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1 Samuel

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Capítulo 1

1 HABÍA cierto hombre de Ramataim-zofim, de la serranía de Efraim, que se llamaba Elcana, hijo de Jeroham, hijo de Elíú, hijo de Tohú, hijo de Zuf, efrateo. 2 Y tenía dos mujeres; la una se llamaba Ana, y la otra se llamaba Penina; y Penina tenía hijos, mas Ana no tenía hijos.

3 Y subía este hombre desde su ciudad de año en año, para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los Ejércitos en Silo: y estaban allí los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová. 4 Y siempre que llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina, su mujer, y a todos sus hijos y sus hijas, porciones del sacrificio; 5 pero a Ana le daba una porción doble, porque amaba a Ana; no obstante que Jehová le había negado hijos. 6 Por otra parte también su rival la provocaba con porfía, a fin de exasperarla; por cuanto Jehová le había negado hijos. 7 Y así sucedía de año en año: siempre que ella subía a la Casa de Jehová, la otra la provocaba así; de manera que lloraba y no comía. 8 Entonces le decía Elcana su marido: Ana, ¿por qué lloras? ¿y por qué no comes? ¿y por qué se aflige tu corazón? ¿Acaso no te soy yo mejor que diez hijos?

9 Ana pues levantóse un día en Silo, después de haber ellos comido y bebido; y mientras que Elí, sacerdote de Jehová, estaba sentado sobre una silla, junto a una jamba de la puerta del Templo de Jehová, 10 ella, con amargura de su alma, se puso a suplicar a Jehová; y lloraba con efusión. 11 E hizo un voto, diciendo: Jehová de los Ejércitos, si te dignares mirar la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo le daré a Jehová todos los días de su vida; y navaja no pasará jamás por su cabeza. 12 Sucedió empero que como ella persistiese largo tiempo en orar delante de Jehová, Elí le estaba mirando la boca. 13 Pues Ana hablaba dentro de su corazón; se movían tan sólo sus labios, mas no se oía su voz; por lo cual Elí la tuvo por ebria. 14 Díjole pues Elí: ¿Hasta cuándo seguirás en tu borrachera? ¡aleja de ti tu vino! 15 Mas Ana le repuso, diciendo: No, señor mío; mujer angustiada de espíritu soy; no he bebido ni vino ni licor fermentado, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. 16 No tengas a tu sierva por hija de Belial; porque de la abundancia de mis quejas y de mis vejaciones he hablado hasta ahora. 17 Entonces respondió Elí y dijo: Véte en paz; y el Dios de Israel te conceda la merced que le has pedido. 18 A lo cual ella respondió: ¡Halle tu sierva gracia en tus ojos! y la mujer se fué por su camino, y comió, y su cara ya no era como antes.

19 Y por la mañana madrugaron y adoraron delante de Jehová; luego regresaron y vinieron a su casa en Ramá. Y llegóse Elcana a Ana su mujer, y Jehová se acordó de ella. 20 Sucedió pues que andando los días, Ana concibió y dió a luz un hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto le pedí a Jehová.

21 Y otra vez aquel hombre Elcana subió con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio anual, y pagar su voto. 22 Mas Ana no subió; pues dijo a su marido: Esperaré hasta que fuere destetado el niño; entonces yo misma le llevaré para que se presente ante Jehová, y permanezca allí para siempre. 23 Y le respondió Elcana su marido: Haz lo que bien te pareciere; quédate hasta que le hayas destetado; con tal que cumpla Jehová su promesa. Se quedó pues la mujer, y crió a su hijo hasta que le hubo destetado. 24 Entonces, después que le hubo destetado, le hizo subir consigo, llevando también tres novillos, y un efa de flor de harina, y un cuero de vino; y le trajo a la Casa de Jehová en Silo: y el niño era de tierna edad. 25 Luego degollaron un novillo, y trajeron el niño a Elí. 26 Y ella dijo: ¡Óyeme, señor mío! ¡Vive tu alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo junto a ti en este lugar, suplicando a Jehová. 27 Por este niño rogaba, y Jehová me ha otorgado la merced que le pedí. 28 Por lo mismo yo también le doy prestado a Jehová; todos los días que viviere, prestado será a Jehová. Y Samuel adoró allí a Jehová.

Capítulo 2

1 ENTONCES Ana oró, y dijo: ¡Alégrase mi corazón en Jehová; mi cuerno se ha ensalzado en Jehová! ¡hase ensanchado mi boca sobre mis enemigos, por cuanto me regocijo en tu salvación! 2 No hay santo como Jehová; porque no hay Dios fuera de ti, ni hay Roca como nuestro Dios. 3 No habléis tanto ni tan orgullosamente; no salga la impudencia de vuestra boca: que Jehová es Dios de conocimientos, y por él son pesadas las acciones, 4 El arco de los poderosos se ha hecho pedazos, mas los caídos se han ceñido de poder; 5 los hartos se han alquilado por pan, en tanto que los hambrientos descansan de su trabajo: aun la estéril ha dado a luz siete, y la que abundaba en hijos languidece. 6 Jehová mata, y él da vida; hace bajar al sepulcro, y hace subir. 7 Jehová empobrece, y él da riquezas; él abate, y también ensalza. 8 Levanta del polvo al desvalido, del muladar ensalza al menesteroso, para hacerlos sentar entre los príncipes, y los hará heredar un trono de gloria: porque de Jehová son las basas de la tierra, y él ha asentado el mundo sobre ellas. 9 Él guardará los pies de sus santos; mas los impíos enmudecerán en tinieblas; que por fuerza propia no prevalecerá ninguno. 10 ¡Jehová, --serán desbaratados los que contiendan con él! desde los cielos tronará sobre ellos. Jehová juzgará los fines de la tierra; dará también fortaleza a su Rey, y ensalzará el cuerno de su Ungido.

11 Elcana pues volvió a Ramá, a su casa; mas el niño se quedó ministrando a Jehová en presencia del sumo sacerdote Elí.

12 Y los hijos de Elí eran hijos de Belial; no conocían a Jehová. 13 Y era la usanza de los sacerdotes para con el pueblo, que siempre que alguno hacía sacrificio, se llegaba el mozo del sacerdote, mientras se cocían las carnes, teniendo en la mano un garfio de tres dientes; 14 y dando un golpe con él en la cazuela, o en la olla, o en la caldera, o en el caldero, todo cuanto sacaba el garfio, lo tomaba el sacerdote para sí. De esta manera hacían ellos con todo Israel, es decir, con los que venían allí a Silo. 15 También aun antes de quemarse el sebo, venía el mozo del sacerdote, y decía al hombre que ofrecía el sacrificio: ¡Da carne que asar para el sacerdote; pues no tomará de ti carne cocida, sino cruda! 16 Y cuando el hombre le respondía: Quémese primero el sebo, y luego toma para ti cuanto desee tu alma; él decía: No, sino que ahora mismo me la darás; que si no, yo la tomaré por fuerza. 17 De esta suerte se hizo muy grande el pecado de aquellos mancebos delante de Jehová; porque los hombres tenían aborrecidas las ofrendas de Jehová.

18 Samuel empero ministraba delante de Jehová, siendo aún niño, ceñido de un efod de lino. 19 También su madre le hacía un manto pequeño, y se lo traía de año en año, siempre que subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual. 20 Y Elí bendijo a Elcana y a su mujer, diciendo: ¡Déte Jehová hijos de esta mujer, en lugar del préstamo que ella ha prestado a Jehová! Y ellos se volvieron a su lugar. 21 Y fué así que Jehová visitó a Ana, de manera que ella concibió y parió tres hijos y dos hijas: mas el niño Samuel crecía cerca de Jehová.

22 Elí empero era muy viejo; y oía hablar de todo lo que hacían sus hijos para con todo Israel, y cómo se acostaban con las mujeres de la milicia sagrada, que asistían a la entrada del Tabernáculo de Reunión. 23 Y él les decía: ¿Por qué hacéis tales cosas? pues estoy oyendo hablar de vuestras malas acciones por parte de todo este pueblo. 24 No, hijos míos, que no es buena la fama que estoy oyendo; hacéis delinquir al pueblo de Jehová. 25 Si pecare un hombre contra otro, Dios le juzgará; pero si contra Jehová pecare el hombre, ¿quién hará intercesión por él? Mas ellos no quisieron escuchar la voz de su padre; porque Jehová había resuelto matarlos. 26 Mientras tanto el niño Samuel iba creciendo; y fué acepto así para con Jehová como para con los hombres.

27 Vino entonces un hombre de Dios a Elí, y le dijo: Así dice Jehová: ¿Reveléme yo manifiestamente a la casa de tu padre, cuando los hijos de Israel estaban en Egipto, sujetos a la casa de Faraón? 28 ¿y le escogí yo de entre todas las tribus de Israel, para ser mi sacerdote, para llegarse a mi altar, y para quemar el incienso, y para vestir efod en mi presencia? ¿y dí a la casa de tu padre todas las ofrendas encendidas de los hijos de Israel? 29 ¿Por qué pues habéis pisoteado mis sacrificios y mis ofrendas, que yo he mandado presentar en mi Habitación? ¿y por qué has honrado tú a tus hijos antes que a mí, para engordaros con lo más pingüe de todas las ofrendas de mi pueblo Israel? 30 Por tanto, Jehová el Dios de Israel dice así: Dije en verdad que tu casa, y la casa de tu padre andaría delante de mi rostro para siempre. Mas ahora, dice Jehová, ¡lejos sea esto de mí! porque a los que me honran yo los honraré, mas los que me desprecian serán tenidos en poco! 31 He aquí que vienen días en que cortaré tu brazo, y el brazo de la casa de tu padre, para que no quede anciano en tu casa. 32 Y verás un rival en mi Habitación, en lo tocante a todo el bien que hiciere Dios para con Israel; y no habrá anciano en tu casa perpetuamente. 33 Y el hombre de los tuyos que yo no cortare de junto a mi altar, será para consumir tus ojos, y para hacer desfallecer tu alma; y todo el aumento de tu casa morirá en la flor de su edad. 34 Y esto te servirá de señal, lo cual va a suceder a tus dos hijos, Ofni y Finees: En un mismo día morirán entrambos. 35 Yo empero levantaré para mí un sacerdote fiel, el cual hará conforme a todo lo que tengo ideado en mi corazón y en mi alma; y voy a edificarle casa segura, para que él ande delante de mi Ungido para siempre. 36 Y sucederá que el que hubiere quedado de tu casa vendrá, y se postrará delante de él, para obtener una monedilla de plata y una torta de pan, diciendo: Ruégote me agregues a uno de los empleos sacerdotales, para que coma un bocado de pan.

Capítulo 3

1 ENTRETANTO el joven Samuel ministraba delante de Jehová, en presencia de Elí: y la revelación de Jehová era rara en aquellos días; las visiones no eran nada comunes. 2 Y aconteció por este tiempo, estando Elí acostado en su lugar, (cuando habían comenzado ya a ofuscarse sus ojos, de modo que no podía ver), 3 y no habiéndose apagado aún la lámpara de Dios, y estando Samuel acostado en el Templo de Jehová, en el cual estaba el Arca de Dios; 4 que Jehová llamó a Samuel; y él respondió: Heme aquí. 5 Corrió pues a Elí, diciendo: Heme aquí, que me llamaste. Mas él respondió: No te llamé; vuelve, acuéstate. Fué pues, y se acostó. 6 Y volvió Jehová a llamar otra vez: ¡Samuel! Levantóse pues Samuel y fué a Elí, diciendo: Heme aquí, que me llamaste. Mas él respondió: No te llamé, hijo mío; vuelve, acuéstate. 7 Samuel empero no conocía aún a Jehová, pues todavía no se le había revelado la palabra de Jehová. 8 Y volvió Jehová a llamar a Samuel por tercera vez. Él pues se levantó y fué a Elí, y le dijo: Heme aquí, porque tú me has llamado. Elí entendió entonces que Jehová llamaba al muchacho. 9 Por lo cual Elí dijo a Samuel: Anda, acuéstate; y será que si volviere a llamarte, dirás: Habla, Jehová, que tu siervo escucha. Samuel por tanto fué y se acostó en su lugar. 10 Entonces vino Jehová, y se detuvo, y llamó como las otras veces: ¡Samuel! ¡Samuel! Y respondió Samuel: Habla, que tu siervo escucha.

11 Y dijo Jehová a Samuel: He aquí que voy a hacer una cosa en Israel, tal que a cualquiera que la oyere le retiñirán entrambos oídos. 12 En aquel día cumpliré para con Elí todo cuanto he dicho respecto de su casa; comenzaré y acabaré. 13 Pues yo le he dicho que castigaré a su casa perpetuamente, con motivo de la iniquidad de que él tenía conocimiento, cuando sus hijos iban atrayendo sobre sí maldición, y él no los refrenó. 14 Y por tanto he jurado acerca de la casa de Elí, que nunca jamás será espiada la iniquidad de la casa de Elí, ni con sacrificios ni con ofrendas vegetales.

15 Y Samuel se quedó acostado hasta la mañana; luego abrió las puertas de la Casa de Jehová: mas Samuel temía referir la visión a Elí. 16 Elí pues llamó a Samuel y le dijo: ¡Hijo mío, Samuel! A lo que él respondió: Heme aquí 17 Y dijo: ¿Qué es lo que Él te ha dicho? ruégote no me lo encubras. ¡Así haga Dios contigo, y más aún, si encubrieres de mí una palabra siquiera de cuanto él te ha dicho! 18 Con esto Samuel se lo refirió, palabra por palabra, y no le encubrió nada de ello. Entonces él respondió: ¡Jehová es; haga lo que fuere bueno a sus ojos!

19 Y Samuel se hizo hombre; y Jehová era con él, y no dejó caer a tierra ninguna de todas sus palabras. 20 Por donde conoció todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, que Samuel era establecido por profeta de Jehová. 21 Y volvió a aparecer Jehová en Silo; porque Jehová se descubrió a Samuel en Silo por la palabra de Jehová.

Capítulo 4

1 Y LA palabra de Samuel era acreditada para con todo Israel.

Y salió Israel al encuentro de los Filisteos en guerra, y acamparon en Ebén-ezer; y los Filisteos acamparon en Afec. 2 Y los Filisteos ordenaron la batalla contra Israel; y trabándose la pelea, fué batido Israel delante de los Filisteos; los cuales mataron de las tropas en el campo como cuatro mil hombres. 3 Y vuelto que hubo el pueblo al real, decían los ancianos de Israel: ¿Por qué causa nos ha herido Jehová hoy delante de los Filisteos? Tráigasenos desde Silo el Arca del Pacto de Jehová, para que viniendo ésta en medio de nosotros, nos salve de mano de nuestros enemigos. 4 El pueblo pues envió a Silo, y trajeron de allí el Arca del Pacto de Jehová de los Ejércitos que habita entre los querubines; y estaban allí los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, con el Arca del Pacto de Dios. 5 Y aconteció luego que entró en el campamento el Arca del Pacto de Jehová, que todo Israel alzó el grito con algazara grande, de modo que la tierra se conmovió. 6 Y cuando oyeron los Filisteos el estruendo de aquella algazara, decían: ¿Qué estruendo de grande algazara es este que se oye en el campamento de los Hebreos? Y supieron que el Arca de Jehová había venido al real. 7 Por lo cual tuvieron temor los Filisteos, y dijeron: ¡Ha venido Dios al campamento! Dijeron además: ¡Ay de nosotros! porque nunca ha habido semejante cosa antes. 8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de mano de estos poderosos dioses? Éstos son aquellos dioses que hirieron a Egipto con toda suerte de plagas en el desierto. 9 ¡Esforzaos y sed hombres, oh Filisteos; no sea que vosotros seáis siervos de los Hebreos, como ellos lo han sido a vosotros: sed hombres, pues, y pelead! 10 En efecto pelearon los Filisteos; y fué batido Israel; y huyeron cada cual a su estancia: y fué hecho muy grande estrago; porque cayeron de Israel treinta mil hombres de a pie. 11 Y el Arca de Dios fué tomada; y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, fueron muertos.

12 Y corrió un hombre de Benjamín desde el ejército, y llegó a Silo aquel mismo día, rasgados sus vestidos, y echada tierra sobre su cabeza. 13 Llegó pues, y he aquí que Elí estaba sentado sobre una silla al lado del camino, atalayando; porque temblaba su corazón por el Arca de Dios. Y cuando aquel hombre vino a dar las nuevas en la ciudad, toda la ciudad dió gritos. 14 Al oír pues Elí el estruendo de aquella gritería, preguntó: ¿Qué voz de tumulto es ésa? Entonces el hombre dióse prisa y vino, y se lo dijo a Elí. 15 Elí era de edad de noventa y ocho años, y sus ojos estaban ya fijos, de modo que no podía ver. 16 Y dijo el hombre a Elí: Yo soy aquel que vino del ejército, y del ejército huí yo hoy. Y él le dijo: ¿Qué ha habido, hijo mío? 17 Y respondió aquel que traía la nueva, diciendo: Huyó Israel delante de los Filisteos; y también fué hecho grande estrago entre el pueblo; y también tus dos hijos, Ofni y Finees, fueron muertos; y el Arca de Dios ha sido tomada. 18 Y sucedió que como hiciese mención del Arca de Dios, cayó Elí de sobre la silla hacia atrás, a un lado de la puerta de la ciudad, y se le quebró la cerviz, y murió; porque era hombre viejo, y pesado: y había juzgado a Israel cuarenta años.

19 Su nuera también, mujer de Finees, estaba encinta; cercana al parto: y como oyese ella la nueva de haber sido tomada el Arca de Dios, y de la muerte de su suegro y de su marido, encorvóse y parió; porque sus dolores le acometieron de repente. 20 Y estando ella para morir, le decían las mujeres que estaban al rededor de ella: ¡No temas; porque has dado a luz un hijo! Mas ella no respondió, ni puso su corazón en ello. 21 Y nombró al niño Icabod, diciendo: ¡Llevada en cautiverio es la gloria de Israel! por haber sido tomada el Arca de Dios, y a causa de su suegro y de su marido. 22 Dijo pues: ¡Llevada en cautiverio es la gloria de Israel! por haber sido tomada el Arca de Dios.

