cuerpo; sí, el reluciente acero sale de su hiel: los terrores de la muerte le sobrecogen. 26 Calamidades de toda suerte están guardadas como tesoros suyos; le devorará un fuego no soplado por hombre; consumirá lo que fuere dejado en su tienda. 27 Los cielos revelarán su iniquidad, y la tierra misma se levantará contra él. 28 El aumento de su casa se irá en cautiverio; sus bienes serán arrebatados en su día de ira. 29 Esta es la porción del hombre malo por parte de Dios, y su herencia decretada, que de Dios le viene.

Capítulo 21

1 ENTONCES respondió Job y dijo: 2 Escuchad atentamente mis palabras, y sea esto en vez de vuestros consuelos mentidos. 3 Sufridme, para que yo también hable; y después que haya hablado, seguid con vuestros escarnios. 4 ¿Por ventura es de los hombres de quienes yo me quejo? y si fuera así, ¿por que no habría de impacientarse mi espíritu? 5 Miradme bien, y os espantaréis; pondréis la mano sobre vuestra boca. 6 Que yo mismo cuando lo recapacito, me confundo, y un estremecimiento se apodera de mis huesos. 7 ¿Por qué siguen viviendo los inicuos, llegan a edad provecta, y se hacen poderosos en riquezas? 8 Su descendencia permanece estable con ellos, en su misma presencia, y sus vástagos delante de sus ojos. 9 Sus casas están en paz, exentas de temor; pues no cae la vara de Dios sobre ellos. 10 Su toro engendra, y no engaña la esperanza; su vaca pare, y no malogra la cría. 11 Envían, como manada de ovejas, sus chiquillos, y sus hijos andan saltando de contento. 12 Cantan al son del pandero y del arpa, y se regocijan al sonido de la flauta. 13 Gastan en placeres sus días, y en un momento bajan al sepulcro. 14 Por eso dicen a Dios: ¡Apártate de nosotros, que no nos gusta el conocimiento de tus caminos! 15 ¿Quién es el Todopoderoso, para que nosotros le sirvamos? ¿ni qué nos aprovechará el que oremos a él? 16 He aquí, no está en su propia mano su bienestar; ¡lejos sea de mí el a modo de pensar de esos inicuos! 17 ¡Pero cuán raras veces se apaga la lámpara de los hombres malos, y viene su destrucción sobre ellos! ¡cuán raras veces les reparte Dios dolores en su ira! 18 ¡Cuán raras veces vienen a ser como hojarasca delante del viento, o como el tamo que arrebata el torbellino! 19 ¿Decís que Dios tiene guardada para los hijos la iniquidad del padre? ¡Más vale se la recompense a él mismo, para que lo sepa! 20 ¡Vean sus propios ojos su calamidad, y de la ira del Omnipotente beba él mismo! 21 ¿Pues qué contento ha de tener él en su casa después de sí, cuando en cumplido número sus meses le hayan sido repartidos? 22 ¿Habrá acaso quién enseñe a Dios la ciencia, siendo él quien juzga a los seres excelsos? 23 Éste muere en su pleno vigor, enteramente tranquilo y descuidado; 24 sus ijadas están llenas de sebo, y la médula de sus huesos bien nutrida; 25 y esotro muere en amargura de alma, sin haber nunca gozado del bien. 26 Pero juntos yacen en el polvo; los gusanos los cubren a entrambos. 27 He aquí, yo conozco vuestros pensamientos, y las imaginaciones que fraguáis contra mí. 28 Porque decís: ¿Dónde está la casa del tirano? ¿y dónde la tienda en que habitaban los inicuos? 29 ¿Por ventura nunca habéis preguntado a los viajeros, y por sus indicios no llegaréis a conocer, 30 que para el día de la perdición es reservado el inicuo? al día de las iras ellos serán conducidos. 31 ¿Quién hasta entonces manifestará adelante de su rostro su camino? y lo que ha malhecho ¿quién se lo pagará? 32 Que él a la sepultura será conducido con honor, y sobre su túmulo se hará vigilia. 33 Gratos le serán los terrones del valle; y tras de él todo hombre seguirá marchando; así como de los que iban antes de él no hubo número. 34 ¿Cómo pues queréis consolarme con palabras vanas, visto que en vuestras respuestas no queda más que perfidia?

Capítulo 22

1 ENTONCES respondió Elifaz temanita, y dijo: 2 ¿Puede el hombre por ventura ser provechoso a Dios? Al contrario, a sí mismo es provechoso el hombre sabio. 3 ¿Acaso le da gusto al Todopoderoso que tú te justifiques? ¿o le es de utilidad el que hagas perfectos tus caminos? 4 ¿Será que por temor de ti argüirá contigo, y vendrá contigo a juicio? 5 ¿No es grande tu maldad, y no son innumerables tus iniquidades? 6 Pues has exigido prendas a tus hermanos injustamente, y a los desnudos has despojado de su ropa; 7 al rendido de fuerzas no le has dado agua que beber, y al hambriento le has negado el pan. 8 Mas en cuanto al hombre de brazo fuerte, de él era la tierra, y por lo que toca al bien mirado, él habitaba en ella. 9 Has enviado a las viudas con las manos vacías, y los brazos de los huérfanos han sido quebrados. 10 Por eso te hallas cercado de lazos, y te aterran espantos repentinos; 11 o tinieblas, donde no puedes ver, y la muchedumbre de aguas te cubre. 12 ¿No está Dios en la altura del cielo? y mira lo encumbrado de las estrellas, ¡cuán elevadas están! 13 Por eso dices tú: ¿Qué sabe Dios? ¿podrá acaso juzgar por en medio de densas tinieblas? 14 Nubes espesas le envuelven de modo que no puede ver; o por el circuito de los cielos se va paseando. 15 ¿Por ventura quieres tú seguir aquella senda antigua, por donde anduvieron los hombres impíos; 16 los cuales fueron arrebatados entes de tiempo, y un diluvio fué derramado sobre su asiento? 17 Ellos decían a Dios: ¡Apártate de nosotros! y: ¿Qué podrá el Todopoderoso hacer por nosotros? 18 aunque había llenado sus casas de bienes. Pero ¡lejos sea de mí el modo de pensar de esos inicuos! 19 Los justos ven la venganza, y se alegran; y los inocentes hacen escarnio de ellos; 20 diciendo: ¡Por cierto que fueron destruídos los que se levantaron contra nosotros, y lo que quedaba de ellos lo consumió el fuego! 21 Traba amistad con él, te lo ruego, y está en paz con él; que por ello te vendrá el bien. 22 Ruégote recibas de su boca la ley, y atesores sus palabras en tu corazón. 23 Si te convirtieres al Todopoderoso, serás edificado; y alejarás de tus tiendas la aflicción. 24 Echa pues por tierra tus tesoros, y a las piedras del arroyo, el oro de Ofir; 25 y sea el Todopoderoso tu tesoro, y más que caudales de plata para ti: 26 que entonces te deleitarás en el Omnipotente, y alzarás tu rostro hacia Dios. 27 Le harás tu súplica, y él te escuchará; y tú le pagarás tus votos. 28 También decretarás una cosa, y se te quedará estable; y sobre tus caminos resplandecerá la luz. 29 Cuando otros son abatidos, tú dirás: ¡Hay ensalzamiento! pues al humilde de ojos Dios le salvará. 30 Librará por tu causa aun al no inocente; sí, éste será librado por causa de la limpieza de tus manos.

