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Antes de la fundación del mundo


person Autor: K. QUARTELL 1

flag Tema: Conocidos de antemano, elegidos y predestinados


A) Juan 17:24

«Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo» Juan 17:24.

Tres veces se habla en las Escrituras sobre algo que existía antes de la fundación del mundo. La primera vez, esa expresión se emplea en la oración del Señor Jesús en Juan 17. En esta oración, el Hijo se dirige al Padre. Es antes de la cruz, pero el Hijo habla de los resultados de su obra como si ella ya se hubiera cumplido. «Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese» (v. 4). Es en esta tierra –el lugar en sí, en todo el universo, donde Dios ha sido gravemente deshonrado– que el Hijo lo ha glorificado. Sus palabras hacen alusión no solo a su vida perfecta, sino igualmente a su muerte expiatoria.

El Señor puede mirar hacia delante, a través de los siglos, incluso hasta nuestros días, y orar por aquellos que, en todos los tiempos, creerían en él a causa de la palabra de los apóstoles. Los que creemos en la actualidad, ya estábamos en su corazón en esa noche que precedía a la cruz a la que él se dirigía. Pero entonces, a medida que el Señor continúa a hablar de los resultados de su obra, diciendo que ahora los suyos serán amados por el Padre como el Padre lo ama a él (¡maravilloso pensamiento!), él dirige su mirada hacia la eternidad y habla del Padre que le ama a él, al Hijo, desde antes de la fundación del mundo.

Aunque no tuviéramos ninguna otra Escritura, este versículo podría ser suficiente para confirmar la verdad de que Jesús, nuestro muy amado Salvador y Señor, es el Hijo eterno del Padre. Antes de que el universo viniera a la existencia, el amor estaba allí, y el Padre amaba al Hijo.

Ahora, como resultado de la obra de «su amado Hijo» (Colosenses 1:13), hemos sido allegados y ahora somos, con el Hijo, objeto del amor del Padre: ¡extraordinaria maravilla!

En los tiempos eternos, ¡oh misterio insondable!
Nos elegiste en tu gracia inefable;
Y ahora, oh Dios, tu Espíritu, cada día,
Nos revela a tu Hijo – y tu corazón lleno de caridad.

Traducción del cántico No. 49, 4ª estrofa, de “Himnos y Cánticos” francés

B) Efesios 1:3, 4

«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él» Efesios 1:3, 4.

Tres veces en la Palabra de Dios, se habla de algo que existía «antes de la fundación del mundo». En nuestra primera meditación, hemos considerado el hecho maravilloso cuando hablando a su Padre, el Señor Jesús, el Hijo, ha dicho: «Porque me has amado desde antes de la fundación del mundo» (Juan 17:24).

La segunda vez que esta expresión es empleada, se nos dice que Dios nos ha «elegido» en Cristo «antes de la fundación del mundo». Él no nos eligió en Adán, el hombre que lo deshonró, sino en Cristo, el hombre que lo glorificó. Si nos hubiera elegido en Adán, estaríamos perdidos para siempre, desde el momento en que Adán pecó. Pero nos ha elegido en Cristo, «el postrer Adán» (1 Corintios 15:45); es él quien, por su obra cumplida, ha puesto el fundamento de todo aquello que Dios quería hacer.

Estos versículos de la epístola a los Efesios nos muestran que no estaba en la mente de Dios que su Hijo, habiéndose hecho Hombre, se quedara solo. El Señor Jesús, como Hombre haciendo las cosas que agradaban a Dios y en relación con el Padre, habría permanecido solo si no hubiera muerto (Juan 12:24). Como Hombre resucitado, Jesús tiene ahora «compañeros» (Hebreos 9), que pueden tener parte con él en todo lo que el Padre le ha dado.

¡Extraordinario pensamiento, que el Padre nos quiera tener ante él –nosotros que éramos pecadores perdidos, arruinados– como hijos e hijas, que él bendice ya con toda bendición espiritual en Cristo! Aquí, en la epístola a los Efesios, vemos que estábamos en los pensamientos y en el corazón de Dios desde antes de la fundación del mundo.

Que esta maravillosa verdad nos conduzca a descansar en este amor sin límites de Dios, que nos ha elegido y que nos lleva a adorar al Padre, como también al Hijo.

C) 1 Pedro 1:18-20

«Sabiendo que fuisteis rescatados… con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo» 1 Pedro 1:18-20.

En nuestras precedentes meditaciones hemos considerado cuánto el Padre ha amado al Hijo, también hemos visto que el Padre nos eligió en Cristo. En ambos casos fue «antes de la fundación del mundo». Aquí, tenemos la tercera referencia a ese período.

El día que Adán y Eva escucharon la voz de la serpiente y comieron la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal, introduciendo el pecado «en el mundo y por el pecado la muerte» (Romanos 5:12), hubiéramos podido pensar que todos los planes de Dios para nuestra bendición habían sido anulados. Efectivamente, ¿cómo un Dios santo y justo hubiera podido bendecir a los hombres que se habían convertido en criaturas rebeldes, arruinadas por el pecado? El apóstol Pablo nos dice aquí que, incluso antes que el pecado entrara en el mundo, Dios había previsto el remedio.

La desobediencia de Adán y Eva no sorprendió a Dios, y lejos de destruir sus planes, ella resaltó su sabiduría, su amor y la abundancia de sus recursos en Cristo. Incluso antes de que un cordero fuera criado en la tierra, Dios tenía ante su presencia su Cordero, su propio Hijo, que vendría a este mundo al tiempo oportuno, para ser ese sacrificio plenamente suficiente y ofrecido una vez por todas, a fin de resolver la cuestión del pecado y de nuestros pecados.

El cordero pascual cuya sangre protegió a los hijos de Israel en Egipto (Éxodo 12), los miles de corderos ofrecidos sobre el altar, en el tabernáculo y luego en el templo –todos designaban por adelantado al único Cordero, el Cordero de Dios «predestinado antes de la fundación del mundo», pero manifestado cuando «vino el cumplimiento del tiempo» (Gálatas 4:4), «en los postreros tiempos» (1 Pedro 1:20).

¡Cuán preciosa es su sangre para Dios y para nosotros! Él satisfizo las santas exigencias de Dios y nos ha purificado de la culpabilidad y de la condena consecuencia del pecado.

Traducido del calendario : Le Seigneur est proche (2019)


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