Capítulo 5

1 MAS los Filisteos, habiendo tomado el Arca de Dios, la llevaron de Ebén-ezer a Asdod. 2 Tomando, pues los Filisteos el Arca de Dios, la metieron en la casa de Dagón, y la colocaron junto a Dagón. 3 Mas cuando madrugaron los de Asdod al día siguiente, ¡he aquí a Dagón caído sobre su rostro en tierra delante del Arca de Jehová! Y tomaron a Dagón, y le volvieron otra vez a su lugar. 4 Y levantándose muy de mañana al día siguiente, ¡he aquí a Dagón, caído otra vez en tierra sobre su rostro delante del Arca de Jehová! y la cabeza de Dagón, y las dos palmas de sus manos, yacían cortadas sobre el umbral de la puerta; solamente la parte que tenía de pez le quedaba. 5 Por lo cual los sacerdotes de Dagón, así como todos los que entran en casa de Dagón, no asientan el pie sobre el umbral de la puerta de Dagón en Asdod, hasta el día de hoy.

6 Agravóse también la mano de Jehová sobre los de Asdod, y los asoló; y los hirió con tumores, en Asdod y sus términos. 7 Y cuando vieron los hombres de Asdod que era así, decían: ¡No quede entre nosotros el Arca del Dios de Israel; porque su mano es dura sobre nosotros y sobre Dagón nuestro dios! 8 Enviaron pues y reunieron a sí todos los príncipes de los Filisteos, y decían: ¿Qué haremos del Arca del Dios de Israel? Y ellos respondieron: Llévese el Arca del Dios de Israel en torno hasta Gat. Llevaron pues el Arca del Dios de Israel en torno hasta allá. 9 Y aconteció que después que la hubieron llevado allá en torno, la mano de Jehová descargóse sobre la ciudad, causando muy grande consternación; pues hirió a los hombres de la ciudad, chicos y grandes: y les brotaron tumores.

10 Por fin enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Mas aconteció que apenas llegó el Arca de Dios a Ecrón, los Ecronitas dieron gritos, diciendo: ¡Han traído en torno hasta nosotros el Arca del Dios de Israel, para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo! 11 Enviaron de nuevo a reunir a todos los príncipes de los Filisteos; los cuales dijeron: Enviad el Arca del Dios de Israel, y vuélvase a su lugar, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo: porque había causado mortal consternación en toda la ciudad: la mano de Jehová se había agravado allí mucho. 12 Y los hombres que no murieron, fueron heridos con tumores; y el clamor de la ciudad subió al cielo.

Capítulo 6

1 Y ESTUVO el Arca de Jehová en el país de los Filisteos siete meses. 2 Entonces llamaron los Filisteos a los sacerdotes y a los adivinos, diciendo: ¿Qué haremos del Arca de Jehová? Decidnos con qué la hemos de enviar a su lugar. 3 A lo que ellos respondieron: Si enviareis el Arca del Dios de Israel, no la enviéis sin nada más; sino que ciertamente debéis pagarle a ese Dios una ofrenda por la culpa; entonces sanaréis, y se os manifestará por qué causa no se ha apartado su mano de vosotros. 4 Y ellos preguntaron: ¿Cuál es la ofrenda por la culpa que debemos pagarle? Y respondieron: Conforme al número de los príncipes de los Filisteos, cinco tumores de oro y cinco ratones de oro; porque una misma plaga ha tocado a todos vosotros y a vuestros príncipes. 5 Por tanto haréis figuras de vuestros tumores y figuras de los ratones, que han asolado vuestra tierra; así daréis gloria al Dios de Israel; quizás aliviará su mano de sobre vosotros, y de sobre vuestros dioses, y de sobre vuestra tierra. 6 ¿Por qué pues queréis endurecer vuestro corazón, como los Egipcios y Faraón endurecieron su corazón? ¿No fué así que cuando Él hubo hecho maravillas en ellos, soltaron al pueblo, de manera que se fueron? 7 Ahora pues, haced un carro nuevo, y tomando dos vacas recién paridas, sobre las cuales nunca se haya puesto yugo, uncid las vacas al carro, y haced volver sus ternerillos de en pos de ellas a casa. 8 Entonces tomaréis el Arca de Jehová, y la pondréis sobre el carro; y las joyas de oro que le pagaréis como ofrenda por la culpa, las pondréis en una cajita al lado de ella; luego la dejaréis que se vaya. 9 Y estaréis a la mira: si, por el camino de su propio territorio, subiere a Bet-semes, entonces él nos ha hecho este gran mal; mas sino, sabremos que no es su mano la que nos ha herido; es un acaso que nos ha sucedido.

10 Y aquellos hombres lo hicieron así; pues tomaron dos vacas recién paridas, y las uncieron al carro, y encerraron sus ternerillos en casa; 11 y pusieron el Arca de Jehová sobre el carro, y la cajita con los ratones de oro y las figuras de los tumores. 12 Las vacas entonces tomando la vía recta por el camino de Bet-semes, seguían un mismo camino, andando y mugiendo; mas sin apartarse a diestra ni a siniestra: y los príncipes de los Filisteos siguieron tras ellas hasta el confín de Bet-semes. 13 Los Bet-semitas empero estaban segando los trigos en el valle; y alzando los ojos, vieron el Arca, y se alegraron de verla. 14 Y el carro vino al campo de Josué bet-semita, y se detuvo allí, donde había una gran piedra. Ellos entonces partieron las maderas del carro, y ofrecieron las vacas en holocausto a Jehová. 15 Porque los levitas bajaron el Arca de Jehová, y la cajita que estaba con ella, que tenía dentro las joyas de oro; y la pusieron sobre aquella gran piedra: y los hombres de Bet-semes ofrecieron holocaustos y otros sacrificios a Jehová en aquel día. 16 Entonces los cinco príncipes de los Filisteos, cuando hubieron visto esto, volviéronse a Ecrón el mismo día.

17 Y estos fueron los tumores de oro que pagaron los Filisteos a Jehová, como ofrenda por la culpa: De parte de Asdod, uno; de parte de Gaza, uno; de parte de Ascalón, uno; de parte de Gat, uno; de parte de Ecrón, uno. 18 También los ratones de oro eran conforme al número de todas las ciudades de los Filisteos, que pertenecían a los cinco príncipes, desde las ciudades fortificadas hasta las aldeas de la gente campestre; y alcanzando el recinto que ocupaban hasta la piedra grande sobre la cual asentaron el Arca de Jehová (la cual piedra permanece hasta este día), en el campo de Josué bet-semita.

19 Mas hizo Dios estrago entre los hombres de Bet-semes, porque miraron dentro del Arca de Jehová; por lo cual hirió del pueblo setenta hombres y cincuenta mil hombres. Y prorrumpió el pueblo en llanto, porque Jehová había causado entre el pueblo gran mortandad. 20 Por lo cual decían los hombres de Bet-semes: ¿Quién es capaz de estar en pie delante de Jehová, este Dios tan santo? ¿y a quién subirá desde nosotros? 21 Y enviaron mensajeros a los habitantes de Kiryat-jearim, diciendo: Los Filisteos han devuelto el Arca de Jehová; bajad, y hacedla subir a vosotros.

Capítulo 7

1 VINIERON pues los hombres de Kiryat-jearim, y llevaron el Arca de Jehová; y la trajeron a casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar, su hijo, para que guardase el Arca de Jehová.

2 Y fué así que habían pasado ya muchos días desde el día en que se estableció el Arca en Kiryat-jearim (pues llegaron a ser veinte años); y toda la casa de Israel se lamentaba, suspirando en pos de Jehová. 3 Habló entonces Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: Si de todo vuestro corazón vais a volver a Jehová, quitad los dioses extraños de en medio de vosotros, con las Astartes, y fijad vuestro corazón en Jehová, y servidle a él sólo; así él os librará de mano de los Filisteos. 4 Los hijos de Israel pues desecharon a los Baales, y a las Astartes, y sirvieron a solo Jehová.

5 Y dijo Samuel: Congregadme a todo Israel, en Mizpa de Benjamín, y yo oraré a Jehová por vosotros. 6 Congregáronse pues en Mizpa; y sacaron agua, y la derramaron delante de Jehová; y ayunaron aquel día, y allí decían: ¡Hemos pecado contra Jehová! Y Samuel comenzó a juzgar a los hijos de Israel en Mizpa.

7 Mas oyendo los Filisteos que los hijos de Israel se habían congregado en Mizpa, los príncipes de los Filisteos subieron contra Israel. Y cuando lo supieron los hijos de Israel, tuvieron temor a causa de los Filisteos. 8 Dijeron entonces los hijos de Israel a Samuel: No ceses de clamar a Jehová nuestro Dios por nosotros, para que nos salve de mano de los Filisteos. 9 Y Samuel tomó un corderito de leche, y le ofreció entero en holocausto a Jehová; y clamó Samuel a Jehová por Israel; y respondióle Jehová. 10 Pues aconteció que mientras Samuel estaba ofreciendo el holocausto, los Filisteos se acercaron para pelear contra Israel; mas Jehová tronó aquel día con estruendo espantoso contra los Filisteos, y púsolos en confusión; y fueron heridos delante de Israel. 11 Y los hombres de Israel saliendo de Mizpa, persiguieron a los Filisteos, y los fueron acuchillando hasta más abajo de Bet-car. 12 Entonces Samuel tomó una piedra, y la colocó entre Mizpa y Sen; y le dió el nombre de Ebén-ezer, diciendo: ¡Hasta aquí nos ha ayudado Jehová!

13 De esta suerte fueron humillados los Filisteos, y por entonces no volvieron más a entrar en el territorio de Israel: y la mano de Jehová fué contra los Filisteos todos los días de Samuel. 14 Y fueron restituídas a Israel las ciudades que los Filisteos le habían quitado, desde Ecrón hasta Gat; Israel libró también los términos de aquellas ciudades de mano de los Filisteos. Y había paz entre Israel y los Amorreos. 15 Y Samuel juzgó a los hijos de Israel todos los días de su vida. 16 Y de año en año daba la vuelta por Bet-el, y Gilgal, y Mizpa; y juzgaba a Israel en todos estos lugares; 17 y su regreso era a Ramá, porque allí tenía su casa; allí también juzgaba a Israel: y edificó allí un altar a Jehová.

Capítulo 8

1 MAS aconteció que cuando Samuel era ya viejo, puso a sus hijos por jueces de Israel. 2 Y fué el nombre del primogénito Joel, y el nombre del segundo Abías; los cuales eran jueces en Beer-seba. 3 Pero los hijos de Samuel no anduvieron en los caminos de él, sino que declinaron tras el interés, y admitieron los regalos, y pervirtieron el derecho. 4 Por lo cual se reunieron todos los ancianos de Israel; y llegándose a Samuel en Ramá, 5 le dijeron: He aquí que tú eres ya viejo, y tus hijos no andan en tus caminos. Ahora pues, pon sobre nosotros un rey que nos juzgue, como es usanza de todas las naciones. 6 Pero disgustóle a Samuel la propuesta, cuando le dijeron: Danos un rey que nos juzgue; y oró Samuel a Jehová. 7 Y Jehová respondió a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo cuanto te dijeren; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que yo no reine sobre ellos. 8 Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los hice subir de Egipto hasta este día, dejándome a mí y sirviendo a otros dioses, así también van haciendo contigo. 9 Ahora pues, oye su voz; esto no obstante, protesta solemnemente contra ellos, y pon delante de ellos lo que será el uso del rey que va a reinar sobre ellos.

10 Samuel pues refirió al pueblo que le había pedido un rey, todas las palabras de Jehová; 11 y les dijo: Este será el uso del rey que va a reinar sobre vosotros: A vuestros hijos los tomará, y los pondrá en sus carros de guerra y en su caballería, y correrán delante de sus carros; 12 y los constituirá jefes de miles, y jefes de cincuentenas; los pondrá también a arar sus tierras, y a segar sus campos, y a hacer sus instrumentos de guerra, y los pertrechos de sus carros. 13 Además, de entre vuestras hijas tomará para perfumistas, y para cocineras, y para panaderas. 14 Asimismo vuestros campos y vuestras viñas y vuestros olivares, los mejores de ellos, él los tomará para dárselos a sus siervos. 15 Y diezmará vuestra simiente y el producto de vuestras viñas, para darlo a sus camareros y a sus siervos. 16 Tomará también a vuestros siervos, y a vuestras siervas, y a los más escogidos de vuestros mancebos, y a vuestros asnos, y los ocupará en sus labores. 17 Diezmará vuestro ganado: en fin, vosotros seréis siervos suyos. 18 Y clamaréis en aquel día a causa de vuestro rey que os habéis escogido; y Jehová no os responderá en aquel día.

19 El pueblo empero rehusó escuchar la voz de Samuel, y dijeron: No, sino que ha de haber rey sobre nosotros; 20 para que seamos nosotros también como todas las demás naciones; y para que nos juzgue nuestro rey, y salga al frente de nosotros para pelear nuestras batallas. 21 Y oyó Samuel todas las palabras del pueblo, y refiriólas en oídos de Jehová. 22 Y Jehová dijo a Samuel: Escucha su voz, y constitúyeles un rey. Y Samuel dijo a los hombres de Israel: Id cada cual a su ciudad.

Capítulo 9

1 HABÍA entonces un hombre de Benjamín, que se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, benjamita, hombre esforzado y valeroso; 2 el cual tenía un hijo que se llamaba Saúl, mancebo gallardo y hermoso: no había entre los hijos de Israel hombre de mejor presencia que él: desde los hombros arriba descollaba sobre todo el pueblo. 3 Y habíanse perdido unas asnas de Cis padre de Saúl; por lo cual Cis dijo a Saúl su hijo: Ruégote tomes contigo uno de los mozos, y te levantes, y busques las asnas. 4 Atravesaron pues la serranía de Efraim, y pasaron por el país de Saalim, mas no las hallaron. En seguida pasaron por el país de Saalim; y no parecieron. Luego pasaron por el país de los Benjamitas, mas no las encontraron. 5 Ellos habían ya entrado en el país de Zuf, cuando Saúl dijo al mozo suyo que le acompañaba: Ven y volvámonos, no sea que mi padre, dejado el cuidado de las asnas, se afane por nosotros. 6 Entonces él le dijo: Mira, te ruego; hay un varón de Dios en esta ciudad, que es un hombre insigne; todo cuanto él dice, se verifica sin falta. Ahora pues, vamos allá; quizá él nos dirá el camino por donde debemos andar. 7 Entonces dijo Saúl a su mozo: Y bien, supuesto que nos vayamos, ¿qué llevaremos a ese hombre? porque ya se ha acabado el pan que había en nuestras alforjas, y no tenemos regalo alguno que llevar al varón de Dios: ¿qué tenemos? 8 Y volvió el mozo a contestar a Saúl, diciendo: He aquí que me hallo con la cuarta parte de un siclo de plata; eso pues daré al varón de Dios para que él nos indique nuestro camino. 9 (Antiguamente en Israel cuando iban los hombres a consultar a Dios decían así: Venid y vayamos al vidente; porque al profeta de hoy, se le llamaba anteriormente el vidente.) 10 Dijo entonces Saúl al mozo suyo: Dices bien; anda, vamos. Fueron pues a la ciudad, donde vivía el varón de Dios. 11 Iban ellos subiendo la cuesta hacia la ciudad, cuando se encontraron con unas muchachas que salían a sacar agua, y les dijeron: ¿Está aquí el vidente? 12 Y ellas les contestaron, diciendo: , está; hele allí enfrente de ti. Apresuraos ahora mismo; porque vino hoy a la ciudad; por cuanto hay un sacrificio hoy para el pueblo en el alto. 13 Luego que entréis en la ciudad, al momento le encontraréis, antes que suba al alto para comer; pues no comerá la gente hasta que él haya venido; porque él suele bendecir el sacrificio, y después de esto comen los convidados. Subid pues ahora; que hoy mismo le habéis de encontrar. 14 En efecto, subieron a la ciudad. Estaban ellos ya para entrar en la ciudad, cuando he aquí a Samuel mismo que les salió al paso, de subida para el alto.

15 Es de saber que Jehová había avisado a Samuel un día antes de la llegada de Saúl, diciendo: 16 Como a estas horas el día de mañana te enviaré un hombre del país de Benjamín, a quien ungirás por príncipe sobre mi pueblo Israel, y él salvará a mi pueblo de mano de los Filisteos; porque he mirado propicio a mi pueblo, por cuanto ha llegado a mí su clamor. 17 Samuel pues miró a Saúl, y al preguntar él, Jehová le respondió: ¡He aquí al hombre de quien te hablé! éste ha de regir a mi pueblo. 18 Saúl entonces se acercó a Samuel, dentro de la puerta de la ciudad, y le dijo: Ruégote me indiques dónde está la casa del vidente. 19 Y Samuel respondió a Saúl, diciendo: Yo soy el vidente; sube delante de mí al alto, porque los dos comeréis conmigo hoy, y por la mañana te despediré; también todo lo que tienes en el corazón te lo diré. 20 Mas en cuanto a las asnas que se te perdieron tres días ha, no tengas cuidado por ellas, que ya son halladas; ¿y para quién es la dignidad más codiciada en Israel? ¿no es para ti y para toda la casa de tu padre? 21 A lo que respondió Saúl: ¿No soy yo benjamita, de la más pequeña de las tribus de Israel? ¿y no es mi familia la menos importante de todas las familias de las parentelas de Benjamín? ¿por qué pues me dices a mí semejante cosa?

22 En seguida Samuel, tomando consigo a Saúl y al mozo suyo, los trajo a la sala, y dióles lugar a la cabecera de los convidados; los cuales eran como treinta hombres. 23 Entonces dijo Samuel al cocinero: Da acá la porción que te dí, de la cual te dije: Pon ésta aparte, junto a ti. 24 Cogió pues el cocinero la pierna, con lo que había sobre ella, y la puso delante de Saúl; y Samuel dijo: He aquí lo que tenía reservado; ponlo delante de ti, y come; pues hasta esta ocasión fué guardado para ti, cuando dije: He convidado gente. Y comió Saúl con Samuel aquel día. 25 Luego bajaron del alto a la ciudad; y conferenció Samuel con Saúl en el terrado.