Capítulo 23

1 ENTONCES respondió Job y dijo: 2 Aunque hoy es amarga mi queja, mi herida es más grave que mi gemido. 3 ¡Oh quién me diera el saber donde poder hallarle! me iría hasta su trono; 4 expondría delante de él mi causa, y llenaría mi boca de argumentos. 5 Yo conozco las palabras que él me respondería, y entiendo lo que me diría. 6 ¿Acaso con su gran poder contendería conmigo? antes bien, él me prestaría atención. 7 Allí el hombre recto podría razonar con él; y yo para siempre quedaría absuelto de parte de mi Juez. 8 Mas he aquí que hacia adelante voy, y no está allí; también hacia atrás, mas no le puedo percibir; 9 a la izquierda, donde manifiesta su poder, pero no le discierno; se emboza a mi derecha, de modo que no le pueda ver. 10 Empero él conoce el camino por donde voy; cuando me haya probado, saldré como el oro. 11 Mis pies han seguido resueltamente en sus pisadas; su camino he guardado, no me desviaré de él. 12 Del mandamiento de sus labios no me apartaré: más que mi porción diaria he apreciado los dichos de su boca. 13 Pero él es de un mismo parecer, y ¿quién podrá hacerle volver? y cuanto le plazca a su alma, eso lo va a hacer. 14 Porque llevará a efecto lo que está ordenado para mí; y muchas cosas parecidas a estas tiene en su mente. 15 Por tanto delante de él estoy turbado; cuando lo considero, tiemblo a causa de él. 16 Pues que Dios ha hecho tímido mi corazón, y el Omnipotente me ha aterrado; 17 que no estoy desmayado a causa de las tinieblas, ni porque las tinieblas espesas hayan cubierto mi rostro.

Capítulo 24

1 ¿POR qué no son señalados por el Todopoderoso tiempos de juicio? y ¿por qué no ven los que le conocen sus días de venganza? 2 Los hay que remueven las lindes; que quitan los rebaños por la fuerza, y se los comen; 3 que se llevan el asno de los huérfanos, y toman en prenda la vaca de la viuda; 4 que apartan a los necesitados del camino de su derecho, de modo que a una se esconden todos los pobres de la tierra. 5 He aquí que éstos, como asnos monteses en el desierto, se salen a su trabajo, buscando solícitamente el alimento; el desierto les da manutención para sus hijos. 6 En el campo cortan el pasto del injusto, y vendimian la viña del inicuo. 7 A los pobres los hacen pasar la noche desnudos, por falta de ropa, sin tener cobertura contra el frío. 8 Con los aguaceros de las montañas son mojados, y abrazan la peña por falta de abrigo. 9 Los hay que arrebatan al huérfano del pecho de su madre, y toman en prenda la ropa del pobre. 10 Estos infelices andan desnudos sin vestidos, y cargan hambrientos las gavillas: 11 dentro de las paredes de aquellos rapaces exprimen el aceite; pisan sus lagares, y padecen sed. 12 Por la angustia gimen los oprimidos, y el alma de los traspasados clama por auxilio: pero Dios no atiende su oración. 13 Estos son de aquellos que se rebelan contra la luz, los cuales no conocen sus caminos, ni quieren estarse en sus senderos:- 14 Al rayar el alba, se levanta el homicida; mata al pobre y al menesteroso; y de noche se hace como ladrón. 15 Asimismo el ojo del adúltero aguarda el crepúsculo, diciendo: ¡No me verá ojo alguno! y se emboza la cara. 16 Otros hay que en las tinieblas fuerzan las casas; de día se encierran; no quieren conocer la luz. 17 Porque a todos ellos la mañana les es como la sombra de muerte: cuando alguno los conoce, están en los terrores de la sombra de muerte. 18 Huye ligero sobre la superficie de las aguas; quedará maldita su porción en la tierra; nunca volverá el rostro hacia el camino de las viñas. 19 Como la sequía y el calor arrebatan las aguas de nieve derretidas, así el sepulcro a los que pecan. 20 Olvidaráse de él el seno maternal; sabrosamente se alimentará de él el gusano; no se acordará nadie más de él: pues, como árbol, será quebrantada la iniquidad. 21 Devora a la mujer estéril, que no tiene hijo, y a la viuda nunca hace bien. 22 Arrebata también a los poderosos con su fuerza: una vez que se levante, ninguno está seguro de la vida. 23 Dios les concede estar en seguridad; por eso están confiados: pero los ojos de él están sobre sus caminos. 24 Son ensalzados; mas en breve ya no existen; que son derribados, y mueren como todos los demás, y cual cabezas de espigas, son cortados. 25 Y si no es así, ¿quién me desmentirá, y reducirá a la nada mis palabras?

Capítulo 25

1 LUEGO respondió Bildad suhita, y dijo: 2 Con él están el dominio y el pavor; él mantiene paz en sus alturas. 3 ¿Habrá número a sus huestes? ¿y sobre quién no se levanta su luz? 4 ¿Cómo pues ha de ser justo el hombre delante de Dios? ¿o cómo será limpio el nacido de mujer? 5 He aquí que aun la luna no resplandece, y las estrellas no son limpias a sus ojos: 6 ¡cuánto menos el mortal, que es oruga, y el hijo del hombre, que es gusano!

Capítulo 26

1 A LO cual respondió Job y dijo: 2 ¿En qué has ayudado al que no tiene poder? ¿o cómo has socorrido el brazo que carece de fuerza? 3 ¿Cómo has aconsejado al falto de sabiduría? ¿y qué plenitud de inteligencia has dado a conocer? 4 ¿Para quién has proferido estas palabras? ¿y de quién es el espíritu que de ti procede? 5 ¡Los espectros gigantescos se retuercen en angustia, debajo de las aguas, y los habitantes de ellas! 6 ¡Desnudo está el infierno delante de él, y no tiene cubierta el abismo de perdición! 7 Él extiende el norte sobre el espacio vacío, y suspende la tierra de la nada. 8 Él ata las aguas en sus espesas nubes, y no se rompe la nube debajo de ellas. 9 Él tapa la faz de su trono, y extiende sobre ella su nube. 10 Describe un círculo sobre la haz de las aguas, hasta donde se junta la luz con las tinieblas. 11 Las columnas del cielo se estremecen y quedan asombradas, a causa de su reprensión. 12 Con su poder aterra el mar, y con su inteligencia domeña su arrogancia. 13 Por su Espíritu hermoseó los cielos, y formó su mano la fugaz serpiente. 14 He aquí que estas cosas son los bordes, no más, de sus caminos; pero ¡cuán leve es el susurro que hemos oído de él! y el trueno de su poder ¿quién lo puede comprender?

Capítulo 27

1 Y JOB volvió a entonar su canto, y dijo: 2 ¡Vive Dios! el cual ha quitado mi derecho, y el Todopoderoso que me ha amargado la vida; 3 que mientras tanto que mi espíritu esté dentro de mí, y haya hálito de Dios en mis narices, 4 ¡mis labios no hablarán iniquidad, ni mi lengua proferirá engaño! 5 ¡Nunca permita Dios que yo os justifique a vosotros! ¡hasta mi postrer aliento no dejaré que se me quite mi integridad! 6 Mi justicia la tengo asida, y no la aflojaré: no me vitupera mi corazón en todos mis días. 7 ¡Sea como el malvado mi enemigo, y aquel que se levanta contra mí, sea como el inicuo! 8 porque ¿cuál es la esperanza del hipócrita, por mucho que haya ganado, cuando Dios le arrebatare el alma? 9 ¿Acaso Dios oirá su clamor, cuando viniere sobre él la angustia? 10 ¿Se deleitará en el Todopoderoso? ¿invocará a Dios en todo tiempo? 11 Os voy a enseñar en cuanto a la mano de Dios; lo que concierne al Omnipotente, no lo encubriré. 12 He aquí que vosotros todos lo habéis visto, ¿por qué pues os habéis hecho tan enteramente vanos? 13 Esta es la porción del hombre malo por parte de Dios, y la herencia que los opresores recibirán del Omnipotente:- 14 Si se multiplicaren sus hijos, es para la espada, y su prole no se hartará de pan. 15 Los que de él quedaren, serán sepultados en muerte, y sus viudas no los llorarán. 16 Aun cuando amontonare como polvo la plata, y como el barro aparejare vestidos costosos; 17 él los prepara, pero el justo se los vestirá; y en cuanto a la plata, los inocentes se la repartirán. 18 Edifica, como la polilla, su casa, o como la enramada que hace algún guardacampo. 19 Rico yacerá, pero no será recogido a la sepultura; en un abrir de ojos, no será más. 20 Terrores le alcanzan cual avenida de aguas: de noche le arrebata el torbellino. 21 Le eleva el solano, y él se va; pues que le arranca de su lugar. 22 Dios también descargará sobre él su ira, y no le perdonará, por más que procure huir de su mano. 23 Los hombres batirán sobre él las manos, y le silbarán, huyendo él de su lugar.

Capítulo 28

1 CIERTAMENTE la plata tiene sus veneros, y el oro que acrisolan tiene su lugar. 2 El hierro es sacado de la tierra, y de la piedra es fundido el cobre. 3 El hombre pone término a las tinieblas, y hasta los últimos confines escudriña las piedras que están en densas tinieblas y sombra de muerte. 4 Rompe para sí socavón, lejos de habitación humana: olvidados de los que pasan, se descuelgan allí los más pobres de los hombres, columpiándose de una parte a otra. 5 La tierra, de donde sale el pan, por debajo está revuelta como por fuego. 6 Sus piedras son el lugar de zafiros; ella contiene polvo de oro. 7 Esa senda no la conoce ave de rapiña, ni la ha visto ojo de halcón; 8 no la han pisado las bestias soberbias, ni pasó jamás por ella león rugiente. 9 A la roca pedernal extiende el minero su mano; trastorna de raíz las montañas. 10 Por en medio de rocas, corta galerías; y todo lo precioso lo ve su ojo. 11 Ataja las corrientes para que no fluyan, y saca a luz lo más escondido. 12 Pero la Sabiduría ¿en dónde podrá ser hallada? ¿y cuál es el lugar de la Inteligencia? 13 No conoce el mortal su precio, ni ella se halla en la tierra de los vivientes. 14 El abismo dice: ¡No está en mi! y el mar dice: ¡Tampoco mora conmigo! 15 NO podrán darse tesoros por ella, ni se pesará plata como precio suyo. 16 No será avaluada con oro de Ofir, con el ónice precioso, ni con zafiros. 17 No se le igualará el oro, ni el vidrio, ni el cambio de ella se efectuará por alhajas de oro acrisolado. 18 En cuanto a los corales y el cristal, ni se mencionen, pues que el valor de la Sabiduría supera al de las perlas. 19 No se le igualará el topacio de Etiopía, ni con el oro más puro se puede avaluar. 20 ¿De dónde pues viene la Sabiduría, y cuál es el lugar de la Inteligencia; 21 ya que está encubierta a los ojos de todo viviente, y a las aves del cielo se oculta? 22 La Perdición y la Muerte dicen: ¡Por nuestros oídos hemos sabido la fama de ella! 23 Dios solo entiende su camino, y sabe el lugar de ella. 24 Porque mira hasta los extremos de la tierra; ve cuanto está debajo de todo el cielo. 25 Cuando dió al viento su peso, y a las aguas las tasó por medida; 26 cuando prescribió ley a la lluvia, y sendero al rayo; 27 entonces él la vió, y la dió a conocer; la estableció, y también la escudriñó, 28 y al hombre le dijo: ¡He aquí que el temor del Señor es la Sabiduría, y el apartarse del mal, la Inteligencia!

Capítulo 29

1 Y TORNÓ Job a entonar su canto, y dijo: 2 ¡Quién diera que yo estuviese como en los meses pasados, como en los días en que Dios me guardaba! 3 ¡cuando resplandecía su lámpara sobre mi cabeza, y a su luz andaba yo por en medio de tinieblas; 4 cual fuí en el otoño de mis días, cuando la privanza de Dios guardaba mi morada; 5 mientras el Todopoderoso estaba aún conmigo, y mis hijos en derredor de mí; 6 cuando bañaba mis pasos con leche, y la roca me brotaba arroyos de aceite! 7 Cuando yo salía entonces a la puerta, junto a la ciudad, cuando en la plaza hacía preparar mi asiento, 8 me veían los jóvenes, y se retiraban; los ancianos también se levantaban, y permanecían en pie. 9 Los príncipes dejaban de hablar, y ponían la mano sobre su boca. 10 La voz de los nobles se acallaba, y su lengua se pegaba a su paladar. 11 Cuando el oído me escuchaba, me bendecía; y al verme el ojo, me daba testimonio: 12 porque yo libraba al pobre cuando clamaba, al huérfano también, que no tenía ayudador. 13 La bendición del que iba a perecer venía sobre mí, y yo hacía cantar de gozo el corazón de la viuda. 14 De justicia me arropaba, y ella me revestía; como manto y turbante era mi rectitud. 15 Ojos era yo para el ciego, y pies para el cojo. 16 Era padre a los menesterosos, y en la causa aun de aquel que no conocía, me informaba con diligencia: 17 y quebraba los colmillos del inicuo, y de sus dientes arrancaba la presa. 18 Yo pues decía: Seguramente en mi nido he de morir, y multiplicaré mis días como la arena; 19 mi raíz se extenderá junto a las aguas, y el rocío posará toda la noche sobre mi rama; 20 mi gloria será siempre nueva en mí, y mi arco en mi mano renovará su fuerza. 21 A mí los hombres me escuchaban, y esperaban; en silencio aguardaban mi consejo. 22 Después de mi dicho no volvían a responder; pues que sobre ellos destilaba cual rocío mi palabra. 23 Me esperaban como a la lluvia, y ensanchaban su boca, como aspirando a la lluvia tardía. 24 Si me sonreía con ellos, no lo creían; y la luz de mi rostro nunca la tuvieron en poco. 25 Yo escogía su camino, y me sentaba entre ellos como el jefe; y habitaba como rey en medio de ejército, y como quien consuela a los afligidos.