26 Y al otro día madrugaron; pues aconteció que como iba subiendo el alba, Samuel llamó a Saúl que había dormido sobre el terrado, diciendo: ¡Levántate, para que te despache! Saúl pues se levantó, y salieron fuera los dos, él y Samuel. 27 Ellos iban bajando por el extremo de la ciudad, cuando Samuel dijo a Saúl: Di al mozo que pase delante de nosotros (y él pasó adelante); mas tú, le dijo, deténte por ahora, para que te haga oír una revelación que tengo de Dios.

Capítulo 10

1 TOMÓ entonces Samuel una redoma de aceite, y derramólo sobre la cabeza de Saúl, y besándole, dijo: ¿No es por cuanto Jehová te ha ungido por príncipe sobre su herencia? 2 Cuando te hayas separado hoy de mí, encontrarás dos hombres junto al sepulcro de Raquel, en la frontera de Benjamín, en Selsa, los cuales te dirán: Ya son halladas las asnas que fuiste a buscar; y he aquí que tu padre desechado ya el cuidado que tenía por las asnas, se afana por vosotros, diciendo: ¿Qué haré acerca de mi hijo? 3 Y pasando de allí adelante, llegarás a la encina de Tabor, donde te encontrarán tres hombres que van subiendo a Dios, en Bet-el, el uno llevando tres cabritos, y el otro llevando tres tortas de pan, y el tercero llevando un cuero de vino. 4 Y ellos te saludarán, y te darán dos panes, los cuales recibirás de su mano. 5 Después de esto, llegarás a Gabaa de Dios, donde hay una guarnición de Filisteos; y sucederá que luego que llegares allá a la ciudad, encontrarás una compañía de profetas bajando del alto, precedidos de salterio, y tambor y flauta y arpa, y ellos profetizando. 6 Entonces se apoderará de ti el Espíritu de Jehová, de manera que tú profetizarás con ellos, y serás mudado en otro hombre. 7 Y sea, cuando te hayan sucedido estas señales, que hagas lo que se te ofreciere, porque Dios es contigo. 8 También descenderás delante de mí a Gilgal; pues he aquí que yo descenderé a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas pacíficas: siete días me aguardarás, hasta que yo vaya a ti, y te enseñe lo que debas hacer.

9 En efecto, sucedió que al volver él las espaldas para irse de la presencia de Samuel, le mudó Dios el corazón en otro; y le acontecieron todas estas señales en aquel mismo día. 10 Y cuando llegaron allá a Gabaa, he aquí una compañía de profetas que venía a su encuentro: entonces el Espíritu de Dios apoderóse de él, de manera que profetizó en medio de ellos. 11 Y acaeció que cuando todos los que le conocían antes vieron que, he aquí, él andaba profetizando en medio de los profetas, la gente decía el uno al otro: ¿Qué es esto que le ha sucedido al hijo de Cis? ¿Saúl también se halla entre los profetas? 12 Y respondió uno de los de allí, y dijo: ¿Y quién es su padre? Por lo cual pasó en refrán: ¿Saúl también se halla entre los profetas?

13 Y cuando hubo acabado de profetizar, vino al alto de Gabaa. 14 Y el tío de Saúl les preguntó a él y a su criado: ¿A dónde habéis ido? A lo cual él respondió: Fuimos a buscar las asnas; y cuando vimos que no parecían, acudimos a Samuel. 15 Dijo entonces el tío de Saúl: Ruégote me digas lo que os ha dicho Samuel. 16 Y respondió Saúl a su tío: Nos dijo expresamente que habían sido halladas las asnas; pero del asunto del reino, no le manifestó lo que le había dicho Samuel.

17 Entonces convocó Samuel al pueblo delante de Jehová en Mizpa. 18 Y dijo a los hijos de Israel: Así dice Jehová el Dios de Israel: Yo hice subir a Israel de Egipto, y os libré de mano de los Egipcios, y de mano de todos los reinos que os han oprimido. 19 Mas vosotros el día de hoy habéis desechado a vuestro Dios, que os salva de todas vuestras calamidades y de vuestras tribulaciones; pues que le habéis dicho: No, sino que has de poner sobre nosotros un rey. Ahora bien, presentaos delante de Jehová por vuestras tribus, y por vuestros millares. 20 Entonces haciendo Samuel que se llegasen todas las tribus de Israel, fué tomada la tribu de Benjamín 21 Luego hizo llegar la tribu de Benjamín por sus parentelas, y fué tomada la parentela de Matri; luego fué tomado Saúl, el hijo de Cis: y le buscaron, mas no fué hallado. 22 Por lo cual preguntaron otra vez a Jehová: ¿Ha venido aún ese hombre? Y respondió Jehová: Hele allí escondido entre el bagaje. 23 Entonces corrieron, y le trajeron de allí; y al presentarse en medio del pueblo, descollaba entre todo el pueblo de los hombros arriba. 24 Entonces dijo Samuel a todo el pueblo: ¿Habéis mirado al que Jehová ha escogido, y visto que no hay ninguno semejante a él entre todo el pueblo? Y gritó todo el pueblo, diciendo: ¡Viva el rey!

25 En seguida recitó Samuel al pueblo la ordenanza del reino, y escribióla en un libro, y la depositó en el Tabernáculo, delante de Jehová; luego envió Samuel a todo el pueblo cada uno a su casa. 26 Y también Saúl se fué a su casa en Gabaa; y fueron con él una compañía de hombres cuyos corazones Dios había tocado. 27 Pero algunos hijos de Belial decían: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tenían en desprecio, y no le trajeron presente: mas él disimuló, haciendo como que nada oía.

Capítulo 11

1 EMPERO subió Nahás ammonita, y asentó campamento contra Jabés-galaad. Entonces todos los hombres de Jabés dijeron a Nahás: Celebra pacto con nosotros, y te serviremos. 2 Y les dijo Nahás ammonita: Con esta condición celebraré pacto con vosotros; a saber, conque se os saque a todos el ojo derecho, para que yo lo ponga por vituperio contra todo Israel. 3 A lo que le respondieron los ancianos de Jabés: Concédenos el plazo de siete días, hasta que enviemos mensajeros por todos los términos de Israel; y si no hay quien nos salve, entonces saldremos a ti. 4 Vinieron pues los mensajeros a Gabaa de Saúl; y cuando hubieron referido estas palabras en oídos del pueblo, alzó todo el pueblo la voz y lloró. 5 Mas he aquí a Saúl que venía del campo tras los bueyes. Y dijo Saúl: ¿Qué tiene el pueblo que llora? y le refirieron las palabras de los hombres de Jabés. 6 Entonces el Espíritu de Dios arrebató a Saúl, luego que oyó aquellas palabras; y se enardeció su ira en gran manera. 7 Y tomando un par de bueyes, los hizo trozos, los cuales envió por todos los términos de Israel por manos de mensajeros, diciendo: ¡Así será hecho con los bueyes del que no salga en pos de Saúl, y en pos de Samuel! Y cayó pavor de Jehová sobre el pueblo, de manera que salieron como un solo hombre. 8 Y les pasó revista en Bezec; y fueron los hijos de Israel trescientos mil hombres, y los hombres de Judá treinta mil. 9 Entonces respondieron a los mensajeros que habían venido: Así diréis a los hombres de Jabés-galaad: Mañana, al calentar el sol, tendréis socorro. Fueron pues los mensajeros y se lo dijeron a los hombres de Jabés; y ellos se alegraron. 10 Y los hombres de Jabés respondieron a Nahás: Mañana saldremos a vosotros, para que hagáis con nosotros todo lo que bien os pareciere. 11 Y aconteció al día siguiente que Saúl dispuso el pueblo en tres cuerpos de ejército, los cuales entraron en medio del campamento enemigo a la vela de la mañana, e hirieron a los Ammonitas hasta el calor del día: y el resto fué disperso, de tal modo que no quedaron de ellos dos juntos.

12 Entonces dijo el pueblo a Samuel: ¿Quién fué que decía: ha de reinar Saúl sobre nosotros? ¡Dad acá a esos hombres, para que los hagamos morir! 13 Saúl empero dijo: No será muerto hombre alguno hoy, porque hoy ha obrado Jehová salvación en Israel.

14 Entonces dijo Samuel al pueblo: Venid, y vayamos a Gilgal, para que allí constituyamos de nuevo el reino. 15 Fué pues todo el pueblo a Gilgal, e hicieron rey a Saúl delante de Jehová allí en Gilgal; y allí ofrecieron sacrificios de ofrendas pacíficas delante de Jehová: y Saúl y todos los hombres de Israel se regocijaron allí en gran manera.

Capítulo 12

1 ENTONCES dijo Samuel a todo Israel: He aquí que he escuchado vuestra voz, conforme a todo lo que me dijisteis, y he constituído sobre vosotros un rey. 2 Y ahora, he aquí al rey que va al frente de vosotros. Mas yo ya soy viejo y cano; y en cuanto a mis hijos, he aquí que están con vosotros; y yo he andado delante de vosotros desde mi juventud hasta este día. 3 Heme aquí; testificad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido, o cúyo buey he tomado, o cúyo asno he tomado, o a quién he hecho extorsión, o a quién he oprimido, o de cúya mano he admitido un regalo para cegar mis ojos con él; y se lo devolveré. 4 A lo cual ellos respondieron: No nos has hecho extorsión, ni nos has oprimido, ni has admitido nada de mano de nadie. 5 Entonces él les dijo: ¿Testigo es Jehová contra vosotros, y testigo es su ungido el día de hoy, de que no habéis hallado nada en mi mano? Y ellos contestaron: Testigo es.

6 Luego dijo Samuel al pueblo: Jehová es quien comisionó a Moisés y Aarón, y quien hizo subir a vuestros padres de la tierra de Egipto. 7 Pues bien, presentaos ahora para que yo os arguya delante de Jehová, de todos los beneficios que Jehová ha hecho para con vosotros, y para con vuestros padres. 8 Después que hubo bajado Jacob a Egipto, cuando clamaron vuestros padres a Jehová, envió Jehová a Moisés y a Aarón, los cuales sacaron a vuestros padres de Egipto, y los hicieron habitar en este lugar. 9 Mas ellos olvidaron a Jehová su Dios, y él los vendió en mano de Sísara, jefe de la hueste de Hazor, y en mano de los Filisteos, y en mano del rey de Moab; los cuales pelearon contra ellos. 10 Entonces clamaron a Jehová, diciendo: ¡Hemos pecado, porque hemos dejado a Jehová, y hemos servido a los Baales y a las Astartes! Ahora pues, líbranos de nuestros enemigos y te serviremos a ti. 11 Envió pues Jehová a Jerobaal, y a Bedán, y a Jefté, y a Samuel, y os libró de mano de vuestros enemigos en derredor; y habitasteis con seguridad. 12 Empero cuando visteis que Nahás, rey de los hijos de Ammón, venía contra vosotros, me dijisteis: No, sino que ha de reinar sobre nosotros un rey; siendo así que Jehová vuestro Dios era vuestro rey. 13 Ahora pues, ¡he ahí al rey que habéis escogido y a quien habéis pedido! pues he aquí que Jehová ha puesto sobre vosotros un rey. 14 Si vosotros temiereis a Jehová, y le sirviereis, y escuchareis su voz, y no os rebelareis contra el mandamiento de Jehová, y permaneciereis, así vosotros como el rey que reina sobre vosotros, siguiendo en pos de Jehová vuestro Dios, bien: 15 mas si no oyereis la voz de Jehová, sino que os rebelareis contra el mandamiento de Jehová, entonces la mano de Jehová estará contra vosotros, como estuvo contra vuestros padres. 16 También ahora mismo presentaos y ved este prodigio que Jehová va a hacer delante de vuestros ojos. 17 ¿No es la siega de los trigos hoy? pues yo clamaré a Jehová, y él dará truenos y lluvias; por donde sepáis y veáis que es grande a los ojos de Jehová el pecado que habéis cometido, pidiendo para vosotros un rey. 18 Clamó pues Samuel a Jehová; y Jehová dió truenos y lluvias en aquel día; con lo cual todo el pueblo temió en gran manera a Jehová y a Samuel.

19 Y dijo todo el pueblo a Samuel: Ruega a Jehová tu Dios por tus siervos para que no muramos; porque a todos nuestros pecados hemos añadido esta maldad de pedir para nosotros un rey. 20 Samuel entonces respondió al pueblo: No temáis: vosotros es verdad que habéis hecho toda esta maldad; esto no obstante, no os apartéis de en pos de Jehová, sino servid a Jehová de todo vuestro corazón. 21 No os apartéis pues; porque entonces seguiríais tras de vanidades que ni os pueden aprovechar, ni os pueden librar; porque nada son. 22 Porque Jehová, a causa de su gran nombre, no desamparará a su pueblo; ya que quiso Jehová haceros pueblo suyo. 23 Y en cuanto a mí, nunca permita Dios que yo peque contra Jehová en cesar de rogar por vosotros; antes bien yo os dirigiré por el camino bueno y recto: 24 con tal que temáis a Jehová, y le sirváis con sinceridad, de todo vuestro corazón, pues ¡ved cuán grandes cosas él ha hecho por vosotros! 25 Mas si persistiereis en hacer el mal, así vosotros como vuestro rey pereceréis.

Capítulo 13

1 DE edad de [treinta] años era Saúl cuando comenzó a reinar; y cuando hubo reinado dos años sobre Israel, 2 escogió Saúl para sí tres mil hombres de Israel; de los cuales dos mil estaban con Saúl en Micmás y en el cerro de Bet-el, y mil estaban con Jonatán en Gabaa de Benjamín; mas en cuanto a lo restante del pueblo, Saúl los había enviado cada cual a su casa. 3 Y Jonatán había herido la guarnición de los Filisteos que había en Geba; y oyeron de ello los Filisteos. Entonces Saúl tocó la trompeta por todo el país, diciendo: ¡Oigan los Hebreos! 4 En efecto todo Israel oyó decir: Saúl ha herido la guarnición de los Filisteos, y también Israel ha venido a ser odioso a los Filisteos: por lo cual fué convocado el pueblo tras Saúl en Gilgal. 5 Los Filisteos también se juntaron para pelear contra Israel, a saber, treinta mil carros, y seis mil de gente de a caballo, y pueblo como las arenas que están a la orilla del mar en multitud: los cuales subieron, y asentaron campamento en Micmás, al oriente de Bet-aven. 6 Y los hombres de Israel se vieron en apuro; porque el pueblo estaba agobiado de terror, en grado que se escondía el pueblo en cuevas, y en espinares, y entre peñascos, y en lugares fuertes, y en cisternas. 7 Hubo también hebreos que pasaron el Jordán a la tierra de Gad, y de Galaad. Saúl empero permanecía todavía en Gilgal; mas todo el pueblo le seguía tembloroso.

8 Y Saúl esperó los siete días del plazo que había puesto Samuel; mas Samuel no vino a Gilgal; entretanto se iba dispersando el pueblo de en derredor de él. 9 Entonces dijo Saúl: Traedme el holocausto y las ofrendas pacíficas; y él mismo ofreció el holocausto. 10 Mas aconteció que como acabase de ofrecer el holocausto, ¡he aquí a Samuel que venía! y salió Saúl a su encuentro para saludarle. 11 Mas Samuel le dijo: ¿Qué has hecho? A lo que respondió Saúl: Cuando ví que se dispersaba la gente de en derredor mío, y que tú no venías dentro de los días del plazo, y que los Filisteos estaban reunidos en Micmás, 12 dije: Ahora descenderán los Filisteos contra mí a Gilgal, y yo todavía no he suplicado el favor de Jehová; por tanto me hice fuerza, y ofrecí el holocausto. 13 Y Samuel respondió a Saúl: Te has portado neciamente; no has aguardado el mandamiento de Jehová tu Dios que él te impuso; pues que ahora Jehová hubiera establecido tu reino sobre Israel para siempre. 14 Ahora empero no permanecerá en pie tu reino. Jehová ha buscado para sí un hombre conforme a su corazón, a quien Jehová ha nombrado príncipe sobre su pueblo; por cuanto tú no has guardado lo que él te mandó. 15 Luego levantóse Samuel y subió de Gilgal a Gabaa de Benjamín. Saúl entonces pasó revista a la gente que se hallaba con él, que era como seiscientos hombres.

16 Y Saúl y Jonatán su hijo, y la gente que se hallaba con ellos, estaban de asiento en Gabaa de Benjamín, mientras que los Filisteos tenían asentado su campamento en Micmás. 17 Y los merodeadores salieron del campamento de los Filisteos en tres compañías; dirigiéndose una compañía por el camino de Ofra, hacia la tierra de Saúl, 18 y dirigiéndose otra compañía por el camino de Bet-horón, en tanto que la otra compañía se dirigía por el camino de la frontera, que domina el Valle de Zeboim, mirando hacia el desierto.

19 Y no se hallaba herrero en toda la tierra de Israel; porque decían los Filisteos: No suceda que los Hebreos se hagan espadas o lanzas. 20 Por eso bajaban todos los Israelitas a donde había Filisteos para aguzar su reja, y su azadón, y su hacha, y su pico, 21 cuando se embotaron los picos, y los azadones, y las horquillas, y las hachas; y para componer los aguijones. 22 Y así sucedió que en el día de batalla no se hallaba espada ni lanza en mano de ninguno de los de la gente que acompañaba a Saúl y a Jonatán; mas se hallaba en mano de Saúl y de Jonatán su hijo. 23 Y la guarnición de los Filisteos había avanzado hasta el desfiladero de Micmás.

Capítulo 14

1 ACONTECIÓ pues, cierto día, que Jonatán hijo de Saúl dijo a su paje de armas: Ven, pasémonos a la guarnición de los Filisteos, que está por aquel lado del valle: pero no dió parte de esto a su padre. 2 Y Saúl estaba acampado al extremo de Gabaa, debajo del peñón de Rimmón que está en Migrón; y la gente que tenía consigo era como seiscientos hombres. 3 Y Ahías hijo de Ahitob, hermano de Icabod, hijo de Finees, hijo de Elí (sacerdote de Jehová en Silo), vestía el Efod: y la gente no sabía que Jonatán se había ido. 4 Y entre los desfiladeros por donde procuraba Jonatán pasar a la guarnición de los Filisteos, había un pico rocalloso de ésta parte, yotro pico rocalloso de aquélla parte; siendo el nombre del uno Boses, y el nombre del otro Sené. 5 El un pico formaba una peña escarpada de la parte del norte, frente a Micmás y el otro de la parte del sur, frente a Gabaa. 6 Dijo pues Jonatán a su paje de armas: Ven, pasemos a la guarnición de estos incircuncisos, quizá obrará Jehová juntamente con nosotros; porque para con Jehová no hay estorbo en salvar por muchos o por pocos. 7 A lo que respondió su paje de armas: Haz cuanto tuvieres en tu corazón; vuelve a dondequiera; pues he aquí que yo estoy contigo, conforme a tu corazón. 8 Dijo entonces Jonatán: He aquí, vamos a pasar a aquellos hombres y nos mostraremos a ellos. 9 Si nos dijeren así: Estaos quietos hasta que nosotros lleguemos a vosotros; nos quedaremos en nuestro lugar sin subir a ellos. 10 Pero si dijeren así: Subid a donde estamos nosotros; entonces subiremos; que Jehová los ha entregado en nuestra mano: esto pues nos servirá de señal. 11 En efecto se mostraron los dos a la guarnición de los Filisteos. Y dijeron los Filisteos: ¡He allí a aquellos hebreos que salen de las cavernas donde se habían escondido! 12 Y los hombres de la guarnición respondieron a Jonatán y a su escudero, diciendo: ¡Subid a donde estamos nosotros, y os mostraremos una cosa! Dijo pues Jonatán a su paje de armas: ¡Sube en pos de mí, que los ha entregado Jehová en manos de Israel! 13 Y trepó Jonatán sobre sus manos y sus pies, y su paje de armas tras él. Y cayeron delante de Jonatán; y su paje de armas mataba en pos de él. 14 Y fué aquella primera matanza que hicieron Jonatán y su paje de armas, cosa de veinte hombres, en el espacio como de una media yugada. 15 Y hubo temblor en el campamento, en el campo y entre toda la gente; y la guarnición y los merodeadores también temblaron; la tierra también se sacudió; de modo que vino a ser un temblor muy grande.

16 Entonces miraron los centinelas de Saúl en Gabaa de Benjamín, y he aquí que la multitud se iba disolviendo, y se iba de continuo dispersando. 17 Por lo cual dijo Saúl al pueblo que estaba con él: Pasad revista, y ved quién ha salido de entre nosotros. Pasaron revista pues, y he aquí que faltaban Jonatán y su paje de armas. 18 Luego dijo Saúl a Ahías: Trae aquí el Arca de Dios: porque el Arca de Dios estaba en aquel tiempo allí con los hijos de Israel. 19 Y aconteció que mientras hablaba Saúl con el sacerdote, el tumulto que había en el campamento de los Filisteos siguió aumentándose más y más; por lo cual Saúl dijo al sacerdote: Retira tu mano. 20 En seguida se convocaron Saúl y la gente que le acompañaba, y fueron al combate: y he aquí que la espada de cada cual estaba contra su compañero, causando una confusión excesivamente grande. 21 Entonces los Hebreos que antes habían estado de parte de los Filisteos, los cuales habían subido con ellos al campamento de en derredor, ellos también vinieron a juntarse con los de Israel que estaban con Saúl y Jonatán. 22 Asimismo todos los hombres de Israel que se habían escondido en la serranía de Efraim, luego que oyeron decir que los Filisteos habían huído, siguieron ellos también su alcance en la batalla. 23 Así Jehová salvó en aquel día a Israel; y la batalla pasó a Bet-aven.

24 Empero los hombres de Israel estaban acongojados aquel día; porque Saúl había obligado al pueblo con juramento, diciendo: ¡Maldito aquel que gustare alimento hasta la tarde; para que yo tome venganza de mis enemigos! por lo cual no probó bocado ni uno del pueblo. 25 Mas al entrar todo el pueblo en un bosque, había miel sobre la faz del campo. 26 Vino pues la gente al bosque, y he aquí que chorreaba la miel; pero no hubo quien llegase la mano a la boca; porque el pueblo temía el juramento. 27 Mas Jonatán no había oído cuando su padre juramentó al pueblo; por lo cual extendió la punta de una vara que tenía en la mano, y la metió en un panal de miel, y se llegó la mano a la boca; y fueron aclarados sus ojos. 28 Entonces respondió uno del pueblo, y dijo: Tu padre juramentó estrechamente al pueblo, diciendo: ¡Maldito aquel que comiere pan hoy! Y ya estaba exhausto el pueblo. 29 A lo que respondió Jonatán: Mi padre ha turbado el país. ¡Ved, os ruego cómo se me han aclarado los ojos, por cuanto he gustado un poco de esta miel! 30 ¿Cuánto más si el pueblo hubiera hoy comido libremente del despojo de sus enemigos, que han encontrado? pues ¿no se hubiera hecho ya mucho mayor estrago entre los Filisteos?

31 E hirieron a los Filisteos en aquel día desde Micmás a Ayalón: pero estaba el pueblo sumamente cansado. 32 Y arrojóse el pueblo sobre la presa, y agarrando ovejas y bueyes y carneros, degollaron sobre el suelo; y comió el pueblo con sangre. 33 Entonces avisaron a Saúl, diciendo: He aquí que el pueblo peca contra Jehová, comiendo con sangre. Y él respondió: ¡Prevaricáis! rodadme acá ahora una piedra grande. 34 Dijo también Saúl: Dispersaos entre el pueblo y decidles: Traedme a mí cada uno su buey, y cada uno su oveja, y degolladlos aquí, para que comáis; y no pequéis contra Jehová, comiendo con sangre. Y el pueblo trajo consigo cada cual su buey aquella noche, y los degollaron allí. 35 Y edificó Saúl un altar a Jehová: aquel fué el primer altar que edificó a Jehová.

36 Entonces dijo Saúl: ¡Descendamos en pos de los Filisteos de noche, y despojémoslos hasta la luz de la mañana, y no dejemos de ellos ni siquiera uno! A lo que ellos respondieron: Haz todo cuanto a bien tuvieres. Pero dijo el sacerdote: Acerquémonos aquí a Dios. 37 Preguntó pues Saúl a Dios: ¿Descenderé contra los Filisteos? ¿los entregarás en mano de Israel? Mas no le respondió aquel día. 38 Entonces dijo Saúl; Llegaos acá todos los principales del pueblo; y considerad y ved en qué ha consistido este pecado hoy; 39 pues ¡vive Jehová, el Salvador de Israel, que aunque fuere en Jonatán mi hijo, de seguro morirá! Mas no hubo entre todo el pueblo quien le respondiese. 40 Él pues dijo a todo Israel: Vosotros estaos del un lado, y yo y Jonatán mi hijo estaremos del otro lado. Y dijo el pueblo a Saúl: Haz lo que bien te pareciere. 41 Entonces dijo Saúl a Jehová, el Dios de Israel: Da suerte cabal: y fueron tomados Jonatán y Saúl, mientras que el pueblo salió libre. 42 Luego dijo Saúl: Echad suertes entre mí y Jonatán mi hijo: y fué tomado Jonatán. 43 Entonces dijo Saúl a Jonatán: Manifiéstame lo que has hecho. Y se lo manifestó Jonatán, diciendo: Apenas gusté con la punta de la vara que había en mi mano, un poco de miel: ¡y he aquí, yo he de morir! 44 Y respondió Saúl: ¡Así me haga Dios, y más aún; que de seguro morirás, Jonatán! 45 El pueblo empero dijo a Saúl: ¿Conque Jonatán ha de morir, el que ha obrado esta tan grande salvación en Israel? ¡No lo permita Dios! ¡Vive Jehová, que no caerá a tierra ni un cabello de su cabeza, pues con Dios ha obrado hoy! Rescató pues el pueblo a Jonatán, de manera que no murió. 46 En seguida volvió Saúl de en pos de los Filisteos; y los Filiseos se fueron a su lugar.

47 Así pues Saúl recibió el reino sobre Israel; y peleó contra todos sus enemigos en derredor suyo; contra los Moabitas, y contra los hijos de Ammón, y contra los Idumeos, y contra los reyes de Soba, y contra los Filisteos: y a dondequiera que se volvía, les causó estrago: 48 pues se hizo un ejército, e hirió también a los Amalecitas; y libró a Israel de mano de los que le despojaban.

49 Y los hijos de Saúl eran Jonatán, e Isuí, y Melquisúa; y eran los nombres de sus dos hijas, el nombre de la mayor, Merab, y el nombre de la menor, Micol. 50 Y la mujer de Saúl se llamaba Ahinoam, hija de Ahimaaz; y el nombre del jefe del ejército era Abner, hijo de Ner, tío de Saúl. 51 Porque Cis padre de Saúl, y Ner padre de Abner, eran hijos de Abiel. 52 Y hubo guerra cruda contra los Filisteos todos los días de Saúl: y siempre que veía Saúl algún hombre poderoso, o algún hombre valiente, le tomaba consigo.

Capítulo 15

1 Y DIJO Samuel a Saúl: A mí me envió Jehová para ungirte rey sobre su pueblo, sobre Israel. Ahora pues, escucha la voz de las palabras de Jehová. 2 Así dice Jehová de los Ejércitos: Me he hecho cargo de lo que hizo Amalec para con Israel, de cómo se le opuso en el camino, cuando subía de Egipto. 3 Ahora pues, anda y hiere a Amalec; y destruíd completamente todo lo suyo, sin tenerle compasión alguna; antes harás morir hombres y mujeres, niños y mamantes, vacas y ovejas, camellos y asnos.

4 Saúl convocó entonces al pueblo, y les pasó revista en Telaim, doscientos mil de a pie, y diez mil hombres de Judá. 5 Y llegando Saúl a la ciudad de Amalec, contendió con ellos en el valle. 6 Y dijo Saúl a los Cineos: ¡Idos, retiraos, bajad de entre los Amalecitas, no sea que os destruya juntamente con ellos! porque vosotros usasteis de benevolencia para con todos los hijos de Israel cuando subieron de Egipto. Retiráronse pues los Cineos de en medio de los Amalecitas. 7 Entonces hirió Saúl a Amalec desde Havia hasta llegar a Shur, que está en la frontera de Egipto. 8 Y tomó vivo a Agag, rey de Amalec; mas a todo el pueblo destruyó completamente a filo de espada. 9 Pero Saúl y el pueblo tuvieron lástima de Agag, y de lo mejor de las ovejas y de los bueyes, y de los animales engordados, y de los corderos, en fin, de todo lo bueno, y no quisieron destruirlo completamente; mas en cuanto a todo lo vil y lo despreciable, eso lo destruyeron por completo.

10 Entonces tuvo Samuel una revelación de Jehová, que decía: Pésame de haber hecho rey a Saúl; porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. 11 Y encendióse la indignación de Samuel; y clamó a Jehová toda aquella noche. 12 Y por la mañana madrugó Samuel para ir a recibir a Saúl. Mas le dieron aviso a Samuel, diciendo: Vino Saúl al Carmelo, y he aquí que ha levantado para sí un monumento; luego dió la vuelta y pasó adelante, y descendió a Gilgal. 13 Por fin llegó Samuel a donde estaba Saúl; y le dijo Saúl: ¡Bendito eres de Jehová; he cumplido lo mandado por Jehová! 14 A lo cual contestó Samuel: Pues ¿qué balidos de ovejas son estos que resuenan en mis oídos, y el mugido de bueyes que estoy escuchando? 15 Dijo entonces Saúl: De los Amalecitas los han traído; pues tuvo el pueblo lástima de lo mejor de las ovejas, y de los bueyes, reservándolos a fin de ofrecerlos en sacrificio a Jehová tu Dios: pero lo restante lo destruimos completamente.

16 Entonces dijo Samuel a Saúl: Detente, para que te anuncie lo que me dijo Jehová esta noche. Y él le respondió: Habla. 17 Samuel pues le dijo: ¿No eras pequeño en tus propios ojos cuando fuiste constituído cabeza de las tribus de Israel, y te ungió Jehová por rey sobre Israel? 18 Y Jehová te envió a una jornada, diciendo: Anda, destruye completamente a aquellos pecadores, los Amalecitas, y pelea contra ellos hasta acabarlos. 19 ¿Por qué pues no has obedecido a la voz de Jehová, sino que te abalanzaste al despojo, y has hecho lo que es malo a los ojos de Jehová? 20 Mas Saúl respondió a Samuel: Antes bien, he obedecido a la voz de Jehová, y he acabado la jornada a que me envió Jehová, y he traído a Agag, rey de Amalec, y a los Amalecitas he destruído completamente. 21 Pero el pueblo tomó del despojo ovejas y bueyes, las primicias del anatema, para sacrificarlos a Jehová tu Dios en Gilgal. 22 Y respondió Samuel: ¿Acaso tiene Jehová tanta complacencia en holocaustos y sacrificios, como en el obedecer la voz de Jehová? He aquí, el obedecer mejor es que sacrificios, y el escuchar que el sebo de los carneros. 23 Porque la rebeldía es como el pecado de sortilegio, y la obstinación, como la idolatría y el culto de imágenes. ¡Por cuanto tú has desechado la palabra de Jehová, él también te ha desechado a ti, para que no seas rey!

24 Entonces dijo Saúl a Samuel: He pecado, traspasando el mandamiento de Jehová y tus palabras; porque temí al pueblo y obedecí la voz de ellos. 25 Ahora pues, ruégote perdones mi pecado, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová. 26 Pero Samuel dijo a Saúl: ¡No volveré contigo; porque tú has desechado la palabra de Jehová, y a ti te ha desechado Jehová para que no seas rey sobre Israel! 27 Y volviéndose Samuel para irse, asió Saúl de la falda de su manto, la cual rasgóse. 28 Dijo entonces Samuel: ¡Rasgado ha Jehová de ti el reino de Israel el día de hoy, y lo ha dado a un prójimo tuyo que es mejor que tú! 29 Además también, la Gloria de Israel no mentirá, ni mudará de propósito: porque no es hombre para que cambie de ánimo. 30 A lo que dijo Saúl: Yo he pecado: ahora empero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo, y delante de Israel, y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios. 31 Con esto, volvió Samuel en pos de Saúl; y adoró Saúl a Jehová.

32 Luego dijo Samuel: Traedme a Agag, rey de Amalec. Y vino a él Agag alegremente; y dijo Agag: ¡De seguro pasó ya la amargura de la muerte! 33 Entonces dijo Samuel: ¡Así como tu espada ha privado a las mujeres de hijos, quede sin hijo tu madre también entre las mujeres! Y Samuel hizo trozos a Agag delante de Jehová en Gilgal. 34 En seguida Samuel se fué a Ramá; y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl. 35 Y Samuel no volvió a ver más a Saúl, hasta el día de su muerte; Samuel empero lamentaba a Saúl, y Jehová se arrepintió de haber constituído a Saúl rey sobre Israel.

Capítulo 16

1 ENTONCES dijo Jehová a Samuel; ¿Hasta cuándo estarás lamentando a Saúl, ya que yo le he desechado para que no sea rey sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite, y anda, que yo te enviaré a Isaí bet-lehemita; porque de entre sus hijos me he provisto de rey. 2 Y respondió Samuel: ¿Cómo podré ir? pues lo oirá Saúl, y me matará. Y dijo Jehová: Tomarás contigo una novilla de la vacada, y dirás: Para ofrecer sacrificio a Jehová he venido. 3 Y convidarás a Isaí al sacrificio; y yo te haré saber lo que has de hacer, para que me unjas a aquel que yo te dijere.

4 Hizo pues Samuel lo que le había dicho Jehová, y fué a Bet-lehem. Y saliéronle a recibir los ancianos de la ciudad temblorosos; y le dijeron: ¿Es pacífica tu venida? 5 Y él contestó: Pacífica; para ofrecer sacrificio a Jehová he venido: santificaos, y venid conmigo al sacrificio. Santificó también a Isaí con sus hijos, y los convidó al sacrificio.

6 Y aconteció que cuando ellos llegaron, miró a Eliab, y dijo: ¡Seguramente delante de Jehová está su ungido! 7 Más Jehová dijo a Samuel: No mires a su buen parecer, ni a lo elevado de su estatura; porque le he rechazado: porque no lo que mira el hombre es lo importante; porque el hombre mira a los ojos, mas Jehová mira al corazón.

8 Luego llamó Isaí a Abinadab, y le hizo pasar delante de Samuel; el cual respondió: Ni a éste tampoco ha escogido Jehová. 9 Entonces Isaí hizo pasar a Samma; mas él dijo: Ni a este tampoco ha escogido Jehová. 10 En fin, Isaí hizo pasar a sus siete hijos delante de Samuel; mas respondió Samuel a Isaí: No ha escogido Jehová a ninguno de éstos. 11 Luego preguntó Samuel a Isaí: ¿Han acabado de pasar los jóvenes? Y él respondió: Aún queda el menor; y he aquí que está apacentando las ovejas. Dijo entonces Samuel a Isaí: Envía a traerle; porque no nos pondremos a la mesa hasta que él haya venido acá. 12 Envió pues y le hizo venir. Y era rubio, de hermosa presencia y de gallardo aspecto. Dijo entonces Jehová: ¡Levántate, úngele; que éste es! 13 Y Samuel tomó el cuerno de aceite, y le ungió en medio de sus hermanos: y apoderóse el Espíritu de Jehová de David desde aquel día en adelante. Luego Samuel se levantó y fué a Ramá.

14 Empero el Espíritu de Jehová se había apartado de Saúl, y le aterraba un espíritu malo de parte de Jehová. 15 Entonces los siervos de Saúl le dijeron: He aquí que un espíritu malo de parte de Dios te aterra, 16 hable siquiera la palabra nuestro señor, (tus siervos esperan tus órdenes), y ellos buscarán un hombre que sepa tocar el arpa; así sucederá que siempre que te acometa el espíritu malo de parte de Dios, él tañerá con su mano y tú estarás bien. 17 Y dijo Saúl a sus siervos: Pues proveedme de un hombre que sepa tañer bien, y traédmele. 18 Entonces respondió uno de los mancebos y dijo: He aquí, he visto a un hijo de Isaí bet-lehemita, que es hábil en tañer, y poderoso en valor, y hombre de guerra, y entendido en negocios, y de varonil hermosura, y Jehová es con él. 19 Por lo cual despachó Saúl mensajeros a Isaí, y le dijo: Envíame a David, tu hijo, el que está con las ovejas. 20 Tomó pues Isaí un asno cargado de pan, y un cuero de vino, y un cabrito de las cabras, y se los envió a Saúl, por mano de su hijo David. 21 De manera que vino David a Saúl, y se presentó delante de él; el cual le amó mucho, en grado que David vino a ser su paje de armas. 22 Y envió Saúl a decir a Isaí: Ruégote se quede David en mi presencia, porque ha hallado gracia en mis ojos. 23 Y sucedió, siempre que el espíritu malo de parte de Dios estaba sobre Saúl, que tomaba David el arpa y tañía con su mano; con lo cual Saúl obtenía alivio y estaba bien, y se apartaba de él el espíritu malo.