Capítulo 30

1 PERO ahora se ríen de mí los que son de menor edad que yo; a cuyos padres yo me desdeñaba de ponerlos con los perros de mi ganado: 2 y ¿de qué me aprovecharía ni aun la fuerza de sus manos? ¡hombres en quienes ha perecido la esperanza de vejez! 3 Extenuados de indigencia y de hambre, huyen al yermo, en medio de la lobreguez de la ruina y de la desolación. 4 Arrancan barrilla junto a los arbustos; y raíces de retama es su comida. 5 De en medio de las gentes son expulsados: gritan tras de ellos como tras de un ladrón; 6 de modo que habitan en cañadas horrorosas, en cuevas de la tierra y de las peñas. 7 En medio de los arbustos, cual asnos, rebuznan, debajo de las zarzas se tienden. 8 ¡Hijos son de insensatos, sí, hijos de gente infame, echados a golpes fuera del país! 9 ¡Y ahora yo he venido a ser la cantilena de ellos! ¡sí, yo he sido hecho su refrán! 10 ¡Me abominan; ellos se alejan de mí; y nada se les da de escupirme en la cara! 11 Por cuanto Dios ha aflojado la cuerda de mi arco, y me ha humillado, ellos también se han quitado el freno delante de mí. 12 A mi derecha la hez del pueblo se levanta; empujan mis pies; allanan contra mí sus vías de destrucción. 13 ¡Atajan mi senda, adelantan mi caída, hombres que no tienen quien les abone! 14 Como por brecha ancha vienen; por entre los escombros, vienen rodando sobre mí. 15 Terrores me acometen repentinamente: como el viento persiguen mi nobleza; y, como una nube, ha pasado ya mi prosperidad. 16 Ahora pues mi alma se derrama dentro de mí; se apoderan de mí los días de aflicción. 17 De noche son taladrados de dolor mis huesos, y se me caen; los gusanos que me roen nunca descansan. 18 Por la gran violencia de mi enfermedad es desfigurado mi vestido; se me ciñe como el cuello de mi túnica. 19 Dios me echa en el cieno, y he venido a ser como polvo y ceniza. 20 ¡A ti clamo por auxilio, oh Señor, mas no me respondes; me pongo en pie, y tú te quedas mirándome! 21 ¡Te has tornado cruel para conmigo; con tu poderosa mano me sigues persiguiendo! 22 Me alzas al viento; me haces cabalgar sobre él; también me derrites de temor; me tienes amedrentado. 23 Porque yo sé que me traerás a la muerte, y a la casa señalada para todos los vivientes. 24 Ciertamente no vale la deprecación cuando Dios extiende su mano; ni cuando él destruye, les aprovecha pedir auxilio. 25 ¿Acaso no lloraba yo al desdichado? ¿y no se afligía mi alma por el necesitado? 26 Sin embargo, cuando yo esperaba el bien, me vino el mal; cuando aguardaba la luz, me vinieron profundas tinieblas. 27 Mis entrañas hierven, y no hallan ningún reposo; me han sobrecogido los días de aflicción. 28 Me voy entenebrecido sin la luz del sol; me pongo en pie en medio de la asamblea, y clamo por auxilio. 29 He venido a ser hermano de los chacales, y compañero de los avestruces. 30 Mi piel se ha vuelto negra, y se me cae; y mis huesos arden de calor. 31 ¡Por tanto se ha convertido mi arpa en lamentos, y mi flauta en voz de los que lloran!

Capítulo 31

1 HICE pacto con mis ojos; ¿cómo pues había de fijar la mirada en una doncella? 2 ¿Y qué parte tendría entonces con Dios allá arriba. ni qué herencia con el Todopoderoso en las alturas? 3 ¿No se reserva la calamidad para el injusto, y el desastre para los obradores de iniquidad? 4 ¿No ve Él mis caminos, y cuenta todos mis pasos? 5 Si yo he andado con falsedad, y mi pie se ha apresurado tras el engaño; 6 (¡que se me pese en balanzas justas, y conozca Dios mi integridad!) 7 si mis pasos se han desviado del camino, y en pos de mis ojos ha andado mi corazón, o si a mis manos se ha pegado mancha alguna; 8 ¡siembre yo, y coma otro, y el producto del campo me sea arrancado! 9 Si mi corazón se ha dejado seducir en cuanto a mujer, y he puesto asechanza junto a la puerta de mi prójimo; 10 ¡muela para otro mi misma mujer, y sobre ella otros se encorven! 11 porque eso sería un crimen nefando, e iniquidad que habrían de castigar los jueces: 12 porque sería un fuego que hasta la perdición devoraría, y exterminaría todo mi linaje. 13 Si he tenido en poco el derecho de mi siervo, o de mi sierva, cuando hayan contendido conmigo; 14 ¿qué haré entonces yo mismo al levantarse Dios? y cuando él visitare, ¿qué le he de contestar? 15 El que en el seno maternal me hizo a mí, ¿no le hizo a él también? ¿y no nos formó uno mismo en la matriz? 16 Si he impedido a los pobres el logro de su deseo, o he hecho desfallecer los ojos de la viuda; 17 o si yo he comido solo mi bocado, y no ha comido de él el huérfano también; 18 (al contrario, desde mí juventud creció éste conmigo, como con su padre, y desde el seno de mi madre he guiado a aquélla); 19 si he visto a alguno que iba a perecer por falta de vestido, o al necesitado falto de cobertura, 20 sin que me bendijeran sus lomos, y se calentaran con el vellón de mis ovejas; 21 si he alzado contra el huérfano mi mano, porque ví mi ascendiente en el tribunal; 22 ¡despréndase mi hombro de la espaldilla. y mi brazo quiébrese del hueso! 23 Porque me temía del castigo de Dios, y a causa de su majestad no podía yo hacer ningún mal. 24 Si he puesto el oro por mi esperanza, y al oro fino he dicho: ¡Tú eres mi confianza! 25 si me he regocijado porque era grande mi hacienda, y porque mi mano había recogido mucho; 26 si he mirado al sol cuando resplandecía, o a la luna cuando andaba en hermosura, 27 y se ha dejado seducir secretamente mi corazón, de modo que yo llegase la mano a mi boca; 28 (esto también fuera una iniquidad que hubieran de castigar los jueces, porque yo hubiera renegado de Dios que está allá arriba); 29 si me he regocijado de la destrucción del que me aborrecía, o me alegré cuando le sobrevino el mal; 30 (pues no permití que pecase mi boca, pidiendo que se acabase con maldición su vida); 31 si, al contrario, no han dicho los hombres de mi tienda: ¿Quién hallará uno siquiera que de su alimento no se haya saciado? 32 (pues en la calle nunca pasó la noche el forastero, sino que yo abría mis puertas al viandante); 33 si he encubierto, como Adam, mi transgresión, escondiendo en mi seno mi iniquidad; 34 ¡sea yo confundido delante de la gran multitud, y el desprecio de las familias me aterre; enmudezca también, y nunca salga de mi casa! 35 ¡Oh si tuviese quien me oyera, (he aquí mi firma; que me responda el Todopoderoso), y que tuviese la acusación que escribió contra mí mi adversario! 36 ciertamente me lo llevaría sobre el hombro, me lo ceñiría como una diadema: 37 yo le daría cuenta de todos mis pasos; como un príncipe me llegaría a él. 38 En fin, si clama contra mí mi tierra, o los surcos de ella lloran juntos; 39 si he comido sus frutos sin dinero, o a los dueños de ella los he hecho perder la vida; 40 ¡en lugar de trigo, nazcan para mí abrojos, y espinos en vez de cebada!

Aquí terminaron las palabras de Job.

Capítulo 32

1 CESARON pues aquellos tres hombres de responder a Job; porque era justo en sus propios ojos. 2 Entonces se encendió la ira de Eliú hijo de Baraquel, buzita, de la familia de Ram: contra Job se encendió su ira, por cuanto se había justificado a sí mismo más bien que a Dios; 3 y contra sus tres amigos se encendió su ira, por cuanto no hallaron qué contestar, y con todo habían condenado a Job. 4 Mas había Eliú tardado en contestar a Job, porque eran los otros de mayor edad que él. 5 Empero cuando vió Eliú que no había respuesta alguna en la boca de aquellos tres hombres, entonces encendióse su ira. 6 Respondió pues Eliú hijo de Baraquel, buzita, y dijo: Joven soy yo, mas vosotros sois ancianos; por eso me arredré, y no me atreví a manifestaros mi opinión. 7 Yo decía: Los días deben hablar, y la multitud de años debe dar a conocer la sabiduría. 8 Pero hay un espíritu en los mortales, y la inspiración del Todopoderoso les da la inteligencia. 9 No siempre los grandes son sabios, ni los ancianos entienden lo justo. 10 Por tanto dije: Escuchadme a mí; yo también voy a manifestar mi opinión. 11 He aquí que he esperado para oír vuestras palabras; presté oídos para escuchar vuestras razones, en tanto que buscabais qué decir. 12 A vosotros he prestado atención, mas he aquí que no hay ninguno que haya convencido a Job, ni hay entre vosotros quien responda a sus palabras. 13 No digáis entonces: Hemos hallado nosotros la sabiduría; pues que Dios le vence, no el hombre. 14 Empero no dirigió contra mí sus palabras, ni con vuestros dichos le voy a contestar. 15 ¡Quedaron confusos; no respondieron más; ni una palabra pudieron decir! 16 ¿Y debo yo esperar cuando ya no hablan, cuando se detienen, y no responden más? 17 Por eso yo también responderé mi parte, manifestaré yo también mi opinión; 18 porque lleno estoy de palabras, me constriñe el espíritu dentro de mí. 19 He aquí que mi interior está como el vino que no tiene respiradero; como odres nuevos que están a punto de reventar. 20 Hablaré, para desahogarme; abriré mis labios y responderé. 21 Permítaseme que no haga para con nadie acepción de personas, ni use con nadie de lisonjeros títulos. 22 Que yo no sé hablar lisonjas; a no ser así, muy en breve me quitaría mi Hacedor.