Capítulo 17

1 Y JUNTARON los Filisteos sus ejércitos para la guerra, y se reunieron en Soco, que pertenece a Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-dammim. 2 Entonces Saúl y los hombres de Israel se reunieron, y acamparon en el Valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla frente a los Filisteos. 3 Los Filisteos pues estaban sobre un monte de esta parte, e Israel estaba sobre un monte de aquella parte, y el valle mediaba entre ellos. 4 Y salió un campeón del ejército de los Filisteos, llamado Goliat, natural de Gat; cuya estatura era de seis codos y un palmo. 5 Y tenía un yelmo de bronce sobre la cabeza, e iba vestido de una loriga escamada, siendo el peso de la loriga cinco mil siclos de bronce. 6 Y traía grebas de bronce sobre las piernas, y un venablo de bronce entre los hombros. 7 Y el astil de su lanza era como enjullo de tejedor; y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro; y su escudero iba delante de él. 8 Y detúvose, y clamó a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué queréis salir a ordenar batalla? ¿acaso no soy yo filisteo y vosotros siervos de Saúl? Escogeos un hombre, y descienda él a mí. 9 Si pudiere pelear conmigo y matarme, entonces nosotros seremos vuestros siervos; pero si yo pudiere más que él y le matare, entonces vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. 10 Dijo además el filisteo: ¡Yo desafío a los escuadrones de Israel el día de hoy! dadme un hombre, para que peleemos los dos. 11 Y cuando oyó Saúl, y todo Israel, las palabras de aquel filisteo, se llenaron de consternación, y tuvieron mucho miedo.

12 Y era David hijo de aquel efrateo de Bet-lehem de Judá, que se llamaba Isaí, el cual tenía ocho hijos; y aquel hombre, en tiempo de Saúl, era viejo, de edad provecta entre los hombres. 13 Y habíanse ido los tres hijos mayores de Isaí; pues seguían a Saúl en la guerra. Y sus tres hijos que habían ido a la guerra se llamaban Eliab, el primogénito, y el segundo, Abinadab, y el tercero, Samma: 14 y David era el menor. De manera que los tres mayores seguían a Saúl; 15 mas David se había ya ido y vuelto de junto a Saúl, para apacentar el rebaño de su padre en Bet-lehem.

16 Entretanto se acercaba aquel filisteo de mañana y de tarde, y se presentó en actitud de reto por espacio de cuarenta días. 17 Dijo entonces Isaí a David su hijo: Ruégote que tomes para tus hermanos un efa de este grano tostado, y estos diez panes, y corras al campamento a ver a tus hermanos. 18 Y estos diez quesos los llevarás al jefe de su mil; y mira por la salud de tus hermanos, y toma alguna prenda de ellos. 19 Y Saúl y ellos, con todos los hombres de Israel, estaban en el Valle de Ela, peleando contra los Filisteos.

20 Por la mañana, pues, David madrugó, (dejando el rebaño con quien lo guardase), y poniéndose en pie, se fué como Isaí le había mandado; y llegó al atrincheramiento a tiempo que el ejército iba saliendo en orden de batalla y levantaba el grito de combate. 21 Y ya estaban en orden de batalla Israel y los Filisteos, ejército contra ejército, 22 cuando David, arrojando el equipaje de sobre sí, dejándolo en mano del guarda de los equipajes, corrió al ejército, y llegando, saludó a sus hermanos. 23 Y estaba aún hablando con ellos, cuando he aquí aquel campeón que venía subiendo contra ellos, el Filisteo de Gat, llamado Goliat, que salía de las filas de los Filisteos; y habló conforme a las mismas palabras de antes: y oyólas David. 24 Y todos los hombres de Israel, cuando vieron a aquel hombre, huyeron de delante de él, y temieron en gran manera. 25 Y decían entre sí los hombres de Israel: ¿Habéis visto a ese hombre que viene subiendo acá? ¡pues sube para desafiar a Israel: y será que al hombre que le matare le enriquecerá el rey con grandes riquezas, y le dará su hija por mujer, y a la casa de su padre la hará libre de impuestos en Israel!

26 Entonces habló David a los hombres que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué se ha de hacer al hombre que matare a aquel filisteo, y quitare este oprobio de Israel? porque ¿quién es este filisteo incircunciso para que afrente las huestes del Dios vivo? 27 Y le respondió el pueblo conforme a aquellas mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le matare. 28 Y escuchaba Eliab, su hermano mayor, en tanto que él hablaba con aquellos hombres; y encendióse la ira de Eliab contra David; y le dijo ¿Para qué has descendido acá? y ¿con quién dejaste aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia, y la malicia de tu corazón; pues para ver la batalla has venido. 29 A lo cual respondió David: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿acaso he hecho más que hablar? 30 Apartóse pues de su lado hacia otro, y preguntó del mismo modo; y el pueblo le volvió respuesta como de primero. 31 Y fueron oídas las palabras que habló David, y refiriéronlas delante de Saúl, el cual le hizo llamar. 32 Entonces dijo David a Saúl: No se desmaye el corazón de nadie a causa de él; tu siervo irá y peleará con aquel filisteo. 33 Mas Saúl dijo a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo para pelear con él; porque eres un mocito y el es un hombre de guerra desde su mocedad. 34 Dijo entonces David a Saúl: Cuando tu siervo apacentaba el rebaño de su padre, siempre que se llegaba un león, o un oso, y arrebataba alguna res de la manada, 35 yo salía en pos de él, y le hería, y se la quitaba de su boca; y cuando se levantaba contra mí, le asía de la quijada, y le hería, y le mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu siervo le hería; y será aquel filisteo incircunciso como uno de ellos, porque ha afrentado los escuadrones del Dios vivo. 37 Dijo además David: ¡Jehová que me libró de las garras del león, y de las garras del oso, él también me librará de la mano de ese filisteo! Dijo pues Saúl a David: ¡Anda, y Jehová sea contigo!

38 Luego Saúl armó a David con su armadura, y le puso un yelmo de bronce sobre la cabeza, y vistióle su loriga. 39 Y ciñóse David la espada de Saúl sobre sus armas, y probó a andar; porque no tenía experiencia de aquellas armas. Entonces dijo David a Saúl: No puedo andar con esto, porque no lo tengo experimentado: por lo cual las depuso David de sobre sí. 40 En seguida tomando su cayado en la mano, escogióse cinco piedras lisas del arroyo, las que metió en la bolsa, o zurrón de pastor que traía; y llevando su honda en la mano, fué acercándose al filisteo.

41 Venía también el filisteo acercándose más y más a David; y su escudero iba delante de él. 42 Pero cuando el filisteo miró, y vió a David, le tuvo en desprecio; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso aspecto. 43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo acaso algún perro, para que tú vengas contra mí con palos? Y el filisteo maldijo a David por sus dioses. 44 Dijo además el filisteo a David: ¡Ven acá, y daré tus carnes a las aves del cielo, y a las bestias del campo!

45 David entonces respondió al filisteo: ¡Tú vienes contra mí con espada, y con lanza, y con venablo: yo empero voy contra ti en el nombre de Jehová de los Ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado! 46 Hoy te entregará Jehová en mi mano, y te heriré, y quitaré tu cabeza de sobre ti; y daré los cadáveres del ejército de los Filisteos en este mismo día a las aves del cielo, y a las fieras de la tierra; para que sepa toda la tierra que hay Dios en Israel; 47 y para que sepa toda esta asamblea, que no por espada, ni por lanza, salva Jehová: ¡porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestra mano!

48 Y fué así que cuando se levantó el filisteo y echó a andar, acercándose al encuentro de David, apresuróse David, y corrió hacia las filas enemigas, al encuentro del filisteo: 49 Y metiendo David la mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y tiróla con la honda, e hirió al filisteo en la frente, y quedó hincada la piedra en su frente; y él cayó sobre su rostro en tierra. 50 De esta suerte David prevaleció sobre el filisteo con una honda y con una piedra, e hirió al filisteo y le mató: mas no había espada en manos de David. 51 Por lo cual corrió David, y poniéndose sobre el filisteo, cogió su misma espada, y sacándola de la vaina, le acabó de matar, cortándole con ella la cabeza. Y como viesen los Filisteos que era muerto su héroe, huyeron. 52 Entonces se levantaron los hombres de Israel y de Judá, y alzando el grito, persiguieron a los Filisteos hasta llegar a Gat, y a las puertas de Ecrón; y cayeron traspasados los Filisteos por todo el camino de Saaraim, y hasta Gat y Ecrón. 53 Y volviendo los hijos de Israel del perseguimiento de los Filisteos, despojaron el campamento de ellos. 54 Y tomó David la cabeza del filisteo, y la trajo hasta Jerusalem; mas sus armas las puso en su tienda.

55 Y cuando Saúl vió a David salir al encuentro del filisteo, dijo a Abner, jefe del ejército: ¿Hijo de quién es este mozo, Abner? A lo que respondió Abner: Por vida tuya, oh rey, que no lo sé. 56 Y dijo el rey: Pregunta cúyo hijo es el muchacho. 57 Y cuando volvió David del destrozo de los Filisteos, le tomó Abner, y le trajo a la presencia de Saúl, con la cabeza del filisteo en su mano. 58 Y le preguntó Saúl: ¿Hijo de quién eres, oh joven? Y respondió David: Hijo soy de tu siervo Isaí bet-lehemita.

Capítulo 18

1 Y ACONTECIÓ que como él acabase de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con el alma de David; y le amó Jonatán como a su misma alma 2 Y tomóle Saúl en aquel día, y no le permitió volver más a casa de su padre. 3 E hizo Jonatán pacto de amistad con David; porque le amaba como a su misma alma. 4 Y quitóse Jonatán el manto que vestía, y lo dió a David, con sus ropas, hasta su espada, y su arco, y su tahalí. 5 Y salía David a dondequiera que le enviaba Saúl, y se manejaba con prudencia, en grado que le puso Saúl sobre hombres de guerra; y fué acepto a los ojos de todo el pueblo, y también a los ojos de los siervos de Saúl.

6 Mas aconteció que cuando regresaron, al volver David del destrozo de los Filisteos, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel, cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con regocijos, y con triángulos. 7 Y las mujeres que hacían alegrías se respondían en coro unas a otras, cantando: ¡Hirió Saúl sus miles, mas David, sus diez miles! 8 E indignóse Saúl en gran manera; y este dicho le disgustó; y dijo: ¡Han atribuído a David los diez miles, y a mí me han atribuído los miles: ya no le falta más que el reino! 9 Y comenzó Saúl a mirar de reojo a David desde aquel día en adelante. 10 Aconteció pues al otro día que le acometió a Saúl el espíritu malo de parte de Dios; y él hablaba frenéticamente en medio de su casa; y David estaba tañendo con su mano como de costumbre; y tenía Saúl una lanza en la mano. 11 Y arrojó Saúl la lanza, diciendo entre sí: Clavaré a David a la pared. Mas evadióse David, huyendo de su presencia dos veces.

12 Y temía Saúl a causa de David; porque era Jehová con él, mas de Saúl se había apartado. 13 Por eso Saúl le apartó de su persona, y le hizo jefe de mil hombres, y él salía y entraba delante del pueblo. 14 Mas David se manejaba en todas sus cosas con prudencia, y Jehová era con él. 15 Y vió Saúl que se conducía con gran prudencia; por lo cual se recataba de él. 16 Pero todo Israel y Judá amaban a David, porque salía y entraba delante de ellos.

17 Entonces dijo Saúl a David: Mira a Merab, mi hija mayor; a ella te daré por mujer, con tal que me seas valiente, y pelees las batallas de Jehová. Saúl empero decía para consigo: No sea mi mano contra él, sino sea contra él la mano de los Filisteos. 18 Y respondió David a Saúl: ¿Quién soy yo, o cuál es mi vida, o la familia de mi padre en Israel, para que yo sea yerno del rey? 19 Mas aconteció que al tiempo que Merab hija de Saúl se había de dar a David, fué dada a Adriel meholatita por mujer. 20 Pero Micol, hija segunda de Saúl, amaba a David; y se lo dijeron a Saúl; lo cual le pareció muy de propósito. 21 Y dijo Saúl: Se la daré, para que le sirva de lazo, y para que sea contra él la mano de los Filisteos. Por lo cual dijo Saúl a David: En la segunda, serás mi yerno hoy. 22 Entonces mandó Saúl a sus siervos, diciendo: Hablad con David recatadamente, diciendo: He aquí que se complace en ti el rey, y todos sus siervos te aman; ahora pues sé tú yerno del rey. 23 Y hablaron los siervos de Saúl al oído de David estas palabras. A lo cual respondió David: ¿Acaso es cosa liviana en vuestro parecer ser yerno del rey, mayormente siendo yo un hombre pobre, y de ninguna estimación? 24 Y los siervos de Saúl se lo refirieron, diciendo: Conforme a estas Palabras habló David.

25 Entonces dijo Saúl: Así diréis a David: No desea el rey dote alguna, sino cien prepucios de Filisteos, para vengarse de los enemigos del rey. Mas Saúl pensaba hacer caer a David por mano de los Filisteos. 26 Sus siervos pues refirieron a David estas palabras; con lo cual pareció a David cosa muy acertada ser yerno del rey. Por tanto, como no se había cumplido aún el plazo señalado, 27 levantóse David y marchó, él con sus hombres, e hirió de los Filisteos doscientos hombres; y trajo David sus prepucios, y los entregó en cumplido número al rey, para ser yerno del rey. Y él le dió a Micol su hija por mujer. 28 Y vió Saúl y conoció que Jehová era con David; y Micol su hija le amaba. 29 Por este motivo Saúl se recelaba todavía más a causa de David; y Saúl vino a ser enemigo de David todos los días.

30 Entonces salieron a campaña los príncipes de los Filisteos. Y fué así que siempre que ellos salían, David se manejaba con más prudencia que todos los siervos de Saúl; por lo cual se hizo de mucha estimación su nombre.

Capítulo 19

1 ENTONCES habló Saúl con Jonatán, su hijo, y con todos sus siervos, de hacer morir a David. Mas Jonatán hijo de Saúl se deleitaba mucho en David: 2 por lo cual Jonatán avisó a David, diciendo: Saúl mi padre procura matarte. Ahora pues, ruégote que te guardes por la mañana, y quédate en un lugar oculto, y escóndete. 3 Entretanto yo saldré, y me pondré junto a mi padre en el campo donde tú estuvieres; y yo mismo hablaré de ti con mi padre, y veré lo que haya; de lo cual te avisaré.

4 Jonatán pues habló bien de David a Saúl su padre, y le dijo: No peque el rey contra su siervo, contra David, porque él no ha pecado contra ti; y porque, al contrario, sus obras han sido muy buenas para contigo. 5 Tomó además la vida en su mano, y mató a aquel filisteo, obrando Jehová así grande salvación para todo Israel. Tú mismo lo viste, y te regocijaste: ¿porqué pues quieres pecar contra la sangre inocente, matando a David sin motivo? 6 Y escuchó Saúl la voz de Jonatán; de manera que juró Saúl, diciendo: ¡Vive Jehová que no será muerto! 7 Llamó pues Jonatán a David, y le declaró Jonatán todas estas cosas; y Jonatán trajo a David a Saúl; y él estuvo en su presencia como antes.

8 Mas hubo guerra de nuevo; y saliendo David, peleó contra los Filisteos, hiriéndolos con gran destrozo; y ellos huyeron delante de él. 9 Pero estuvo sobre Saúl el espíritu malo de parte de Jehová, estando él sentado en su casa, con su lanza en la mano, mientras David tañía con su mano. 10 Y procuró Saúl clavar con la lanza a David en la pared; mas él deslizóse de la presencia de Saúl, el cual dió con la lanza en la pared, en tanto que David huyó, y salvóse aquella noche.

11 Y envió Saúl mensajeros a casa de David, para vigilarle, y para matarle por la mañana. Entonces Micol, su mujer, avisó a David, diciendo: ¡Si no librares tu vida esta noche, por la mañana serás muerto! 12 Y Micol descolgó a David por una ventana; y él se fué, y huyó, y se escapó. 13 Luego tomó Micol el ídolo doméstico que tenía, y lo metió en la cama, y le puso a la cabecera una almohada de pelos de cabra, y lo tapó con la ropa de la cama. 14 Y cuando envió Saúl los mensajeros para prender a David, ella les dijo: Está enfermo. 15 Por lo cual Saúl envió los mensajeros para que viesen a David, diciendo: Hacédmele subir acá en su misma cama, para que le mate. 16 Entraron pues los mensajeros, y ¡he aquí el ídolo doméstico en la cama, con la almohada de pelos de cabra a la cabecera! 17 Dijo entonces Saúl a Micol: ¿Por qué me has engañado así, y dejaste ir a mi enemigo, de manera que se ha escapado? Y Micol respondió a Saúl: Él me dijo: Déjame ir; ¿por qué te he de matar? 18 David pues huyó, escapándose, y vino a Samuel en Ramá, y le dijo todo lo que Saúl había hecho con él. Entonces se fueron, él y Samuel, y habitaron en Nayot.