Capítulo 33

1 CON todo, ruégote, oh Job, que oigas mis razones, y escuches todas mis palabras. 2 He aquí, con tu permiso, abro mi boca, y habla mi lengua en mi garganta. 3 Mis palabras declararán la rectitud de mi corazón; y lo que saben mis labios, lo dirán con sinceridad. 4 El Espíritu de Dios me hizo, y el aliento del Omnipotente me ha dado vida. 5 Si puedes, respóndeme; arregla delante de mí tu causa; ponte en pie. 6 Heme aquí a mí, conforme a tu pedimento, en lugar de Dios; yo también soy labrado de barro. 7 He aquí que mi terror no te espantará, y mi grandeza no te abrumará. 8 De cierto tú dijiste en mis oídos (pues la voz de tus palabras yo mismo escuchaba): 9 ¡Limpio soy, exento de transgresión; soy puro, y no hay iniquidad en mí! 10 He aquí que Dios sigue buscando achaques contra mí, y me reputa por enemigo suyo: 11 pone en el cepo mis pies; vigila todas mis sendas. 12 Mira, que en esto no eres justo; yo te responderé que más grande es Dios que el hombre. 13 ¿Por qué has entrado en contienda con él? pues él no da cuenta de ninguna de sus acciones. 14 Porque de una manera suele hablar Dios, de dos también; pero el hombre no considera. 15 En sueños de visiones nocturnas, cuando cae profundo sueño sobre los hombres, adormecidos sobre la cama, 16 él destapa el oído a los hombres, y los amonesta secretamente; 17 para apartar al hombre de su mala obra; y así al hombre le quita la soberbia. 18 Detiene su alma, para que no baje al hoyo, y su vida, para que no muera a cuchillo. 19 Asimismo el hombre es corregido con dolores sobre su cama, y con una agitación continua en sus huesos; 20 de modo que su vida aborrece el pan, y su alma el manjar más delicado. 21 Se consume su carne, de manera que no se ve, y sus huesos que antes no se veían, quedan desnudos. 22 Se acerca pues, al hoyo, su alma, y su vida a los que la destruyen. 23 Si hubiere entonces junto a él un mensajero, algún intérprete, uno escogido de entre mil, para hacer presente al hombre lo que es de su deber; 24 entonces se compadece de él, y dice: ¡Líbrale de descender al hoyo; yo he hallado el rescate! 25 Se le torna la carne más fresca que la de un niño; vuelve a los días de su juventud. 26 Ora a Dios, y él le es propicio, de modo que vea aquél su rostro con júbilo: y así restaura al hombre su justicia. 27 Luego éste cantará entre los hombres, y dirá: Yo había pecado, y había pervertido lo recto; pero a mí no me fué recompensado así; 28 antes, él ha redimido mi alma, para que no pasase al hoyo; y mi vida ve ya la luz. 29 He aquí, todas estas cosas suele obrar Dios, dos veces, tres veces, con el hombre, 30 a fin de retraer su alma del hoyo, para que resplandezca con la luz de la vida. 31 Presta atención, oh Job; escúchame; calla, y yo hablaré. 32 Si tienes algo que decir, respóndeme; habla, que yo te quiero justificar. 33 Si no, óyeme tú a mí; calla, y yo te enseñaré la sabiduría.

Capítulo 34

1 RESPONDIÓ además Eliú, y dijo: 2 ¡Oíd, sabios, mis palabras, y hombres entendidos, prestadme atención! 3 porque el oído prueba las palabras, así como el paladar gusta lo que se come. 4 Escojamos para nosotros lo que es justo, y reconozcamos entre nosotros lo que es bueno. 5 Porque dice Job: ¡Yo soy justo, y Dios ha quitado mi derecho! 6 Respecto de mi derecho, ¿acaso he de mentir? Incurable es mi herida, sin transgresión mía. 7 ¿Qué hombre es semejante a Job, el cual bebe el escarnio como agua, 8 y va en compañía con los obradores de iniquidad, y anda con los hombres malos? 9 Porque dice: De nada le aprovecha al hombre, que procure agradar a Dios. 10 Por tanto, hombres de entendimiento, oídme: ¡Lejos esté de Dios el que haga maldad, y del Todopoderoso el que practique la iniquidad! 11 Porque la obra del hombre él se la recompensará, y hará que cada uno halle conforme a su camino. 12 Y ciertamente Dios no hará maldad, ni el Todopoderoso pervertirá la justicia. 13 ¿Quién por ventura le encomendó a él la tierra? ¿quién le ha confiado todo el mundo? 14 Si fijase en el hombre su atención, y recogiese a sí su espíritu y su aliento, 15 expiraría toda carne juntamente, y el género humano volvería al polvo. 16 Si pues, oh Job, tienes inteligencia, escucha esto, da oídos a la voz de mis palabras. 17 ¿Acaso el que aborrece la justicia debe gobernar? ¿o al Justo y al Poderoso querrás tú condenar? 18 ¿Deberá decirse a un rey: eres un perverso; y a los nobles: sois inicuos? 19 ¿Cuánto menos a Aquel que no acepta la persona de los príncipes, ni hace caso del rico, más que del pobre? porque obra de sus manos son todos ellos. 20 En un momento mueren; y a medianoche se estremecen las gentes, y pasan; y son quitados los poderosos sin mano humana. 21 Porque sus ojos están puestos sobre los caminos del hombre, y todos sus pasos él los ve. 22 No hay tinieblas ni sombra de muerte donde puedan esconderse los obradores de iniquidad. 23 Porque él no tiene que parar la atención largo tiempo en el hombre, para que éste comparezca ante Dios en juicio. 24 Él rompe a los poderosos sin pesquisa, y hace que otros ocupen su lugar. 25 Por tanto él toma conocimiento de sus malas obras, y de noche les da un vuelco, ¡y ya están destruídos! 26 Por ser malos, les da con la mano en lugar donde todos lo vean; 27 por cuanto se apartaron de en pos de él, y no consideraron ninguno de sus caminos; 28 haciendo llegar delante de él el clamor del débil, y el clamor de los afligidos, que él siempre oye. 29 Cuando él da tranquilidad, ¿quién puede entonces perturbar? y cuando esconde su rostro, ¿quién le podrá ver? Así sucede igualmente con una nación, o con un individuo, 30 para que no reine el hombre impío, ni sea más una red al pueblo. 31 De seguro que conviene decirle a Dios: Sufro tu castigo; no seré más perverso: 32 enséñame lo que yo no veo; si he hecho iniquidad, no la volveré a hacer. 33 ¿Acaso él ha de dar la recompensa conforme a tu gusto? y cuando la rehuses, ¿dirá: Tú has de escoger, y no yo; habla pues lo que sabes? 34 Los hombres de entendimiento dirán conmigo, también todo hombre sabio que me oye, 35 que Job habla sin cordura, y que sus palabras están faltas de sabiduría. 36 Deseo que Job sea probado hasta lo último, para poder dar respuesta contra los hombres malos. 37 Porque añade rebelión a su pecado; en medio de nosotros habla con sobrada libertad, multiplicando sus palabras contra Dios.