19 Y avisaron a Saúl, diciendo: He aquí que David está en Nayot en Ramá. 20 Entonces Saúl envió mensajeros para prender a David. Mas como ellos viesen la compañía de profetas que estaban profetizando, y a Samuel en pie que los presidía, estuvo sobre los mensajeros de Saúl el Espíritu de Dios, de manera que ellos también profetizaron. 21 De lo cual avisaron a Saúl; y envió otros mensajeros, los cuales también profetizaron. Entonces tornó Saúl a enviar mensajeros la tercera vez; y profetizaron ellos también. 22 Por fin él mismo fué a Ramá; y llegado que hubo al pozo grande que había en Secú, preguntó, diciendo: ¿En dónde están Samuel y David? Y se le respondió: He aquí que están en Nayot en Ramá. 23 Y él fué allá a Nayot en Ramá; mas estuvo también sobre él el Espíritu de Dios, de manera que siguió adelante, andando y profetizando, hasta que llegó a Nayot en Ramá. 24 Luego despojóse él también de sus vestidos, y profetizó él también delante de Samuel; y cayó desnudo; quedando tendido en tierra todo aquel día, y toda aquella. noche. De donde suelen decir: ¿Saúl también se halla entre los profetas?

Capítulo 20

1 ENTRETANTO David huyó de Nayot en Ramá, y llegando, dijo en presencia de Jonatán: ¿Qué he hecho? ¿cuál es mi iniquidad y cuál mi pecado, delante de tu padre, para que siga buscando mi vida? 2 Y él le respondió: ¡No lo permita Dios! ¡No morirás! He aquí que no hará mi padre cosa chica ni grande, sin descubrírmela a mí. Y ¿por qué habría de encubrir mi padre este asunto de mí? Esto no es así. 3 David empero volvió a jurárselo y dijo: Muy bien sabe tu padre que yo he hallado gracia en tus ojos, y ha dicho consigo mismo: Nada sepa Jonatán de esto, no sea que se aflija; pero indudablemente, ¡por vida de Jehová, y por la vida tuya, que no hay más de un paso entre mí y la muerte! 4 Dijo entonces Jonatán a David: Cualquiera cosa que tú me indicares, yo la haré por ti. 5 Luego dijo David a Jonatán: Mañana será nueva luna, y yo debiera sin falta sentarme a comer con el rey: esto no obstante, tú me dejarás ir, me esconderé en el campo hasta la tarde del día tercero. 6 Si me echare menos tu padre, entonces dirás: David me pidió con instancia que le permitiera correr a Betlehem, su ciudad; porque se celebra allí el sacrificio anual para toda la familia. 7 Si dijere así: Bien está; habrá paz para tu siervo: mas si se encendiere en ira, entonces sabe tú que el mal está determinado de parte de él. 8 Tú empero harás merced para con tu siervo; porque has hecho entrar a tu siervo en pacto de Jehová contigo: y si hubiere en mí iniquidad, mátame tú mismo; ¿pues para qué me has de traer a tu padre? 9 A lo cual respondió Jonatán: ¡Nunca te suceda tal! pues ¡Dios me pida cuenta de ello, si yo de cualquiera manera llegare a saber que el mal estuviera determinado de parte de mi padre, para traerlo sobre ti, y no te lo avisare!

10 Entonces dijo David a Jonatán: ¿Quién me lo avisará? o ¿qué si tu padre te respondiere con aspereza? 11 Y respondió Jonatán a David: Ven, y salgamos al campo. Salieron pues los dos al campo. 12 Luego dijo Jonatán a David: ¡Jehová, el Dios de Israel sea testigo! Cuando yo haya probado a mi padre, como a estas horas mañana, o el día tercero, y he aquí, resultare lo bueno para David, si entonces yo no enviare a ti y te informare de ello, 13 ¡así haga Jehová a Jonatán, y más aún! Al contrario, si mi padre tuviere a bien traer el mal sobre ti, entonces te lo descubriré, y te enviaré, para que vayas en paz. ¡Y sea Jehová contigo, como ha sido con mi padre! 14 Y nunca suceda, si yo viviere aún, que dejares de usar para conmigo de la misericordia de Jehová, de modo que yo no muera; 15 ¡ni tampoco privarás a mi casa de tu favor para siempre; ni aun cuando Jehová haya cortado a los enemigos de David uno por uno de sobre la haz de la tierra! 16 De modo que pactó Jonatán con la casa de David, diciendo: ¡Y Jehová lo demande de mano de los enemigos de David! 17 Y Jonatán hizo jurar a David otra vez más, por lo mucho que le amaba; porque le amaba como a su misma alma.

18 Entonces le dijo Jonatán: Mañana es nueva luna, y serás echado menos, porque estará vacío tu asiento. 19 Mas habiendo tardado tres días, bajarás prestamente y vendrás al sitio donde te escondiste en el día de este mismo asunto, y te sentarás junto al peñón de Ezel. 20 Y yo tiraré tres flechas al lado de él, como si tirase al blanco. 21 Y he aquí que enviaré al muchacho, diciéndole: Vé, halla las flechas. Si dijere al muchacho terminantemente: ¡Mira las flechas más acá de ti, cógelas! entonces vendrás; porque estás seguro, y no hay nada; ¡vive Jehová! 22 Mas si dijere al muchacho de esta manera: Mira las flechas más allá de ti; entonces anda, porque te ha enviado Jehová. 23 Empero en cuanto al asunto de que hemos tratado, yo y tú, he aquí que Jehová está entre mí y ti para siempre.

24 ¡Escondióse pues David en el campo. Y cuando vino la luna nueva, sentóse el rey a comer. 25 Estaba pues el rey sentado en su asiento, como de costumbre, en el asiento junto a la pared. Entonces Jonatán se puso en pie, en tanto que Abner se sentó al lado de Saúl: mas quedaba vacío el puesto de David. 26 Sin embargo Saúl no dijo nada aquel día; porque decía entre sí: Será un accidente; no estará limpio; de seguro no estará limpio. 27 Mas aconteció a la mañana, el día segundo de la nueva luna, que permaneciendo aún vacío el puesto de David, dijo Saúl a Jonatán su hijo: ¿Por qué no ha venido el hijo de Isaí a comer, ni ayer, ni hoy? 28 Y respondió Jonatán a Saúl: Con instancia me pidió David que le dejara ir a Bet-lehem, 29 diciendo: Ruégote me permitas ir: porque en aquella ciudad tenemos un sacrificio para la familia; y mi mismo hermano me ha mandado estar presente. Ahora pues, si he hallado gracia en tus ojos, ruégote me dejes ir, para que vea a mis hermanos. Por este motivo no ha venido á la mesa del rey.

30 Entonces se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: ¡Ah! hombre perverso y rebelde! ¿no sé yo acaso, como has escogido al hijo de Isaí para afrenta tuya, y para oprobio del pudor de tu madre? 31 Porque todos los días que viviere el hijo de Isaí sobre la tierra, no serás estable tú, ni tu reino. Ahora pues, envía, y tráemele; porque es digno de muerte. 32 Entonces Jonatán respondió a Saúl su padre, y le dijo: ¿Por qué ha de morir? ¿qué ha hecho? 33 Mas Saúl arrojó la lanza contra él para matarle; de donde entendió Jonatán que era cosa resuelta por su padre hacer morir a David. 34 Y levantóse Jonatán de la mesa ardiendo en ira, y no comió pan aquel segundo día de la luna, porque estaba pesaroso a causa de David, y porque su mismo padre le había. afrentado.

35 Y aconteció que a la mañana, salió Jonatán al campo, al tiempo aplazado con David; y un muchachito iba con él. 36 Entonces dijo al muchacho: Corre, busca las flechas que voy a tirar. El muchacho corrió, y Jonatán tiró una flecha de modo que pasara más allá de él. 37 Y llegado que hubo el muchacho, al lugar de la flecha que había tirado Jonatán, dió voces Jonatán tras el muchacho, diciendo: ¿No está la flecha más allá de ti? 38 Gritó otra vez Jonatán tras el muchacho: ¡Ligero, date prisa, no te pares! Recogió pues el muchacho de Jonatán las flechas, y vino a su señor. 39 Mas el muchacho nada entendía; solamente Jonatán y David entendían el asunto. 40 En seguida Jonatán dió sus armas al muchacho que consigo tenía, diciéndole: Véte, llévalas a la ciudad. 41 Fuése pues el muchacho; y David, levantándose de la parte meridional del peñón, cayó sobre su faz a tierra, postrándose tres veces; y ellos se besaron el uno al otro, y lloraron el uno sobre el otro, hasta que David lloró vehementemente. 42 Y dijo Jonatán a David: Véte en paz, ya que los dos nos hemos jurado en nombre de Jehová, diciendo: ¡Estese Jehová entre mí y ti, y entre mi simiente y tu simiente para siempre! 43 Luego él levantóse y se fué; mas Jonatán entró en la ciudad.

Capítulo 21

1 ENTONCES vino David a Nob, a Ahimelec sumo sacerdote: mas Ahimelec recibió a David con sobresalto, y le dijo: ¿Por qué estás solo, y no vienen tus hombres contigo? 2 Y respondió David a Ahimelec sacerdote: El rey me dió cierta comisión, y me dijo: Nadie sepa cosa alguna del asunto a que te envío y que te he encomendado. Por eso he indicado a mis soldados que me esperen en tal y tal parte. 3 Ahora pues, ¿qué tienes en tu mano? Da acá cinco panes en mi mano, o cualquiera cosa que se hallare. 4 Entonces el sacerdote respondió a David, diciendo: No tengo pan común en mi poder, mas hay pan santo; --con tal que se hayan guardado los jóvenes a lo menos de mujeres. 5 Y respondió David al sacerdote, y le dijo: Por cierto que las mujeres han estado lejos de nosotros ayer y anteayer, desde cuando salí; y los vasos de los jóvenes han quedado santos; y este pan en cierto modo es común; mayormente que hoy mismo habrá otro santo en los vasos. 6 Y así le dió el sacerdote pan santo; pues no había allí otro pan, sino tan sólo panes de la proposición, los cuales se habían quitado de la presencia de Jehová, para volver a poner pan caliente en el día de quitarse los otros.

7 Mas estaba allí aquel mismo día un hombre de los siervos de Saúl, detenido delante de Jehová, cuyo nombre era Doeg, idumeo, jefe de los pastores que tenía Saúl. 8 Dijo además David a Ahimelec ¿Y no tienes aquí en tu poder alguna lanza o espada? que ni mi espada, ni otra arma alguna he traído conmigo, por cuanto era urgente la orden del rey. 9 Y dijo el sacerdote: He aquí la espada de Goliat el filisteo, a quien tú mataste en el Valle de Ela, envuelta en un paño, detrás del efod. Si quieres tomar ésa, tómala, que aquí no hay otra sino ésta. Y respondió David: Ninguna hay como ésta; dámela.

10 Levantóse pues David, y huyó aquel día a causa de Saúl, y fué a Aquís, rey de Gat. 11 Entonces los siervos de Aquís le dijeron: ¿No es éste David, el rey de la tierra? ¿no fué de éste mismo de quien se respondían en coros los unos a los otros, cantando: Hirió Saúl sus miles, mas David sus diez miles? 12 Y David guardó en su corazón estas palabras, y temió mucho a causa de Aquís, rey de Gat. 13 Por lo cual disfrazó su juicio delante de ellos, y fingióse loco entre sus manos, y borrajeaba las hojas de la puerta, y dejó correr la saliva por sus barbas. 14 Entonces dijo Aquís a sus siervos: Ya veis que el hombre es un loco rematado; ¿por qué le habéis traído a mí? 15 ¿Acaso me faltan locos, que habéis traído éste para que haga locuras delante de mi? ¿Por ventura había de entrar éste en mi casa?

Capítulo 22

1 FUÉ pues David de allí, y refugióse en la cueva de Adullam; y cuando oyeron esto sus hermanos y toda la casa de su padre, descendieron a él allí. 2 También se le allegaron todos los oprimidos, y todos tos que tenían deudas, y todos los de espíritu descontento; y él vino a ser capitán de ellos; de modo que llegó a haber con él como cuatrocientos hombres. 3 Y David se fué de allí a Mizpa de Moab, y dijo al rey de Moab: Ruégote que mi padre y mi madre salgan del monte, para estar con vosotros, hasta que yo sepa lo que Dios va a hacer de mí. 4 Y los presentó delante del rey de Moab; y ellos se quedaron con él todo el tiempo que estuvo David en el lugar fuerte.

5 Y dijo el profeta Gad a David: No te quedes más en este lugar fuerte; anda, y véte a la tierra de Judá. Partió pues David, y fué al bosque de Heret. 6 Y oyó Saúl que habían sido descubiertos David y los hombres que le acompañaban. Y Saúl estaba sentado en Gabaa, debajo de un tamarindo, sobre un alto, con su lanza en la mano, y todos sus siervos estaban al rededor de él. 7 Entonces dijo Saúl a sus siervos que estaban de pie al rededor de él: ¡Escuchad, os ruego, hijos de Benjamín! ¿Os dará el hijo de Isaí a todos vosotros también campos y viñas? ¿Os constituirá a todos vosotros jefes de miles, y jefes de cientos, 8 para que conspiréis todos vosotros contra mí, y no haya quien me descubra cómo mi propio hijo ha pactado con el hijo de Isaí; y no haya entre vosotros quien se compadezca de mí, y me descubra cómo mi mismo hijo ha incitado a mi siervo contra mí, para que me ponga asechanzas, como parece el día de hoy? 9 Entonces respondió Doeg idumeo (el cual estaba puesto sobre los siervos de Saúl), diciendo: Yo ví al hijo de Isaí que vino a Nob, a Ahimelec hijo de Ahitob, 10 el cual consultó a Dios por él, le dió también provisiones, y le dió además la espada de Goliat el filisteo.

11 Con lo cual el rey envió a llamar a Ahimelec hijo de Ahitob el sacerdote, y a toda la casa de su padre, los sacerdotes que había en Nob; los cuales vinieron al rey. 12 Entonces dijo Saúl: ¡Oye, hijo de Ahitob! A lo que él respondió: Heme aquí, señor mío. 13 Y díjole Saúl: ¿Por qué habéis conspirado contra mí, tú y el hijo de Isaí; puesto que le has dado pan y espada, y consultaste a Dios por él, para que se sublevase contra mí, para ponerme asechanzas, como parece el día de hoy? 14 Mas Ahimelec respondió al rey, diciendo: ¿Y quién entre todos los siervos del rey es como David, hombre de tu confianza y yerno del rey, que tiene entrada en tu consejo privado, y es ilustre en tu casa? 15 ¿Acaso pues comencé yo hoy a consultar por él a Dios? ¡Lejos sea de mí! No impute el rey a su siervo cosa mala, ni a toda la casa de mi padre; porque no sabía tu siervo de todo esto cosa alguna, chica ni grande. 16 A lo cual respondió el rey: De seguro morirás, Ahimelec, tú y toda la casa de tu padre. 17 Entonces dijo el rey a los guardas que estaban al rededor de él: ¡Volveos y matad a los sacerdotes de Jehová! porque su mano también es con David; y porque sabían que él huía, y no me lo denunciaron. Mas no quisieron los siervos del rey extender la mano para acometer a los sacerdotes de Jehová. 18 Luego dijo el rey a Doeg: Vuelve tú y arremete contra los sacerdotes. Volvió pues Doeg idumeo y acometió a los sacerdotes; y mató en aquel día ochenta y cinco hombres que vestían efod de lino. 19 En seguida hirió a Nob, ciudad de los sacerdotes, a filo de espada; a hombres y mujeres, a muchachos y niños de pecho, bueyes y asnos, y ovejas, a todos los mató a filo de espada. 20 Empero se puso en salvo un hijo de Ahimelec hijo de Ahitob, que se llamaba Abiatar, el cual huyó en seguimiento de David. 21 Y Abiatar dió parte a David de cómo Saúl había hecho matar a los sacerdotes de Jehová. 22 Y David respondió a Abiatar: Ya sabía yo aquel día en que estaba allí Doeg idumeo, que sin duda él lo denunciaría a Saúl. Yo he sido causa de la muerte de todas las personas de la casa de tu padre. 23 Quédate conmigo; no tengas temor: que quien buscare mi vida, buscará tu vida: mas conmigo estarás en resguardo.

Capítulo 23

1 Y FUÉ dado aviso a David, diciendo: He aquí que los Filisteos están peleando contra Ceila y saqueando las eras. 2 Entonces David consultó a Jehová, diciendo: ¿Iré y heriré a estos Filisteos? Y Jehová respondió a David: Vé y hiere a los Filisteos, y salva a Ceila. 3 Mas los hombres de David le decían: Ya ves que estamos con miedo aquí en Judá, ¿cuánto más si fuéramos a Ceila a pelear contra las tropas de los Filisteos? 4 Por lo cual David consultó a Jehová otra vez más. Y respondió Jehová, diciendo: Levántate, desciende a Ceila; porque yo entregaré a los Filisteos en tu mano. 5 De manera que David fué con sus hombres a Ceila; y peleó contra los Filisteos, y llevóse sus ganados; y a ellos los hirió con gran destrozo: así salvó David a los habitantes de Ceila.

6 Y fué así que al escaparse Abiatar hijo de Ahimelec a donde estaba David, en Ceila, había llevado en su mano el Efod. 7 Y fué dado aviso a Saúl de que David había ido a Ceila. Entonces dijo Saúl: Le ha desamparado Dios, entregándole en mi mano; ya que él mismo se ha encerrado, entrando en una ciudad de puertas y barras. 8 Por lo cual Saúl llamó a campaña a todo el pueblo, para descender a Ceila, a fin de sitiar a David y sus hombres. 9 Mas David llegó a saber que Saúl tramaba el mal contra él, y dijo al sacerdote Abiatar: Trae el Efod.

10 Entonces dijo David: Jehová, Dios de Israel, tiene tu siervo inteligencia cierta de que Saúl procura venir a Ceila, para destruir la ciudad por mi causa. 11 ¿Me entregarán los vecinos de Ceila en su mano? ¿Descenderá Saúl conforme ha oído decir tu siervo? Jehová, Dios de Israel, ruégote lo manifiestes a tu siervo. Y respondió Jehová: , descenderá. 12 Preguntó entonces David: ¿Me entregarán los vecinos de Ceila a mí y a mis hombres en mano de Saúl? A lo cual le respondió Jehová: , os entregarán. 13 Levantóse pues David con su gente, que eran como seiscientos hombres, y salieron de Ceila, y fueron a dondequiera que pudieron irse. Y fué dado aviso a Saúl de que David se había escapado de Ceila; por lo cual desistió de salir. 14 David pues se quedó en el desierto, en lugares fuertes, y habitaba en un monte en el desierto de Zif: entre tanto le buscaba Saúl todos los días; mas no le entregó Dios en su mano.