Capítulo 35

1 DE nuevo Eliú respondió y dijo: 2 ¿Acaso piensas que esto es conforme a razón, que tú has dicho: Más justo soy que Dios? 3 Porque tu dices: ¿Qué más beneficio te resulta a ti, ni qué más provecho a mí, de mi justicia que de mi pecado? 4 Yo pues te daré respuesta, y a tus compañeros contigo:- 5 ¡Mira hacia los cielos, y ve, y contempla las nubes que son tanto más altas que tú! 6 Si has pecado, ¿qué efectúas contra él? y si han sido muchas tus transgresiones, ¿qué daño le haces? 7 Si eres justo, ¿qué le das a él, o qué recibe él de tu mano? 8 A un hombre como tú mismo, podrá dañarle tu maldad, o a un hijo del hombre tu justicia le puede aprovechar. 9 Verdad es que a causa de la a multitud de las opresiones gritan los hombres, y claman por auxilio con motivo del brazo de los poderosos; 10 pero ninguno dice: ¿Dónde está Dios mi Hacedor, que da canciones en la noche; 11 que nos enseña más que a las bestias de la tierra, y nos hace más sabios que a las aves del cielo? 12 Verdad es que allí gritan a causa de la soberbia de los hombres malos, pero él no responde: 13 porque ciertamente Dios no oye la súplica vana, ni el Omnipotente hace caso de ella; 14 ¿cuánto menos cuando dices que tú no haces caso de él? La causa está delante de él; por tanto aguárdale. 15 Mas ahora por cuanto aún no visita con su ira, ni toma pronto conocimiento de las transgresiones; 16 por eso Job abre su boca con dichos vanos, y entreteje palabras sin cordura.

Capítulo 36

1 Y TORNÓ Eliú a decir: 2 Espérame un poco, y te manifestaré más; porque hay todavía palabras que decir en defensa de Dios. 3 Traeré mi ciencia desde lejos, y a mi Hacedor le atribuiré la justicia. 4 Porque verdaderamente no son mentirosas mis palabras; tienes ahora contigo uno que es sano en sus opiniones. 5 He aquí que Dios es grande, pero no desprecia a ninguno; grande es en el poder de su entendimiento. 6 No dejará que viva el inicuo; pero concede su derecho a los oprimidos. 7 No apartará nunca de los justos sus ojos; sino que los colocará con los reyes sobre el trono, y los hará reinar en gloria, para que sean ensalzados. 8 O, si estuvieren los hombres aprisionados en grillos, y detenidos en las cuerdas de aflicción, 9 entonces les hace presentes sus malas obras, y sus transgresiones, cuando se portaron con soberbia. 10 Así les abre los oídos a la admonición, y les manda que se vuelvan de su iniquidad. 11 Si obedecen, y le sirven, acabarán sus días en prosperidad, y sus años en amenos placeres. 12 Mas si no obedecen, serán pasados a cuchillo, y perecerán en su ignorancia. 13 Pero los impíos de corazón atesoran para sí la ira; No claman por auxilio, ni aun cuando él los ata: 14 mueren en la juventud, y acaban su vida entre los abominables. 15 Al afligido Dios le libra por medio de su aflicción, y destapa sus oídos en la adversidad. 16 Y a ti también te hubiera sacado de las fauces de la angustia, a un lugar espacioso, donde no hay estrechez; y la provisión de tu mesa hubiera estado llena de grosura. 17 Pero tú cumples el juicio del inicuo; el juicio y la justicia echan mano de ti. 18 Por cuanto hay ira, ten cuidado que él no te lleve con un golpe suyo; luego no te podrá librar un gran rescate. 19 ¿Tendrá él en aprecio tus riquezas? No, ni tus tesoros, ni todos los recursos de tu poder. 20 No anheles esa noche en que naciones desaparecen de su lugar. 21 ¡Guárdate! no vuelvas tu rostro hacia la iniquidad; porque ésta has escogido a causa de tu aflicción. 22 He aquí que Dios se ensalza en su poder; ¿quién enseña como él? 23 ¿Quién le ha prescrito su camino? ¿o quién le dijo jamás: Tú has hecho injusticia? 24 Acuérdate que debes engrandecer su obra, la cual celebran con cánticos los hombres. 25 Todo el género humano la contempla; los mortales la miran de lejos. 26 He aquí que Dios es grande, y nosotros no podemos comprenderle; el número de sus años es inescrutable. 27 Ciertamente él atrae las gotas de agua, que de su vapor se destilan en lluvia: 28 la cual vierten las nubes, de manera que gotean sobre los hombres en abundancia. 29 ¿Habrá también quien entienda las desplegaduras de sus nubes, los estruendos de su pabellón? 30 He aquí que extiende sobre él su luz, y cubre de tinieblas las honduras del mar. 31 Que con estas cosas él juzga a los pueblos, y da alimento en abundancia. 32 Reviste sus manos de relámpagos; y les manda en donde han de caer: 33 de ello da aviso su fragor; el ganado también, respecto de la tempestad que se levanta.

Capítulo 37

1 POR eso también se estremece mi corazón, y salta de su lugar. 2 ¡Oíd, oíd el estruendo de su voz, el retumbante son que de su boca sale! 3 Lo dirige por debajo de todos los cielos; y sus relámpagos discurren hasta los cabos de la tierra. 4 Tras de ellos ruge una voz terrible; él truena con su voz de majestad; y no los deja retardar cuando es oída su voz. 5 ¡Truena Dios maravillosamente con su voz; él hace cosas grandes que no podemos comprender. 6 Porque a la nieve dice: ¡Cae sobre la tierra! asimismo a la lluvia abundante, y a los copiosos aguaceros de su fortaleza. 7 Embarga la mano de todo hombre, para que a él le conozcan todos los hombres que ha hecho. 8 Las fieras también se meten en sus escondrijos, y en sus guaridas se acuestan. 9 De las cámaras del sur viene el huracán; y con los Nortes, el frío. 10 Por el soplo de Dios se produce el hielo, y las anchas aguas se solidifican. 11 También él carga las nubes de humedad, y extiende el nublado de su relámpago; 12 que se torna en derredor bajo su dirección, para ejecutar todo aquello que les mandare, sobre toda la superficie del recinto de la tierra; 13 ora sea para corrección, ora para su tierra, ora para misericordia, que la haga venir. 14 ¡Presta atención a esto, oh Job, detente, y considera las obras maravillosas de Dios! 15 ¿Entiendes tú cómo Dios les impone ley, y hace relampaguear la luz de su nublado? 16 ¿Comprendes tú los equilibrios de las nubes, las obras de Aquél que es perfecto en saber? 17 ¿Sabes cómo se ponen calientes tus vestidos, cuando él sosiega la tierra con el Austro? 18 ¿Puedes tú con él extender los cielos, fuertes como un espejo fundido? 19 Haznos saber lo que debemos decirle, porque no podemos formular el pensamiento a causa de las tinieblas. 20 ¿Le ha de ser contado lo que yo hablare? ¿habrá acaso quien diga que quiere ser devorado? 21 Mas ahora ya no se ve el relampagueo, aquel fulgor de las nubes; que pasó el viento, y las ha dispersado. 22 Del norte viene un resplandor de oro; ¡Dios trae sobre sí aterradora majestad! 23 ¡Dios Todopoderoso! no le podemos investigar; ¡grande en poder y en juicio, y abundante en justicia; él no oprimirá! 24 Por tanto, témanle los hombres; él no hace aprecio de ninguno de los sabios de corazón.

Capítulo 38

1 EN esto, Jehová respondió a Job desde el torbellino, y dijo: 2 ¿Quién es éste que obscurece mi consejo con palabras sin cordura? 3 Cíñete pues los lomos, como hombre valeroso; que yo te preguntaré, y tú me harás saber. 4 Tú ¿dónde estabas cuando yo eché los cimientos de la tierra? decláramelo, si posees inteligencia. 5 ¿Quién le puso sus medidas, (ya que tanto sabes), o quién extendió sobre ella cordel? 6 ¿Sobre qué fueron asentadas sus basas, o quién echó su piedra angular; 7 cuando a una cantaron las estrellas de la mañana, y gritaron de alegría todos los hijos de Dios? 8 También ¿quién encerró con puertas la mar, cuando se lanzó afuera, como si saliera del seno materno? 9 cuando le puse las nubes por pañales, y las densas tinieblas por envoltura; 10 cuando la domeñé con mi decreto, y le puse barras y puertas, 11 y dije: ¡hasta aquí llegarás, y no pasarás más adelante; y ahí se detendrán tus ondas orgullosas! 12 ¿En tus días has dado órdenes a la mañana? ¿has hecho conocer al alba su lugar; 13 para que eche mano a los cabos de la tierra, y se ahuyenten de ella los inicuos? 14 Ella muda luego de aspecto como el barro bajo del sello, y se presentan todas las cosas como vestidas de nuevo: 15 de los malhechores empero su luz es retirada, y el brazo levantado queda paralizado. 16 ¿Has penetrado tú hasta los manantiales del mar; o has pasado por las honduras recónditas del abismo? 17 ¿Te han sido reveladas las puertas de la muerte, o has mirado tú las puertas de la sombra de muerte? 18 ¿Lo has examinado todo hasta lo más ancho de la tierra? Dime, si tú sabes todo esto. 19 ¿Dónde está el camino que conduce a la morada de la luz? y en cuanto a las tinieblas, ¿dónde está su lugar; 20 para que tú la lleves a sus linderos, o para que disciernas los senderos de su casa? 21 ¡Tú lo sabes sin duda porque habías entonces nacido, y porque el número de tus días es grande! 22 ¿Has entrado tú en los depósitos de la nieve, o has mirado los almacenas del granizo, 23 que tengo reservados para el tiempo de angustia, para el día del conflicto y de la batalla? 24 ¿Cuál es el camino por donde parte el relámpago? ¿o por dónde se derrama el solano sobre la tierra? 25 ¿Quién señaló regueras al turbión, y caminos al rayo, 26 para hacer llover sobre una tierra donde nadie habita, sobre el desierto, donde no hay hombre; 27 para hartar la tierra desolada y devastada, y para hacer brotar la menuda hierba? 28 ¿Tiene la lluvia padre? ¿o quién ha engendrado las gotas del rocío? 29 ¿Del seno de quién salió el hielo? y la escarcha del cielo ¿quién la dió a luz? 30 Como debajo de piedra se esconden las aguas, y la superficie del abismo se congela. 31 ¿Puedes tú atar los vínculos de las Pléyades, o desatar las ligaduras del Orión? 32 ¿Puedes sacar los signos del zodíaco a su tiempo, o guiarás a la Osa y sus cachorros? 33 ¿Conoces las leyes de los cielos? ¿estableces tú su dominio en la tierra? 34 ¿Puedes alzar a la nube tu voz, para que te cubra abundancia de aguas? 35 ¿Puedes enviar los rayos, para que se vayan, y para que a ti te digan: ¡Henos aquí! 36 ¿Quién puso la sabiduría en lo íntimo del hombre? ¿o quién ha dado inteligencia a la mente? 37 ¿Quién puede contar las nubes con su sabiduría, o vaciar los odres de los cielos, 38 cuando se derrama el polvo como metal fundido, y los terrones se endurecen? 39 ¿Cazarás tú la presa para la leona? ¿o saciarás el hambre de los leoncillos, 40 cuando se agachan en sus guaridas, y se echan en la espesura, para estar de acecho? 41 ¿Quién prepara para el cuervo su alimento, cuando sus hijuelos claman a Dios por auxilio, y andan errantes por falta de comida?

Capítulo 39

1 SABES tú el tiempo en que paren las cabras monteses? ¿o has presenciado los dolores de parto de las ciervas? 2 ¿Has contado los meses que cumplen, y sabes el tiempo de su parto? 3 Encórvanse, dan a luz sus hijuelos, echan fuera sus dolores. 4 Sus hijos son robustos, crecen en los campos; se van, y no vuelven más a ellas. 5 ¿Quién envió libre al asno montés? y las ataduras del onagro ¿quién las soltó? 6 al que yo puse el yermo por domicilio suyo, y por sus moradas la tierra salitrosa. 7 Ríese de la bulla de la ciudad; no oye los gritos del arriero. 8 El circuito de los montes le suministra pasto; anda buscando toda cosa verde. 9 ¿Querrá el uro servirte a ti? ¿o se quedará junto a tu pesebre? 10 ¿Al uro le atarás a tu arado con coyundas? ¿o querrá rastrear los valles en pos de ti? 11 ¿Confiarás en él por cuanto su fuerza es grande, y dejarás a su cuidado tus labores? 12 ¿Te fiarás de él para traer a casa tu cosecha, y allegarla en tu era de trillar? 13 El ala del avestruz bate regocijadamente; pero sus alas y plumas ¿son acaso compasivas? 14 No, porque deja sus huevos sobre la tierra, y en el polvo los calienta; 15 y se olvida de que el pie los puede aplastar, y que la fiera del campo los puede pisar. 16 Es cruel para con sus hijuelos, como si no fueran suyos; en vano es su labor, pues que no recela de nada: 17 porque Dios le ha privado de sabiduría, y no le ha concedido entendimiento. 18 Cuando bate las alas, levantadas en alto, se ríe del caballo y de su jinete. 19 ¿Diste tú al caballo de guerra su fortaleza? ¿revestiste su cuello de crines ondulantes? 20 ¿le has hecho brincar como langosta? ¡la gloria de su resoplido es pavorosa! 21 Escarba en el valle con su casco, y se regocija de su fortaleza; sale al encuentro de los hombres armados. 22 Se ríe del temor, y no se acobarda, ni retrocede delante de la espada. 23 Contra él suenan la aljaba, la luciente lanza y el venablo. 24 Con furor y rabia quiere tragarse la tierra, y no puede estarse sosegado cuando oye el sonido de la trompeta. 25 Cada vez que suena la trompeta, dice: ¡Ea! y de lejos huele la batalla; siente las voces atronadoras de los capitanes, y la gritería. 26 ¿Se eleva el halcón por industria tuya, y tiende su vuelo hacia el sur? 27 ¿Por tu orden acaso se remonta el águila, y pone en lo alto su nido? 28 En la peña habita; y tiene su morada sobre el pico rocalloso e inaccesible; 29 Desde allí atisba la presa; de lejos la ven sus ojos. 30 Sus polluelos chupan la sangre; y en donde haya muertos, allí está ella.

Capítulo 40

1 JEHOVÁ respondió además a Job, y dijo: 2 ¿Querrá contender con el Omnipotente el que le censura? ¡El que reprende a Dios responda a esto!

3 Entonces Job respondió a Jehová, diciendo: 4 ¡He aquí que yo soy vil! ¿qué podré responderte? ¡pongo mi mano sobre mi boca! 5 Una vez he hablado, mas no responderé; y dos veces, pero no añadiré más palabra.