15 Y vió David que había salido Saúl en busca de su vida. Estaba David a la sazón en el desierto de Zif, en un bosque espeso. 16 Entonces se levantó Jonatán hijo de Saúl, y fué a David dentro del bosque, y fortaleció sus manos en Dios. 17 Y le dijo: No temas; porque no te hallará la mano de Saúl mi padre. Tú pues reinarás sobre Israel, y yo seré el segundo, después de ti; y también mi padre Saúl lo sabe así. 18 E hicieron los dos un pacto delante de Jehová: y se quedó David en el bosque, mas Jonatán se fué a su casa.

19 Entonces subieron los Zifeos a donde estaba Saúl, en Gabaa, y le dijeron: ¿No se esconde David entre nosotros, en los lugares fuertes de lo más enmarañado del collado de Haquila, que está a la derecha de Jesimón? 20 Ahora pues conforme a todo el deseo de tu alma, oh rey, desciende presto, y de nuestra parte será entregarle en manos del rey. 21 A lo que respondió Saúl: ¡Benditos seais de Jehová! porque os habéis compadecido de mí. 22 Ruégoos vayáis, y os cercioréis todavía más, y conoced y ved su lugar, donde suele tener su asiento, y averiguad quién le haya visto allí; porque se me ha dicho que se maneja con muy grande astucia. 23 Ved pues, e informaos de todos los escondrijos donde él acostumbra ocultarse, y volved a traerme la certeza: luego yo iré con vosotros; y será que si estuviere en la tierra, le buscaré con empeño entre todos los millares de Judá. 24 Y ellos levantándose, fueron a Zif, delante de Saúl. Y David con sus hombres estaba en el desierto de Maón, en el Arabá, a la derecha de Jesimón. 25 Luego partió Saúl con sus hombres para buscarle; de lo cual avisado David, descendió al peñón, y se quedó en el desierto de Maón. Y cuando lo supo Saúl, siguió en pos de David dentro del desierto de Maón. 26 E iba Saúl por un lado del monte, y David con sus hombres por el otro lado: y David se fugó con zozobra, huyendo a causa de Saúl; pues Saúl y sus hombres iban cercando a David y sus hombres para apresarlos. 27 En esto vino un mensajero a Saúl, diciendo: ¡Anda ligero, que los Filisteos han hecho una irrupción en la tierra! 28 Por lo cual volvióse Saúl del perseguimiento de David, y fué al encuentro de los Filisteos: por tanto fué llamado aquel sitio: Peñón de Escapadas. 29 En seguida David subió de allí, y establecióse entre los lugares fuertes de Engadí.

Capítulo 24

1 MAS aconteció que cuando Saúl se volvió del perseguimiento de los Filisteos, le dieron aviso, diciendo: He aquí que David está en el desierto de Engadí. 2 Tomó pues Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel, y fué en busca de David y sus hombres, sobre las escarpadas peñas de las cabras monteses. 3 Y llegó a unas majadas de ovejas en el camino; y había allí una cueva adonde entró Saúl para cubrir sus pies: mas David y sus hombres estaban sentados en los costados de la cueva. 4 Entonces los hombres de David le decían: ¡He aquí el día de que te dijo Jehová: he aquí que voy a entregar a tu enemigo en tu mano, para que hagas con él como bien te pareciere! Levantóse entonces David, y cortó cautelosamente la falda del manto que Saúl traía puesto. 5 Mas aconteció que después de esto el corazón de David le remordió, por haber cortado a Saúl la falda de su manto: 6 y dijo a sus hombres: ¡Nunca permita Jehová que yo tal haga contra mi señor, el ungido de Jehová, a saber, que extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová! 7 Y contuvo David a sus hombres con estas palabras, y no les permitió levantarse contra Saúl; de modo que Saúl se levantó de la cueva, y siguió su camino.

8 Después de esto levantóse también David, y saliendo de la cueva, dió voces trás Saúl, diciendo: ¡Señor mío, oh rey ! Y mirando Saúl trás de sí, David inclinó la cabeza, rostro por tierra, y le hizo reverencia. 9 En seguida dijo David a Saúl: ¿Por qué escuchas palabras mentirosas de hombres, que dicen: He aquí que David procura hacerte mal? 10 He aquí, en este mismo día están viendo tus ojos como te entregó Jehová hoy en mi mano, dentro de la cueva; y algunos me dijeron que te matase; pero mi ojo compadecióse de ti, y dije: No extenderé mi mano contra mi señor; porque es el ungido de Jehová. 11 Y, padre mío, mira, sí, mira la falda de tu manto en mi mano; que en cortarte yo la falda de tu manto, sin matarte, bien puedes saber y ver que no hay en mi mano maldad ni transgresión alguna; y que no he pecado contra ti, aunque tú estás cazando mi vida para quitármela. 12 ¡Juzgue Jehová entre mí y ti, y Jehová me vengue de ti! mas mi mano no estará contra ti. 13 Como dice el refrán de los antiguos: De los malos procede la maldad: mi mano pues no estará contra ti. 14 ¿Tras de quién ha salido el rey de Israel? ¿tras de quién vas en perseguimiento? ¡Tras de un perro muerto; tras de una pulga! 15 Sea pues Jehová el juez; y juzgue entre mí y ti; y vea, y defienda mi causa, y me haga justicia, librándome de tu mano!

16 Y fué así que como acabase David de hablar a Saúl estas palabras, le dijo Saúl: ¿Es ésta tu voz, hijo mío, David? Y alzó Saúl su voz y lloró. 17 Dijo también a David: Más justo eres tú que yo; porque tú me has recompensado con el bien, en tanto que yo te he recompensado con el mal. 18 Y tú has puesto de manifiesto el día de hoy cómo has obrado bien conmigo; pues cuando me entregó Jehová en tu mano, no me mataste. 19 Porque cuando un hombre halla desprevenido a su enemigo, ¿le dejará seguir su camino sano y salvo? Por lo mismo Jehová te galardone con bien por aquello de este día que has hecho conmigo. 20 Y ahora yo ya sé que seguramente tú has de reinar, y que será estable en tu mano el reino de Israel. 21 Ahora pues, júrame por Jehová, que no cortarás mi simiente después de mí, y que no destruirás mi nombre de la casa de mi padre. 22 Y David se lo juró a Saúl; con lo cual Saúl fué a su casa; mas David y sus hombres se subieron al lugar fuerte.

Capítulo 25

1 Y MURIÓ Samuel; y reunióse todo Israel, y le hicieron lamentación, y le enterraron en su casa, en Ramá. Después de esto David se levantó, y fuese al desierto de Parán.

2 Y había un hombre en Maón, que tenía su hacienda en el Carmelo, el cual hombre era muy rico; pues tenía tres mil ovejas y mil cabras; y a la sazón estaba esquilando sus ovejas en el Carmelo. 3 Y el hombre se llamaba Nabal, y su mujer se llamaba Abigail; y era la mujer de despejada inteligencia y de bella figura; mas el hombre era áspero y de malas acciones: y era del linaje de Caleb. 4 Oyó pues David en el desierto que esquilaba Nabal sus ovejas: 5 por lo cual envió David diez mozos; y dijo David a los mozos: Subid al Carmelo, y llegaos a Nabal, y saludadle en mi nombre. 6 Y así le diréis: ¡Vive largos años! y ¡paz a ti, y paz a tu casa, y paz a cuanto tienes! 7 Ahora pues he oído decir que haces el esquileo de tus ovejas. Ahora bien, cuando tus pastores estaban con nosotros, no les tratamos mal, y ellos no echaron menos cosa alguna todo el tiempo que estuvieron en el Carmelo. 8 Pregunta a tus mozos, que ellos te dirán lo mismo; hallen pues mis mozos favor en tus ojos; porque en buen día hemos venido: ruégote que des lo que te viniere a la mano a tus siervos y a tu hijo David. 9 Llegaron pues los mozos de David, y hablaron a Nabal según el tenor de todas estas palabras, en el nombre de David, y se detuvieron. 10 Entonces respondió Nabal a los siervos de David, y dijo: ¿Quién es David, y quién el hijo de Isaí? En el día son muchos los siervos que se van dispersos, fugándose cada cual de la presencia de su señor. 11 ¿He de tomar pues mi pan y mi agua y mis animales que he degollado para mis esquiladores, y darlo a unos hombres que yo no sé de dónde sean? 12 Tornaron pues los mozos de David a su camino, y volvieron, y vinieron, y le informaron de todas estas palabras. 13 Entonces dijo David a sus hombres: ¡Ceñid cada uno su espada! Y se ciñeron cada uno su espada, ciñéndose también David su espada: y subieron tras David como cuatrocientos hombres, quedándose doscientos con el bagaje.

14 Mas uno de los mozos lo refirió a Abigail, mujer de Nabal, diciendo: He aquí que David envió mensajeros desde el desierto a saludar a nuestro señor; mas él se precipitó sobre ellos como ave de rapiña. 15 Y aquellos hombres eran muy buenos para con nosotros, y no fuimos maltratados, ni echamos de menos cosa alguna en todo el tiempo que anduvimos con ellos, mientras estuvimos en el campo. 16 Muro eran para nuestra protección, tanto de noche como de día, todo el tiempo de nuestra estancia con ellos, apacentando el ganado. 17 Ahora pues considera y ve lo que has de hacer; que ya se ha determinado el mal contra nuestro señor y contra toda su casa; porque él es tan hijo de Belial que nadie le puede hablar.

18 Apresuróse pues Abigail, y tomó doscientos panes, y dos cueros de vino, y cinco ovejas aderezadas, y cinco seahs de grano tostado, y cien racimos de uvas pasas, y doscientos panes de higos; y poniéndolos sobre asnos, 19 dijo a sus mozos: Pasad delante de mí, y he aquí que yo voy tras vosotros: mas a su marido Nabal no le dijo nada. 20 Y como ella iba cabalgando sobre un asno y estaba bajando encubierta por el monte, he aquí a David y sus hombres que venían descendiendo por otra cuesta a su encuentro; y ella dió de improviso con ellos. 21 Y David decía para consigo: Ciertamente en balde he guardado todo lo que éste tenía en el desierto, de modo que no se echó de menos cosa alguna de lo suyo; y él me ha devuelto mal por bien. 22 ¡Así haga Dios para con los enemigos de David, y más aún, si yo dejare sobrar de cuanto es de él, hasta la luz de la mañana, siquiera un perro! 23 Y cuando Abigail vió a David, dióse prisa para bajar de su asno, y cayó delante de David, sobre su cara, postrándose a tierra. 24 Y, caída a sus pies, dijo: ¡Sobre mí, sobre mí, señor mío, sea esta iniquidad! Permite, te lo ruego, que hable tu sierva en tus oídos, en tanto que escuches las palabras de tu sierva. 25 Ruégote que mi señor no haga caso de Nabal, ese hombre de Belial porque conforme a su nombre así es. Insensato es su nombre, y la insensatez esta con él: mas yo tu sierva no ví a los mozos de mi señor, que tú enviaste. 26 Y ahora, señor mío, por vida de Jehová, y por la vida de tu alma, ya que Jehová te ha estorbado el venir con derramamiento de sangre, y el salvarte por tu propia mano; ahora pues, digo, ¡sean como Nabal tus enemigos y los que procuran el mal de mi señor! 27 Y ahora, este regalo que ha traído tu sierva a mi señor, sea dado a los mancebos que siguen al mando de mi señor. 28 Perdona, yo te ruego, la transgresión de tu sierva; que a buen seguro va a hacer Jehová para mi señor una casa duradera; porque las batallas de Jehová las pelea mi señor, y la iniquidad nunca se hallará en ti en todos tus días. 29 Esto no obstante, se ha levantado un hombre que te persigue y que busca tu vida: mas será la vida de mi señor atada en un mismo haz de vida con Jehová tu Dios: pero las vidas de tus enemigos él mismo las arrojará de sí, como de en medio de una honda. 30 Y sucederá que cuando haya hecho Jehová para con mi señor conforme a todo lo bueno que tiene prometido acerca de ti, y te haya puesto por príncipe sobre Israel; 31 no será esto por tropiezo y por escrúpulo de conciencia a mi señor, ni el haber derramado sangre en balde, ni el haberse salvado mi señor a sí mismo. Mas cuando Jehová hiciere bien a mi señor, entonces acuérdate de tu sierva.

32 Dijo entonces David a Abigail: ¡Bendito sea Jehová, el Dios de Israel, que te ha enviado hoy a encontrarme! 33 ¡y bendita sea tu discreción, y bendita seas tú misma, que me has estorbado hoy el venir con derramamiento de sangre, y el salvarme con mi misma mano! 34 que a buen seguro (¡vive Jehová, el Dios de Israel, que me ha detenido de hacerte mal a ti!), que si tú no te hubieras apresurado a venir a encontrarme, no hubiera quedado a Nabal, a la luz de la mañana, ni siquiera un perro! 35 Entonces recibió David de mano de Abigail lo que ella le había traído; y le dijo: Sube en paz a tu casa: mira que he admitido tu ruego, y he aceptado tu persona.

36 En seguida Abigail volvió a Nabal; y he aquí que tenía un banquete en su casa como banquete de rey. Y el corazón de Nabal estaba alegre dentro de él; y él estaba muy borracho: por lo cual ella no le dijo palabra, ni poco ni mucho, hasta por la mañana. 37 Pero a la mañana, cuando Nabal se había repuesto del vino, su mujer le informó de estas cosas; y murió su corazón dentro de él, y él se volvió como una piedra. 38 Y sucedió que, como a los diez días, Jehová hirió a Nabal de manera que murió. 39 Y cuando oyó David que había muerto Nabal, dijo: ¡Bendito sea Jehová que tomó a su cargo el vengarme del ultraje que recibí de mano de Nabal; y que ha impedido el que su siervo haga mal! pero la maldad de Nabal Jehová la ha hecho volver sobre su misma cabeza. Entonces envió David a tratar con Abigail de tomársela por mujer. 40 Vinieron pues los siervos de David a Abigail la carmelita, y hablaron con ella, diciendo: David nos ha enviado a ti para tomarte por mujer suya. 41 Con lo cual ella se levantó, e inclinóse rostro a tierra, y dijo: ¡He aquí a tu sierva, sirvienta para lavar los pies de los siervos de mi señor! 42 Luego dióse prisa, y levantóse Abigail, y cabalgó sobre un asno, con cinco criadas suyas que seguían a sus órdenes, y fué tras los mensajeros de David, y fué su mujer. 43 David había tomado también a Ahinoam de Jezreel; de manera que ambas fueron mujeres suyas. 44 Saúl empero había dado a Micol su hija, mujer de David, a Paltí hijo de Laís, que era de Gallim.

Capítulo 26

1 Y VINIERON los Zifeos a Saúl, en Gabaa, diciendo: ¿No se esconde David en la colina de Haquila, al frente de Jesimón? 2 Levantóse pues Saúl y descendió al desierto de Zif, y con él tres mil hombres escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif. 3 Y acampó Saúl en la colina de Haquila, que está al frente de Jesimón, junto al camino. Mas David habitaba en el desierto; y entendió que Saúl le había seguido dentro del desierto; 4 por lo cual David envió espías y acabó de cerciorarse de que había venido Saúl con toda seguridad. 5 Levantóse pues David y llegóse al sitio donde estaba Saúl acampado: y vió David el lugar donde Saúl estaba acostado, juntamente con Abner hijo de Ner, jefe de sus tropas; pues Saúl estaba acostado dentro de la trinchera, y el pueblo estaba acampado al rededor de él. 6 Luego tomó David la palabra, y habló a Ahimelec heteo, y a Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab, diciendo: ¿Quién descenderá conmigo a donde está Saúl, dentro del campamento? Y respondió Abisai: Yo descenderé contigo. 7 Fueron pues David y Abisai a aquella gente de noche; y he aquí a Saúl acostado, dormido, dentro de la trinchera, con su lanza hincada en tierra, junto a su cabecera; en tanto que Abner y el pueblo estaban acostados al rededor de él.

8 Entonces dijo Abisai a David: ¡Dios ha entregado el día de hoy a tu enemigo en tu mano! ahora pues, ruégote me permitas, con esta lanza, coserle con la tierra solamente una vez, y no le daré segundo golpe. 9 Pero David contestó a Abisai: No le destruyas; porque ¿quién extendió jamás su mano contra el ungido de Jehová, que fuese inocente? 10 Dijo más David: ¡Vive Jehová! que ora Jehová le herirá, o bien, le vendrá su día de morir, o descenderá a la batalla, y así perecerá. 11 ¡No permita nunca Jehová que yo extienda mi mano contra el ungido de Jehová! Pero toma ahora, te ruego, la lanza que está a su cabecera, y el jarro de agua, y vámonos. 12 Tomó pues David la lanza y el jarro de agua que estaban a la cabecera de Saúl, y ellos se fueron: y no hubo quien lo viese, ni quien lo supiese, ni quien despertase; sino que todos dormían; puesto que un profundo sueño de parte de Jehová había caído sobre ellos. 13 David entonces pasó a la parte opuesta, y se puso sobre la cima de un monte, de lejos, habiendo bastante espacio entre ellos; 14 y clamó David al pueblo, y a Abner hijo de Ner, diciendo: ¿No respondes, Abner? A lo que respondió Abner y dijo: ¿Quién eres tú que gritas al rey? 15 Y dijo David a Abner: ¿No eres tú un gran hombre? ¿y quién hay como tú en Israel? ¿Por qué pues no has guardado a tu señor el rey? Porque llegó hasta allá uno de mi pueblo para destruir al rey, tu señor. 16 No es bueno esto que has hecho. ¡Vive Jehová! que dignos sois de muerte, porque no habéis guardado a vuestro señor, el ungido de Jehová. Ahora pues ved dónde está la lanza del rey, y el jarro de agua que estaba a su cabecera. 17 Y conoció Saúl la voz de David, y dijo: ¿Es ésta tu voz, hijo mío, David? Y respondió David: Mi voz es, señor mío, ¡oh rey! 18 Dijo también: ¿Por qué sigue mi señor en persecución de su siervo? ¿pues qué he hecho, o qué maldad hay en mi mano? 19 Ahora pues, oiga mi señor el rey las razones de su siervo. Si Jehová te ha incitado contra mí, acepte él una ofrenda; mas si son hijos de hombres, ¡malditos sean delante de Jehová! porque ellos me han expatriado el día de hoy, para que no tenga parte en la herencia de Jehová, diciendo: ¡Véte, sirve a otros dioses! 20 Ahora bien, no caiga mi sangre a tierra, desechada de la presencia de Jehová; porque ha salido el rey de Israel a buscar una pulga; como quien persigue una perdiz en las montañas. 21 A lo cual respondió Saúl: ¡Yo he pecado! Vuelve, hijo mío, David; que ya no más te haré mal; por lo mismo que fué preciosa mi vida en tus ojos hoy. He aquí que yo he obrado locamente y he errado muy gravemente. 22 Entonces respondió David, diciendo: He ahí la lanza del rey; pase pues alguno de los mancebos, y la tome. 23 Y Jehová devolverá a cada cual su justicia y su lealtad: porque te entregó Jehová hoy en mi mano, pero yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová. 24 Y, he aquí, del modo que fué preciosa tu vida hoy a mis ojos, así sea preciosa mi vida a los ojos de Jehová; y ¡él me libre de toda adversidad! 25 Entonces dijo Saúl a David: ¡Bendito seas, hijo mío, David! ¡no sólo emprenderás cosas grandes, sino que también les darás cumplido fin! Con esto David se fué por su camino, y Saúl volvióse a su lugar.

Capítulo 27

1 DIJO entonces David consigo mismo: Ahora bien, yo voy a perecer algún día por mano de Saúl. No me queda otro partido mejor que escaparme del todo a tierra de los Filisteos: para que Saúl se desespere respecto de mí, y no me busque más en todos los términos de Israel: así escaparé de su mano. 2 Por lo cual levantándose David, pasó, él y seiscientos hombres que tenía consigo, a Aquís hijo de Maoc, rey de Gat. 3 Y habitó David con Aquís en Gat, él y sus hombres, cada uno con su familia; David también tenía consigo a sus dos mujeres, Ahinoam la jezreelita, y Abigail, mujer de Nabal, la carmelita. 4 Y fué dado aviso a Saúl de que se había refugiado David en Gat; de manera que no volvió más a buscarle.

5 Entonces dijo David a Aquís: Ruégote, si he hallado gracia en tus ojos, que se me dé algún lugar en una de las ciudades del campo, para que habite yo allí; pues ¿por qué ha de habitar tu siervo en la ciudad real contigo? 6 De modo que Aquís le dio en aquel día Siclag; por lo cual Siclag pertenece a los reyes de Judá hasta el día de hoy. 7 Y el espacio de tiempo que habitó David en el país de los Filisteos fue un año y cuatro meses.

8 Y subió David, con sus hombres, e hicieron incursiones entre los Gesureos, o los Girzitas, o los Amalecitas; porque estas naciones de largo tiempo habitaban en aquella tierra, como quien va a Shur, y a la tierra de Egipto. 9 Y solía David herir el país, sin perdonar la vida a hombre, ni a mujer; y tomaba ovejas, y vacas, y asnos, y camellos, y vestidos: y al volver, se venía a Aquís. 10 Y cuando le preguntaba Aquís: ¿No habéis hecho alguna correría hoy? le respondía David: , sobre el mediodía de Judá, o sobre el mediodía de los de Jerameel, o sobre el mediodía de los Cineos. 11 Mas ni a hombre ni a mujer les perdonaba David la vida, para traer noticias a Gat; diciendo: No sea que lo denuncien contra nosotros, y digan: Así ha hecho David; y esto mismo ha sido su costumbre todo el tiempo que habita en el país de los Filisteos: 12 Y Aquís creyó a David, y decía: Él se ha hecho completamente odioso a su pueblo de Israel; y así se ha constituído siervo mío para siempre.

Capítulo 28

1 Y ACONTECIÓ por aquellos días que reunieron los Filisteos sus ejércitos en guerra, para pelear contra Israel. Entonces dijo Aquís a David: Ten bien entendido que has de salir conmigo a campaña, tú y tus hombres. 2 Y David respondió a Aquís: Por lo mismo tú sabrás lo que puede hacer tu siervo. Y dijo Aquís a David: Por tanto te voy a constituir guarda de mi cabeza para siempre.

3 Y Samuel era ya muerto, y todo Israel le había hecho lamentación; y le habían enterrado en Ramá, es decir, en su propia ciudad; y Saúl había extirpado del país los nigromantes y los adivinos. 4 Habíanse reunido pues los Filisteos, y llegándose, acamparon en Sunem; asimismo Saúl había reunido a todo Israel, los cuales acamparon en Gilboa. 5 Mas cuando vió Saúl el campamento de los Filisteos, temió, y amedrentóse su corazón en gran manera. 6 Y Saúl consultó a Jehová; mas Jehová no le respondió, ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas. 7 Entonces dijo Saúl a sus siervos: Buscadme una mujer que tenga espíritu pitónico, para que yo vaya a ella, e inquiera por medio de ella. Y le dijeron sus siervos: He aquí que hay en Endor una mujer que tiene espíritu pitónico.

8 Por lo cual Saúl se disfrazó, poniéndose vestidos ajenos; y partió, él y dos hombres que le acompañaban, y fueron a aquella mujer de noche; y le dijo Saúl: Ruégote adivines por medio del espíritu pitónico, y me hagas subir a aquel que yo te dijere. 9 Mas la mujer le contestó: He aquí tú sabes lo que ha hecho Saúl, cómo ha hecho cortar de la tierra a los nigromantes y los adivinos: ¿por qué pues quieres poner trampa a mi vida. para hacerme morir? 10 Entonces le juró Saúl por Jehová, diciendo: ¡Vive Jehová! que no te sucederá mal alguno por esto. 11 Le preguntó pues la mujer: ¿A quién te haré subir? Y él respondió: Hazme subir a Samuel. 12 Mas cuando la mujer vió a Samuel, gritó en alta voz. Y dijo la mujer a Saúl: ¿Por qué me has engañado? Pues tú eres Saúl. 13 A lo que respondió el rey: No temas: pues ¿qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: ¡dioses veo que suben de la tierra! 14 Y preguntóle: ¿Cuál es su forma? Y respondió la mujer: Un anciano sube, y está envuelto en un manto. Y conoció Saúl que era Samuel; por lo cual inclinóse rostro a tierra, y le hizo reverencia. 15 Entonces dijo Samuel a Saúl: ¿Por qué has turbado mi reposo, haciéndome subir? Y respondió Saúl: Me veo en grande estrecho; porque los Filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y ya no me responde más, ni por medio de profetas, ni por sueños; por tanto te he hecho llamar, para que me hagas saber lo que debo hacer. 16 Samuel empero le respondió: ¿Y por qué me preguntas a mí, siendo así que Jehová se ha apartado de ti, y se ha hecho adversario tuyo? 17 Pues ha hecho Jehová, en desagravio suyo, conforme a lo que habló por conducto mío; porque ha arrancado Jehová el reino de tu mano, y lo ha dado a tu prójimo, a David. 18 Por cuanto no obedeciste a la voz de Jehová, y no ejecutaste su ardiente ira contra Amalec, por eso te ha hecho Jehová esto hoy. 19 Además, Jehová entregará a Israel también, juntamente contigo, en mano de los Filisteos; y mañana tú y tus hijos estaréis conmigo; y Jehová entregará también el ejército de Israel en mano de los Filisteos. 20 Entonces, al punto, cayó Saúl cuan largo era, a tierra, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel, y no le quedaba esfuerzo alguno; porque no había comido nada en todo el día y toda la noche.

21 Y la mujer vino a Saúl, y viendo que estaba en gran manera turbado, le dijo: He aquí que tu sierva ha escuchado tu voz, y he puesto mi vida en mi mano, y he obedecido tus palabras que me hablaste; 22 ahora pues ruégote que escuches tú también la voz de tu sierva, y me permitas poner delante de ti un bocado de pan, para que comas y tengas fuerzas para seguir tu camino. 23 Pero él se negó, diciendo: No comeré. Mas porfiaron con él sus siervos juntamente con la mujer, de manera que escuchó su voz, y levantóse de la tierra, y sentóse sobre la cama. 24 Y tenía la mujer en casa un ternero cebado; y apresuróse a degollarle; luego tomó harina, y amasóla, y coció de ella panes ázimos; 25 Y lo presentó delante de Saúl y de sus siervos, y ellos comieron; después de lo cual se levantaron, y caminaron aquella noche.

Capítulo 29

1 ENTRE tanto los Filisteos habían reunido todos sus ejércitos en Afec; mas Israel estaba acampado junto a la fuente que había en Jezreel. 2 Y los príncipes de los Filisteos iban pasando adelante por cientos, y por miles; y David con sus hombres iban pasando entre los postreros con Aquís. 3 Entonces decían los príncipes de los Filisteos; ¿Quiénes son estos hebreos? Y respondió Aquís a los príncipes de los Filisteos: ¿No es éste David, siervo de Saúl rey de Israel, que ha estado conmigo estos días, o estos años, y no he hallado en él cosa que culpar desde el día en que se pasó a mí, hasta el día de hoy? 4 Mas enojáronse con él los príncipes de los Filisteos: y le decían los príncipes de los Filisteos: Haz volver a ese hombre, para que torne al lugar que tú le has señalado, y no baje con nosotros a la guerra; no sea que se nos vuelva adversario en la batalla; pues ¿con qué querrá éste reconciliarse con su señor? ¿no será con las cabezas de estos hombres? 5 ¿No es éste David, de quien respondían en corros, cantando: Hirió Saúl sus miles, mas David, sus diez miles?

6 Entonces Aquís llamó a David, y le dijo: ¡Vive Jehová! que recto eres, y bueno ha sido en mis ojos tu salir y entrar conmigo en el ejército; pues no he hallado en ti cosa mala desde el día que viniste a mí hasta hoy: esto no obstante, no eres acepto a los ojos de los príncipes. 7 Ahora pues, vuélvete, y vé en paz, para que no hagas lo que sea malo a los ojos de los príncipes de los Filisteos. 8 Mas David respondió a Aquís: Pues ¿qué he hecho, y qué has hallado en tu siervo desde el día que me presenté delante de ti hasta hoy, para que yo no vaya a pelear contra los enemigos de mi señor el rey? 9 Entonces respondió Aquís, y dijo a David: Yo sé que eres bueno en mis ojos como un ángel de Dios; esto no obstante, los príncipes de los Filisteos ya han dicho: No subirá con nosotros a la batalla. 10 Ahora pues, levántate muy de mañana, tú y los siervos de tu señor que vinieron contigo; y luego que os levantéis de mañana y se os haga luz, poneos en camino. 11 De manera que madrugó David, él y sus hombres, para marchar por la mañana, a fin de volver a tierra de los Filisteos; mas los Filisteos subieron a Jezreel.

Capítulo 30

1 Y FUÉ así que cuando David y sus hombres llegaron a Siclag, al tercer día, supieron que los Amalecitas habían hecho una incursión contra el Mediodía, y contra Siclag: en efecto, habían herido a Siclag, y la habían quemado a fuego: 2 habían cautivado también a las mujeres que había en ella, sin dejar persona alguna chica ni grande; no mataron a nadie, sino que se los llevaron a todos, y siguieron su camino. 3 Llegaron pues David y sus hombres a la ciudad, y ¡he aquí que estaba quemada a fuego, y sus mujeres, y sus hijos, y sus hijas, habían sido llevados cautivos! 4 Entonces David y la gente que había con él alzaron la voz, y lloraron hasta que no les quedaron fuerzas para llorar. 5 También las dos mujeres de David habían sido cautivadas, a saber, Ahinoam la jezreelita, y Abigail, mujer de Nabal, carmelita. 6 Y David se vió en muy grande estrecho; porque trataba el pueblo de apedrearle; por cuanto estaba amargo el espíritu de la gente, cada cual a causa de sus hijos y de sus hijas: mas fortalecióse David en Jehová su Dios.

7 Entonces dijo David a Abiatar sacerdote, hijo de Ahimelec: Ruégote me traigas el Efod; y Abiatar trajo a David el Efod. 8 Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Seguiré tras de estos merodeadores? ¿podré alcanzarlos? Y le respondió: Persigue, que sin falta los alcanzarás, y con seguridad recobrarás la presa. 9 Partió pues David, él y los seiscientos hombres que había con él, y llegaron al torrente de Besor, donde se detuvieron los que hubieron de dejarse. 10 Mas siguió el alcance David, él y cuatrocientos hombres; pues se detuvieron doscientos hombres que estaban demasiado cansados para pasar el torrente de Besor. 11 Y hallaron un egipcio en el campo, a quien trajeron a David. Y le dieron pan, y comió; y le hicieron beber agua. 12 Le dieron también un pedazo de un pan de higos secos, y dos racimos de uvas pasas. Y cuando hubo comido, le volvió el espíritu: pues no había comido pan, ni bebido agua, en tres días y tres noches.

13 Entonces dijo David: Tú ¿de quién eres? y ¿de dónde vienes? Y él contestó: Soy un mozo egipcio, siervo de un amalecita; y me abandonó mi amo, por estar yo enfermo, tres días ha. 14 Hicimos una incursión contra el sur de los Kereteos, y sobre el territorio de Judá, y sobre el mediodía de Caleb; y a Siclag la quemamos a fuego. 15 Le dijo pues David: ¿Podrás conducirme a donde están aquellos merodeadores? Y él respondió: Júrame por Dios que no me matarás, y que no me entregarás en mano de mi amo, y yo te conduciré a esa gente. 16 En efecto le condujo allá: y he aquí que estaban derramados sobre la superficie de toda aquella tierra, comiendo, bebiendo y haciendo fiesta, por todo aquel gran botín que habían tomado de la tierra de los Filisteos, y de la tierra de Judá. 17 Y los hirió David desde el crepúsculo de la mañana, hasta la tarde del día siguiente; de manera que no escapó de ellos hombre, salvo cuatrocientos mancebos que cabalgaban sobre camellos, y así se fugaron. 18 Y recobró David todo lo que habían tomado los Amalecitas; asimismo a sus dos mujeres libertó David. 19 No les faltó cosa alguna, chica ni grande, ni hijos, ni hijas, ni despojos, ni nada de cuanto les habían quitado; David lo volvió a traer todo. 20 Además tomó David todos los rebaños y las vacadas de ellos, los cuales llevaron delante del ganado recobrado, y decían: Ésta es presa de David.

21 Llegó entonces David a los doscientos hombres que habían estado demasiado cansados para seguir a David, y a quienes habían dejado junto al torrente de Besor; y ellos salieron a recibir a David, y a recibir al pueblo que le acompañaba. Y como llegase David a la gente, les saludó. 22 Entonces respondieron todos los malos y perversos de entre los hombres que habían acompañado a David; y dijeron: Por cuanto no fueron con nosotros, no les daremos nada de la presa que recobramos, sino tan solo a cada hombre su mujer y sus hijos, para que se los lleven, y se vayan. 23 Pero dijo David: No habéis de hacer así, hermanos míos, de lo que Jehová nos ha dado, guardándonos a nosotros también, y entregando en nuestra mano a aquellos merodeadores que venían contra nosotros. 24 Y ¿quién os escuchará en esta propuesta? antes bien, conforme a la porción del que bajó al combate, así ha de ser la porción del que se quedó con el bagaje; compartan de un mismo modo. 25 Y fué así desde aquel día en adelante, que lo puso David por estatuto y por fuero en Israel, el cual dura hasta el día de hoy.

26 Y cuando llegó David a Siclag, envió de la presa a los ancianos de Judá, amigos suyos, diciendo: ¡He aquí un regalo para vosotros, del despojo de los enemigos de Jehová! 27 Para los que había en Bet-el, y para los de Ramot-del-mediodía, y para los de Jatir, 28 y para los de Aroer, y para los de Sifmot, y para los de Estemoa, 29 y para los de Racal, y para los de las ciudades de los de Jerameel, y para los de las ciudades de los Cineos, 30 y para los de Horma, y para los de Cor-asán, y para los de Atac, 31 y para los de Hebrón, y para todos los lugares que David y sus hombres solían frecuentar.

Capítulo 31

1 ENTRETANTO los Filisteos habían peleado contra Israel; y los hombres de Israel huyeron de delante de los Filisteos, y cayeron muertos en el monte de Gilboa. 2 Y los Filisteos siguieron ardorosos en perseguimiento de Saúl y de sus hijos; y mataron los Filisteos a Jonatán, y a Abinadab, y a Melquisúa, hijos de Saúl. 3 Y arreció el combate en derredor de Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y fué sumamente angustiado por los flecheros. 4 Entonces dijo Saúl a su paje de armas: Saca tu espada, y traspásame con ella; no sea que vengan estos incircuncisos, y me traspasen, y sacien su venganza en mí. Mas no quiso su paje de armas, porque tuvo gran temor: por lo cual tomó Saúl su espada, y cayó sobre ella. 5 Y cuando vió su paje de armas que era muerto Saúl, cayó también sobre su espada, y murió con él. 6 Así murieron en aquel día Saúl, y sus tres hijos, y su paje de armas, y todos sus hombres, juntos.

7 Y cuando los hombres de Israel que estaban de la otra parte del valle, y que estaban de la otra parte del Jordán, vieron que habían huído los hombres de Israel, y que eran muertos Saúl y sus hijos, dejaron las ciudades y huyeron; y vinieron los Filisteos y habitaron en ellas.

8 Y aconteció al otro día que vinieron los Filisteos para despojar los muertos; y hallaron a Saúl y a sus tres hijos tendidos en el monte de Gilboa. 9 Y le cortaron la cabeza, y le despojaron de sus armas; y las enviaron en derredor por el país de los Filisteos, para que se publicara la nueva en las casas de sus ídolos, y entre su pueblo. 10 Y pusieron sus armas en la casa de Astarot, mas su cadáver lo enclavaron en el muro de Betsán. 11 Pero cuando los habitantes de Jabés-galaad oyeron lo que los Filisteos habían hecho a Saúl, 12 todos los hombres valientes se levantaron y caminaron toda aquella noche, y quitaron el cadáver de Saúl, y los cadáveres de sus hijos, del muro de Betsán; y vinieron a Jabés, y los quemaron allí. 13 Y tomaron sus huesos y los sepultaron debajo de un tamarindo que había en Jabés; y ayunaron siete días.

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