6 Jehová respondió de nuevo a Job desde el torbellino, y dijo: 7 Cíñete pues los lomos como hombre valeroso; yo te preguntaré, y tú me harás saber. 8 ¿Acaso tú querrás anular mi derecho? ¿quieres condenarme a mí para que tú seas justificado? 9 ¿Tienes por ventura un brazo como Dios, o puedes tronar con tu voz como él? 10 ¡Adórnate pues de grandeza y de majestad, y revístete de honra y de gloria! 11 ¡Derrama los furores de tu ira; y mira a todo soberbio, y abátele! 12 ¡, mira a todo soberbio, y póstrale; y quebranta a los inicuos en donde mismo están! 13 ¡Escóndelos juntos en el polvo, y véndales los rostros en las tinieblas! 14 entonces yo también confesaré respecto de ti que tu misma derecha te puede salvar. 15 Pues mira a Behemot, a quien yo hice lo mismo que a ti, el cual come hierba como el buey. 16 ¡Mira, si quieres, qué pujanza tiene en sus lomos, qué fuerza en los músculos de su vientre! 17 Menea su cola como un cedro; y los nervios de sus muslos están entretejidos. 18 Sus huesos son como tubos de bronce, sus costillas como barras de hierro. 19 Él es el principal entre las obras de Dios: solo el que le hizo puede acercarle su espada. 20 Y sin embargo, los montes le producen alimento; y allí, junto a él, todas las bestias del campo retozan. 21 Debajo de los lotos se recuesta, en lo oculto de los cañaverales y de los pantanos. 22 Le cubren los lotos con su sombra, le rodean los sauces del arroyo. 23 ¡He aquí, sale de madre el río! pero él no se inmuta; tranquilo está aunque todo un Jordán se estrelle contra su boca. 24 Con sus ojos lo toma todo; y por entre las redes penetra su hocico.

Capítulo 41

1 ¿PODRÁS tú sacar al Leviatán con anzuelo, o apretarle con una cuerda la lengua? 2 ¿Podrás meterle una soga por las narices, u horadarle con un garfio la quijada? 3 ¿Acaso te hará muchas súplicas, o te hablará palabras sumisas? 4 ¿Hará pacto contigo, para que le tomes por siervo para siempre? 5 ¿Juguetearás con él como con algún pajarillo, o le atarás para entretenimiento de tus niñas? 6 ¿Podrán ponerle trampas las cuadrillas de pescadores, y repartirle entre los pescaderos? 7 ¿Podrás llenarle el cuero de garrochas, o penetrar su cabeza con arpón de pescar? 8 ¡Pon siquiera en él tu mano! ¡acuérdate de la batalla! ¡no lo volverás a hacer! 9 He aquí que la esperanza de cogerle es vana; ¿con sólo verle no desmaya cualquiera? 10 Ninguno hay tan osado que se atreva a despertarle: ¿quién pues es aquel que pueda mantenerse en pie delante de Mí? 11 ¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo tenga que recompensarle? ¡Cuanto existe debajo de todo el cielo es mío! 12 No callaré sus partes admirables, ni lo de sus fuerzas, ni la gallardía de sus proporciones. 13 ¿Quién jamás abrió la delantera de su cota de malla? dentro de los dobleces de sus mandíbulas ¿quién se meterá? 14 Las puertas de su rostro ¿quién las abrió jamás? las hileras de sus dientes ¡cuán espantosas! 15 Su orgullo son sus escudos acanalados; (él está encerrado como bajo de sello apretado); 16 uno a otro se acercan tanto, que el aire mismo no pasa entre ellos. 17 Cada uno está pegado a su compañero; se traban entre sí; no se pueden separar. 18 Sus estornudos hacen resplandecer una luz, y sus ojos semejan los párpados de la aurora. 19 De su boca proceden antorchas encendidas, y centellas de fuego se escapan. 20 De sus narices sale humo, como de una olla soplada o de cañas que arden. 21 Su resoplido enciende ascuas, y llamas salen de su boca. 22 En su cerviz reside la fuerza, y delante de él anda saltando el terror. 23 Las partes más flojas de su carne están endurecidas; firmes en él están; no se pueden mover. 24 Su corazón es firme como una piedra; sí, firme como la piedra inferior de un molino. 25 Cuando se levanta, se espantan los poderosos; y a causa de los terrores están fuera de sí. 26 Si alguno le acometiere con la espada, no hace efecto; de nada sirve la lanza, ni el dardo, ni la loriga. 27 Reputa como paja el hierro, y como leña podrida el bronce. 28 Ningún arquero podrá hacerle huir; en hojarasca se le tornan las piedras de la honda. 29 Como hojarasca le son reputadas las mazas, y se ríe del blandir del venablo. 30 Debajo de él, sus escamas son como agudos tiestos de olla: se extiende cual trillo sobre el cieno. 31 Hace hervir como olla el abismo; al Nilo lo pone como caldero de ungüento. 32 Tras de sí deja una estela reluciente: se creería que es canoso el abismo. 33 No hay sobre la tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. 34 A cuanto es alto lo mira con desprecio, como quien es rey de todas las bestias soberbias.

Capítulo 42

1 ENTONCES Job respondió a Jehová, y dijo: 2 Yo sé que tú lo puedes todo, y que no puede estorbarse ningún propósito tuyo. 3 Con razón dices: ¿Quién es éste que obscurece mi consejo sin cordura? pues he hablado sin inteligencia, tratando de cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no entendía. 4 Oye, te ruego, y hablaré; yo más bien preguntaré, y tú me harás saber. 5 De oídas había yo sabido de ti; mas ahora te ven mis ojos; 6 ¡por lo cual me aborrezco a mí mismo, y me arrepiento en polvo y ceniza!

7 Y aconteció que después que hubo hablado Jehová estas palabras a Job, dijo Jehová a Elifaz temanita: Arde mi ira contra ti y contra tus dos amigos, porque no habéis hablado respecto de mí, lo que es propio, como mi siervo Job. 8 Ahora pues, tomaos siete novillos y siete carneros, e id a mi siervo Job, y ofreced holocausto por vosotros; y mi siervo Job orará por vosotros (pues a él miraré con favor), a fin de que no haga yo con vosotros conforme a vuestra insensatez; por cuanto no habéis hablado respecto de mí, lo que es propio, como mi siervo Job.

9 En efecto, fueron Elifaz temanita y Bildad suhita y Zofar naamatita, e hicieron como les había dicho Jehová. Y Jehová miró a Job con favor. 10 También Jehová hizo tornar el cautiverio de Job, después que hubo orado por sus amigos; y Jehová dió a Job el doble de lo que había tenido antes. 11 Asimismo todos sus hermanos vinieron a él, y todas sus hermanas, y todos los que habían sido sus amigos anteriormente, y comieron pan con él en su casa, y se condolieron con él, y le consolaron con motivo de toda aquella calamidad que Jehová había traído sobre él; cada uno también le dió una kesita, y cada uno un zarcillo de oro.

12 Y Jehová bendijo el postrer estado de Job más que el primero; de modo que tuvo catorce mil ovejas, y seis mil camellos, y mil yuntas de bueyes, y mil asnas. 13 Tuvo también siete hijos y tres hijas. 14 Y llamó a la primera Jemima, y a la segunda Kesía, y a la tercera Kerén-hapuc. 15 Y no se hallaron otras mujeres en toda aquella tierra tan hermosas como las hijas de Job: y les dió su padre herencia entre sus hermanos. 16 Y Job vivió después de esto ciento cuarenta años; y vió a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta generación. 17 Y así murió Job, anciano y saciado de días.

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